CANNES 2019 (04): DESEO
Pedro Almodóvar pisó la alfombra roja con autoridad. Penélope Cruz, Leonardo Sbaraglia y Antonio Banderas secundaban al cineasta. Todos saben muy bien que este es un filme candidato; Banderas, además, debe sospechar que su trabajo no será ignorado. Es el papel de su vida. Como se sabe, el filme tuve una recepción feliz en España y los aplausos cerrados después del estreno en Cannes confirman la intuición de muchos: Dolor y gloria no abandonará Cannes sin un premio de peso.
El gran tema de Dolor y gloria es el deseo, el nombre propio de la productora de Almodóvar. O, dicho de otro modo: es la restitución del deseo, a propósito de la evocación de su descubrimiento inicial y de un momento ulterior en la vida del personaje interpretado por Banderas en que el deseo y el amor fueron de la mano. El filme tiene sus sorpresas, y el plano final redefine todo lo visto, como también vindica al director español como un verdadero maestro. Solamente un gran cineasta puede retener su secreto hasta el último suspiro de una película. Lo que hace aquí Almodóvar es fantástico.
En el centro de la escena de Dolor y gloria está el cineasta encarnado por Banderas. Si todo lo que pasa tiene o no que ver con Almodóvar, poco importa. Homosexual y autodidacta, el cineasta del relato conoció el éxito temprano con un filme titulado “Sabor”, motivo de controversia en su momento debido a la pelea con su protagonista (con este no se habló nunca más, y parte del encanto de Dolor y gloria consiste en el reencuentro de estos dos hombres). Gracias al cine, el personaje de Banderas viajó por el mundo, hizo dinero y conoció el prestigio, privilegios que no garantizan ni la felicidad ni la salud. El peso del cuerpo es todo un problema en el filme de Almodóvar, una superficie de placeres pero también de dolores; el éxito, un insuficiente incentivo frente a la plenitud interior.
A partir del reencuentro con el actor de “Sabor”, Salvador Mallo —así se llama el cineasta en la ficción— empezará a tomar heroína, una práctica que el filme jamás juzga ni defiende, pero que sí tiene la fallida función de cumplimentar la ausencia de deseo. Ese encuentro tendrá un vuelco magnífico, porque tanto para el actor como para Salvador implicará reconstituir inesperadamente el deseo. La razón principal pasará por llevar a la escena teatral un texto perdido del cineasta titulado “La adicción”. Esto reavivará viejos amores y encenderá el deseo de vivir y hacer cine.
Más allá de una o dos escenas fuera de contexto, el filme de Almodóvar es hermoso y conmovedor. Hay escenas inolvidables; una compete a la historia y el destino de un cuadro amateur que es un retrato de Salvador como niño; otra, a la relación entre el cineasta y su madre. Se podrían elegir varios pasajes, pero ninguno tiene la intensidad del último, excepto, quizás, la escena que involucra a Leonardo Sbaraglia al promediar la mitad de la película. Es un reencuentro entre el cineasta y un amante de juventud que encierra una memoria de felicidad y un reconocimiento mutuo de saber que aquella vez se amaron como pocas veces en sus vidas. De ese tipo de secuencias está hecha Dolor y gloria, y no se debe tener el don de la profecía para adelantar que la gloria está muy cerca, en esta ocasión, para Almodóvar.
*Este texto fue publicado por el diario La voz del interior en el mes de mayo de 2019.
Roger Koza / Copyleft 2019
Una maravilla! No es menor el valor del manejo de la imagen, acercamientos, colores, una obra de arte en cada toma.
Hermosa pelicula! Los trazos almodavarianos estan ahi, pese a un mayor sosiego. Gracias Roger, siempre es un placer leerte! . Sos un faro para mi en la critica cinematografica.
GRACIAS a vos, Carla; respeto tu trabajo y leo lo que vos publicás; un mensaje como el tuyo es poco frecuente. Agradecido. R