CUESTIONES PROVISORIAS: SUEÑOS, CONJETURAS Y ASOCIACIONES (01): EN LOS LABIOS DE LUIS

CUESTIONES PROVISORIAS: SUEÑOS, CONJETURAS Y ASOCIACIONES (01): EN LOS LABIOS DE LUIS

por - Cuestiones provisorias, Varios
06 Jul, 2020 02:24 | comentarios
Una nueva sección de anotaciones. Pueden ser sueños, conjeturas que no llegan a desarrollarse y asociaciones (libres) sin ninguna finalidad. En esta ocasión se trata de un sueño del 31 de marzo con Luis Ospina. Un año atrás estuve con él en Bogotá; tal vez por eso la sección empieza con él.

Córdoba, 31 de marzo

Soñé con Luis Ospina. Me llamaba por teléfono para despertarme; él sabía que yo dormía y yo sabía —en el sueño— que él sabía que yo dormía. Del mismo modo que me las ingenio para que el despertador siga sonando y yo prosiga durmiendo, así dilataba el encuentro con Luis. Llamaba y yo no atendía. En el sueño podía verlo marcar un viejo teléfono analógico, de aquellos que para marcar había que movilizar con el dedo índice el círculo pequeño que coincidía con el número. 

Supongo que soñé con él porque volví a ver recientemente su último film, Todo comenzó por el fin. Esa película es una maravilla, una épica de la cinefilia contracultural. En los 15 días de encierro no he sentido ni angustia ni tristeza, excepto días atrás, cuando me reencontré con Luis viendo esa película. 

La última vez que vi a Ospina en vida y con vida fue en Bogotá, en julio del año pasado. Días antes de que llegara a la ciudad en la que se habla el castellano más hermoso, el cáncer de Luis volvía a martirizarlo. Un día antes lo habían punzado, porque se le había inflamado todo el estómago y el malestar era insoportable. Me dijo: “No te imaginas el dolor”. Ese día, en el que yo pronuncié una conferencia en la Cinemateca, era el primer día que se levantaba para hacer algo. Me escuchó hablar desde la primera fila de la sala más grande de la nueva y hermosa cinemateca, y luego nos fuimos a almorzar a un restaurante que está al lado del edifico. Durante la comida, me contó algo acerca de un nuevo proyecto que consistía en trabajar sobre viejos films no terminados del cine silente de su país; deseaba compaginarlos en una historia en común, un poco —esto lo digo yo— como Bill Morrison en algunos tramos de Dawson City: Frozen Time. Estaba muy entusiasmado y confiado, esto último porque estaba trabajando con el lúcido Jerónimo Aterhortúa, un joven crítico, también guionista y cineasta. Un tiempo después, ganó un premio de incentivo nacional para llevar adelante este proyecto y asimismo en FidMarseille le dieron otro premio para poder filmar. No mucho después, murió. Desde ese día, me siento en deuda con Luis, y no logro entender la razón. 

En el sueño, Luis consigue comunicarse conmigo. Cuesta, pero sucede. Puedo observarlo con el teléfono en la mano y percibo su desesperación, porque me dice algo y yo no lo entiendo. Habla, no llega a gritar, levanta la voz un poco, repite, gesticula, me mira y no hay caso. Me esmero cada vez más por escuchar y no puedo siquiera oír la voz perdida entre otros sonidos, como sucede con los sonidos dispersos antes de dormir que pierden su relación con el referente. De repente, mis ojos se desprenden de mi rostro, y la experiencia perceptiva es que yo me alojo en estos conformando así una subjetiva en movimiento. Mis ojos hacen zoom y puedo observar con total nitidez la boca del maestro. Pero sigo sin escuchar nada, hasta que me doy cuenta de que puedo leer los labios. Retengo solamente una oración: “Las manos de los muertos no se filman”. 

Fotos y fotogramas: Todo comenzó por el fin; 2) fotografía tomada el el 3 de julio de 2019 en la Cinemateca de Bogotá.

Roger Koza / Copyleft 2020