CORRECCIÓN Y POLÍTICA: 2020, AÑO CERO
En una calle de la ciudad
Un chaval sin nombre a ninguna parte va
No hay nada nuevo
Nada que hacer Pateando porquería escupiéndose los pies
Uniformes sobre ruinas, andar seguir bajo vigilancia
Triste futuro, triste lugar
Testigo mudo de una guerra sin final
Tirando piedras
Fumando más
Pero las alternativas no le acaban de llenar
«Negros pensamientos» de La Polla Records
Querido Nicolás
Antes que nada te pido disculpas por haber repetido el formato epistolar. No es algo que hago con ánimos de imitar a nadie, simplemente me gustaría responder algunas cuestiones específicas de tu texto y no encuentro otra forma mejor. Escribiré sí para el próximo número de La Vida Útil un texto un poco más ordenado que por supuesto me encantaría discutir con vos.
No estaba sugiriendo “cancelar” o silenciar los términos “corrección política” y “cultura de la cancelación” (ni woke, que te vi utilizar en uno de los comentarios). Me expresé mal al decir que era “mejor evitarlos”: diría más bien que en tu primer texto el uso de esa terminología me parecía descuidado. No coincido para nada con vos en que esos términos “responden a una problemática cultural de izquierda”. De hecho, creo que al afirmar eso se le está dando una concesión muy errada a los argumentos de la nueva derecha. No considero bajo ningún punto de vista que el deterioro global del estado y la salud de la conversación pública deba ser deducido de un “problema cultural” de la izquierda, sino más bien a causas materiales, por eso traje a colación lo de las lógicas de monetización del contenido periodístico impuestas por Google ads y Facebook, por ejemplo. Nunca hay que olvidar que todas estas discusiones en última instancia se dan inscriptas dentro de un tecnosistema de extracción de renta neofeudal que manipula a consciencia la composición química de nuestro cerebro con el objetivo de maximizar dicha extracción. Cualquier “historización crítica” que no de cuenta de esto está destinada al error: como bien lo demuestran Fisher, Curtis (y Žižek), la historia de la “corrección política” no es ni más ni menos que la historia del Realismo Capitalista, la historia de cómo el Capital engulló las demandas del ‘68, distorsionándolas, manipulándolas con el objetivo de disciplinar a la fuerza de trabajo; la historia del capitalismo multicultural entendido como una forma ideológica, supuestamente espontánea, de interpretar y percibir el mundo y de actuar en él: una especie de fusión entre un budismo new age y el puritanismo inglés del siglo XVI, un hedonismo prescriptivo, un imperativo de goce. Esto, como ya dijimos antes, vale para “los países desarrollados” porque, como todos sabemos, acá el Realismo Capitalista se instaló con métodos menos sutiles. Además de que en cierta medida este clima cultural se encuentra incompleto, no del todo pulido debido al impacto de los desbalances macroeconómicos y monetarios y de la naturaleza contractiva del capitalismo argentino del último medio siglo.
Por supuesto que lo correcto es siempre plantarse y debatir, sin miedo, sin llorar, y bancándosela. Y marcar cuando un compañero está siendo deshonesto o está ensuciando las leyes del debate. En eso estamos de acuerdo. Decís en tu texto que son términos que deben ser “problematizados”, sin embargo yo no veo demasiada problematización en tu manera de utilizarlos, más bien todo lo contrario. Estoy de acuerdo con vos cuando decís, en un comentario a la nota, que vivimos dentro de un clima que genera «un arte temeroso de ofender», aunque agregaría que genera también todo lo contrario. Lo vemos en la obra de Cohn y Duprat, en los blogs de “cine anti-tesis” que mencionás, en cierta reivindicación infantil de las obras de Tarantino y Zahler, etc. En ese sentido, alabar que en The Hateful Eight «el personaje más desagradable de la película es un mexicano», como lo hace Wolf en la famosa charla, es equivalente a alabar a ese engendro llamado Green Book por sus virtudes morales o a Knives Out por su antitrumpismo tribunero.
Por otro lado, cabe aclarar que ni la “izquierda cultural”, ni los feminismos, ni los antiespecistas, etc. son más sensibles, canceladores, llorones o victimizantes que la derecha, más bien todo lo contrario. En Argentina basta releer algunos de los discursos públicos de Macri en los años de su presidencia: nadie fue víctima de tantas injusticias, nadie fue tan malentendido como él. Y lo mismo sucede a escala global: en Estados Unidos nadie “cancela” (y cancela de verdad) a tanta gente como el lobby sionista, por ejemplo, por no traer a colación el caso de la cineasta Laura Poitras, perseguida por el gobierno de Obama. En España hay raperos presos por insultar a la Corona, en Arabia Saudita, pilar del Mundo Libre, a Khashoggi lo cancelaron con una motosierra y en México Salomón Aceves, Marco García y Daniel Díaz fueron asesinados y disueltos en ácido por haber estado filmando en el lugar equivocado. ¡Hasta los pinochetistas chilenos lloran por la corrección política! ¡Son los dueños de todo y siguen victimizándose! Y, en última instancia, ¿acaso los asesinatos de Marielle Franco y Berta Cáseres no deberían ser interpretados como un disciplinamiento “políticamente correcto”? Insisto, sin ánimo de cancelar ni reprimir ni nada por el estilo, en que estas discusiones me resultan un poco miopes en un país como Argentina, donde es posible estrenar una película como 4X4 sin que nadie se queje demasiado, donde cualquiera dice cualquier gansada y donde los tiros y la represión siempre vienen del mismo lado.
Con respecto a la película de Carrasco, primero que nada quisiera decir que acepto plenamente todo lo que decís en torno a la nostalgia y el film: no debería haber utilizado el término “nostalgia politizada” porque efectivamente es un oxímoron y porque además estaba argumentando justamente que la película no era nostálgica. La idea de melancolía es mejor. Además, yo justamente creo que, a pesar de lo que uno quizás espontáneamente estaría más inclinado a pensar, es una película que nos obliga a mirar hacia el futuro. En ese sentido coincido plenamente con Vicente Monroy cuando afirma que El año del descubrimiento “descubre la necesidad de grabar otras nuevas [imágenes] porque el tiempo ha dejado las que existen incompletas”. Es decir, que si El año del descubrimiento va a ocupar un rol interesante para nosotros de acá al futuro, lo será en tanto punto de partida más que como punto de llegada.
Efectivamente, traer a colación Viaggio in Italia fue un exabrupto poco feliz, quizás influenciado porque me he dedicado a ver atentamente la obra de Rosselini en los últimos meses y sus películas ocupan un lugar desproporcionado en mis pensamientos. No estaba en mi cabeza la idea de equiparar a las dos películas de ninguna manera, ni de plantear la cuestión del canon de la posguerra que mencionás. Simplemente quería rescatar la caminata del personaje descontextualizada (un error cuando se discute con alguien tan inmerso en estas cuestiones como vos) para pensar algunas de las razones por las cuales la película ha sido tan bien valorada por tanta gente, más allá de los automatismos perezosos y de los mecanismos coloniales de construcción del canon contemporáneo que vos ya mencionaste y con los que estoy de acuerdo. Hay algo de la caminata de Bergman que todavía gira en mi cabeza cuando pienso en nuestra discusión, sobre todo en la pregunta con la que cerraste tu texto: ¿cómo vamos a pensar nuestro cine?. Y no solo por Viaggio in Italia, porque hay algo del caminar de los personajes de Rossellini que me niego a eliminar, a quitar de cuajo de esta conversación. Edmund camina por las ruinas de una Berlin devastada en los momentos previos a su suicidio en Germannia, anno zero y la propia Bergman camina también desesperada rodeando el volcán en el final de Stromboli. Me pregunto si acaso no hay una reapropiación que podemos hacer desde nuestro lugar de esas tres escenas, más allá de lo que los europeos hayan hecho con ellas. Porque siento que son caminatas que se generan desde cierto vacío o punto de nulidad, que esconden algo más allá de lo que se puede deducir de los eventos de cada una de las narrativas. Siento que de esas caminatas se puede deducir cierta perplejidad de la condición humana frente a la cual el cine nos enfrenta. Una perplejidad frente al encuentro con el pasado inmediato, en el caso de Edmund, una perplejidad frente al vértigo de la historia humana en Viaggio in Italia y una perplejidad que emerge de nuestro encuentro con el Pasado Profundo, con la densidad del tiempo geológico que se manifiesta con toda su ferocidad y su indiferencia en el final de Stromboli. Creo que desde ese punto de nulidad es que muchos hemos observado la película de Carrasco. Y creo que justamente hay algo que se activa ahí, algo que moviliza el cuerpo y el alma hacia la creación, hacia adelante. Por eso, por ejemplo, me interesan tanto los momentos en los que Jia Zhangke hace algo parecido con los personajes de Zhao Tao: en una fábrica de armas abandonada (24 City), deambulando por el puerto de Shanghai (I Wish I Knew); en el velorio de su padre (Mountains May Depart) , huyendo luego de haber cometido un homicidio (A Touch of Win), los personajes de Tao siempre descienden hacia un punto donde el cual yo considero reside una potencia subversiva incontrolable. Un descenso de esas características también podemos encontrar, creo yo, en la obra de Ana Poliak, por mencionar una de las nuestras. Ya sé que estoy haciendo una ensalada, pero en ciertos momentos considero que la película de Carrasco desciende ahí, y que por eso es valorable y tiene que ser defendida. A eso me refería con lo de «materia cinematográfica última», que, como bien marcaste, no fue la mejor elección de palabras para describir lo que quería decir. Insisto en que mi objetivo no es hacer una apología ni una alabanza de ese descenso, de esa caminata, de esa perplejidad, de ese punto cero, simplemente considero que hay algo ahí que nos interpela desde el pasado de nuestro arte y que nos obliga a pensar el futuro.
Me cuesta mucho responder cuando decís que «lo que hace Carrasco es perezoso» ya que ¿cómo podría argumentar de manera eficiente contra eso? Igual quizás la parte interesante de la discusión ya resida en otra parte. Si querés ampliar un poco más esa caracterización, perfecto, si no la seguimos por otro lado.
Encabezado: 24 City+Stromboli+4X4
Pablo Martín Weber / Copyleft 2021
Las notas precedentes:
Corrección y política: No reconciliados. (Leer aquí)
Corrección y política II: Respuesta a Nicolás Prividera (Pablo M. Weber)(Leer aquí
)
Corrección y política: A propósito de El año del descubrimiento (Nicolás Prividera) (Leer aquí)
La Internacional Cinéfila (Leer aquí)
Me olvidé de mencionar a Wanda de Loden junto a Poliak y me quiero morir!!!!!!!!!!!!!
No vale la pena morir que no nos pertenecen. También los «redescubrimientos» se replican en todos lados. Habrá que ver cuál toca este año… Pero dudo que le llegue a Poliak o ningún cineasta marginal al eje norteamericano-europeo (y asiático con suerte, si viene del eje donde Usa peleó sus guerras y ahora reina en paz). Marcos Uzal acaba de conocer a Favio… pero sospecho que nunca estará en Criterion.
En estos días te contesto.
«por agendas que no nos pertenecen», debió decir
Wanda nos pertenece Nicolás!! Tanto como a cualquiera.
Si, Pablo. Todo bien con el internacionalismo cinéfilo. Pero espero que al menos vos entiendas a lo que me refiero… Favio también «les» pertenece, pero no lo vas a ver girando por esos festivales como «redescubrimiento». Nuestra agenda es ocuparnos de lo que ellos no se ocupan, no de comernos todos los amagues y palinodias.
En España no hay rapero encarcelados por insultar a la momarquía, hay un rapero voluntariamente exiliado para eludir la justicia que muy probablemnete hubiera quedado en lbertad, por lo hablar de hay que hilar muy fino para considerar un solo un «insulto» lo que dice en sus patéticas canciones.
A mi tampoco me gustan sus canciones, pero argumentar que no hay un problema de libertad de expresión porque en vez de estar preso se tuvo que exiliar, bueno, más tranquilo no me quedo.
En España después del 36 también hubo un montón de exilados voluntarios, incluso sin necesidad de eludir la justicia…