EL BAFICI DESPUÉS DEL BAFICI 2015 (05): LOS BALANCES: TREN DE SOMBRAS
Por Nicolás Prividera
Tal vez se deba a la elección personal que todo recorrido por una cantidad inabarcable estimula, pero no deja de ser ostensible para cualquiera que en buena parte de este Bafici se percibe en filigrana la pregunta por la herencia, incluida la del propio festival. Si por un lado hay algo no por acostumbrado menos cansino en ciertas repeticiones o invariantes (como Upa 2, secuela de la película ganadora en 2007, o La princesa de Francia, cuyo premiación replica tardíamente y sin mayor entusiasmo los ditirambos dedicados a Viola hace un par de años), por el otro aparecen algunos saltos notables, lleguen o no a su meta, que ayudan a tener alguna esperanza en el futuro. Lo que sigue es apenas un punteo por esas luces y sombras:
“Cuando uno canta están a los maestros marcándote cosas, de manera inconsciente incluso”, dice Victoria Morán en la película que le dedica Juan Villegas. Queda claro que Victoria no es solo un amable retrato de artista (más cerca de lo cotidiano que de cualquier tentación mainstream) sino una pequeña reflexión sobre la independencia y la dificultad para sostenerla. La entrevista que tiene lugar al final de la película lo deja claro: “no hay excusas para no cantar”. Villegas está hablando de cómo sostenerse en pie, y ante todo de la posibilidad de reinventarse (todo lo contrario a lo que sucede con La vida de alguien, donde Acuña se identifica con un músico que –una vez más– no sabe cómo dejar atrás la nostalgia por la adolescencia).
Reinventarse parece la añoranza que anida bajo la oscuridad de La sombra, aunque también parece sucumbir a cierta nostalgia por el pasado que pretende ayudar a derrumbar. Pocas películas revisan de modo tan directo la novela familiar del cine argentino, pero tratándose de una película que intenta un (auto)retrato “íntimo, honesto y brutal” –como Javier Olivera lo definió en un reportaje– deja el sabor de un work in progress que aún espera su conclusión. Esto no se debe solo al evidente largo proceso que implicó (la película tuvo largos años de gestación, como el mismo Olivera después de El visitante –exhibida en el Bafici 99 como parte de la renovación generacional encarnada por la premiada Mundo grúa– y la posterior El camino, en la que caía bajo el peso del viejo cine argentino, que su padre terminó a su vez encarnando luego de haber contribuido a su renovación a fines de los años 50): Olivera parece no terminar de despegarse de ese pasado de opaca gloria (y ese es el otro sentido del título: el de un hijo que no deja de ser la sombra de su padre). Hay una indecisión entre la pura confrontación entre presente y pasado, que no puede sustituir al implícito agon entre padre e hijo, y en ese sentido el ajuste de cuentas parece quedar a medio camino, como una suerte de versión minimalista de la ochentosa Gracias por el fuego.
Si una historia familiar ligada a la vida de un país no necesariamente alcanza para constituir por sí misma una gran película, tampoco lo hace un personaje tan notable como el de El incompleto, de Jan Soldat. Como el espacio cotidiano explorado por Ulrich Seidl (En el sótano), se trata de simbolizar a través de una figura grotesca aquello que parece esconderse bajo el apacible presente alemán. Pero el mero registro termina volviendo todo demasiado fácil, como una mera curiosidad malsana, no menos débil que su personaje. Algo parecido sucede con Una juventud alemana, que se limita a exhibir su envidiable archivo (sería imposible hacer “una juventud argentina”) sin expresar el malestar de una cultura. Pese a su voluntad objetivista de no intervención del material y su retrato generacional, es evidente que la película no sabe qué hacer con su notoria protagonista (Ulrike Meinhof) y su figura trágica. De hecho la pregunta que queda flotando en el aire es qué queda de toda esta historia hoy en Alemania (o en la Francia de su director, Jean-Gabriel Périot, que seguramente la realizó pensando en su propia primavera del 68). Es como si la distancia entre pasado y presente (y el propio mandato de “no intervención”) hiciera de la inconmensurabilidad entre épocas una excusa para el inmovilismo.
La distancia entre pasado y presente se juega en Aquí y en otro tiempo, pero esta vez el límite está dado por lo observacional. Si bien la película inicia con el relato presencial del único sobreviviente de la persecución franquista a los resistentes republicanos asturianos (cazados y exterminados entre 1937 y 1952) su director, Ramón Lluis Bande, asume que “del documento se pasa al monumento” a través de largos planos fijos de los sugestivos paisajes donde se estima fueron asesinados. Lo que nos recuerda la objeción de su compatriota Jaime Pena hace un par de años: “Creo que no resulta inapropiado recordar ahora una pequeña película realizada por un amigo, Xurxo González. La película se titula 36/75 y habla del golpe de estado de 1936 y la represión consiguiente en un pueblo gallego, A Guarda, fronterizo con Portugal y junto al estuario del río Miño. González filma los escenarios de esa represión, trazando un itinerario que se desarrolla a lo largo de esos primeros meses del ‘glorioso alzamiento nacional’ y cuyas escalas son las calles, las casas o los parques que aún hoy son testigos silenciosos de la historia. A cada plano fijo le sigue un rótulo explicativo: en este escenario ocurrió esto o vivía fulanito, el cual… (…). No sé si hace falta apuntarlo: 36/75 está inspirada por Profit Motive and the Whispering Wind , de John Gianvito, una película cuya estela ha debido de causar estragos por todas partes. (…) Estaría bien rastrear todos los homenajes y parodias a costa de la película de Gianvito”, decía Pena para referirse a Tierra de los padres (película que está muy lejos de aplicar tan rígido programa). Y suponemos que Pena penará entonces por la existencia de otra película como esta, pero sospechamos también que no lo escribirá, al ver el modo exultante con que presentaba a su director en la función Javier Porta Fouz (hablando no de esta película, incómoda para cualquier detractor de “Podemos”, sino de su fanatismo por la más pop El fulgor). Nadie es profeta en su tierra, y bien lo sabe aparte Bande: si la película tiene pese a todo sentido es precisamente porque logra sacar de quicio a quienes (como el franco compatriota que lo increpó tras la función por usar el verbo “asesinados”) pretenden seguir negando la memoria del exterminio.
Menos aún había un registro previo del genocidio que cuenta La mirada del silencio, tan osada y sospechosa como The Act of Killing, la anterior película de Joshua Oppenheimer sobre el mismo tema, aunque aquí logra un resultado más reconcentrado al confrontarse con una historia particular y hacer de su protagonista (un oculista que aprovecha sus entrevistas médicas para pedir explicaciones por el asesinato de un hermano, al que su nacimiento vino a sustituir) el alma del relato. El problema es que la inevitable confusión que reina en ese mundo al revés (donde los genocidas se llaman héroes y las víctimas deben guardar silencio) lleva a que la impugnación de un régimen a veces se confunda con la mera búsqueda de una reconciliación impostada. Ese fantasma se agita cuando la hija de un hombre senil que acaba de confesar que “bebía la sangre de sus enemigos para no volverse loco” pide perdón en nombre de su padre y el confesor la abraza (“de algún modo somos hermanos” dice ella). Y si bien Oppenheimer elige terminar su película con otra reunión familiar que deja a las claras la imposibilidad de la “reconciliación” (ya que el régimen sigue basándose en la amenaza de la repetición del genocidio), no podemos dejar de preguntarnos qué pasaría si uno solo de los asesinos esbozara su arrepentimiento, como hicieron en Sudáfrica para evitar la cárcel (sin que haya, que sepamos, ningún documental que nos proponga su modelo). Se diría que la distancia brechtiana que el film nos impone funciona precisamente porque eso no es posible en la realidad actual, pero que bien podría derivar en esa identificación hollywoodense que ambas películas conjuran, con solo cambiar ciertas coordenadas de la realidad. Después de todo, el director logró filmarlas porque era un admirado norteamericano, mientras que no sabemos cuál es el destino de su amenazado protagonista.
Salvando las distancias, algo parecido sucede simbólicamente con Caballo Dinero, el ¿cierre? de su acercamiento a Ventura, el protagonista de Juventud en marcha. Aquí ya no lo vemos recorriendo su fantasmal barrio bajo de Lisboa, sino un espacio indefinido que quiere ser un hospital o acaso una morgue. Lo mortuorio se acerca demasiado a la forma misma, porque es el mismo Costa quien parece peligrosamente cerca de su zona de confort, paseando a Ventura por decorados derruidos y haciéndolo cruzar con personajes hieráticos (ay, esa estatua viviente del final), como un títere de su propia conciencia culposa. Da la impresión de que todo lo que latía como una herida abierta en El cuarto de Vanda se transforma aquí en un galope muerto, como decía el poeta, donde el minimalismo deviene mero manierismo. Todo arte corre el riesgo de convertirse en su propio teatro muerto, y esa había sido la energía inicial de esta serie de películas, lejanas del estudiado artificio en el que Costa vuelve a recaer. Pese a su depurada maestría, todo suena impostado en Caballo Dinero. Si solo quería es clausurar de modo autoconsciente un sistema exhausto y quemar las naves, en buena hora, pero no lo ayudan los críticos que la festejan como su obra consumada y no ven que esa estetización termina siendo la misma perversión artie de Ciudad de Dios, otra película de muertos sin sepultura. Como dice un amigo cineasta que lo admira pero no deja de notar este momento crítico: «un cine hecho con inmigrantes debería ser una patada en la cabeza de la buena conciencia europea, no la posibilidad de disfrutarlo, de ser una experiencia sensual».
Extrañamente, una película sobre las cuadrillas nocturnas que trabajan pintando consignas en las paredes es algo así como una experiencia sensual, sin dejar de ser a la vez una experiencia política. Desde su título, Cuerpo de letra asume ese doble juego y le presta una puesta en escena cuidadosa, lejana de cualquier repentinismo. Aquí el tema no es más importante que la forma, y Julián D’Angiolillo da un salto cualitativo desde su opera prima (Hacerme feriante), que era un muy interesante retrato coral de La salada pero algo más convencional. Se suma así a quienes, además de contar una zona que casi nadie explora (el conurbano bonaerense), lo hacen con una asumida conciencia de sus medios, como Hernán Rosselli y José Campusano. De todos modos, la película deja varios interrogantes, y no solo por su forma abierta y expansiva: también se torna difusa la motivación de los personajes, y ante todo a la lectura que se puede hacer de la participación como mero tráfico (dado que, más allá del plano conclusivo donde el protagonista ejerce finalmente su voto, las consignas “se venden” como una mercancía más). Habrá que ver cómo sigue el derrotero del propio D’Angiolillo, que parece estar preparado para grandes cosas si afina el lápiz.
También en su propio punto de inflexión parece encontrarse José Campusano, quien después de una larga saga que culminaba con la “profesionalización” de El perro Molina, rumbea a un cine de otra clase en Placer y martirio. Pero no se trata solo de que haya cambiado los barrios perifèricos por Puerto Madero y se meta con un mundo que no es suyo, sino que parece dejar de lado precisamente esa distancia (como si él mismo asumiera que se puede ir de un lado al otro con solo buenas intenciones): como resume Roger Koza, se trata de la “sustitución de una lectura de clase por una lectura de género”, donde la cofradía está dada por la pertenencia al mundo femenino (en el que la empleada asume el viejo rol de madre y amiga, muy lejos de las ironías de La nana). Lo que lo salva sigue siendo la incomodidad que provoca su cine: en la platea abundan las risas ante ciertas situaciones o diálogos fuera de registro, que sin embargo serían impensables frente a una película como El incendio (ay, esa escena de sexo “salvaje”), porque presupone un reconocimiento de clase a prueba de farsa. En ese sentido, el premio a la mejor dirección es tan bienvenida (ante sus oponentes, que consideran esta película la prueba del desatino de tomarlo en serio) como preocupante, en la misma premiación que consideró como mejor película La princesa de Francia: no debe haber nada más lejano del cool Piñeiro que el hasta aquí outsider Campusano, al que esperemos sus nuevos amigos no conviertan en una especie de Saverio el cruel.
Los que se burlan de él harían bien en escucharlo con más humildad: la retórica de Campusano es más convincente que la de la mayoría de los directores argentinos. En el Q&A resumió en una sola frase todo lo que esta nota intenta decir: «se filma lo filmado». Del mismo modo, se escribe lo escrito: la crítica lee las películas en sus propios términos, o repitiendo los consensos habituales, y reproduce así un sistema blindado en el que nada puede desmarcarse sin caer en el ridículo o el olvido. Raramente se piensa en una película como un objeto producido en ciertas condiciones, y se pierde lo que en ella hay de común o extraordinario. No es extraño entonces que el consenso premie las gráciles superficies pulidas de La princesa de Francia y deje de lado las sutiles e inquietantes asperezas de Cuerpo de letra: la película de D’Angiolillo es desafiante pese a sus problemas, la de Piñeiro es intrascendente hasta en sus aciertos. Una busca un modo nuevo de expresar un mundo tan familiar como inexplorado, mientras la otra se contenta con aligerar el peso de su teatro muerto.
Todo lo contrario sucede en una de las mejores películas del festival, Bajo nubes eléctricas, de Aleksei German Jr, donde los planos secuencia y las coreografías (menos exhibicionistas que en su anterior película Paper soldier) se ajustan a un retrato preciso, no solo de la ruinosa Rusia post-soviética, sino de un mundo globalizado bajo el poder devastador del capital. Frente a ese mundo (y las películas que propone para su gloria, tanto en el mainstream como en el indie), la revisión de la tradición que propone German Jr (su padre, Sokurov, Tarkovski, pero también Antonioni, Jancsó y la modernidad europea) es puesta en juego sin ironía ni cinismo, con una autoconciencia completamente moderna. Basta compararla con Babel, Un toque de violencia, o incluso Relatos salvajes, con sus episódicas historias de violencia aptas para todos los públicos: en la película de German las numerosas referencias a la cultura moderna son parte de esos desechos que nos resistimos a abandonar, y la violencia permanece fuera de campo (apenas la brusca sangre que brota de una nariz), como la Historia misma que se vislumbra como paisaje después (o antes) de la batalla. Como ese caballo arrastrado por la playa en el último y preclaro plano del film.
Nicolás Prividera / Copyleft 2015
¡EL MISTERIO DEL CONFLICTO!
misterio
Estoy en un 90% de acuerdo con Prividera
No se si me preocupa ese 90% o el 10 restante, je.
Por ejemplo que creas que a Campusano lo salva la incomodidad que provoca su cine en un determinado contexto. Las actuaciones de Placer y martirio y las ridiculeces de El incendio son igualmente risibles y torpes, por mas que en Recoleta unas sean vistas con condescendencia y otras con risitas. Las actitudes de una pequeña platea nunca harán a una película mejor ni peor.
Las actitudes de la platea (grande o pequeña) enunca harán a una película mejor ni peor, pero dicen mucho (y no solo de la platea). No hay que olvidar como fue leida cada pelìcula en su estreno, màs si luego cambiò su contexto de recepción (recordar «Soñar, soñar», por ejemplo). Vos mismo dejás huellas al decir que es «risible» (un adjetivo que se adjudicò a pelìculas luego tenidas por obras maestras). Desde ya no dijo que PyM sea una obra maestra, pero tampoco creo que merezca la condescendencia.
Pero hay funciones en las que las películas juegan de locales y otras de visitantes. No hay que darle demasiada importancia al resultado del partido local. Si fuera por eso, las películas del Pampero serian campeonas mundiales por la recepción que tienen en el BAFICI, pero después en el resto del mundo no pasa nada. Seria interesante ver a Campusano o Moguillansky fuera de los festivales argentinos, en contextos donde sus pequeñas estrategias de marketing no mueven la aguja.
Y en los festivales internacionales no hay locales? Vamos… El marketing no puede ser mayor o menor, pero està en todas partes. Sin ir màs lejos, está por empezar el festival mas inflamado del mundo, del que luego «esperaremos» lleguen las obras maestras a la periferia, para previo fervor de los festivales de cada rincón del planeta. Casi que prefiero las batallas locales, la global está perdida hace rato. Es pura jauja…
Yo no me ensaño con nadie, veo cómo funciona la localiza de ciertas películas que solo viven en la campana de cristal del BAFICI. tampoco acepto sin más a los consagrados internacionales. Planteé objeciones (no acá, en mi blog) a Caballo dinero y The look of silence. En cambio, me parecen notables Cuerpo de letra y Ragazzi. E interesante Lulu, de Ortega.
Lo de las «películas que solo viven en la campana de cristal del BAFICI» también se podía aplicar a Perrone, antes de su giro «primitivista» que le abrió los festivales internacionales… O sea: el tema de la valoración es complicado, en todo sentido.
¿Cuándo negué la condición de local de los festivales internacionales? Lo que digo que la recepción inmediata en el contexto local nunca mide el valor de una película. El marketing está en (casi) todas partes, también en Cinebruto y El Pampero. Los primeros cautivos de ese marketing son los críticos establecidos, el público del Espacio INCAA es menos impresionable a esas maniobras.
Para el caso, es la recepción inmediata (en cualquier contexto) lo que nunca puede medir el valor de una película. Pero esperar el juicio de la Historia es demasiado confortable. Y mientras tanto los cánones no se arman solos… Sea como sea, no veo porque ensañarse con algunos «locales» y aceptar sin más algunos consagrados «internacionales».
La caracterización de películas que solo viven en la campana de cristal del BAFICI claramente no se aplica a Perrone. Quizás te falten datos sobre la carrera internacional que están haciendo las películas de Perrone post-Pendejos. Muy pronto tendrás más novedades al respecto. Y sus películas se abren camino solas, sin INCAA ni Fuc ni Fuck ni Patagónik ni nada.
En cuanto al llamado «giro primitivista» es una caracterización muy desafortunada. Ningún giro primitivista en Perrone. Se trata de una ocurrencia repentista tuya que no podes fundamentar en referencia a las propias películas. Incluso la palabra «primitivismo» es imprecisa en relación a las referencias que hay en las películas de Perrone sobre la historia del cine. No remite a ningún cine primitivo, aunque si se conecta -lo que no quiere decir que cita ni que «homenajea»- a ciertas vanguardias de los años 20, que de primitivas no tenían nada. Y esos links distan de ser una mera repetición o una evocación nostálgica, puesto que en ciertas lineas del cine de los 20 hay caminos que quedaron inexplorados. Perrone prefiere conectarse con esas posibilidades, que siguen tan vitales como hace mucho tiempo. Y se lanza hacia el futuro, a partir de ellas. Pero interpretar el segundo movimiento de Ragazzi como «primitivismo» me hace pensar que estuviste mirando otra película. Tendrías que ser un poco más riguroso con tus categorías. Es tan inapropiado como decir que las referencias de Godard en Histoire(s) son primitivistas o nostálgicas.
Qué raro que sale el orden de los comentarios, no sé si alguien entenderá la línea de la conversación. Yo empecé marcando que estaba en un 90% con tu evaluación y lo sostengo. Lo que apareció ahora es ese 10% restante….
Atribuir la carrera internacional que están haciendo las ultimas películas de Perrone a un presunto «giro primitivista» que es «apuntalado por ese sistema de legitimación» es un motivo espurio. Seria más sencillo admitir que esas películas se están abriendo camino por su calidad. ¿O vos decis que es imposible que a Perrone o cualquier otro director se lo reconozca por la calidad de sus peliculas? La evidencia del giro primitivista no existe. Poner Pendejos, Tabú, Independencia o Ragazzi en una misma bolsa es disparatado. Desde ya, hablar de primitivismo denota una gran imprecisión, por lo que no te alcanzaría un libro entero para fundamentarlo. Haciendo una reducción al absurdo de tus argumentos se podría decir que The look of silence es primitivista porque usa el plano-contraplano inventado hace 100 años. Pero no hay primitivismo en absoluto, porque no hay evolucionismo desde el cual juzgar a una estética como primitiva.
Por otra parte, yo no veo lobbys por todos lados, hace dos días que te estoy diciendo que hay películas que se ganan reconocimiento por su calidad y no por recibir ninguna protección institucional. En cambio, hay otras películas que solo sobreviven con el pulmotor del BAFICI y fuera de él a nadie interesan. Secuestro y muerte o El cielo del centauro son películas sostenidas por lobbys. Tierra de los padres es una película excluida porque no forma parte de lobbys. Perrone nunca estuvo bajo ninguna proteccion. Cada caso es distinto.
No me faltan datos sobre la carrera internacional que están haciendo las películas de Perrone post-Pendejos, es precisamente lo que estaba señalando… Y explicame vos entonces a què le atribuis esa carrera internacional justo con ese giro «primitivista» (ponele el nombre que quieras si ese no te gusta), cuando antes jamàs tuvo consideración por parte de esos festivales que hoy lo celebran (y obviamente no es porque los programadores no hayan podidos ver sus anteriores pelìculas en el Bafici…)
Pero entonces si las películas de Perrone están haciendo una carrera internacional sin apoyos institucionales, no es verdad que son «películas que solo viven en la campana de cristal del BAFICI”. Mi explicación sobre por qué se está propagando el cine de Perrone por el mundo es que sus películas recientes son excelentes. Me parece una explicación más lógica que la idea de un «giro primitivista» inexistente. Creo que el productor Pablo Ratto se movió para acercar las películas a algunos festivales como nunca antes se había movido el propio Perrone. Empezó por festivales chicos. Y fue corriendo de boca en boca, de menor a mayor. No se la recomendó Quintín o Panozzo a Thierry Fermaux, sino que Ratto las movió por Perú u otros festivales así. Apichatpong vio dos de ellas y quedó deslumbrado, lo tuiteó ( no creo que Ratto lo haya coimeado, je). Y pronto sus películas estarán donde ningún director argentino había llegado. A veces es posible que las películas tengan reconocimiento simplemente porque son buenas. Ejemplo: Lucrecia Martel.
A Ver: este inetrcambio empezó porque vos hablaste de las “películas que solo viven en la campana de cristal del BAFICI”. Yo te señalé que Perrone viviò bajo esa campana hasta Pendejos. Ciertamente Pablo Ratto ha sabido moverlas con un cuidado que antes ni el mismo Perrone tenìa, pro eso no explica por si solo el sùbito interès «mundial». Y atribuirlo a que las pelìculas son «excelentes» es no solo una curiosa ingenuidad de tu parte, sino un flaco fervor a Perrone: las anteriores no lo eran?
No tengo tiempo de abundar aquì sobre el “giro primitivista”, pero es tan evidente (Tabu, Independencia, etc) que solo es inexistente para quienes solo quieren ver lo que les conviene. Entonces: todo bien con criticar las «campanas», pero no de modo sesgado…
Creer que una película solo obtiene reconocimiento por motivos espurios es maledicencia. Yo veo sus películas de los últimos años (antes de Pendejos, ya desde Luján) y me parecen notables y dignas de atención. Escribí mucho al respecto y lo voy a seguir haciendo. No veo por qué seria ingenuo pensar que películas a las que considero excelentes (y no estoy solo en esa valoración) se abran camino desde festivales pequeños hacia otros cada vez más importantes. Antes Perrone no movía un dedo por difundir sus películas. Desde que Ratto las mueve, se empezó a conocer más. Ratto no es una major que puede abrir las puertas de los centros de legitimación internacional, pero sí puede trabajar desde una pequeña productora para difundir las películas. Perrone antes era mencionado como referencia por algunos directores mexicanos como Eimbcke y algunos uruguayos, incluso antes de que él hiciera nada por difundirlas. Ratto aportó levadura. Apichatpong como jurado en Perú vio Pendejos y le dio un espaldarazo. No hay un lobby detrás de Perrone y él mismo no entiende y no quiere entender cómo hacer lobby. El ya hizo 4 películas más después de Ragazzi y no lo veo calculando cómo llegar al mundo. Pensar que solo se puede explicar su reconocimiento tardio por motivos espurios es descartar que a veces las películas se reconocen porque son buenas. Si no, todo se reduce a fantasmear conspiraciones malignas. Y relacionar las ultimas películas de Perrone con Independencia y Tabú es amontonar poéticas diversas bajo una categoría infundada como «primitivismo». No ser mal pensado no equivale a ser ingenuo.
Seguís hablando con ligereza: quién habló de “motivos espurios”?? No es un tema de “lobby”: sos vos el que ves lobbys en todos lados, para bien o mal… Yo estoy hablando de algo mucho más complejo: del medio cultural y sus consensos. Por ejemplo respecto a las “poéticas diversas”, que muchas veces bajo su aparente diversidad tienen importantes puntos en común, que son precisamente apuntalados por ese sistema de legitimación. El “primitivismo” (que tampoco es un invento mío) es solo uno de ellos.
Estoy de acuerdo con Prividera, el hecho de los últimos filmes de Perrone tengan éxito en festivales que antes no le prestaban atención, es un motivo para preocuparse y no para alegrarse.
Halaban: preocuparse por el reconocimiento de un artista se llama envidia.
Dónde está lo ad hominem en la referencia a un giro primitivista que recorre distintas geografìas y filmografias? Los argumentos ad hominem son los tuyos, Cuervo, a favor o en contra…
Y el chupamedismo es ver si la pelìcula es de un amigo o enemigo y después criticarla en consecuencia. No se si es tu caso. Pero queda claro que Perrone es tu amigo y Campusano o Rosselli no… Pero bueno, por ahí algún dia te gusta alguna de Campusano -como decías con sorna- o acaso tal vez algùn dia no te guste una de Perrone, aunque lo veo más difícil.
Lo contrario de la envidia es el chupamedismo, ojo. Decir que «sus películas estarán donde ningún director argentino había llegado» es un poco excesivo. O sea: finalmente contribuis a lo que decís criticar: la crìtica amiga que sostiene defensas desde la cercanìa personal… Hay que alabar o criticar cuando corresponde, más allá de amiguismos o antipatías (como la que tenés con Rosselli, por ejemplo).
Argumentos ad hominem. Halaban se preocupa porque las películas de Perrone tengan «éxito» en festivales. NP lo atribuye a un giro primitivo favorecido por un sistema de legitimación. Si yo escribí elogiosamente sobre Pendejos antes de que fuera percibida por cualquier sistema de legitimación es por «chupamedismo», como si yo dependiera en algo de Perrone. Si yo digo que Mauro es una película prolija es por «antipatía». ¿No pensaron en tratar de argumentar algo acerca de las películas en lugar de alimentar la conspiranioa?
Quedó la respuesta arriba…
Agrego: más notorio es el chupamedismo cuando se critica a alguien que no le cae bien a tu amigo. Digo: lamento que Campusano y Perrone no se puedan sentar a discutir sus diferencias (sería màs que interesante verlo), pero peor es tomar partido por alguno como si esto fuera una pelea de barrio.
Gracias NP por lo preciso de tu comentario. Has visto la película aún mejor de lo que yo la pensé. Y eso me ayuda a entender qué película hice.
Gracias a vos por la pelìcula. Tiene la virtud de no hablar solo de su protagonista o del mismo realizador, sino un poco por todos los que nos sentimos identificados con lo que expresa Victoria (a la que yo desconocía…). Y me resultó tan evidente que me extrañó no verlo explicitado en ninguna reseña.
Nicolás:
Me alegra mucho leer lo que has escrito sobre el film de Pedro Costa. Expresás con gran claridad conceptual las dudas que me generó después de verlo.
No estoy tan seguro que los interrogantes abiertos de «Cuerpo de letra» sean un problema. Forman parte, creo, de su mirada, de su misterio. Si la participación de los personajes es difusa y las consignas «se venden», tal vez sea porque así ocurre en la realidad (al menos, en «esa» realidad, la de esos personajes semimarginales del conurbano).
Respecto a «La sombra»: creo que la película disfraza con apariencia de «ajuste de cuentas» una defensa más o menos velada de Héctor Olivera (por ejemplo mencionando las amenazas de la Triple A que sufrió y no sus escarceos acomodaticios, incluso en la última dictadura). Como ensayo autobiográfico tiene grandes momentos de melancolía y belleza, pero no le vi sinceridad ni, menos aún, intención de revelar heridas familiares.
De «El incendio», qué decir… Es «Relatos salvajes» sin humor.
Y en cuanto a Campusano, no vi «Placer y martirio», pero no confío demasiado en su retórica, a juzgar por expresiones suyas leídas por aquí y por allá que me parecen inconsistentes o contradictorias, como en el libro «Pampa bárbara» (de la gente de Haciendo la crítica), donde habla, por ejemplo, de «las incongruencias del Hollywood de siempre». Aunque (como escribí, y vos lo leíste) análisis de la obra de Campusano como los tuyos sirven para repensar y replantear mis juicios sobre este director que siempre me pareció sobrevalorado.
La caracterización de Cavalo Dinheiro como una Ciudad de Dios arty me parece una expresión canchera, sentencia tan desatinada que no tenía ganas ni de señalarlo. Creo que desde el sillón uno cree que ve más que el propio Hegel en contacto online con el espíritu absoluto. Una cosa es la crítica de Walsh sobre el realismo pasivo. Otra es equiparar un film abyecto con el de Costa. Una barbaridad que inmediatamente encuentra el consentimiento del perezoso. Y esto, Fernando, lo digo más allá de vos. Para que no se interpretea otra cosa. RK
Roger: Lo que yo escribí es que el texto de Nicolás expresa con claridad dudas que me habían surgido a mí cuando vi el film de Costa, no que refrendara todo (punto por punto) lo que él escribió. De hecho, «Ciudad de dios» no me gusta nada, en tanto que «Cavalo dinheiro» me parece una experiencia valiosa aunque me incomodaron su solemnidad y hieratismo. No creo que que con esa cita «canchera» Nicolás las esté igualando, pero no digo nada al respecto porque él sabe defenderse muy bien.
No sé cómo interpretar lo del consentimiento del perezoso, ya que veo que soy el único que hizo referencia a esa nota. Lo pensaré. Me sorprende, en todo caso, que en vez de descalificar al autor de la nota (sólo hacés referencia a «la sentencia» desatinada) prefieras hacerlo con el que sólo dejó un comentario al pasar.
Roger, «la caracterización de Cavalo Dinheiro como una Ciudad de Dios arty» puede ser apresurada dado el balance general, pero creo que se comprende el punto: de ningún modo las estoy equiparando entre sí, sino en cuanto a distintos modos que puede adoptar la estetización de la marginalidad, aun cuando Costa esté muy lejos de Meirelles. No la vi desde el sillón sino en el Village, rodeado de un público culto y respetuoso, que tal vez si se cruza con un Ventura argento cruza la calle…
El consentimiento del perezoso, por el contrario, se encuentra en la crítica que no puede señalarle al Maestro sus puntos débiles por temor a ser expulsada del Parnaso, o caso simplemente del Paraiso que comporta hacer del cine un lugar de contacto con el Espíritu (Absoluto o Santo, para el caso es lo mismo). Doy gracias a Dios de no haber visto a Ventura y su moño en Cannes. La Costa Azul es tentadora para cualquiera, por eso mismo hay que tener cuidado…
Mientras sigo pensando por qué el hecho de darle la razón a quien escribió objeciones a un film apreciado por cierto sector de la crítica lo transforma a uno en «perezoso» (y mientras mi defensa con esperanza de una respuesta aclaratoria o conciliatoria queda acá flotando como una botella en el mar), vuelve mi preocupación por la tendencia a descalificar a quien opina distinto sobre una película o un director.
Fernando: no descalifico a nadie porque piense distinto a mí. Tu comentario en su momento me hizo recordar otros comentarios, en especial, a un momento que viví en Cartagena. La pereza en ese caso estaba en la palabra de varios miembros del jurado a quienes escuché decir cosas temerarias. Lo que vos expresás, o lo que Nico dice, es distiinto. No estoy en condiciones físicas para responderte en este momento. Lo que sí te pido es que dejes de creer que mi comentario está dirigido a vos. RK
Me llama la atención que no hay ninguna mención a Ragazzi de Perrone, que también se proyectó en el BAFICI. ¿No la vió? No termino por saber cual es su opinión sobre este otro director del Gran Buenos Aires. ¿Comparte la crítica de Roker Koza en la entrada anterior?
No se por qué llama la atención, no mencioné cientos de pelìculas… porque obviamente no las vi todas. Por lo demàs, escribí sobre Pendejos en la revista cordobesa Deodoro, que se encuentra en internet.
Hola, ¿cómo están todos? les voy a dar mi top 5 de las mejores películas:
1. La princesa de Francia.
2. La mujer de los perros.
3. Días extraños.
4. El incendio.
5. El cielo del Centauro.
Gracias, Roger, por responder en momentos que imagino de mucho trabajo y agotamiento. Pero nada podía hacerme suponer que te referías a los miembros del jurado que mencionás o a otra persona, ya que había sido yo el único que apoyó aquí la opinión de Nicolás sobre el film de P.Costa.
Confieso que no me gusta limitarme a leer sobre cine sin rebatir o comentar cuando lo considero necesario, pero no es fácil.
De verdad: que andes bien.
Dice Perrone por Facebook, porque por aquí no puede lograr que quede. Esto es lo que dice:
» sr prividera
son tantas las BOLUDECES
Q DICE DE MI , Q SI ALGUN DIA TIENE TIEMPO
LLAMEME Y SI QUIERE LE CUENTO, EL TEMA DE XQ NO IBA A FESTIVALES , LO DEL BAFICI
PREGUNTELE AL SR RATTO, CREO Q LO CONOCE , NO ? XQ NOS JUNTAMOS Y LE CONTE Q QUERIA HACER CON P3ND3JO5 Q YA ESTABA ELEGIDA EN EL BAFICI
NO VOY HACER UNA PELEMICA COMO HACEN OTROS, SOLO ME LIMITO A HACER PELICULAS , LO Q ESCRIBIO PARA ESA REV- DE CORDOBA YA ES VIEJO ,HICE FAVULA Y RAGAZZI- Y ALGUNA MAS
Y ME ROMPO EL CULO , SOLO TENGO DESEOS NO GUITA
SON TANTAS LAS BOLUDECES
Q DICE DE MI , Q SI ALGUN DIA TIENE TIEMPO
LLAMEME Y SI QUIERE LE CUENTO, EL TEMA DE XQ NO IBA A FESTIVALES , LO DEL BAFICI
Y ALGUNA COSITA MAS.
PREGUNTELE AL SR RATTO, CREO Q LO CONOCE , NO ? XQ NOS JUNTAMOS EN MI CASA Y LE CONTE Q QUERIA HACER CON P3ND3JO5 Q YA ESTABA ELEGIDA EN EL BAFICI
NO VOY HACER UNA PELEMICA COMO OTROS, SOLO ME LIMITO A HACER PELICULAS , ME IMPORTA UN CARAJO LO Q USTED OPINE DE MIS PELICULAS , PERO SI LO Q DICE DE MI
USTED NO ME CONOCE.
SOLO INFORMESE
Y HAGA
SALUDO2″
Bueno, como no tengo Facebook contesto por acá (te agradecería que lo postees allá también, Roger):
Estimado Sr. Perrone:
Sin duda debo decir alguna que otra boludez, como cualquiera que tiene boca. Y de mí también se dicen boludeces: algunas las contesto, si creo que es necesario, otras no. Entiendo que usted lo cree necesario en este caso, aunque no era el tema de fondo. Lástima que usted suela hacerlo en estos términos, cada vez que se siente tocado… Desde ya, seguramente que hablando nos entenderíamos más que por acá, pero la cosa, insisto, no era con usted sino una conversación con el Sr Cuervo, como un ejemplo puntual de su incoherencia (la de Cuervo, no la suya…). Y no se trata de “hacer polémica”: simplemente yo no concibo el “hacer” como algo separado. Como usted, tengo algunos pensamientos y los pongo blanco sobre negro, porque me parece importante discutir algunas cosas, más en un medio que no suele hacerlo, entre otros motivos por el que usted expresa con su respuesta: nadie quiere ser “discutido”. Como si hubiera un hacer puro, y después vinieran los críticos a hablar boludeces. Es un modo de verlo (nada nuevo: la vieja ética fordiana del trabajo) y se lo respeto. Del mismo modo, respéteme que yo pueda hablar. Si haciéndolo digo alguna boludez, me la señala y listo. Pero por favor no ponga en mi boca cosas que yo no dije: no me cabe duda de que usted se rompe el culo y no le interesa la guita, nunca dije lo contrario. De lo que hablo es de reconocimiento, y eso le interesa a cualquiera que se rompe el culo. E incluso a los que no, y solo buscan un lugar en el sol. No es su caso, y por eso no hablaba de usted en particular, ni de nadie: mencioné varias películas que conforman una tendencia dentro de un sistema. No quiere decir que usted las haya hecho para eso. Efectivamente, usted hace mucho, es muy prolífico, y me parece muy bien. De hecho me alegra, así como también que lo sea Campusano, aunque no me guste su última película, sin que eso a él le importe un carajo ni se tome la molestia de decírmelo a mí o a nadie: él también “hace”. Y seguramente sería más interesante que charlara con él que conmigo. En público, claro. No como dos muchachos del conurbano que se citan en un esquina o se dicen lo que usted a mi: que lo llame y me cuenta. Le agradezco, pero no merezco ese honor, o bien no quisiera tenerlo como charla privada. Si hablamos de cine, prefiero hacerlo en público. Para pasillear están los festivales (que por demás no vienen a mi casa a ver en qué ando). Así que si alguien se aviene a conversar abiertamente lo hago, aunque eso sucede poco por los motivos antedichos. Siempre es más fácil decir boludeces (o peor: cometer iniquidades) amparado en la sombra.
Saludos.
NP