CORRECCIÓN Y POLÍTICA: RESPUESTA A NICOLÁS PRIVIDERA

CORRECCIÓN Y POLÍTICA: RESPUESTA A NICOLÁS PRIVIDERA

por - Ensayos
14 Ene, 2021 06:50 | comentarios
El joven cineasta de "Homenaje a la obra de Philip Henry Gosse" responde a algunas consideraciones del texto de Prividera "Corrección y política", publicado días atrás en este sitio.

Querido Nicolás:

Me presento a la discusión, tal y como habíamos quedado en los comentarios de La Internacional Cinéfila. Yo también dudo de que ​El año del descubrimiento vaya a desencadenar una “​improbable revolución cinematográfica”, sin embargo sí creo que la película tiene que ser valorada y discutida, así que le agradezco a Koza la posibilidad de hacerlo con vos. Y no precisamente porque yo crea que el futuro del cine sea la instalación, creo que mi corto habla por sí mismo en este sentido.

Con respecto a la cuestión de las listas, la “corrección política”, la hipocresía de ciertos consensos, etc. me cuesta estar en desacuerdo con mucho de lo que decís. La hipocresía de los obamistas de Caballito que se emocionan con el #BlackLivesMatter mientras votan al partido de Patricia Bullrich no es algo que vamos a descubrir acá, ni un fenómeno exclusivo del ámbito de los festivales de cine. Lo mismo sucede con la cuestión de la “corrección política”. ​Hablar de “corrección política” en un país donde prendés la radio y está Baby Etchecopar, prendés la tele y está Feinmann y donde Millei va a discutir a los gritos en los paneles televisivos los cinco días hábiles de la semana me resulta un poco ridículo, casi obsceno. Quisiera aportar un ejemplo concreto. En la presentación conjunta de ​Revista de Cine y ​La Vida Útil,​ realizada en el marco de las actividades del último Festival de Mar del Plata, un visiblemente indignado Sergio Wolf preguntó: “¿Sería posible un comienzo hoy como el de ​The Naked Kiss ​de Fuller? ¿Sería posible en el cine contemporáneo? ¿Qué sucedería hoy si una película empezará como empieza The Naked Kiss de Fuller? Las feministas incendian el cine, lo prenden fuego”. Para mí, ahí la pregunta no es por qué no se podría hacer hoy ​The Naked Kiss sino más bien ¿por qué alguien querría hacer ​The Naked Kiss hoy? Porque, digamos, ​The Naked Kiss ya se hizo. Más allá de eso, me resulta también un poco irónico que sea el director de ​Esto no es un golpe el que despotrique contra la corrección política cuando, la verdad, me cuesta imaginarme una película más “políticamente correcta” que esa. La tibieza con la que Wolf dejó que un fascista como Rico le cope la película es realmente increíble. Más allá de este desliz, yo creo que “corrección política” y “cultura de la cancelación” son términos que es mejor evitar. Son términos mal importados. Los importan tipos como Agustín Laje cuando plagian a los escritores anglosajones de moda como Jordan Peterson, Stephen Hicks y Douglas Murray. Son conceptos anglosajones, que tienen que ser entendidos en el marco de las discusiones internas de allá. Son fenómenos que poseen un recorrido histórico, que están ligado a la inserción de la generación del ‘68 dentro del mundo empresarial, la burocracia, los consejos de marketing y de recursos humanos, etc., que están estrictamente ligadas a las malas lecturas de algunos autores franceses dentro de la academia norteamericana, a las lógicas de monetización del contenido periodístico en las redes sociales, del contenido televisivo y audiovisual en general, etc. Son fenómenos muy complejos, más grandes que sus manifestaciones en el campo cinematográfico, tanto de las películas en sí como los circuitos de distribución y de generación de consensos. En ese sentido, considero muy errado llamar “corrección política” a todo lo que sea acomodamiento, pereza o simplemente ir junto a la corriente. Considero que es muy errado porque justamente sobre la naturaleza ambigua de términos como ese se refugian los miserables y los fascistas.

Por otro lado, estoy de acuerdo con el comentarista anónimo que te señala que para muchos cinéfilos la idea de poner la de Hong y la de Carrasco en una misma lista no genera el mismo ruido que genera en vos por cuestiones que hacen a la naturaleza misma del gesto cinéfilo. Considero que hay algo del orden de lo irreconciliable entre esta postura y la tuya y que es medio difícil llegar a algún lugar potable en una discusión sobre ello. Estoy muy de acuerdo con que tenemos que discutir los mecanismos y la distribución del capital simbólico del campo cinematográfico, sin embargo insisto en que esto no puede tapar por completo a las películas en sí, por eso quisiera decir algunas cuestiones sobre por qué elegí para La Internacional Cinéfila a ​El año del descubrimiento y me gustaría saber tu opinión sobre ellas.

En la entrevista que te hicieron para Jacobin vos impugnas la idea de la replicación algorítmica de estilos o looks cinematográficos. Este fenómeno se ve en buena parte de la producción cinematográfica contemporánea: directores y directoras que en vez de buscar crear imágenes propias, buscan utilizar herramientas del cine digital para imitar los estilos del pasado. Así vemos la proliferación de filtros que generan looks ochenteros, filtros VHSs, filtros para imitar ciertas cámaras analógicas, recursos como el de extraer fotogramas para imitar el cine mudo, etc. Nostalgia empaquetada, compartimentalizada. En ese sentido te posicionas junto a Mark Fisher, quien odiaba tanto a una banda como los Artic Monkeys porque no buscaban un sonido propio, buscaban imitar el sonido de una generación que no era la suya. En esa replicación estética del pasado, lo que se cancelaba para Fisher era justamente el futuro: la posibilidad de imaginarlo, de planearlo, de pensarnos a nosotros mismos en él. No podría estar más de acuerdo, de hecho, escribí un texto sobre esto en el último número de La Vida Útil ​a partir de Ready Player One,​ la película de Spielberg. Mi postura es que ​El año del descubrimiento justamente no es eso (no digo que vos lo digas, eh). Y considero que la película activamente busca no serlo y que allí radica una gran virtud de su director. Su forma no puede ser pensada a partir de estas categorías, la película misma anula esta posibilidad. En ese sentido, el formato, la paleta de colores, la canción de Vilma Palma, etc. buscan emular cierta experiencia estética de ese pasado mientras sus tres horas y media, su puesta y montaje austeros, etc. invalidan la posibilidad del mero disfrute nostálgico, de la mera estetización por la estetización misma. Para el que haya leído a Frederic Jameson, ​El año del descubrimiento no es la versión “bienalizable” (como alguien tiró en uno de los comentarios) de ​American Graffiti,​ no es la versión bienalizable de ​Ready Player One.​ Que quede claro: yo no afirmo que ​El año del descubrimiento es una gran película porque represente “el dolor y el sufrimiento” ni porque exprese ideas políticas con las que concuerdo, ni porque los entrevistados digan la verdad. Es una gran película porque hace algo con eso, porque al dolor y al sufrimiento, más que representarlos, los transforma en la materia cinematográfica última sobre la cual se yergue la película. En ese sentido digo que lo que emerge en esas tres horas y veinte es algo del orden de la verdad, si se quiere. No que la película acceda hacia una Verdad última sino que en el encuentro emerge una verdad humana con minúsculas, algo muy profundo sobre nuestro presente, sobre nuestras formas de habitarlo y compartirlo. En ese sentido, la cuestión en la película de Carrasco no es la nostalgia inerte, anodina, inútil, descrita por Mark Fisher sino más bien una nostalgia huérfana, llena de rabia y bronca. Es, a mi entender, una nostalgia politizada, y un primer paso hacia lo que creo es una de las tareas más importantes de nuestro arte en el presente: la destrucción del Realismo Capitalista.

Durante la pandemia tuve la oportunidad de ver por primera vez ​Viaggio in Italia de Rossellini. ​El año del descubrimiento es como los cuerpos fosilizados de los enterrados en Pompeya, que tanto afectan al personaje de Bergman al final de la película. Y uno como espectador termina como ella, deambulando, huérfano por las ruinas de ese pasado que se niega a morir, que persiste en los objetos, en la materia. La materia de Carrasco es, en este caso, la voz, las cuerdas vocales, de esos laburantes. Sus cejas, sus ceños, sus orejas, sus dientes. Por eso me molesta que se diga en tono despectivo que la película es una charla de café, como si en esas charlas no hubiera cine, como si Carrasco no creara algo nuevo a partir de ese encuentro cinematográfico de cámaras, rostros, micrófonos y voces. En fin, espero tu respuesta.

Un saludo
Pablo Martín Weber

Foto de encabezado: El año del descubrimiento-Fisher+The Naked Kiss+Spielberg

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