BUSCANDO A PANZERI
EL TÁBANO INSOBORNABLE
En el resbaladizo mundo del periodismo deportivo hubo a lo largo de la historia figuras que alcanzaron diversos niveles de reconocimiento pero es posible que el único que haya alcanzado el nivel de mito sea Dante Panzeri. Tras en sus comienzos haber abordado el terreno de diversos deportes como ciclismo, natación y boxeo (algo que sus detractores siempre pusieron sobre la mesa), empezó a interesarse de manera casi excluyente por el fútbol, alcanzando su apogeo en los catorce años en los que dirigió la revista El Gráfico. Desde esa trinchera, en la que estaba acompañado por el poeta y tanguero consuetudinario Osvaldo Ardizzone, Pepe Peña un gallego cáustico, ingenioso, dicharachero y reaccionario (algunos recordamos su apoyo a la dictadura militar) y un famoso ex número 5 de Boca, Ernesto Lazzati, Panzeri desarrolló a lo largo de esos años una implacable crítica a los turbios manejos del fútbol, la preponderancia desmedida que se le daba a los técnicos y sistemas, a los planteos “resultadistas”, tan en boga hoy, y el desprecio por el juego, cuya baja calidad despertaba su irritación permanente.
Hagamos aquí algunas digresiones para hacer referencia a diversos personajes que convivieron con Panzeri, muchos de los cuales fueron sus acérrimos enemigos. Empecemos hablando de sus compañeros de El Gráfico. Ardizzone era el representante de una línea más dura aun que la de Panzeri: sus críticas eran implacables y tengo la certeza que los títulos de algunos comentarios de partidos le pertenecían (recuerdo uno que decía; “Los mandan correr, corren, los mandan marcar, marcan, los mandan jugar, no saben”. Sin embargo, cuando Panzeri abandonó El Gráfico por no aceptar que se publicara allí una columna escrita por Alvaro Alsogaray (¡?), Ardizzone permaneció en la revista y ablandó notoriamente el tono de sus comentarios, llegando a reivindicar al Cholo Simeone, un número 4 de Boca que en su época “dura” fue uno de sus blancos preferidos. Pepe Peña seguramente se encargaba de los ingeniosos epígrafes que se colocaban debajo de las fotos (recuerdo uno en que Tomás Rolan, un recio numero 3 uruguayo de Independiente, aparecía tomándose la cabeza después de un gol contra su equipo y el epígrafe de la foto rezaba: “Rolan se está tomando las medidas para comprarse una boina”). Peña, además tenía veleidades de director técnico y consiguió hacerlo en Huracán, club del que decían que era hincha. A propósito de enfrentamiento contra San Lorenzo: en este equipo jugaba José Sanfilippo, un delantero goleador y sagaz como pocos en el área, de quien Peña había dicho que “tenía un balde en la cabeza”. Pues bien, ese día el “Nene” Sanfilippo le metió a Huracán cuatro goles. En cuanto a Lazzat, este representaba la voz más racional y moderada de la revista. En esos años, Panzeri fue un crítico sin concesiones del “fútbol espectáculo” que promovían Alberto Armando en Boca y Antonio Liberti en River; con Armando tuvo enfrentamientos tan serios que dicen que alguna vez llegaron a las manos y terminaron en la Justicia. También fue implacable con la preponderancia que se le otorgaba a los D.T y ayudantes de campo de los equipos, cuestionando su presencia en las fotos. En una ocasión llegó a dejar un espacio de la foto en blanco hasta que el equipo que debía aparecer en ella dejara de lado para el hecho a los antes mencionados. También la memoria me dice que en un artículo acerca de la formación de la selección nacional, Panzeri propuso que los cinco puestos de la delantera los ocupara Herminio “Pierino” González, un puntero de Boca, habilidoso e intermitente, tan capaz de hacer una jugada genial como de borrarse del partido durante larguísimos minutos. Esa propuesta de Panzeri proponía, en última instancia, un equipo con siete jugadores y su gran jugada final fue poner en la tapa de El Gráfico, antes de su partida, una foto de Antonio Báez, un jugador de Platense y River que hacía años que estaba retirado y a quien consideraba injustamente olvidado.
Sus ideas están expuestas en dos libros (que por suerte tengo), uno sobre el juego en sí, Fútbol, dinámica de lo impensado, un texto que hoy, en muchas cosas, mantiene intactas su virulencia y su vigencia. Anticipándose a la evolución del juego en loa años subsiguientes, Panzeri decía que los equipos iban a terminar jugando el sistema 6-4-0, esto es, sin ningún delantero, y a la vista de lo que ocurre hoy con varios equipos no estaba muy lejos de la realidad futura. En el otro libro, Burguesía y gangsterismo en el deporte, ataca sin contemplaciones la corrupción imperante en distintos estamentos de diversos deportes y es un texto que, como el anterior, mantiene una notable vigencia. Ya fuera de El Gráfico (no dije que nunca me perdonaré haber dejado de lado la colección de esa revista en una mudanza), Panzeri escribió en la legendaria revista Satiricón y en Así, una publicación de corte sensacionalista con enorme venta; también aterrizó en la televisión en el entonces Canal 11, donde tenía una columna en los noticieros en las que continuaba sin desmayos con sus críticas al juego y a lo que ocurría entre semana (decía que lo que pasaba de lunes a sábado en los clubes era mucho más interesante que lo que se veía en la cancha los domingos). No puedo dejar de señalar que esas columnas, en ocasiones, trasmitían la sensación de que sobreactuaba al personaje, con su seriedad extrema y su ausencia de matices.
En esos tiempos uno de sus enemigos principales fue el popular relator José María Muñoz, a quien Panzeri sindicaba como uno suerte de síntesis de todos los males del fútbol. Por cierto que la trayectoria de Muñoz, obsecuente, genuflexo ante la dictadura militar y su postura absolutamente acrítica frente al fútbol de la época, lo hacían acreedor a esa caracterización. La última gran batalla de Panzeri fue contra la realización del Mundial de fútbol de 1978, al que consideraba un gasto innecesario y superfluo, sin contar el contexto social de plena dictadura en el que se iba a desarrollar el evento. Lamentablemente, ya muy enfermo, falleció un mes y medio de que se iniciara el torneo con solo 56 años, siendo su ausencia, la única voz crítica que se iba a levantar contra el evento, profundamente lamentable.
A Sebastián Kohan Esquenazi, en ese entonces residente en Europa, le propusieron en el año 2008 que trabajara sobre la reedición de un libro sobre temas deportivos y el texto que eligió fue Fútbol, dinámica de lo impensado. Este hecho lo motivó para iniciar una investigación sobre la figura de Panzeri y transformarla en una película. Esa fue la génesis de este documental, sin mayores novedades desde el punto de vista formal (el director elige algo ya transitado en otros films, esto es, el papel del realizador como investigador) y el primer problema con que se enfrenta es la total ausencia de material audiovisual sobre la figura de Panzeri.
Comienza entonces con una serie de llamados a todas las personas con ese apellido hasta que finalmente consigue una pista para conectarse con su esposa italiana y sus dos hijos. Al mismo tiempo se pone en contacto con diversos periodistas que conocieron (o no) a Panzeri y que fueron y son admiradores de su estilo. Así desfilan entrevistas con Ezequiel Fernández Moore, quien define a Panzeri como alguien extremadamente serio y siempre enojado; a Diego Bonadeo, Ariel Scher, el Ruso Verea, Tomás Sanz, Daniel Guiñazú, estos dos últimoss aportan datos más interesantes. Por su parte, Carlos Ulanovsky recuerda sus años en Satiricón; Matías Bauso quien ha hecho una recopilación de artículos de Panzeri en un libro (Dirigentes, decencia y wines) dice lo suyo. Esquenaz intenta entrevistar al periodista Jorge Llistosella, un íntimo amigo de Panzeri, pero fracasa, ya que en una comunicación telefónica algo tensa, Llistosella, que lo considera, junto a su padre, las dos personas más importantes de su vida, se niega a ser entrevistado, alegando que no quiere que se ensucie el nombre de Panzeri. Una curiosidad: hasta a un filósofo como Tomás Abraham señaña que nunca vio sonreír a Panzeri. Un gran momento: la aparición de Roberto Perfumo,entrevistado en un programa radial, quien recuerda que en el Mundial de Londres de 1966 los jugadores, cuando se cruzaban con Panzeri, lo abucheaban y silbaban. Cuando el conductor del programa le pregunta si él también lo hacía, el mariscal, rápido de reflejos, contesta: “No, yo lo aplaudía”.
Las referencias al carácter de Panzeri se contraponen con la opinión de su esposa y sus hijos, quienes lo caracterizan como un tipo amable, jovial y siempre de buen humor, algo que se puede apreciar en algunas fotos que muestran, lo que indicaría que Panzari tenía una doble faceta, la señalada con su familia y la otra dura y malhumorada en lo que se relacionaba con su trabajo. La mencionada ausencia de material audiovisual provoca que el director muestre algunos falsos segmentos televisivos, en los que el actor Pol Ajenjo interpreta a Panzari, que no aportan demasiado al film. Tal vez para completar el retrato de una figura tan admirada por algunos y denostada por muchos hubiera sido interesante entrevistar a algunos de sus detractores (que los sigue habiendo por cierto). En esa línea solo se incluye a Carlos Bilardo, quien se niega a responder porque “no quiere hablar de un muerto” La ausencia de Horacio Pagani, uno de sus defensores incondicionales, se la extraña en demasía.
Dante Panzeri fue una figura señera del periodismo deportivos y de las más influyentes sobre algunos jóvenes del metier; el mérito de la película de Kohan Esquenazi radica en darle una justa visibiliidad a una personalidad mencionada por muchos pero conocida por pocos.
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Buscando a Panzeri, Argnentina 2020.
Dirigida por Sebastián Kohan Esquenazi. Escrita por Juan Villegas y. S. Kohan Esquenazi
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