CRÍTICAS BREVES (76) / MES FICUNAM 2015 (05): LAS INTEMPESTIVAS DE STRAUB
Kommunisten, Jean-Marie Straub, Francia-Suiza, 2014
Decía el gran Gilberto Pérez sobre el cine de los Straub en su libro magno El fantasma material: “Cada libro, cada película, cada objeto que nos llega de un pasado remoto o cercano puede ser concebido como un documento de su propio tiempo. Las películas de Straub y Huillet están realizadas conscientemente como documentos de su tiempo y establecen un cierto diálogo con documentos de otros tiempos, por ejemplo las épocas de César o de Brecht, que a su vez constituye un diálogo con el porvenir, el tiempo en el cual los espectadores estarán viendo ese film”.
Es quizás en estas coordenadas simbólicas en las que conviene situarse para aproximarse a Kommunisten, una pieza fílmica inactual y vital de 70 minutos a contrapelo de todo el cine contemporáneo, dividida en 7 segmentos aparentemente autónomos pero secretamente urdidos para hacer frente al embrutecimiento general. Straub identifica el núcleo del malestar epocal con prístina clarividencia cuando hace que uno de los lectores que aparecen en el film ejercite una exégesis crítica del concepto de nazismo y asocie el fascismo a otras experiencias históricas que tuvieron lugar después de 1945; he aquí el punto de vista que articula la totalidad de la película y resignifica el poema de Hölderin leído en el final, los extensos paneos sobre la campiña italiana en donde hubo una masacre, el plano general fijo de una fábrica en Egipto que reenvía la imagen a la revolución de 1919 e incluso el drama amoroso (y filosófico) que ocupa un tiempo considerable, secuencias cuya procedencia son otros films de los Straub.
La novedad estriba en el inicio. A propósito de La época del desprecio, una novela de André Malraux, Straub escenifica un interrogatorio a dos comunistas que han sido detenidos. La fuerza moral de los prisioneros es evidente y contrasta con el goce perverso del tono de voz de quien interroga y pide datos. Los silencios y el fundido en negro de la secuencia intensifica la experiencia de cautiverio, y este terror inicial reverberará dialécticamente en el misticismo materialista del final, fantasía de conjura acerca de un mundo sumido en el horror.
À propos de Venecia, Jean-Marie Straub, Francia-Suiza, 2014
¿Qué será de Europa? ¿Cómo preguntarse sobre el destino de un continente antiguo y a la vez cambiante que ha creído encontrar un lazo tardío comunal en un fetiche tan poderoso como ineficaz como una divisa común en consonancia con la constitución utilitaria de un espacio de circulación de mercancías? Straub cree que mirar hacia la historia de la República de Venecia puede ser instructivo, en especial a fines del siglo XVIII, en las postrimerías de su decadencia. Por allí pasaron Goethe, Chautebriand, Stendhal, Napoleón, entre otros, y dijeron lo suyo. El texto de Maurice Barrès, “Las sombras que flotan en los ocasos adriáticos”, capítulo tercero de la “La muerte de Venecia”, describe poéticamente la vieja gloria de Venecia y también su caída inminente y evidente, reenviando ese episodio crepuscular del pasado al presente europeo. Dos paisajes costeros son los elegidos, uno es el procedimiento de registro: el movimiento perpetuo de un río, algún animal que se asoma y un encuadre severo que evita programáticamente el horizonte. Mientras, la voz en off de Barbara Ulrich lee el fragmento elegido (y se la verá fugazmente sentada junto al río). Pero inesperadamente habrá un abrupto cambio de registro (en blanco y negro), tiempo y tono: varios músicos con sus pelucas y atuendos de una época pretérita interpretan Bach, movimiento imprevisto que sin duda vuelve a girar sobre la herencia de Europa. Más allá del orden simbólico elegido por Straub, su cine, como siempre, espolea la inquietud de cómo filmar la palabra, cuya preeminencia en su obra está desapegada de la psicología y reclama una función poética, asociada a un antinaturalismo que puede resultar tan intratable como edificante.
La guerra de Argelia, Jean-Marie Straub, Francia-Suiza, 2014
Dos minutos, una guerra, un encuentro, una táctica formal, un libro. El título del film no admite dudas: un hombre lleva un arma, le apunta a otro y éste simplemente le pide hablar antes de que dispare. Fundido en negro e intervención de una voz que contextualiza ese enfrentamiento, el cual tiene un registro preciso: jamás un plano-contraplano para mostrar la escena, y una posición de cámara que elude la neutralidad y asume el punto de vista de quien sostiene el arma. Son dos hombres, pero no solamente se representan a sí mismos, pues la Historia los atraviesa y predetermina, más allá de sus voluntades. ¿Disparará? Tal vez más importante es entender por qué ese libro y no otro: Guérir… Se trata de un libro de David Servan-Schreiber, pero quizás lo que importa aquí es el último libro del mismo autor que no está y que el stress, la ansiedad y la depresión ya no son las enfermedades por superar. Aquí, frente a toda posible conjetura, conviene el silencio, pero es posible que entre ese libro ausente y la historia afectiva del director exista una amalgama secreta. Como sea, en dos minutos no se pierde ni siquiera un segundo, aun en los últimos instantes en los que se oye una pieza clásica en un fundido ligeramente amarillo.
Roger Koza / Copyleft 2015
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