CRÍTICAS BREVES (60) / MES FICUNAM 2014 (25): NUEVOS TALENTOS
La isla, Doming Sotomayor y Katarzyna Klimiewicz, Chile-Polonia, 2013
Por Roger Koza
Este film, basado en un poema de Wislawa Szymborska y codirigido por una directora polaca y una directora chilena (una de las tantas películas auspiciadas por el DOX:LAB), tiene la virtud admirable de trabajar sobre el concepto de fuera de campo aplicado a las dos instancias que definen la totalidad de la trama. ¿Cómo hacer una película en la que lo que importa no se ve jamás? La isla, un film finamente astuto, es una respuesta. Como en De jueves a domingo, de Sotomayor, aquí también se trata de un viaje familiar. Todos los miembros de una familia acomodada se reúnen en Chiloé, en un campo donde los dueños y los campesinos que custodian la propiedad conviven en cierta armonía. La diferencia de clase es un signo frecuente y saludable en el cine chileno, y aquí el retrato es casi utópico, excepto por algo que solamente saben quienes están fuera del film. Ha habido un accidente y cuando sepamos quién es el accidentado es imposible no impacientarse por cómo llegará la noticia. Todos los presentes en ese almuerzo idílico, con seguridad, ya no serán los mismos. La expectativa es obvia: ¿cuándo se enterarán? En la dilación de esa respuesta el film propone una modalidad de suspenso que demuestra un trabajo sagaz sobre el uso del tiempo en un relato que se llena de misterio y signos inestables. Misterio de los muertos, de un ecosistema extraño y de un pasado remoto que se hace presente como sustracción y algo de amnesia.
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O porto, Clarissa Campolina Julia de Simone, Luiz Pretti Ricardo Pretti/ Brasil, 2013
En Não estamos sohnando, Luiz Pretti ya había formulado la secreta aunque evidente relación entre arquitectura y política. En aquel filme hasta imaginó cómo el lente de una cámara funcionaba como un detonador capaz de derrumbar ciertos edificios paradigmáticos de un proyecto edilicio moderno. Ahora, acompañado por uno de sus hermanos y otros colegas, toma un perímetro general del puerto de Río de Janeiro y vuelve sobre el mismo tema también en clave histórica y futurista. O porto empieza como si se tratara de un con- cierto de música concreta portuaria. Más tarde, las sirenas de los barcos y otros sonidos del ambiente se irán acoplando a una pieza musical digna de Ornette Coleman, que transmite tensión y caos, un procedimiento musical ya utilizado en Os monstros. Si la banda sonora invoca inestabilidad y violencia, el concepto visual elude la transparencia de la representación y evoca una realidad fantasmagórica. La nitidez de lo real es imposible. El puerto se descubre como espacio de tránsito, bailes “primitivos”, escombros de viejos proyectos, turismo de ricos, Historia acontecida, topología del capitalismo avanzado. Un travelling lateral de derecha a izquierda sobre los transatlánticos en la orilla y una yuxtaposición de panorámicas reales y simulaciones gráficas sobre la totalidad del puerto son los momentos en los que el discurso crítico del filme se formula con mayor vehemencia. Película fascinante sostenida en una poética libre y rabiosa.
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¿Que caigo?, Eduardo Williams, Francia-Argentina, 2013
El talentoso Eduardo Williams vuelve con este cortometraje tan enigmático como los anteriores. Una panorámica sobre un mercado, que bien puede remitir a una locación exótica de un film de James Bond, es lo primero que se ve mientras se escucha la voz del protagonista pidiendo por una semilla misteriosa. Él habla en español, como si sus interlocutores lo entendieran. Elipsis mediante, él y un par de amigos se mueven en la oscuridad. Están en una cueva y conversan. La conversación es errática, aunque siempre hay alguna palabra que porta sentido: mentir, expresar sentimientos son frases reiteradas. Si hay primeros planos el desenfoque enrarece la percepción, y el resto se registra en planos medios o generales: detener la comprensión es una regla. Luego vienen dos caminatas filmadas magistralmente: el protagonista camina con un amigo, y sin ningún aviso vuelve a caminar en la selva pero con otros amigos. La selva parece una peatonal en la que se desplazan con naturalidad. Así como los personajes pasan del inglés al francés, los lugares físicos no responden a un principio de contigüidad. La continuidad del relato está dada por el mismo personaje, pero el espacio y el tiempo obedecen en la diégesis a un circuito de asociaciones del director, que no aclara si tienen que ver con el trabajo onírico: su cine tampoco parece estar signado por intuiciones surrealistas. El cine de Williams es una singularidad absoluta.
Roger Koza / Copyleft 2014
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