EL APEGO
EN TIEMPOS SINIESTROS
En blanco y negro, un conjunto de travellings es la elección estética para seguir los pasos de una mujer desamparada que camina en la lluvia mientras se introduce un elegante contrapunto con los créditos iniciales, ahora en colores y con dibujos que volverán a lo largo del relato como extensión simbólica del psiquismo de la protagonista. La información suministrada en este prefacio es precisa y es también una disimulada advertencia. La complejidad anida en los meandros de la mente de Carla; nada es del todo lo que parece.
Los hechos son tenebrosos: Carla fue violada, está embarazada y quiere abortar. Acude a una doctora que atiende en su casa y que determina que el tiempo para la intervención quirúrgica ha pasado. La doctora (Irina) le ofrece que se quede con ella, atenderla y dar el bebé a un matrimonio acomodado. Es un negocio clandestino, y en el tiempo en el que transcurre el relato su significación política conjura cualquier ambigüedad. Bastará que el personaje que interpreta Edgardo Castro emplee la palabra ‘política’ para cerciorarse de que el padre de la criatura no está involucrado en actividades sospechosas. También están las apariciones de Germán de Silva, cuyo Ortiz es una glosa de los hombres grises de la dictadura. El contexto histórico y la posición de los personajes se sienten y presienten.
Pero no es una película revisionista ni tampoco un retrato realista de una época siniestra. Ese es el trasfondo en el que se erige un relato inclasificable en el que el terror, la comedia negra, el thriller psicológico y el drama romántico se yuxtaponen armónicamente desmarcando a la película de Valentín Javier Diment de cualquier hermenéutica al paso que permita el etiquetado para una asimilación sin problemas. La recurrencia del adjetivo ‘gótica’ indica la singularidad de El apego y la perplejidad que despierta. El universo de Diment merece una consideración de otro orden. Su interés por lo siniestro y lo oscuro excede las reglas del género, lo que no impide que despliegue sus misteriosas obsesiones en algunas de las convenciones del terror y otros modelos de representación característicos de géneros cinematográficos conocidos.
El apego prodiga placeres visuales de todo tipo. Un buen ejemplo es el matrimonio que quiere quedarse con el hijo de Carla, ridiculizado por la indumentaria y situado en el centro del plano con un encuadre que aprovecha la totalidad de la superficie que lo delimita. Lo mismo podría decirse del laboratorio en el que la doctora cocina los huesos de sus víctimas o del cuarto en el que tienen sexo Carla e Irina. Los detalles pertenecen a la gramática visual del cineasta, como también los travellings puntillosos y los planos enrarecidos en ocasiones específicas.
Pero El apego es también una película de grandes actrices y actores. Diment les da espacio, los libera del naturalismo y a la vez los protege a través de la puesta en escena y el tono dramático para que todos sin excepción puedan resplandecer sin perder el eje interpretativo. Por eso lo que sucede entre Jimena Anganuzzi y Lola Berthet es puro placer, y no justamente porque las escenas de sexo transmitan el goce que experimentan los personajes. Todas las escenas les pertenecen.
El apego es una auténtica anomalía en el ecosistema del cine argentino y también lo es para la cartelera vernácula cada vez más exangüe, homogénea y pueril. He aquí un cineasta personalísimo que viene cimentando una obra sin laureles de festivales y sin el asedio del marketing.
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El apego, Argentina, 2021.
Escrita y dirigida por Valentín Javier Diment.
*Publicada en otra versión en el mes de noviembre de 2021.
Roger Koza / Copyleft 2021
Un OVNI en el panorama del cine argentino actual, coincido Roger. No conocía la obra de Diment. El apego me parece una película gratamente ambiciosa y en muchos pasajes sorprendente, justamente por el juego de pasajes entre géneros o por los permisos que se gana de transitar por los bordes de los géneros. No terminé de encajar ciertos toques de humor que deslizan por momentos el film hacia un tono bizarro, pero no se explicarlo claramente, creo que lo que se narra en esas instancias necesitaba otro tipo de humor. Y algunos otros detalles -como el paso al color- que encontré un tanto obvios. Lo mejor para mi es que hay en el fondo una inquietud que no se apaga ni se resuelve con el desenlace.
Saludos!
Estimado Scotti: nada tengo que añadir al comentario. Lo que podría decir son matices y ya está dicho en el texto original. Saludos. R
Es cierto que es una película que depara placeres visuales en varias secuencias. Pero más que un OVNI me parece un mejunje.
Estimadísimo: los pareceres tienen siempre una cualidad inabordable: no dan a conocer la razón de la conclusión que esbozan. Digo solamente esto: la oscilación permanente pero nunca brusca ni menos todavía antojadiza consiste un modo de trabajar sobre estereotipos y reglas a distancia y variando en el registro, más que en un desorden. En donde ves fárrago yo observo desobediencia y valentía. Podría pensar que le faltó una pasada final para obtener mayor precisión, quizás un gesto de último momento por la austeridad podría haber ajustado enlaces no siempre del todo fluidos. Pero es una conjetura. Sobre lo que es he dicho lo que he publicado y he intentado dar razones. Dar razones, por otra parte, nunca es decir tener razón. Saludos. R