Los que quedan

En algún momento, dar a conocer públicamente la tristeza sobre le muerte de una persona se volvió un hábito. Se ha naturalizado exhibir una experiencia característica de la intimidad, la de dirigirse a alguien que ya no está, escribiendo una despedida y una preferencial memoria compartida en un muro de una red social. Puede haber interpretaciones diversas de ese gesto impudoroso, entre tantas, el hecho de saberse desconsolado ante la evidencia de una ausencia. Los que quedan hacen lo que pueden.

¿Cómo filmar la violencia de un duelo? ¿Cómo desmarcarse de la exposición retórica como elegía a los difuntos? Sobre esa experiencia reconocible de desamparo que se asienta ante la muerte de un ser querido, Close teje su drama; también, conjura la trivialidad por su delicadeza y prioriza la lenta adaptación de la conciencia sobre lo irreparable. 

El punto de partida de Lukas Dhont (Girl) es una desgracia inesperada en la vida de dos adolescentes que han sido amigos a lo largo de toda la vida. Han compartido todo:  los juegos, la familia, las inquietudes vocacionales, las casas, los cuartos, la cama. Son casi hermanos, como dice Léo en algún momento, una afirmación que inaugura una nueva etapa en la relación, porque así necesita explicárselo a los compañeros de la escuela secundaria. Para aquellos, más que hermanos parecen novios. 

Frente a esa novedad en el vínculo, Close se toma casi todo un acto del relato para ver las consecuencias que tiene la mirada de los otros sobre ese vínculo: la aparición de la vergüenza, la revisión de los sentimientos y los límites que pueden elegirse ante un estadio de definición sexual, la creciente disparidad entre el deseo de uno y otro se perciben escena a escena. Ese cambio se anuncia visualmente con un travelling tan elocuente como elegante en el que los dos amigos, que se trasladan en bicicleta y a los que ve juntos en el cuadro y en paralelo, se distancian enfáticamente en el recorrido; ese distanciamiento físico circunstancial es un anuncio; lo que sigue es una ruptura afectiva con consecuencias inesperadas.

Lo que sucede después de los primeros 45 minutos no es otra cosa que la introducción de un elemento dramático que involucra a todos los personajes: los compañeros de la escuela, los maestros, las familias. Frente a un evento terrible, la película elige, de ahí en más, quedarse con uno de los protagonistas para ahondar en el sentimiento de pérdida. La atención puesta en él es narrativamente lógica, y la inteligencia de Dhont consiste en acompañar al personaje y sacar provecho respetuosamente de todas las variaciones anímicas que atraviesa: enojo, culpa, resignación, aceptación. Para hacerlo no acude al palabrerío; prefiere el gesto, un movimiento del cuerpo, una mirada. También se beneficia de la elocuencia de sus intérpretes, en especial del debutante Eden Dambrine y de Émilie Duquenne (la gran actriz de Rosetta). La escena de ambos que tiene lugar en un bosque remite sin ser un remedo al indeleble final de El hijo de los hermanos Dardenne.

Nombrar a los famosos hermanos belgas dista de ser un capricho. La escena aludida y la presencia de Duquenne son claros indicios de un reconocimiento de Dhont a los cineastas que fueron determinantes en el cine de su país. Curiosamente, el joven director de 31 años parece estar más cerca de lo mejor del cine de los Dardenne que ellos mismos, cuyas películas recientes parecen remedos de sus mejores épocas. He aquí un hijo estético que los reconoce y a su vez toma distancia y emprende con convicción su propio camino.

Close, Bélgica-Holanda-Francia, 2022.

Dirigida: Lukas Dhont. Escrita por Lukas Dhont y Angelo Tijssens.

*Publicada por La Voz del Interior en el mes de marzo 2023.

Roger Koza / Copyleft 2023