EN PRIMERA PLANA / SPOTLIGHT
**** Obra maestra ***Hay que verla **Válida de ver * Tiene un rasgo redimible ° Sin valor
Por Roger Koza
EL AMOR A LA VERDAD
En primera plana / Spotlight, EE.UU., 2015
Dirigida por Tom McCarthy. Escrita por Josh Singer y T. McCarthy
*** Hay que verla
Sobria, efectiva y mucho más política de lo que su tema permite pensar
Desde la Antigüedad se habla de la verdad con mayúscula. Fue y es objeto de ocupación de filósofos, teólogos, científicos, incluso de artistas. El término no goza desde hace tiempo de su habitual pureza, refrendada por siglos a través de discusiones no exentas de polémicas. Frente a la verdad a secas la actitud inmediata es la sospecha, y más todavía si se trata de la verdad periodística. Nuestro escepticismo preventivo afirma con cierta razón: todos mienten.
El encuentro con películas como En primera plana resulta una reconciliación discreta con cierto ideal del periodismo de investigación, una vía del oficio bastardeada por la falta de rigor y espurios intereses impropios de la materia. Un periodista que investiga debe estar dispuesto a que su objeto desmienta sus premisas, o en su defecto, estar comprometido en ir hasta las últimas consecuencias. La cauta verdad periodística exige paciencia e inteligencia.
Es por eso que observar el largo trabajo de investigación a cargo de cuatro periodistas de la sección llamada Spotlight del diario bostoniano The Globe, que tuvo lugar a principios de siglo y que se dio a conocer en una publicación en enero de 2002, es como mínimo emocionante. Ser testigos de cómo se investigó un conjunto de casos sobre múltiples abusos sexuales a menores de edad cometidos por curas de la iglesia católica en Boston resulta didáctico y revelador.
No hay héroes en el film de Tom McCarthy, tampoco pederastas satanizados para así salvar sesgadamente a una institución, y menos todavía víctimas expuestas a humillarse con fines pedagógicos. Lo que el film sugiere es la hipocresía del entramado social y cómo algunas instituciones incitan a ciertas conductas indeseables, no solamente la de los religiosos. La perspectiva del film es anticlerical, pero de ningún modo incrédula. La necesidad de creer se respeta aquí a rajatabla, y hay varias escenas que así lo confirman.
Todos los actores están muy bien, incluso los secundarios (lo de Stanley Tucci como el abogado abnegado es admirable), hasta casi podría afirmarse que no hay verdaderos protagónicos. El trabajo en equipo no es aquí una impostura; todos importan por igual. Al respecto, son notables los tres intérpretes que deben dar testimonio de sus desgracias, y más todavía que McCarthy apueste a que el pasado traumático solamente se revele en la palabra. Ni un flashback en toda la película, ningún motivo musical que refuerce la empatía con el relato de las víctimas. McCarthy no ostentará la elegancia formal de un Michael Mann en un film hermano como El informante, pero sus decisiones formales y narrativas son de una precisión manifiesta.
Es que se ha insistido bastante sobre la insipidez formal de En primera plana, como si el film de McCarthy fuera un telefilm dominical destinado al acicate de las conciencia liberal, una pedagogía necesaria para una nación bastante cómplice respecto de algunas prácticas inaceptables. Sin embargo, sin ser un estilista u ostentar una pasión formalista que subyugue al relato, el trabajo de registro sobre la redacción del diario dista de ser automática y displicente. La redacción se concibe aquí como un espacio bastante libre que propicia una ligera pertenencia colectiva y en el que los miembros del diario se desplazan y comunican entre sí con bastante facilidad. Los planos secuencia para seguir las caminatas del personaje de Michael Keaton o Mark Ruffalo no son casuales y sugieren más una comunidad móvil que una institución rígida. En efecto, la relación que tienen los personajes con sus respectivos lugares de trabajo, observación que se extiende al personaje de Tucci y su estudio de abogacía, es uno de los placeres no subrayados del film, que insinúa indirectamente un tipo de institución horizontal en contraposición a la institución eclesiástica.
La traducción literal del vocablo pedofilia es ominoso, su práctica abyecta y, si el contexto es religioso, la perversión alcanza un perfeccionamiento intolerable, acaso diabólico. Cuando uno de los personajes expresa que este tipo de abuso no es solamente físico sino espiritual, En primera plana sitúa la desolación infinita de la víctimas. Frente a eso, la connivencia entre instituciones es inadmisible, al igual que cuando el periodismo abdica ante el esclarecimiento de la verdad y deviene cómplice de la infamia.
Esta crítica fue publicada en otra versión por el diario La voz del interior en el mes de febrero 2016
Roger Koza / Copyleft 2016
Excelente crítica, Roger. Lo que mencionás acerca de la relación que tienen los personajes con sus respectivos lugares de trabajo es así. Se nota por ejemplo en el contraste entre las oficinas de los dos abogados, que la película muestra en una especie de montaje paralelo.
Habría que repensar lugares comunes como «telefilm», «teatro filmado» o «tal película parece de Hallmark», algunos de los cuales se aplicaron a esta película. Por lo menos quedaron viejos, porque la televisión ya no es lo que era hace 20 o 30 años.
Un abrazo
Estimado Andrés: sí, efectivamente, hay que trabajar con mayor precisión sobre esos conceptos que suelen detener la crítica y no profundizarla. Eso no significa dejar de utilizar «teatro filmado» y «telefilm» (la otra que mencionás no es una categoría, es más bien un parecer atendible que quiere expresar algo pero cuya expresión o formulación poco suma). Lo mismo sucede con «puesta en escena» y en demasía con «cine académico». Precisión, trabajo y lectura. Saludos. RK
Excelente Roger, como siempre. Acuerdo con todo. Y tuve la sensación durante la película, de estar viendo una de los años 70, no hecha hoy, sino hecha en los 70. NO entiendo bien porqué me pasó eso pero me despisté con los tiempos a pesar de ver a Keaton y todo. Hay algo de ese film de Watergate y Redford/Hoffman, esa cualidad de esa época que no sé bien como se logra y porque se busca. Como si hubiera un lenguaje ya clásico que se utiliza como un recurso. En música, algo así hizo Stravinski cuando se volvió neo-clásico. Usó a Mozart con tanta elegancia y actualidad que muchisima gente le creyó (bueno, Adorno y Schonberg, y Cage lo odiaron por hacer eso)…abrazo!
Querido José: sí, hay algo de eso, aunque como muy bien ha dicho Andrés Fevrier en su crítica en Hacerse la crítica, el film no comparte tanto como se cree con Todo los hombres del presidente: sí creo, como bien vos decís, hay algo de la década de 1970 en él. Es el espíritu de época. Y el ejemplo musical es un poco una descripción estructural de las transformaciones en el arte, con la que concuerdo. ABRAZO
Buena reflexión sobre la película.
De todos modos, aunque no sea insípida como un telefilm dominical, me pareció que (salvo en contadas escenas) se dedica exclusivamente a informar, como cumpliendo la misma función de un artículo periodístico. Cada línea de diálogo y cada personaje secundario o lateral parecen estar en la trama para poner un dato más (sobre responsabilidades de la Iglesia, complicidades judiciales y políticas, sexualidad, educación, herramientas del periodismo, competencia de los medios, etc.). Conmueve, precisamente, cuando se sale de ese criterio expositivo.
Por otra parte, advierto en este tipo de films una intención de alzar la libertad de prensa como bien preciado en el país del Norte (de hecho uno de los periodistas habla orgullosamente de la «independencia» de su diario).
Lo audaz hubiera sido que la película «denunciara» estos delitos sin mediar la investigación periodística previa, y antes que la propia Iglesia asumiera públicamente su responsabilidad ante los hechos. Y que se permitiera algun momento de tristeza en silencio: los periodistas no paran de hablar y trabajar; las víctimas y victimarios parecen como apurados por resumir en pocas palabras lo que representan.
Querido Fernando.
1. Lo más interesante de la películas, al menos para mí, es que todos son secundarios. No lo veo así, excepto por tres personajes vinculados con el poder (abogado y sumo sacerdote de Bostón), lo que tampoco me parece mal.
2. No veo que este film pierda su equilibrio y termine defiendo la libertad de prensa de un modo proselitista; me parece que habla mucho más sobre el compromiso con la verdad que con la expresión libre del periodismo. Sucede lo mismo con la forma de impugnar a la institución eclesiástica. No son los pedófilos el problema; no es un tema de psicología y perversión; es identifcar la incitación que deviene de un sistema y de sus sujetos en él.. Eso sí que es grandioso, y está firmemente dicho en el film, lo que es mucho más interesante que la iglesia pidiendo perdón.
3. Puedo discutir y hacer análisis de lo que un film hace y cómo lo hace, no de lo que debiera haber hecho.
Saludos.
RK
Estimadísimo RK:
– Coincido que es un valor de la película cierto espíritu de grupo que se advierte; incluso los periodistas en cuestión (y los actores elegidos para representarlos) son medio -digamos- grises, sin rasgos heroicos ni una simpatía irresistible. Pero casi todo lo que se dice en SPOTLIGHT parece estar para explicar algo o poner un dato más en el rompecabezas. Alguien habla de celibato y al instante se cambia de tema, la periodista hace una observación sobre el tipo de declaraciones que se necesitan para atraer a los lectores de un diario y al toque se pasa a otra escena, el cura abre la puerta para decir lo que sentía cuando abusaba de las víctimas y al instante su hermana cierra la puerta y a otra cosa… Como si fueran párrafos de un artículo periodístico. Por momentos me pareció más una película hecha para acompañar una edición especial de The Globe, que otra cosa. Pienso lo que haría con el mismo material un Marco Bellocchio, por ejemplo.
– No digo cómo el film debió ser, simplemente permitime desconfiar un poco de la valentía de estos ejemplso de cine «de denuncia» made in Hollywood, con cuestionamientos que llegan cuando el tema ya es «cosa juzgada» (a eso me refería con el hecho de que la Iglesia los reconoció y pidió perdón) y quedan siempre a salvo ciertas patas del sistema. Si hay corrupción o delitos acallados, un grupo de periodistas estadounidenses siempre pueden «salvarnos» y llevar las cosas a buen puerto.
Un abrazo.
Querido Fer:
No veo, sinceramente, que el film se constituya como un institucional de una sección del diario. Me parece que prevalece el equipo de trabajo y no tanto para quién trabajan o representan. Está claro que la sección tiene un prestigio, pero la película no no más allá que eso.
Tampoco veo que se trate de un panegírico a la pureza y una defensa patriótica y liberal de la Primera Enmienda de la Constitución de Estados Unidos. No es tanto la libertad lo que se pone en juego sino el compromiso con la verdad y la justicia, una dimensión que no es jurídica y sí ética y política.
Tu señalamiento de una escritura cinematográfica que emularía el trabajo discursivo de la noticia me parece interesante (y no necesariamente negativo, de ser así). Siguiendo tu línea de argumentación, que no veo que se aplique a los casos referidos a los curas y abusados que el film va agrupando, sí me parece muy pertinente tu señalamiento en el tratamiento del 9/11, cuya gravedad se siente en la irrupción del evento y que luego queda en un fuera de campo excesivo, como si hubiera sido una marca del tiempo y una enunciación que el tiempo se distendió debido a ese evento. Algo se dice en torno a la necesidad religiosa después del evento, pero no lo suficiente. Ahí sí el film toma un atajo.
Desconfiar es necesario y es por eso que empiezo mi texto trabajando sobre el escepticismo con el que se confronta todo lector (y televidente y espectador) con la verdad periodística.
Creo que no es una cosa juzgada meterse directamente con la institución. Lo juzgado hubiera sido poner en evidencia a los pederastas con sus túnicas inmaculadas en primer plano y dirigir así el desprecio de la audiencia para olvidar simultáneamente que el problema reside en la institución, los encubrimiento cínicos de los poderes que le acompañanan y una moral inadmisible que niega los placeres del cuerpo y eleva esa denegación en una búsqueda ridícula de aprobación por un Dios que, en última instancia, debería haber pensado un poco más la función del aparato reproductivo antes de lanzar a sus criaturas en la Tierra (de los deseos).
Abrazo en panorámica.
RK
Muy buena (la «cinta» y la nota). No sé que película vieron los crìticos que dicen «insípida como un telefilm dominical». Tal vez es que estàn viendo demasiadas pelìculas insípidas en serio (o series: los nuevos «telefilms»), y terminan por no poder apreciar las buenas cuando aparecen…
En ningún momento me pareció ver un «telefilm».. Es cierto, abundan los primeros planos, pero no se utilizan «afectivamente». Los primeros planos acercan al esfuerzo moral que están atravesando los personajes pero no buscan impactar al espectador. Por otro lado un telefilm suele tener malas actuaciones y en este caso es todo lo contrario.
Me pareció notable la reconstrucción de época pre digital. Ver a alguien buscando datos en un libro fue maravilloso.
Otro gran acierto de la película es repartir las culpas. La iglesia es un componente mas en el engranaje pollito social de ocultamiento. De hecho los los feligreses parecen estar mas o igual interesados que la propia iglesia en ocultar los crímenes.
Me sorprendió lo rápido que llegó el final, me quedé con ganas de seguir viendo estos actores, quizás lo de telefilm venga por ahí, da para una serie de netflix con el equipo Spotlight.
JDVF:
Creo que el único aspecto propio de un telefilm es la banda musical, no su uso.
Yo también disfruté de la acumulación de archivos, materiales gráficos y búsqueda de registros. El peso de la información se siente en varios pasajes.
Me parece que la valentía del film reside en aproximarse al tema sin apelar a la satanización de los perversos y a su vez apuntar que la institución incita a la perversión y al ocultamiento, Ese anticlericalismo es lo más relevante del film
No veo series, y tampoco soy usuario de Netflix. Aquí no tengo nada para decir.
Saludos.
RK
Quizás sirva de algo (no de mucho) señalar que Boston y Cordoba son equivalentes. Iglesia y universidades. Alto conservadurismo.
Quizas el uso de un recurso clásico de filmar se debe al gris provincianismo de sus personajes y la poca capacidad de pelear contra una institución que en Boston se para como en Cordoba.
Esa cualidad «telefilm» que usan como insulto me parece mas bien buscada como para enfatizar al tipo que sólo «does his job», tan americano. Esto es lejos de un telefilm. Pero es un film de oficina, de rutina, de provincia, de honestidad periodistica no especulador, algo anacrónico hoy. La verdad está en los pantalones y las camisas que usan. Lucen grises. Boston es algo deprimente.
abrazo! (una maquinita me pregunta cuanto es 8 menos 3 para publicar esto. Es 5 no?
Màs deprimente es Córdoba, donde Macri sacó más votos que en Buenos Aires… Habrà alguna pelìcula cordobesa como Spotlight? Bueno, hace rato que no hay una película argentina como Spotlight…
sólo porque he re leído mi pequeño blurb y al decir «algo anacrónico hoy» me refería a un periodismo no especulador, y de ninguna manera a Spotlight, film que me parece excelente.
Córdoba sin duda es deprimente por la razón que señalás, NP, y yo la sufro como un marrano, como se decía antes. Aprovecho para agradecer tu iluminada distinción «ethos/pathos»…
no creo que haya un film argentino como Spotlight…capaz que hay que ser anglosajon para captar ese tono bajo, subdued, sin rutilancias ni ironías…La deuda Interna??…pero el tipo lo hizo en Londres…disculpas si erro mal…(5-2=3)
Por miedo al hectoroliverismo, o simplemente por displicencia, el cine de ficciòn argentino renunciò a hablar de la «realidad polìtica» (para decirlo en términos de Viñas). Y ahora se va a notar mucho más…
En las nuevas matemáticas 1+1 es igual a 3. Ojo. 8 menos 3 puede 10.
Vuelvo sobre el tema, ya que el film acaba de ganar el Oscar y estoy viendo que todos hablan ahora del trabajo encomiable de aquellos periodistas, del poder de la Iglesia, de la problemática de los abusos sexuales, etc. Pero nadie habla de los valores cinematográficos por los que pudo (o debería) haber sido premiada la película, y ni nombran al director (ni yo recuerdo su nombre) o a los productores. En TN la periodista Miriam Lewin dijo que la película parecía reflejar el trabajo que habían hecho ellos sobre el padre Grassi, al mismo tiempo que sus colegas del Boston Globe, y que el cine argentino debería encarar una ficción sobre el caso Grassi. Sin desmerecer algunos méritos que tiene la película, sigo pensando que tiene más que ver con el periodismo de denuncia que con el cine. Y reflota aquéllo de la importancia del «film con mensaje».
Sí hay gente que habla de los méritos cinematográficos de la película. Pero aunque sea poca (pues al fin y al cabo ¿qué tiene que ver el Oscar con los méritos cinematográficos?), o incluso si no fuera ninguna, eso no sería evidencia de que tales méritos no existan o que fueran menores, sino de que hay gente (mucha o poca) que prefiere hablar de otra cosa, nada más. Que Miriam Lewin formule comentarios puede ser materia de otros análisis, pero no demuestra nada por sí mismo acerca de la película. Así, lo extracinematográfico es el comentario, no la película ni su objeto. Muy buena la discusión con Roger. Saludos.
La apropiación del mensaje es inevitable y no deja de ser relevante, paradójicamente, ya que las películas buenas (y S lo es) más que un mensaje organizan una visibilidad del mundo y sus prácticas. Por otro lado, en lo que he escrito y en algunas discusiones he tratado de enumerar las virtudes que tiene. Su falta de virtuosismo no significa que no existan decisiones formales respetables y admirables. Lo admirable aquí es la ausencia de flashbacks y la no satanización de los curas. El problema es mayor: una estructura de creencia y un conjunto de interdicciones que alientan a la perversión. RK
Exacto: «su falta de virtuosismo no significa que no existan decisiones formales respetables y admirables». Justamente, es su falta de exhicbicionismo (en todo sentido) lo que la hace un ejemplo perfecto de comunión forma-fondo.
En cuanto al «mensaje», lo mismo: «organizar una visibilidad del mundo y sus prácticas» es lo que las buenas películas (tanto de izquierda como de derecha…) han hecho desde que el cine merece llamarse arte. Pero de un tiempo a esta parte (nada casualmente el mismo del dominio del posmoderrnismo) parece que hay que escaparle al «mensaje» como a la peste. Explíquenselo a Ford o Fassbinder, por solo nombrar dos cineastas con solo eso en común…
Si es por «mensaje», sigo pensando que el de la película es: siempre habrá «periodistas independientes» (sobre todo en EEUU) capaces de denunciar las injusticias.
De todas formas, es mejor que haya ganado (para que más gente la vea) antes que la de Iñárritu, que en mi opinión tiene algunos méritos técnicos y formales pero es el vacío total.
Luciano Monteagudo lo dice también (y mejor que yo, seguro) en Página/12 de hoy: SPOTLIGHT cumple con uno de los mandatos esenciales y fundantes de Hollywood, «todo puede estar podrido en la cúpula, pero el orden finalmente se restaura gracias a gente común (en este caso, un grupo de simples periodistas), que terminan demostrando que el sistema, a pesar de todos sus fallos, funciona. Y que en esa tierra de promisión que son los Estados Unidos todo es cuestión de voluntad: si se quiere, se puede.»
No estoy de acuerdo con ese punto de vista, y no sé, sinceramente, dilucidar quién lo dice mejor. Considero que esa lectura es «más instintiva» que reflexiva (y que sin duda sí se aplica al último film de Spielberg, por ejemplo).
En principio, la cúpula y el orden social siguen siendo casos de corrupción moral estructural; la podredumbre institucional permanecerá casi intacta después de que la noticia salga a la luz; la investigación solamente da lugar a una cierta visibilidad de algo terrible y permite una corrección jurídica mínima. Lo que importa en ese film no es el tema sino el cómo se aproxima a él. En otras palabras, lo que importa es el compromiso con la verdad, y dado el contexto de ese país (y el nuestro también), no debería ser un tema menor.
De todos modos, hay algo en el señalamiento de Luciano que puede leerse como un elogio inarticulado: aquí no es el individuo el que salva al sistema, sino un pequeño grupo. En realidad, por una cuestión de precisión, no salvan el sistema , simplemente se opone con la fuerza de la verdad a cómo éste esquiva a la misma.
Nada en Spotlight lleva a concluir que ese país funciona, incluyendo la prensa, ya que se trata aquí de deconstruir la presunta apología discreta del cuarto poder que supone tu lectura y la de Luciano. Lo único que realmente puede llegar a sugerir el film de McCarthy es que siempre existen líneas de fugas en el sistema de enunciados que constituye la cosa pública. Es nuestro prejuicio el que le adjudica al triunfo de una noticia un efecto de verdad proselitista como garantía de un sistema. Eso no está en la película, sí, a mi entender, en nuestras cabezas.
Saludos.
RK
Totalmente de acuerdo, Roger. Creo que Monteagudo extrapola esa habitual «moraleja» (presente incluso en cineastas no americanos, como prueba Missing), cuando esta película logra evadir también ese autoindulgente lugar común.
Con cuerdo plenamente con Fernando, me parece idílica la representación de los periodistas y sus circunstancias en torno a la investigación. Es más, ese ese aspecto es determinante para el funcionamiento del verosímil de la narración, se subraya al principio con el perfil «independiente» y amplio de recursos del equipo.
Por otra parte, me parece que hay algo de cierto en la apreciación «telefilm dominical», pero diría más bien, serial dominical, ya que la película tiene fuertes raíces, formales y fondales, con las narraciones de David Simons, onda The Wire, u otras, inclusive una de las temporadas de the wire se aboca al traspaso analógico-digital del periodismo, ni hablar de su estructura acumulativa en torno a investigaciones de orden institucional. Igualmente creo que uno de los valores cinematográficos de spotlight está en el poder de síntesis (editorial si se quiere), en torno a un enorme volumen de información (simétrico a lo que narra), eso me parece evidente cuando se aprecia el orden orgánico de la acción que nunca se detiene -salvo en el avionazo del 9/11- en el avance de la investigación, y el cumulo de información no deja tiempo ni a la mínima contemplación, y se aprecia en ese plano general iglesia/playground, en donde uno de los personajes señala lo que se ve en el plano, el tiempo es narrativamente útil.
Más tarde le respondo; no puedo ahora. RK
Dos méritos a destacar: El principal quizás sea el trabajo con el fuera de campo. En una época en que los festivales de cine y muchos de los críticos, encuentran meritorios las escenas truculentas, cargadas de morbo, o se complacen en proyectar filmes que contienen de manera detallada, secuencias con violencia extrema, Tom McCarthy, el director de Spotlight, evita en todo el filme caer en estas aberraciones. Así no se ve ninguna escena de abuso, y a pesar de que los niños son las víctimas centrales de esta aberrante experiencia, casi no aparecen frente a las cámaras.
Las entrevistas a las víctimas de los abusos se concentran en adultos, que sin dejar de mostrar el dolor por la experiencia vivida en su infancia, pueden, dentro de todo, explicar con cierta contención emocional los detalles de lo que vivieron.
El otro gran mérito del filme tiene que ver con el guión, donde se le otorga al jefe de los periodistas Marty Baron (Liev Schreiber) la tarea de poner el énfasis acerca de que los abusos son un problema institucional de la Iglesia Católica, y no casos individuales aislados, que se han venido repitiendo en todo el mundo donde los curas de esta congregación han tenido alguna presencia.