CANNES 2019 (03): LOS INFELICES DE KEN
La infelicidad en el cine despierta sospechas. Un querido amigo enviaba una nota breve por el ciberespacio sobre su hartazgo frente a las películas serias y los temas candentes en Cannes y de inmediato los seguidores aprobaban su invectiva lacónica. El club de los adversarios es numeroso.
Con solo nombrarlo, los odiadores de Ken Loach se agolpan para dedicarle cuanto vituperio sea posible dirigir al cineasta inglés, cuya extensa carrera está dedicada a los infortunios de los trabajadores y algún que otro periodo histórico ligados a luchas emancipatorias. La incontenida irascibilidad que despierta parece exceder las limitas virtudes de su gramática cinematográfica y las reiteradas torpezas de su estilo. La demagogia y el subrayado son problemas ostensibles de su cine, también la preferencia por sacrificar a sus criaturas en pos de sustentar un mensaje para el bien colectivo. Sin embargo, el desdén que se le profesa no es menos sospechoso que el desprecio vehemente que se reitera cada vez que se estrena un film suyo en Cannes. ¿Les molesta la ideología del cineasta?
Sin dudas, Ken Loach conoció la gloria en el festival de festivales en reiteradas ocasiones. En Cannes, el comité oficial lo tiene como un abonado incuestionable, pero como ya se dijo los críticos y los cinéfilos no le dispensan la misma pleitesía. ¿Es Loach un maestro de todos los tiempos? ¿Un cineasta anacrónico? ¿Un ilustrador de temas importantes sin talento alguno? Sorry We Missed Youtiene un don indesmentible. Desnuda enteramente la gran hipocresía contemporánea sobre las presuntas formas de trabajo más libre, donde el empleado es supuestamente un socio de la empresa en la que trabaja.
El protagonista es un típico repartidor de envíos, en este caso de pasaportes, que no cumple un horario fijo, pero que termina trabajando más de 14 horas. Por su condición de partícipe de la empresa ha cedido sus derechos como trabajador, y el filme demostrará las consecuencias impensables de la flexibilidad laboral redescripta como reinvención creativa del posasalariado. El lenguaje del patrón es conocido. Somos una especie de organismo hacedor de capital, cada uno cuenta porque todo emprendedor pone en movimiento la acumulación de riquezas. En efecto, la devastación del sistema de derechos de los trabajadores tiene un laborioso ajuste lingüístico en su práctica, y el film arranca con ese motivo escandaloso que ha sido naturalizado. Este es el fuerte innegable de Loach: no abandonar el presente, interrogarlo e intentar siempre registrarlo y representarlo. Por supuesto, la mera reproducción de un estado de cosas o la sola representación son políticamente insuficientes para horadar las complicidades subjetivas y sociales involucradas en un sistema de vida. En esto, Loach es un socialista amarillista.
A partir de esa puesta a punto de la precariedad laboral en Inglaterra, Loach vuelve a escenificar un vía crucis proletario, en el que subraya para convencer y al hacerlo traiciona sin darse cuenta su propia causa. Por supuesto, la escalada de injusticias y sufrimiento avanza a medida que el relato se desenvuelve. No habrá paz para este hombre, tampoco para su familia; el guion no lo permite, porque todos los personajes deben ilustrar la injusticia del sistema. A diferencia de su filme precedente, no mata a su protagonista, pero lo tortura lo suficiente para demostrar sus hipótesis. En la escena en la que unos tres matones muelen a palos al protagonista se puede constatar la imaginación primitiva del cineasta.
Sobre Sorry We Missed Youse puede añadir a su favor la honestidad y la verosimilitud de los intérpretes, capaces de sortear la poca distancia de sus personajes respecto de modelos sociales previsibles, y cierta contención en el estilo que tampoco suele ser la regla de los actores en las películas de Loach. Hay cierta austeridad en la puesta en escena que está en concordancia con el film, del mismo que, por primera vez en años, el relato dispensa un momento de felicidad: el día en que el padre y la hija pequeña hacen el reparto juntos es un breve instante de alegría en un film que se encarga de horadarla en casi todo momento.
El problema del enfoque reduccionista de Loach radica en resguardarse en estereotipos sin trabajar a fondo sobre matices del mundo laboral que representa. Pocos eligen los temas que él selecciona, y ahí reside el valor de sus películas. Pero un tema exige una forma y una inteligencia crítica que vayan más allá de lo que se sabe y de la indignación que cualquier hombre o mujer sensible puede proyectar en el sufrimiento del protagonista. El sentimentalismo en estos menesteres es de sumo peligro. Suele reforzar el pesimismo apelando a una poética que renuncia a hacer de la forma cinematográfica una cuestión política y un artificio para reconfigurar la sensibilidad de cualquier tipo de espectador.
Roger Koza / Copyleft 2019
«Yo, Daniel Blake» y su inmerecido premio mayor de hace tres años. La sombra es alargada, mi querido Roger y el mal precedente parece redondear la nueva propuesta. A la espera de que no suceda aquello de «no hay dos sin tres».
Por lo que tuvo algún día de buen ojo, continuez, Cannes.