CRÍTICAS BREVES (68): AVANTI POPOLO
**** Obra maestra ***Hay que verla **Válida de ver * Tiene un rasgo redimible ° Sin valor
Por Roger Koza
Avanti Popolo, Michael Warhman, Brasil, 2012 (***)
Para cualquier cineasta latinoamericano hacer cine político de ficción y tomar como centro la fatídica experiencia de las dictaduras de la década del setenta es un problema (y casi un imperativo). ¿Qué decir sino lo que se debe decir y del modo más claro? El film de denuncia y de reivindicación histórico-política cosecha premios pero suele descuidar la forma. Lo primero que hay que decir de la discreta pero genial Avanti popoli, una de las películas políticas más inteligentes del reciente cine latinoamericano, es que su primera decisión política, justamente, reside en la forma y no en el tema elegido. He aquí su fuerza y su sensibilidad, y también su eficacia retórica y su poder persuasivo y emotivo.. Su tema es conocido: un desaparecido brasileño, la ausencia-presencia de ese “fantasma” en la vida de su padre, la desesperación del hijo más chico por ayudar a su padre a recuperar su aliento y su deseo: abrir una ventana para que entre luz en el living alcanza para ver que la vida está en otra parte. No hay presente, tampoco futuro. Y ni siquiera el pasado: la aparición de un espectro proyectado sobre una pared es insuficiente. El desenlace, luego dialectizado por un himno socialista y un material de archivo clave, no es otra cosa que un dictamen clarividente: los efectos de la Historia sobre la intimidad perduran como un callo invencible en la subjetividad, un limbo donde el sufrimiento perdura, enmudecido. Y en esto el cine sí cumple una función específica. Que el padre esté interpretado por el gran cineasta, recientemente fallecido, Carlos Reichenbach, y que el papel del hijo esté a cargo del historiador cinematográfico André Gatti redobla la apuesta y sus lecturas. Formidable ópera prima la de Wahrmann, capaz de convertir la música diegética en un recurso simbólico y narrativo (la secuencia inicial es genial), de conjugar la mayoría de sus planos generales y medios fijos con películas familiares en súper 8 de un tiempo pretérito, y de inventar su propia poética para conjurar el lugar común y haragán sobre un tema del que se ha dicho mucho pero casi siempre del mismo modo.
Roger Koza / Copyleft 2014
Para quienes hayan pasado su adolescencia o juventud entre los años 1965 y 1975, en América Latina, y hayan tenido un mínimo de inquietud política o social, no pueden resultarles ajenos los intérpretes que se escuchan en el comienzo de Avanti Popolo. Es que tanto el uruguayo Daniel Viglietti como el conjunto chileno Quilapayun, eran parte del repertorio obligado de esa década, para quienes se mostraran interesados en la denominada “canción de protesta”. Lo gratamente sorprendente de la película, es que la larga, asombrosa y emotiva escena inicial, jugada con gran originalidad, no es el comienzo de una melancólica evocación del pasado, sino que, lo sabremos después, tiene que ver con una historia ubicada en el presente.
Hay además una reivindicación del cine, como resguardo de la memoria íntima. Un largo ritual precede a la proyección de las imágenes familiares: buscar el proyector, hacerlo reparar, rescatar las cintas, cargarlas en el proyector y finalmente proyectarlas. En una época en que casi todas las imágenes se digitalizan, Avanti Popolo rinde un homenaje a la “antigua” forma de ver y vivir el cine.