DJANGO SIN CADENAS / DJANGO UNCHAINED
**** Obra maestra ***Hay que verla **Válida de ver * Tiene un rasgo redimible ° Sin valor
Por Roger Koza
UN ESCLAVO CON GLORIA
Django sin cadenas / Django Unchained , EE.UU., 2012
Escrita y dirigida por Quentin Tarantino.
*** Hay que verla
No hace falta pertenecer al club de Quentin para corroborar que su último film, más allá de sus licencias de todo tipo, no se parece en nada al cine que llega anualmente de la fábrica de los sueños.
“Así como el amo de antaño usaba a Tom, el negro casero, para controlar a los negros del campo, hoy el mismo viejo amo tiene negros que no son más que modernos Tíos Tom, Tíos Tom del siglo XX, para controlarte y para controlarme, para controlarnos, para mantenernos pasivos, pacíficos y no violentos. Es Tom quien te hace no violento” Malcolm X, (1963)
¿Qué hacer con Tarantino? Sus apologistas verán en Django sin cadenas otra obra maestra; sus detractores encontrarán una vez más mera banalidad en la pasión desmedida del director y su doble incontinencia conocida: citas cinéfilas arbitrarias y violencia extrema por doquier. En su película anterior se daba el gusto de carbonizar a Hitler; en ésta la tendencia piromaníaca se repite, y la “gravedad” es mayor: un negro le prende fuego a otro negro y a la mansión de su amo. ¿Tarantino, racista? De ningún modo.
Por segunda vez Tarantino esboza una intersección entre fantasía e historia. El relato transcurre en 1858, tres años antes del estallido de la Guerra Civil. La esclavitud es una práctica abierta y legal; el enriquecimiento mediante la caza de delincuentes a cambio de recompensas es una empresa exitosa.
Todo empieza con la compra de un esclavo: Django (Jamie Foxx). El nuevo propietario es un dentista alemán, el Dr. Schultz (Christopher Waltz), dedicado a matar bandidos en nombre de la ley para cobrar la recompensa. Su inglés puede ser mejor que el de los reos caucásicos que pueblan la nación en ciernes, pero sus buenos modales y la alta cultura no lo distancian demasiado de los estadounidenses; sin duda es un personaje simpático, en ocasiones magnánimo, pero no menos codicioso que los cretinos que irán desfilando en el film. En Django sin cadenas el dinero es más que un símbolo de riqueza: es una deidad visible que organiza el campo de experiencia.
En un principio amo y esclavo, luego socios, y más tarde quizá amigos, dispararán contra varios hombres buscados, pero habrá más: Django quiere recuperar a su esposa, propiedad de Calvin Candie (Leonardo DiCaprio). Liberarla no será fácil, y Schultz lo ayudará. Tal vez porque el nombre de la esposa de Django es alemán, Brunilda, alguna vez criada por una familia germánica y bautizada con un nombre épico, el odontólogo siente mayor simpatía por su caso y destino. Después de todo Django es, como el propio Schultz lo significará, un Sigfrido afroamericano con un objetivo preciso: liberar a su Brunilda de las garras de un “dragón” blanco. Y así Django, tras escuchar el relato de Schultz, también entenderá el carácter universal de la leyenda y el sentimiento de desesperación del héroe en el cuento alemán. Hermenéutica elemental sobre un melodrama tan metafísico como novelesco, Django sin cadenas es en pocas líneas un melodrama antirracista no del todo digerible para feministas.
Las interpretaciones y los diálogos son magníficos. En dos ocasiones, la importancia de la interpretación y la construcción de un personaje constituye la materia misma de los diálogos. Schultz insiste que una vez abordado al personaje no se lo abandona jamás. Si bien la recomendación tiene que ver con los personajes que Django deberá encarar en cuanto a dos estrategias destinadas para encontrar bandidos buscados y rescatar a su propia mujer, la declaración funciona también como una exposición de un método dramático extradiegético. Los actores en las películas de Tarantino no deben esgrimir un talento insólito como si se tratara de supuestos aventureros del alma humana y sus profundidades, que construyen una psicología del personaje tras una investigación exhaustiva del saber acerca de la materia. Más bien deben accionar una pirueta simbólica de otro orden. Se trata de un devenir caricaturesco contrarrestado por la palabra, personajes que funcionan como ilustraciones vivientes de caricaturas modélicas, que ganan en verosimilitud y sutileza gracias a un poder discursivo colosal. Es que el lenguaje es un fenómeno exterior, y como tal no necesita autojustificarse en la psicología invisible de los personajes. Foxx y DiCaprio están perfectos, pero los trabajos de Waltz y Samuel L. Jackson son memorables en su extrema teatralidad lúdica. A Tarantino le interesa el sonido de las palabras y el peso semántico que ganan cuando el actor deviene en vehículo de un texto tan barroco como elegante.
Jackson es el mayordomo de Calvin (y figura paradigmática de lo que alguna vez Malcolm X denominó <<el negro de la casa>>), un negro que detesta a los negros más que su propio amo, a quien ama infinitamente, una especie de configuración temprana de la figura del Kapo, propio del campo de concentración alemán; es este otro elemento difuso y elemental que une Bastardos sin gloria a Django sin cadenas. Pero más allá de esa relación (y de la fascinación de Calvin por la falsa ciencia de la frenología, una expresión de racismo maquillado de racionalidad), hay una línea de diálogo fundamental sobre la sumisión que vuelve a reunir al negro y al judío. En cierto pasaje se insiste en ese fenómeno tan peculiar por el cual los sometidos, incluso siendo mayoría ante quienes los someten, no consiguen articular una rebelión. La alusión del personaje de DiCaprio sobre el viejo mayordomo de la familia que afeitaba al abuelo y después al padre de Calvin, y quien jamás osó, ni pensó, en cortarle el cuello, es inversamente correlativo a la paulatina conquista de la libertad que el propio Django empieza a edificar. Uno es el «negro del campo», el otro, «el negro de la casa». Sucede que la libertad concedida por Schultz es formal, pues lo que el film sugiere es que el propio Django intuye que sólo él puede darse su libertad real, más allá del orden jurídico y económico, pues la esclavitud es también una batalla en la propia conciencia. La evolución de Django, en ese sentido, se ve, no se enuncia, pero es ostensible.
La figura de Jackson es una encarnación de algo ominoso. Se trata de un toque siniestro, casi repugnante, ya anunciado por dos secuencias de una violencia extrema, pero probablemente de las más maduras del director: en una secuencia varios perros despedazan a un esclavo que ya no quiere luchar a muerte con otro esclavo. Los mandingos se cansan, se estropean, envejecen. La otra secuencia es anterior y consiste en el espectáculo y el placer perverso que le proporciona a Calvin ser testigo de un combate entre dos esclavos, obligados a luchar a muerte ante él y otro hombre (Franco Nero), dueño del otro esclavo. En los dos pasajes la violencia no es gratuita, y sus modos y tiempos de exposición son precisos. Estas dos secuencias no pertenecen a la misma lógica de antaño para representar la violencia y el goce de ejercerla: las mordidas de los perros poco tienen que ver con aquel tiempo en el que desprender una oreja de una cabeza consistía en un rasgo autoral. De Perros de la calle a Django sin cadenas hay una distancia que no es de orden cronológico sino deontológico. Por alguna razón, ese cambio irrita a los militantes del Tarantinismo ortodoxo; no es fácil abandonar la adolescencia, la edad del capricho, y aún así, el propio Tarantino no puede contenerse: la gratuidad de la violencia llegará con su tiempo. Justamente será su personaje más refinado y racional, acaso el más maduro y «civilizado», el que no pueda reprimir un acto de locura.
Los pasajes cómicos, por otra parte, están al principio; uno de ellos involucra un fallido ataque contra Schultz y Django por parte de una horda de blancos que anticipan la estética Ku Klux Klan. La ridiculización de la pandilla termina con un disparo en fuera de campo a su líder mientras una tenue lluvia de sangre sobre un caballo blanco es casi del orden de lo sublime (iconografía precedida por un disparo a otro jinete que pinta con su sangre las flores cultivadas por los negros). Una de las escasas panorámicas del film se puede ver aquí, en un pasaje de entrenamiento de tiro en las montañas y alguno que otro pasaje de transición entra una escena a otra. Intuición o decisión, los espacios abiertos del western son incompatibles respecto de un film sobre encadenados.
Hay quienes lamentan el obligado reemplazo de la habitual montajista de Tarantino. La muerte de Sally Menke es para todos ellos una pérdida con consecuencias lamentables e irreparables. Encuentran aquí la debilidad del film, su falta de ritmo, sus torpezas formales, o vaya saber qué desperfecto. ¿Habrán visto la primera escena del film? El montaje inicial es rítmico y variable. La aparición de Schultz en su carreta de dentista en plena oscuridad anuncia una modalidad de encuadre. No habrá repeticiones, y se apelará a una velocidad sostenida por cambios de perspectiva y saltos entre un plano y otro, sin obedecer un posible orden escalonado; la novedad reside en la rítmica de los encuadres, y en un juego de aceleración y desaceleración narrativa en donde no prima un criterio de proporción. Es esto lo que convierte materialmente a Django sin cadenas en una especie singular que en nada se parece a la mayoría de películas que llegan de Hollywood. Por otro parte, nadie se ha quejado, lógicamente, de las elecciones musicales para acompañar algunas escenas. Pero la música no es ni decorativa, ni antojadiza. La pertinencia del rap en dos ocasiones establece un previsible orden de continuidad entre el tiempo de los esclavos y el malestar marginal de otro tiempo.
Como en sus tres filmes anteriores, el tema de la venganza, un emoción primitiva y preferencial en el imaginario de Tarantino, vuelve a posicionarse como el móvil de su personaje principal. Por eso los 35 minutos finales constituyen un festín sangriento interminable. Y he aquí un problema: la seducción de la venganza sustituye la urgencia por la emancipación. Es que el liberalismo ramplón del film abdica sin grandes resistencias ante la tentación entre infantil y perezosa de yuxtaponer el orden de la justicia al orden de la pura revancha, noción popular y vigente de una cultura que todavía necesita del western para repasar el origen de las leyes y el lugar en la historia de una nación.
En la escena de los perros, Django le dice al sádico Calvin que él está “más acostumbrado a la violencia de los americanos”, diferenciándose del horror de Schultz frente al espectáculo sádico. El problema está en que todos nosotros también estamos acostumbrados a la violencia de Tarantino, el síntoma excepcional de una cultura (cinematográfica) cuyo fetichismo por la pólvora y fijación por las masacres resultan casi un imperativo religioso y un pasatiempo obligado.
Esta crítica fue publicada en otra versión por el diario La voz del interior en febrero 2013
Roger Koza / Copyleft 2013
La escena del bar donde el doctor Dr. Schultz sirve las 2 cervezas pero le saca la espuma con el cortante de madera, es genial y no esta así por que si, es justo ahí en donde le explica las reglas(de como ser un caza recompensas), esto tiene que ver con las reglas del béisbol las 20 reglas(1945), el Reglamento Knickerbocker. Que tiene que ver esa ultima palabra?…es lo que dice en el cortante de madera. Tuve que ir una segunda vez y sacar va en realidad filmar esa parte e invertir la imagen y el resultado es esto: http://sphotos-g.ak.fbcdn.net/hphotos-ak-prn1/32166_195621220577986_1511578221_n.jpg
Es mas de di cuanta de esto es porque el Dr. Schultz hace Batea los chops de cerveza. También puede ser que haga alusión al personaje de The bear Jew(por lo beer), pero eso seria mas rebuscado y paranoico.
Gran análisis y grandísimo diagnóstico el del final.
Gracias Marcos querido. Abrazo. RK
Muy buena crítica Roger! la película no me gustó tanto pero la música me pareció sublime…gracias y saludos!
Estaría bueno la crítica de Prividera como en su momento lo hizo con bastardos sin gloria. O por lo menos algún detractor. Javier Porta Fouz en la crítica de Kill Bill V1 antes el entusisamo de dos compañeros que escribieron muy a favor de la película dijo que las pelícuylas de QT tenían mas guiños que un semáforo. Con la aparición de Franco Nero se acentúa lo que dijo Porta Fouz. Saludos
El film cuenta con muchos detractores, incluyendo los fans de QT. Yo no soy fan de QT; no me interesa en general, y no es el cine que me gusta defender. Pero veo en sus dos últimas películas algunas cuestiones que me interesan.
Porta Fouz escribió ahora con el mayor entusiasmo del mundo sobre Django. Debe haber elegido transgredir y así no vio lo semáforos.
Creo que tiene poca importancia el tema de las citas. No obstante en mi artículo DJ Quentin intenté darle otro giro al tema.
Nicolás: en un momento me dijo que si escribía a favor de ésta, y de la de Bigelow, iba a salir al ataque.
Mi crítica sobre Django tiene cosas a favor y otras en contra. Y si escribo sobre La noche más oscura, no lo dudes: será muy en contra.
Ok gracias por responder, el caso de Porta Fouz sobre Kill Bill V1 según recuerdo, no escribió en contra ni tampoco a favor, solamente contra el entusiasmo cinéfilo desmedido de sus compañeros. Saludos
Las dos escenas donde lo blanco se mancha con sangre, tanto en el caballo como en la plantación de algodón son absolutamente poéticas e idiologicamente perfectas.
Ahora el recurso sobre el final, cuando regresa a CandyLand y aparece ese personaje fugaz (pero absolutamente pensado) de la mujer que esta mirando fotos me descoloca! gran estrategia al estilo Ingmar Bergman para sacarnos del film y reingresarnos con un efecto increíble.
El gran Roger Alan Koza y su lucidez habitual. Gracias una vez más amigo por regalarnos una reflexión profunda y luminosa, producto de su inagotable trabajo, siempre «con los ojos abiertos».
No se si pueda llegar a escribir lo que querría, porque merecería más tiempo y dedicación (y luego me reprochan la falta de desarrollo…): para pensar juntas «La noche mas oscura», Django», «Argo» y «Lincoln» como avatares de distintos modos de lidiar con el fantasma del clasicismo. Y si bien todos me parecen intentos fallidos, algunos son directamente siniestros, como el de Bigelow. En contraposición, el de Spielberg me parece el menos problemático de todos, tal vez porque es el único que ha construido una obra -y me refiero a toda su obra- contra la idea de venganza tan cara a la cultura norteamericana). En fin: por el momento simplemente dejo aquí unas lineas sobre la de Tarantino, para ver por donde vienen los tiros:
«Django» me parece muy superior a «Bastardos sin gloria». Tal vez sea lo mejor que hizo Tarantino desde «Jackie Brown». Pero también revela, como en el destino del personaje de Waltz (que rompe su propio código) que al final todo no es más que artificios alrededor del viejo tema de la venganza. Y en esto el cine de Tarantino, más que diferenciarse de lo que nos envía Hollywood todas las semanas, no hace más que expresar la caída abismal del clasicismo en un puro mecanismo justificatorio (de reglas degradadas hasta la abominación). Claro que Tarantino no es Bigelow, que directamente hace propaganda de y para la CIA. Pero que lo que pudo ser su gran película clásica (al menos en el sentido en que lo son hoy los films de Leone) termine en esa explosión trivial, revela mas bien que no se trata de una reflexiòn sobre las formas de la esclavitud (como presagiaba el gran personaje de Jackson) sino una rendición a la esclavitud de la forma mas vil. Un paso màs en el autodestructivo vaciamiento de los restos del clasicismo.
Coincido con la visión de NP sobre Django, y creo Roger que el brillante último párrafo que escribiste, le responde al primero en negrita, como diciéndole: estás equivocado.
Tarantino es otra versión más del cine de hollywood de hoy (ese que NP dice con razón vaciado de los restos del clasicismo), y a mi me parecen de las peores, ya que adopta o se disfraza de algo que no es. Hay otras que al menos no tratan de engañarnos dos veces. Digo por ejemplo que Argo, es mucho más honesta aunque miente. Espero con ansias sus comentarios sobre la de Bigellow, ya que a priori no logro coincidir en eso de propaganda de la cia.
Un saludo a ambos, sigan escribiendo.
Sería interesante Prividera que desarrolles las razones por las cuales calificás de «siniestra» la película de Bigelow. Para mí es una gran película que pone en escena el funcionamiento del un implacable aparato de represión estatal, y lo hace con honestidad y lucidez, sin esconder ni encubrir nada, y poniendo a nosotros los espectadores en situaciones de una ambigüedad moral casi insoportables. Bigelow filma ejecutores de objetivos políticos, personajes que no se hacen preguntas. Dónde está la propaganda de la CIA? Los tipos (incluida Chastain) son una manga de hijos de puta amorales, que solo quieren cumplir objetivos. Celebro la sequedad y neutralidad del relato. No veo celebración, solo registro fiel de un procedimiento. Y como se trata de un procedimiento brutal, los personajes ejecutores son brutales, que no dejan de serlo incluso en ese final que solo destila angustia. Pero Bigelow no les pone un cartel en la frente diciendo «soy un hijo de puta», afortunadamente confía en los espectadores.
No tengo tiempo ahora para desarrollar sobre Bigelow, pero podés buscar la excelente nota que escribió Cuervo en su blog La Otra, donde desmonta con precisión esa aparente «neutralidad» del «registro fiel de un procedimiento». Ese es el nùnleo ideológico de la película: está en su forma más que en su contenido (dicho esto para los que no soportan que se mencione «el tema de la la CIA» en las crìticas, cuando films como este y «Argo» no hablan de otra cosa: claro que «Argo» es casi naif, al lado de la perversidad de Bigelow).
Muy buena crítica. Entretenidos los comentarios. Me parece que con Tarantino pasa algo muy especial cuando lo tienen que abordar los críticos o cineastas. Es como que viene bochado de antemano, onda «A ver Quentin si te diferenciás de Hollywood o si sos un director más del mainstream». El tipo carga siempre con ese lastre. Tanto con las pelis independientes, el cine arte, el cine z, los documentales, los cortos o lo que sea, cualquier rama del arte, para mí una sola cosa sirve: ¿lo disfruté? No me refiero al goce liviano de ‘pasarla bien’ sino de disfrutar en el más amplio sentido: ¿Me diviritió? ¿Me hizo pensar? ¿Me movilizó? ¿Me conmovió? Porque cosas malas y buenas se le puede encontrar a casi todas las películas de directores consagrados. Ahora bien, ¿me gustó? Yo pasé casi tres horas divertidísimas. Me encantó. A las consideraciones formales y las lecturas históricas y sociales se las dejo a ustedes y por eso los leo: para ver todo lo que no vi. Saludos y felicitaciones por la crítica, Roger.
Bueno, creo que somos varios los que esperamos un interesante debate sobre la película de Bigelow. A pesar de que no me parece lo mejor de esta buena directora, creo que si es la mejor de las oscarizadas. Pero esperemos y debatamos en armonía como siempre en este sitio.
Hay un momento clave en la película y se produce, precisamente, alrededor de esa media hora final, en donde se termina por desbordar la incontinencia tarantinesca. Se trata de la inmolación del propio Tarantino. Es el único gesto autoral novedoso que introduce la película. El autor se ofrece a sí mismo como objeto sacrificial en el altar de la violencia cinematográfica.
No existe en esta película ni un atisbo de distanciamiento con respecto a la estética de la violencia. Cualquier lectura en ese sentido resulta interesada, digna del más ramplón de los liberalismos. Lo que se juega no es la índole misma de la violencia, sino la necesidad de hacerse más y más indolente frente a ella. Tanto en Bastardos sin gloria como en Django, la clave de cualquier victoria contra el racismo radicaría en volverse tanto o más cruel que los agresores, en tener un estómago aún más resistente que el peor de los torturadores, ya sea arrancándoles su cuero cabelludo, ya sea descargando sobre ellos una cantidad imposible de balas.
La identificación entre los racistas y sus víctimas genera un juego de espejos en donde puede relejarse el espectador culposo, que por medio de burdas coartadas morales se sienta a gusto en su butaca y celebra así la masacre justiciera.
Lo que subyace es una aceptación estética de la inmolación, estética profundamente imbricada con la actualidad de la pesadilla americana.
Estimado Gabriel: en líneas generales nada tengo que agregar porque así veo el problema del film. He intentado ser justo y preciso, quizás, no lo fui. RK
RK: Me pareció muy justo tu análisis. Creo que no se puede ignorar la gran capacidad de Tarantino para los diálogos y las caracterizaciones. Invirtiendo la jerarquía tradicional, lo que resulta ideológico es la infraestructura del film, mientras que la superestructura aparece recubierta de una materialidad muy lograda. Más allá del materialismo ingenuo, toda distinción tajante entre infraestructura e ideología resulta siempre limitada y reductora. La oscilación en tu análisis resulta perfectamente adecuada a las contradicciones mismas del film, y creo que das en el clavo al poner la mira en la media hora final y en el tema de la «incontinencia», es decir, la compulsión.
Por otra parte, la cuestión de la inmolación aparece también como clímax de Bastardos sin gloria, en la ya celebre secuencia en la sala de cine: todos mueren carbonizados bajo el mismo fuego.
Según la clasificación del western que Godard hace en su artículo “El hombre del oeste de Super “Anthony” Mann” habría tres tipos de western: de imágenes, de ideas y de imágenes e ideas. Un ejemplo del primer caso sería The Searchers de John Ford en la cual se pasa del gesto estilizado al sentimiento, es la imagen la que remite a la idea. El segundo caso corresponde a Rancho notorious de Fritz Lang en el cual se pasa de la idea abstracta y estilizada al gesto, es una idea de plano la que produce una bella imagen. Finalmente será Man of the west de Anthony Mann el que exponga un caso de lo que es pasar de una idea a la imagen para regresar a la idea. Para Godard “con Anthony Mann, en cada plano tenemos el análisis a la vez que la síntesis o, como ya lo había hecho notar Luc Moullet, lo instintivo al mismo tiempo que lo reflexivo”.
Habría también tres tipos de filmes que se fundan en “el autodestructivo vaciamiento de los restos del clasicismo”: filmes de ideología, de propaganda y de ideología y propaganda. Django sin cadenas sería un extraordinario ejemplo del primer tipo. Dicho filme hace del peso semántico y discursivo de las palabras así como de la sublimidad y estetización de la violencia el motor “inmóvil” que lo encamina a la propaganda y al ditirambo, al menos su “coartada” le ha funcionado cada vez mejor. A diferencia de Man of the west con Django unchained casi en cada secuencia encontramos no la novedad sino la virtual reivindicación de una pedagogía moral sobre la esclavitud.
Anthony Mann muestra al mismo tiempo que demuestra, innova al mismo tiempo que copia, critica al mismo tiempo que crea. Tarantino dice y declara “sólo una película” pero realiza una pretenciosa “enseñanza” moral contra los males de la esclavitud.
PS: Malcom X sabía que la violencia no era bella pero sí útil y hasta necesaria, tarantino sólo sabe estilizarla, no ocuparla, apropiarla, o reflexionarla. Saludos.
Este Django es indiscutible
Cortenla con criticar a Porta Fouz. ¿O ustedes nunca fueron adolescentes?
«Django sin cadenas es en pocas líneas un melodrama antirracista no del todo digerible para feministas»
Digerir implica un uso de energía adicional, que no es necesario para ver Django, que se desintegra solita. No me gustó, no puedo sentir nada por Tarantino desde la pésima Death Proof, donde compartió cartel con el Gran Sr. Director, Robert Rodriguez. Tarantino es un gran artífice de la puesta en escena, que todo el tiempo intenta gustar con sus excentricidades y sus propios gustos, siendo un excelente guionista, pero un poco coherente director, que no solo no puede mantener una escena sin boludeces que lo mencionen a él como el gran auteur, sino que cada vez sus historias se hacen ajenas a la cinematografía para integrar un pastiche de formas, y cuentos vistos desde su óptica fielmente «norteamericana».
Solo puedo pensar en quienes me rodeaban en la sala, gente fanática del tipo, que gritaba y enunciaba su agrado por las mencionadas boludeces, y que lo ama, hasta el extremo de decir «este chabón es un genio, mirá mirá le van a pegar latigazos a la negra que está atada, que zarpado!!!»… por suerte no en PD, hasta tanto no llegó.
Hoy me siento más feminista que nunca… sepan disculpar.
Igual, muy buena la nota a pesar de estar en desacuerdo, aunque falta decir que para entender la mitad de los chistes hay que saber inglés, o ser yankee en el mejor de los casos, BIEN yankee (tanto como para la mayoría del mainstream, pero un poquito más para entender las famosas, para mí ya aburridas y trilladas, sutilezas tarantinianas)
Saludos!!
Gracias por los comentarios. Veo si puedo responder luego. Saludos. RK
Es de las mejores películas a pesar de tratarse de una película que refleja un tema fuerte como lo es la esclavitud , me gusto la cinta de Quentin Tarantino Django sin cadenas, aunque maneja muchas escenas cargadas de sangre, de disparos y de pelas que deja cierta moraleja sobre estos temas polémicos.