CORRECCIÓN Y POLÍTICA: RESPUESTA A NICOLÁS PRIVIDERA
Querido Nicolás:
Me presento a la discusión, tal y como habíamos quedado en los comentarios de La Internacional Cinéfila. Yo también dudo de que El año del descubrimiento vaya a desencadenar una “improbable revolución cinematográfica”, sin embargo sí creo que la película tiene que ser valorada y discutida, así que le agradezco a Koza la posibilidad de hacerlo con vos. Y no precisamente porque yo crea que el futuro del cine sea la instalación, creo que mi corto habla por sí mismo en este sentido.
Con respecto a la cuestión de las listas, la “corrección política”, la hipocresía de ciertos consensos, etc. me cuesta estar en desacuerdo con mucho de lo que decís. La hipocresía de los obamistas de Caballito que se emocionan con el #BlackLivesMatter mientras votan al partido de Patricia Bullrich no es algo que vamos a descubrir acá, ni un fenómeno exclusivo del ámbito de los festivales de cine. Lo mismo sucede con la cuestión de la “corrección política”. Hablar de “corrección política” en un país donde prendés la radio y está Baby Etchecopar, prendés la tele y está Feinmann y donde Millei va a discutir a los gritos en los paneles televisivos los cinco días hábiles de la semana me resulta un poco ridículo, casi obsceno. Quisiera aportar un ejemplo concreto. En la presentación conjunta de Revista de Cine y La Vida Útil, realizada en el marco de las actividades del último Festival de Mar del Plata, un visiblemente indignado Sergio Wolf preguntó: “¿Sería posible un comienzo hoy como el de The Naked Kiss de Fuller? ¿Sería posible en el cine contemporáneo? ¿Qué sucedería hoy si una película empezará como empieza The Naked Kiss de Fuller? Las feministas incendian el cine, lo prenden fuego”. Para mí, ahí la pregunta no es por qué no se podría hacer hoy The Naked Kiss sino más bien ¿por qué alguien querría hacer The Naked Kiss hoy? Porque, digamos, The Naked Kiss ya se hizo. Más allá de eso, me resulta también un poco irónico que sea el director de Esto no es un golpe el que despotrique contra la corrección política cuando, la verdad, me cuesta imaginarme una película más “políticamente correcta” que esa. La tibieza con la que Wolf dejó que un fascista como Rico le cope la película es realmente increíble. Más allá de este desliz, yo creo que “corrección política” y “cultura de la cancelación” son términos que es mejor evitar. Son términos mal importados. Los importan tipos como Agustín Laje cuando plagian a los escritores anglosajones de moda como Jordan Peterson, Stephen Hicks y Douglas Murray. Son conceptos anglosajones, que tienen que ser entendidos en el marco de las discusiones internas de allá. Son fenómenos que poseen un recorrido histórico, que están ligado a la inserción de la generación del ‘68 dentro del mundo empresarial, la burocracia, los consejos de marketing y de recursos humanos, etc., que están estrictamente ligadas a las malas lecturas de algunos autores franceses dentro de la academia norteamericana, a las lógicas de monetización del contenido periodístico en las redes sociales, del contenido televisivo y audiovisual en general, etc. Son fenómenos muy complejos, más grandes que sus manifestaciones en el campo cinematográfico, tanto de las películas en sí como los circuitos de distribución y de generación de consensos. En ese sentido, considero muy errado llamar “corrección política” a todo lo que sea acomodamiento, pereza o simplemente ir junto a la corriente. Considero que es muy errado porque justamente sobre la naturaleza ambigua de términos como ese se refugian los miserables y los fascistas.
Por otro lado, estoy de acuerdo con el comentarista anónimo que te señala que para muchos cinéfilos la idea de poner la de Hong y la de Carrasco en una misma lista no genera el mismo ruido que genera en vos por cuestiones que hacen a la naturaleza misma del gesto cinéfilo. Considero que hay algo del orden de lo irreconciliable entre esta postura y la tuya y que es medio difícil llegar a algún lugar potable en una discusión sobre ello. Estoy muy de acuerdo con que tenemos que discutir los mecanismos y la distribución del capital simbólico del campo cinematográfico, sin embargo insisto en que esto no puede tapar por completo a las películas en sí, por eso quisiera decir algunas cuestiones sobre por qué elegí para La Internacional Cinéfila a El año del descubrimiento y me gustaría saber tu opinión sobre ellas.
En la entrevista que te hicieron para Jacobin vos impugnas la idea de la replicación algorítmica de estilos o looks cinematográficos. Este fenómeno se ve en buena parte de la producción cinematográfica contemporánea: directores y directoras que en vez de buscar crear imágenes propias, buscan utilizar herramientas del cine digital para imitar los estilos del pasado. Así vemos la proliferación de filtros que generan looks ochenteros, filtros VHSs, filtros para imitar ciertas cámaras analógicas, recursos como el de extraer fotogramas para imitar el cine mudo, etc. Nostalgia empaquetada, compartimentalizada. En ese sentido te posicionas junto a Mark Fisher, quien odiaba tanto a una banda como los Artic Monkeys porque no buscaban un sonido propio, buscaban imitar el sonido de una generación que no era la suya. En esa replicación estética del pasado, lo que se cancelaba para Fisher era justamente el futuro: la posibilidad de imaginarlo, de planearlo, de pensarnos a nosotros mismos en él. No podría estar más de acuerdo, de hecho, escribí un texto sobre esto en el último número de La Vida Útil a partir de Ready Player One, la película de Spielberg. Mi postura es que El año del descubrimiento justamente no es eso (no digo que vos lo digas, eh). Y considero que la película activamente busca no serlo y que allí radica una gran virtud de su director. Su forma no puede ser pensada a partir de estas categorías, la película misma anula esta posibilidad. En ese sentido, el formato, la paleta de colores, la canción de Vilma Palma, etc. buscan emular cierta experiencia estética de ese pasado mientras sus tres horas y media, su puesta y montaje austeros, etc. invalidan la posibilidad del mero disfrute nostálgico, de la mera estetización por la estetización misma. Para el que haya leído a Frederic Jameson, El año del descubrimiento no es la versión “bienalizable” (como alguien tiró en uno de los comentarios) de American Graffiti, no es la versión bienalizable de Ready Player One. Que quede claro: yo no afirmo que El año del descubrimiento es una gran película porque represente “el dolor y el sufrimiento” ni porque exprese ideas políticas con las que concuerdo, ni porque los entrevistados digan la verdad. Es una gran película porque hace algo con eso, porque al dolor y al sufrimiento, más que representarlos, los transforma en la materia cinematográfica última sobre la cual se yergue la película. En ese sentido digo que lo que emerge en esas tres horas y veinte es algo del orden de la verdad, si se quiere. No que la película acceda hacia una Verdad última sino que en el encuentro emerge una verdad humana con minúsculas, algo muy profundo sobre nuestro presente, sobre nuestras formas de habitarlo y compartirlo. En ese sentido, la cuestión en la película de Carrasco no es la nostalgia inerte, anodina, inútil, descrita por Mark Fisher sino más bien una nostalgia huérfana, llena de rabia y bronca. Es, a mi entender, una nostalgia politizada, y un primer paso hacia lo que creo es una de las tareas más importantes de nuestro arte en el presente: la destrucción del Realismo Capitalista.
Durante la pandemia tuve la oportunidad de ver por primera vez Viaggio in Italia de Rossellini. El año del descubrimiento es como los cuerpos fosilizados de los enterrados en Pompeya, que tanto afectan al personaje de Bergman al final de la película. Y uno como espectador termina como ella, deambulando, huérfano por las ruinas de ese pasado que se niega a morir, que persiste en los objetos, en la materia. La materia de Carrasco es, en este caso, la voz, las cuerdas vocales, de esos laburantes. Sus cejas, sus ceños, sus orejas, sus dientes. Por eso me molesta que se diga en tono despectivo que la película es una charla de café, como si en esas charlas no hubiera cine, como si Carrasco no creara algo nuevo a partir de ese encuentro cinematográfico de cámaras, rostros, micrófonos y voces. En fin, espero tu respuesta.
Un saludo
Pablo Martín Weber
Foto de encabezado: El año del descubrimiento-Fisher+The Naked Kiss+Spielberg
Pablo M. Weber / Copyleft 2021
«‘El año del descubrimiento’ no es la versión bienalizable de ‘American Graffitti’, como alguien tiró en uno de los comentarios»… Ese alguien fui yo. Más allá de que «tirar» algo en un comentario me pone evidentemente en un plano inferior a vos, que debatís aquí no como comentarista sino con un posteo propio, lo que quiero aclarar es que la expresión («bienalizable») no es mía sino de Alejandra Portela y que no mencioné en ningún momento «American Graffitti».
Le pido disculpas, leí su comentario al pasar y me quedó en el recuerdo esa palabra.
Nadie es más o menos que nadie en este espacio. Weber me escribió proponiéndome escribir una nota y a mí me pareció estupendo. Lo mismo podría hacer Oscar, Jonathan Rosenbaum, el almacenero de la esquina que es cinéfilo, Wolf que es nombrado en la nota o vos. En alguna ocasión, a propósito de un comentario tuyo, yo escribí una nota respondiéndote a vos. Aquí paso algo similar, o de esa índole. Es una aclaración, y lejos está de ser capciosa. Saludos. R
No sabía Roger que uno podía pedirte el espacio para escribir algo o responderle a alguien. Muy generoso de tu parte. Pero convengamos que pedir el espacio y, al mismo tiempo, decir «alguien tiró un comentario» y «lo leí al pasar», implica no sólo un nivel de autoestima que envidio sino también una clara intención de elegir con quién discutir.
Respecto al debate de fondo: me parece cómodo usar a Aldo Rico como figura a criticar para hablar de tibieza o corrección política. Seguramente Prividera sabrá reflexionar sobre esto; en definitiva, es a él a quien se dirige Weber.
Saludos y gracias.
Fernando, yo tambièn suelo decir «alguien tiró un comentario» o «lo leí al pasar» cuando menciono algo leido en tuiter o en los comments, donde no siempre queda claro quien habla (como en tu caso, que no firmás con tu apellido). De todos modos tampoco estaría mal «elegir con quién discutir»: lo que está mal es elegir no discutir cuando alguien lo hace con argumentos. Y es evidente que más allá de a quien se dirijan explicitamente, cualquiera puede intervenir aquí. Pero fijate que todas tus ultimas intervenciones poco tienen que ver con «el debate de fondo».
Nicolás, no firmo con mi apellido pero en mi nombre suele estar el link para identificarme. Y creo que algunas de las cosas que escribí en mis últimos comentarios tienen que ver con el tema de fondo (la crítica que se entusiasma con determinadas películas siempre y cuando hablen de los efectos del neoliberalismo en el exterior es, creo, la crítica que es validada de distintas formas), aunque es probable que esté desviando un poco el rumbo del debate. Seguiré leyendo con interés lo que Uds. escriban.
Fernando leí tu comentario en un chorizo de como cien comentarios más. No sé qué querés que te diga, no te conozco, no sé tu apellido ni quién sos. Te pedí disculpas por cortesía pero seguís hablando desde una subjetividad ofendida insoportable. La verdad no puedo creer que un hombre grande venga a victimizarse y a llorar protagonismo por esto. Como bien decís, uno elije con quien debatir y yo elijo no debatir con llorones. Adiós.
Quizá esto quede un poco descolgado respecto a los comentarios anteriores, pero me gustaría solamente agregar un par de cosas, porque me parece una lástima que la discusión se pierda en peleas personales.
Retomando una de las reflexiones de Prividera en la entrevista en Jacobin, no creo que se trate (“simplemente”) de que Adiós a la memoria «se coló» en la Competencia del Mar del Plata. No basta con decir que es una excepción a la regla, un hecho casual o accidental. Me parece que es algo que obliga a repensar esa hipótesis, aunque sea parcialmente. Por eso propuse esa idea (errada o no) de la «heterodoxia». Porque permite complejizar un poco la cuestión sin necesariamente replantear todo el problema. En otras palabras, es una observación que no inhabilita la crítica de NP (la de la necesidad de un cine más comprometido con los problemas de su presente).
Me parece muy interesante la manera en que Nicolás relaciona la recepción de El año del descubrimiento con el problema de la corrección política. Como dice Pablo, es difícil no estar de acuerdo (las citas de los elogios de la película desde los lugares más inesperados hablan por sí mismas). En ese sentido, la necesidad de pensar los problemas de la corrección quizá debería ir junto a los de la incorrección, visto que esta es su reacción. Más allá de eso, creo que a NP le interesa más la interpelación (“hipócrita lector”) que una interpretación de otro tipo de experiencia del público con la película (que no parece ser cínica en todos los casos; sin ir más lejos, acá tenemos el de Weber).
A mi particularmente me resulta más interesante la aparición de ese tipo de películas como fenómeno. En el caso de El año del descubrimiento, como dice NP, desde una relativa marginalidad. Pero acaso esos ejemplos se vean sobre todo en el mainstream. En el comentario anterior mencioné Parasite. Podría agregar Joker, y no puedo menos que relacionarlas con la cita de Bloomberg. Son dos películas que plantean de manera central cierto enfrentamiento de clases y la imagen del disturbio, respectivamente. Por supuesto, no considero que allí esté la clave de un cine que deba tomarse como modelo (podemos expresar reparos tanto estéticos como ideológicos ante películas como esas, o incluso, como lo hace NP, ante la de López Carrasco).
No quiero insistir con la idea que planteé en ese comentario anterior (en todo caso, me la replantearé y la seguiré pensando), pero creo que hay algo ahí a lo que se le podría prestar un poco más de atención, si no como “signo de cambio”, al menos como “síntoma” del presente (por derecha o por izquierda). En la densidad de esas películas (que presentan novedades en la misma medida que reproducen muchos de los mismos problemas del cine canónico, incluyendo la película de LC y su coqueteo con ese cine nostálgico) hay mucho del contexto actual o, al menos, del inmediatamente anterior a la pandemia. Aunque, como señala NP al principio de su nota, en el 2020 parece que hubo menos un hiato que una acentuación de los conflictos previos. Habrá que ver si ese repliegue del confinamiento se replica o no en el cine. En principio, la convivencia (conflictiva, problemática) de esas “dos líneas” en la competencia de Mar del Plata (que puede ser un caso particular, pero no deja de ser una muestra del cine producido en la actualidad) parece indicar otra cosa.
Podrá tomarse cada uno de esos ejemplos (junto con Planta permanente, Lluvia de jaulas, etc) como excepción o como emergente, pero creo que podemos estar de acuerdo en que ahí están, y no restarles importancia: resultaba curioso que esas dos películas mainstream que mencioné no tuvieran otras tantas atrás (es decir, que no fueran una «punta de iceberg»). Como decían en los comentarios de la IC, seguramente existan todas esas otras películas en algún lado, aguardando ser vistas. Cualquiera que haya visto cine contemporáneo en mayor profundidad podrá problematizar más todo esto (y en ese sentido, como decían, la IC es un gran aporte, aunque la solución a la dificultosa accesibilidad a muchas de las películas ahí mencionadas sea un problema pendiente).
No creo que señalar estas cosas implique ser excesivamente optimista, simplemente es un intento de corroborar qué es lo que estamos viendo.
Hola Agustín, me alegra que dejes de ser “el anónimo comentarista”: hay que firmar lo que se dice, y dar las discusiones donde se pueda. Voy a tratar de responder brevemente tus planteos:
1) No quise decir que Adiós a la memoria «se coló» en la Competencia internacional del Mar del Plata como un hecho casual o accidental (nunca dejaré que agradecérselo a los programadores), pero si en tanto es la excepción a la regla. Puedo afirmarlo porque sé que la película llegó a “semifinales” en otros festivales importantes pero quedó afuera, a diferencia de las demás argentinas de esa sección que ya venían “aprobadas”. En todo caso, habría que ver por qué esto es así (salvo para quienes crean que la película no merecía ni estar en Mar del Plata, por supuesto).
2) Desde ya, la necesidad de pensar los problemas de la corrección debe ir junto a los de la incorrección, son dos caras de la misma moneda. Pero a mí no interesa más la interpelación desde la incorrección (algo que ha sido también muy banalizado)(“hipócrita lector”). Tampoco creo cualquier experiencia favorable del público con la película sea cínica: de hecho a mí no me disgustó tanto la película como su recepción crítica, como ya dije varias veces. En todo caso, si creo que podemos y debemos problematizar esa “experiencia” y ver cuales son los argumentos utilizados para defenderla. Es lo único que nos puede separar de “los elogios de la película desde los lugares más inesperados”.
3) Justamente, como es “interesante la aparición de ese tipo de películas como fenómeno” es porque hay que analizarlo. Habría que ver si se puede hipotetizar una lectura común sobre Parasite, Joker, El año del descubrimiento (o la de Michel Franco), más allá de sus cualidades y relacionarlas con la cita de Bloomberg. Desde ya son un “síntoma”, pero claramente no un “signo de cambio”.
4) Lo mismo en lo local respecto a Planta permanente, Lluvia de jaulas, etc: son películas muy distintas, que sin duda representan un “emergente” pero cuya “importancia” vendrá dada por si logran articular(se en) algún tipo de movimiento. Si no simplemente serán otro síntoma, como eran muchas películas argentinas que solo la posterior existencia del NCA convirtieron en precursoras.
Sería interesante hipotetizar esa lectura que mencionas en el punto 3. Tal vez en esas películas, más que en muchas otras, se vea cierto ardor del presente (tengo pendiente la de Michel Franco, intentaré verla).