EL MÉTODO TANGALANGA
LIBERTAD EN 440
Luis Alberto Spinetta y otros músicos de su tiempo lo veneraban, algunos humoristas también, un escritor como Martín Kohan lo cita, recientemente, como un ejemplo paradigmático ligado a un modo de conversación extinto concomitante con el uso de los viejos teléfonos no inteligentes (hermoso ensayo que desarrolla en su último libro titulado ¿Hola? Un réquiem para el teléfono): el Doctor Tangalanga fue un bromista telefónico, cuyo arte remitía en su genealogía a la amistad y quien se hizo conocido por ese efecto todavía vigente del boca en boca, un sistema de comunicación en red que prefiguró el efecto de multiplicación de las publicaciones en redes sociales. Las famosas cintas con llamados telefónicos a desconocidos, realizadas en un primer momento para alegrarle la vida a un querido amigo internado, desbordaron el uso privado y amoroso y alcanzaron tal notoriedad pública que ocasionó un fenómeno de culto. El disparate lúcido y soez del humorista acopió admiradores y seguidores en todos lados; las grabaciones se compilaban en volúmenes. Pero ¿quién fue Tangalanga?
La película que toma el nombre artístico de su protagonista e invoca su método prescinde del biopic, elige lo elemental de la vida de Julio Victorio de Rissio y sobre él derrama legítimamente una hipótesis de ficción sobre el origen de la destreza discursiva del personaje que no deja de ser interesante. El método Tangalanga es fiel a la amistad entre Julio y Sixto, el amigo que murió demasiado temprano y al que le dedicaba los llamados que grababa. El método se expone en el funcionamiento: en la medida que las escenas incorporan los llamados y la evolución del relato avanza se alcanza a divisar la operación discursiva de Tangalanga: la retórica erigida a través de la cortesía exagerada, la imprecación inesperada y el razonamiento absurdo se vuelven tan tangibles al oído como graciosos. También su condición de posibilidad: la ausencia del otro en imagen y su presencia sonora al otro lado del teléfono.
En la película se honra esa amistad sin apelar al sentimentalismo, descansando en la interacción de dos buenos intérpretes como Martín Piroyansky (Rissio-Tangalanga)y Alan Sabbagh (Sixto), quienes con gestos y miradas precisas plasman la lealtad y la incondicionalidad que se prodigan los amigos. El resto es pura ficción, empezando por el trabajo de Julio en una empresa de cosmética, siguiendo por las razones extremas que explican la timidez que padece y la esotérica curación en manos de un símil de Tusam (encarnado felizmente por Silvio Soldán) y culminando en la historia de amor que tendrá lugar entre él y la recepcionista (Julieta Zylberberg) de la clínica en la que está internado Sixto.
Lo que también es ficción es la genealogía que habilita el talento irreverente de Julio devenido en Tangalanga. La desinhibición que experimenta el personaje depende del efecto sobre él que proviene del sonido emitido por el diapasón afinado en la frecuencia de 440 hercios. Es la famosa nota con la que se afinan los instrumentos musicales, y es la nota del tono de los antiguos teléfonos. La introducción de ese azaroso sincronismo entre tono y psiquis es un ingenioso recurso narrativo en el relato, apuntalado por una laboriosa reconstrucción de la década de 1960 en la que se tienen en cuenta las preferencias cromáticas, la indumentaria y los peinados, el mobiliario y las modulaciones pretéritas del castellano rioplatense. En el inicio, el empleo de material de archivo revive el espectro de una Buenos Aires de aquel entonces; de ahí en más el diseño de arte sostiene el encantamiento de aquel pasado. Al período se lo homenajea citando a un clásico (imaginario) de la época: Pajarito Gómez. Algunos travellings laterales y algunas subjetivas quizás pueden remitir al modernismo del primer Rodolfo Kuhn, pero el estilo elegido sintoniza mejor con las comedias del cine argentino de las décadas precedentes.
No menos enigmático que el humor de Tangalanga es el cine de Mateo Bendesky. Sus dos películas precedentes (Acá adentro y Los miembros de la familia) no tienen absolutamente nada que ver con El método Tangalanga, y no por eso la tercera es menos personal. Es ostensible su interés por la psiquis y por el indesmentible potencial del lenguaje cinematográfico para explorar su funcionamiento. En esta oportunidad, además, tomó prestado de Robert Louis Stevenson el dilema de Jekyll y Hyde para indagar un poco más en la personalidad de un bromista. Acertada intuición que añade una variable fascinante para conjeturar lo que el método no puede revelar.
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El método Tangalanga, Argentina, 2022.
Dirigida por Mateo Bendesky. Escrita por M. Bendeski; Sergio Dubcovsk yNicolás Schujman.
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*Publicada en Revista Ñ en el mes de enero 2023.
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Roger Koza / Copyleft 2022
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