ACEPTAR LA COMPLEJIDAD: EL CINE DE NADAV LAPID (SEGUNDA PARTE)
Segundo encuentro. Domingo, 12 de mayo de 2019, Lisboa, Portugal (Indielisboa, Festival Internacional de Cinema)
Con su primer largometraje, Policía (Ha-shoter, 2011), obtuvo el premio especial del jurado en el Festival de Locarno. Con el segundo, La profesora de parvulario (Haganenet, 2014), con un niño poeta de ficción que se inspira en su propia infancia, se convirtió en una de las sensaciones de Cannes después de su estreno en la paralela Semana de la Crítica. El tercero, Sinónimos (Synonymes, 2019), lo puso en la primera división del cine mundial, en la competencia del Festival de Berlín, de donde salió con el máximo premio como recompensa, el Oso de Oro. En Israel fue aplaudido como un triunfo épico, uno de esos que merecen interrumpir la programación de las televisiones para dar cuenta de la noticia. Pero la ironía implícita del film no casa nada bien con un irreflexivo orgullo nacional.
En Sinónimos Nadav Lapid vuelve a valerse de su propia experiencia personal como punto de partida. Después de hacer el servicio militar obligatorio, comenzó estudios de filosofía en la universidad en Tel Aviv al tiempo que trabajaba como periodista deportivo en el semanario israelí Ha’ir, a las órdenes de Ari Folman, luego celebrado director (Valse con Bashir, El congreso). Sus intereses estaban en esa altura enfocados hacia la literatura; escribió novelas, una de las cuales incluso fue traducida al francés y editada con el título Danse encore. Pero todo cambió en el año 2000, cuando Nadav decidió marchar de Israel. Escogió París como destino, casi al azar, y a través de un amigo empezó a interesarse por el cine como espectador. Descubre la obra de Abbas Kiarostami, Tsai Ming-Liang, Jean-Luc Godard. Cuando finalmente regresa a Israel, se matricula en la escuela de cinematografía Sam Spiegel de Jerusalén; su proyecto de fin de estudios, La novia de Emile (Ha’Chavera Shell Emile, 2006), fue seleccionado por la Cinefondation de Cannes. El camino del cine ya no tenía entonces vuelta atrás.
El protagonista de Sinónimos, Yoav, experimenta una vivencia semejante, solo que más extrema. Llega a París con la misma voluntad de ruptura total con sus orígenes, a todos los niveles, nacional, familiar y lingüístico; en la sinopsis de la Berlinale se decía explícitamente que para el personaje “ser israelí es como un tumor que debe ser extirpado con cirugía”. El film se abre con él caminando por las calles de la ciudad; entra en un edificio y luego en un apartamento (vacío), se quita la ropa, se ducha y al salir del baño constata que le han robado la mochila. No le queda nada, está totalmente desnudo: la deseada ruptura se convierte, por necesidad, en un genuino “empezar de cero”.
Yoav encontrará al cabo de unas horas la solidaridad de una pareja francesa, con la que se enreda en una relación que combina amistad, admiración y sexo. Y a lo largo del metraje iá constatando las contradicciones inherentes a su renuncia: queriendo escapar de una sociedad que confunde el nacionalismo con la crueldad se encuentra con otra no precisamente libre de chauvinismos. Una vez más, hay que aceptar la complejidad de las cosas. Los problemas no se resuelven ignorándolos y para ser ciudadano del mundo hay que empezar por serlo de algún sitio. Con un protagonista portentoso, el debutante Tom Mercier, Sinónimos es una extraordinaria y además muy saludable comedia alrededor de los excesos patrióticos, la ingenuidad política y las señales de identidad. Una comedia afilada y reveladora, pero también comprensiva con la humanidad y sus desaciertos.
La valiosa y cuidada programación del Indielisboa, festival internacional de cine siempre atento a los artistas emergentes de todo el planeta, tuvo esta vez en el preestreno del film y en la presencia de su director, Nadav Lapid, uno de los platos fuertes. Conversamos con Nadav después de la proyección de clausura, en la que fue una genuina “entrevista ambulante” entre los barrios de Campo Pequeno y Graça (y con un excepcional director de fotografía, Rui Poças, como inesperado conductor).
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Martin Pawley: Antes de nada, debo decirte que me encantó la película, me gustó mucho. Pienso que su primera secuencia marca bien el tono, sobre todo por la presencia física del actor, Tom Mercier. Es impresionante. Por momentos hasta me hizo pensar en Jacques Tati o Pierre Étaix, en ese sentido del humor físico. Siempre está haciendo algo con su cuerpo.
Nadav Lapid: Esto que voy a decir sé que puede parecer un poco vulgar, pero como es cierto, lo voy a decir igual. Recuerdo que hubo un momento en que me di cuenta de que no sabía que pinta tenía Tom desnudo, y a final de cuentas eso era algo importante para el film. El director de fotografía y yo estábamos ansiosos el primer día de rodaje y la primera vez que lo vimos dijimos “vale, está bien”. Siento que su presencia física, su cuerpo, cambia por completo el espacio en el que él está. Lo sitúas en medio de un apartamento vacío en París y de pronto ese espacio cambia y él está en una suerte de conflicto con el espacio. Eso es interesante, porque con tal presencia física, incluso cuando él habla en francés no parece ser el mismo idioma, el mismo francés. Sí, claro, está diciendo unas palabras, pero esas palabras salen de una boca y esa boca forma parte de un cuerpo, y el cuerpo está diciendo otras cosas. Fue genial, porque tú podías dirigirlo para que hablara de una cierta manera, pero sabías que el resultado iba a ser otro, debido a esa fisicidad suya.
MP: No es sólo como se mueve y como gesticula, sino también el rostro. Te oí decir que Tom fue bailarín, y pensé en eso durante la película, porque la manera en que se mueve es totalmente asombrosa, hay un dominio total en la manera en que emplea su cuerpo, pero también su voz.
NL: Recuerdo por ejemplo su primera prueba. Es un tipo extraño; muy bueno, pero lo ves llegar y está muy serio, súperconcentrado en lo que está haciendo. Muchos actores por lo usual intentan parecer simpáticos, pero eso a él no le preocupa, está absolutamente concentrado. Y entonces va el director de la prueba de selección y le dice “venga, cautívanos, sedúcenos”. Estábamos en una especie de viejo estudio, había una cortina, Tom se metió detrás de ella y encontró, no sé ni como, una figura que parecía de dibujos animados pero con un agujero en la cara, y cuando salió comenzó a entretenerla, a tocarla… En el film, él es el extranjero y es como si tuviera que estar todo el tiempo divirtiendo a los locales, y por eso no puede estar mucho tiempo en el mismo nivel, en el mismo tono. Le pasa un poco como al director con los espectadores, siempre está el peligro de que se distraigan y miren el teléfono, así que todo el tiempo tienes que intentar sorprenderlos. Con él pasa algo así. Hay en él una vibración especial, también en su voz. Tom dice una frase y canta las palabras, no se limita simplemente a decirlas.
MP: Me parece que Yoav tiene mucho que ver con Nira, la protagonista de La profesora del kindergarten. Los dos personajes son muy diferentes por muchas razones, claro, pero los dos son al mismo tiempo seres fascinantes e inquietantes, puedes amarlos y odiarlos en todo momento por igual. Yoav como Nira es muy “sexy” en pantalla. Y en cierto sentido los dos son extranjeros, Nira es “extranjera en su patria”, Yoav también en su país y luego en Francia.
NL: Sí, sí, y los dos están también en una suerte de guerra contra sí mismos. Por un lado, ellos ven mejor que los demás, porque lo que para los otros es la realidad, lo normal, ellos lo identifican como un desastre. Pero por otro lado los dos están ciegos, porque no ven que ellos también forman parte de eso contra lo que luchan. Por eso están condenados a perder, en cierto sentido.
MP: Todos tus films hablan de la identidad, en diferentes sentidos. La identidad nacional, por supuesto, pero no únicamente. También la identidad de género, la visión de la masculinidad y de la feminidad, está muy presente. En el caso de Yoav y el amigo francés, Émile (el actor Quentin Dolmaire), hay siempre cierta “tensión sexual” entre los dos, siempre que los ves juntos en el mismo plano tienes la sensación de que acabarán…
NL: Besándose, sí, besándose. Alguien me dijo que quizás Yoav debería contarle las historias a la chica (Caroline, la actriz Louise Chevillotte) y acostarse con el chico y no al revés. ¡Puede ser! De alguna manera todos los films juegan con las definiciones y las fronteras. En Sinónimos está ese momento en la embajada en el que Yoav chilla que “no hay fronteras”, casi como si fuera John Lennon en “Imagine”. Y están esas personas de seguridad, el modo en que se abrazan… hay algo homosexual en eso. Pero es una tierna homosexualidad, tan tierna que no serían capaces de besarse.
MP: Cuando escuchan música juntos, esa es una verdadera escena de sexo sin sexo.
NL: Sí, es totalmente una escena de amor. El amor es como tener un secreto compartido con otra persona. Es lo que pasa en esa escena: ellos escuchan la misma música, pero los demás no, incluyéndonos a nosotros. Los miramos pero no podemos oír lo que escuchan porque llevan puestos auriculares, y sólo cuando se interrumpe esta intimidad es que ellos expresan su amor, con la música.
MP: El humor es muy importante en esta película, y ya en la anterior, el mediometraje Del diario de un fotógrafo de bodas. Pero, ¿todo ese humor esta ya en el guion o viene más del rodaje, del trabajo con los actores? Porque es un humor a menudo muy físico. ¿Intentaste hacer una comedia, una tragedia o las dos cosas?
NL: En el Festival de Berlín cuando leí las críticas encontré por lo menos diez definiciones distintas del film completamente diferentes: “comedia existencial”, “tragedia política”, “drama político”, “comedia de la identidad”…
MP: Un amigo mío, Jaime Pena, dice que Pedro Almodóvar escribe comedias y filma melodramas.
NL: Es una buena definición. En mis películas hay un tipo de humor basado en la idea de que tú piensas que algo es divertido, yo también pienso que es divertido, pero el film no piensa que eso sea divertido. La clave está en esa distancia. Por ejemplo, la escena en la que los dos tipos están peleándose en la mesa. Cuando hacía la mezcla estábamos riendo todo el tiempo, pero después de todo quizás no tenga ninguna gracia. Es como cuando alguien dice algo y tú te partes de risa, pensando que es un chiste estupendo, y le miras a él y te das cuenta de que está completamente serio. Hay algo de ese humor en la película. Y también está lo que dices del humor físico, pero realmente Tom Mercier es como ver una estatua griega en movimiento, no puedes no prestar atención.
MP: En esa escena de la pelea, todo el humor viene de él, de su rostro.
NL: Sí, sí. Cuando salva la lámpara, eso es divertido, sí.
MP: Émile, el joven francés tiene algo en común con Nira, que es que quiere ser escritor pero realmente no es capaz. Las historias están ahí fuera, pero él no es capaz de hacerlas suyas.
NL: Es la tragedia de la gente que quiere demasiado, quizás. Él quiere tanto que las historias le escapan. Es una relación de atracción y rechazo: él está atraído por las palabras, pero las palabras no le corresponden. Sí, es así.
MP: La pareja francesa es casi una parodia de una pareja francesa de película. Pero está en el punto justo, no llega a ser grotesco.
NL: Sí, por ejemplo en la relación con Yoav. Por un lado puedes decir que ellos lo usan a él y que él también los usa a ellos. Ellos le dan dinero, comida y ropa, y él les da historias y sexo. Pero por otra parte hay también una verdadera fascinación mutua, son todos de la misma generación, de la misma edad, y de pronto descubren que aman la misma música y están fascinados por las mismas cosas. Son muy diferentes, pero tienen mucho en común. Hay algo de cinismo, pero también de inocencia. Es una parodia, pero también es drama.
MP: Comparado con tus filmes anteriores el aspecto estético es distinto, más nervioso, vibrante, violento en cierto sentido.
NL: Siento que el film me lo pidió. Lo sentí con mucha fuerza también en la mezcla de sonido, que es muy particular, nada clásica, pero cuando veo el film tengo la sensación de que era la única manera de hacerlo. Y fue igual en el rodaje. Hay escenas que son muy vibrantes y otras muy estáticas, muy planificadas. Los personajes están luchando con lo que sienten, con el sentimiento del otro. Y a veces la cámara toma parte activa dentro de la escena y otras disfruta observando desde la distancia.
MP: Escribiste el guion con tu padre, Haim Lapid.
NL: Fue una experiencia buena porque yo estaba tan cerca de los hechos narrados que él aportó la capacidad de mirarlo desde fuera, de verlo todo como un proceso artístico y no como una autoficción.
MP: ¿Escribirás con él el próximo film?
NL: Para el próximo film escribí el guion yo solo, pero él ejerció como una especie de consultor.
* Primera parte de la entrevista (leer aquí)
*Fotogramas: Excepto la foto de Lapid, los fotogramas pertenecen a Sinónimos.
Martin Pawley / Copyright 2019
Sobre el cine de Nadav Lapid en Con los ojos abiertos.
Sinónimos (leer aquí)
El diario del fotógrafo de bodas (leer aquí)
La maestra de jardín (leer aquí)
Policía (leer aquí)
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