FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE DE VALDIVIA 2013: VEINTE AÑOS ES MUCHO
Por Jorge García
Hay países en los que un festival de cine se transforma en referencia ineludible para los críticos y cinéfilos (y no sólo de ese lugar). En el caso de Chile, ese festival es el de Valdivia, que en el año 2013 ha cumplido lozanos 20 años. Con la dirección de Lucy Berkoff y Sergio Hernández en sus primeras trece ediciones, en los últimos años, conducido por Bruno Bettati y con la dirección artística de Raúl Camargo, se ha convertido definitivamente en el más importante de su país y en uno de los eventos de ese tipo más significativos del continente. Manejable en cuanto a la cantidad de películas, con un muy buen nivel –más allá de los gustos personales- en su programación, es una cita indispensable para todos aquellos que tengan la posibilidad de acercarse en octubre a Valdivia. Por cierto que –tal como lo señalara su director en el discurso de apertura- también hay problemas que tienen que ver con lo presupuestario que provocan que, vg, la calidad de la proyección en algunas salas deje que desear y también se extrañaron en esta edición los libros (en Valdivia se publicaron algunos fundamentales, como los de Adrian Martin y Kent Jones) aunque sí se pudo presentar Un cine centrífugo, el muy interesante estudio de Carolina Urrutia sobre el cine chileno de ficción realizado entre 2005 y 2010. Y un comentario que puede ser anecdótico, pero no lo es tanto: la muy buena calidad del Diario del festival, el mejor realizado de los que conozco (y conozco unos cuantos).
Una rápida ojeada a la programación nos muestra tres competencias, la internacional, la de cine chileno y la de cortometrajes. En la primera pudieron verse una obra maestra y algunos títulos de gran interés (de los que hablaré brevemente más abajo) y la segunda –de acuerdo a opiniones confiables, ya que no pude ver ninguna- confirmó que el cine chileno sostiene su constante crecimiento y vitalidad, aun cuando en esta selección no parece que haya habido obras particularmente destacables. Hubo tres atractivas muestras paralelas, dedicadas a realizadores muy disímiles, tal el caso del israelí Avi Mograbi, el francés Alain Guiraudie y el realizador experimental argentino Claudio Caldini.
Mograbi –a diferencia de otros realizadores críticos del gobierno israelí (Suleyman, Sivan), vive en su país natal y, según sus declaraciones, no sufre problemas de censura. La completa retrospectiva de su obra proyectada en Valdivia permitió apreciar su particular estilo que incluye una mirada corrosiva sobre las políticas israelíes, con el humor como elemento sustancial y una permanente reflexión sobre las posibilidades (o no) del cine como modificador de la realidad. Se pudo así ver su último trabajo, Once I Entered a Garden, en el que, a través de un encuentro con un amigo palestino, desarrolla sus ideas acerca de la necesidad de una convivencia pacífica entre los dos países. El film cuenta con algunos buenos momentos y un personaje infantil muy atractivo, pero aparece como menos inspirado y original que otros films suyos.
Alain Guiraudie es un realizador francés que cuenta con núcleos de adeptos que valoran su estilo anárquico e irreverente. Debo decir que los films suyos que conocía no me provocaron mayor entusiasmo, pero su último trabajo, L´inconnu du lac, supone un importante salto cualitativo en su obra. Película muy libre y desprejuiciada en su descripción de las relaciones masculinas, ya sean estas amorosas o amistosas, deriva en un insólito thriller y es, por buena diferencia, la mejor película del director y uno de los films destacados del año.
Claudio Caldini ha desarrollado de manera imperturbable a lo largo de varias décadas, una obra encuadrada en los terrenos del cine experimental en la que se pueden encontrar no pocos hallazgos. El tal vez inesperado éxito de público de una selecta muestra de sus trabajos fue una de las sorpresas del festival y permitió comprobar que un cine alejado de las pautas visuales y narrativas habituales también puede contar con una buena cantidad de adeptos.
La sección Visiones Latinoamericanas ofreció la posibilidad de ver en 35 mmm. dos mediometrajes de Joris Ivens, Carnet de viaje y Cuba, pueblo armado, exponentes de un cine de propaganda de altísima factura, el mítico corto Faena, de Humberto Ríos que, más allá de su texto en off pretencioso y grandilocuente, mantiene intacta la fuerza de sus poderosas imágenes y el documental mejicano El grito, único registro de la sangrienta represión sobre los estudiantes mejicanos en 1968 en la plaza de Tlatelolco.
Hubo también una Ventana del Cine Chileno, con varios de los títulos recientes más importantes de esa cinematografía y una sección, 20=10 + 10 en la que directores y programadores de varios festivales latinoamericanos votaron las que, para ellos, eran las diez películas más importantes del continente de las últimas dos décadas. Discutible, como todo listado de esas características y con alguna cláusula incomprensible como la que debía haber necesariamente en la lista una película chilena, permitió, sin embargo, ver varios títulos fundamentales del cine latinoamericano.
La sección más esperada por los cinéfilos seguramente era Gala , ya que en ella se ofrecían títulos de exitosa recorrida en festivales previos. Allí se pudo ver allí Stray Dogs, de Tsai-Ming-Liang, un film que intenta ser una suerte de síntesis de su obra (hay referencias a varias películas anteriores). La película cuenta con muchos pasajes brillantes pero al mismo tiempo hay, en mi opinión, varios planos de arbitraria y caprichosa duración. El brasileño Julio Bressane es un realizador con una obra ecléctica y despareja y Educación sentimental, su último film, narra la relación entre una madura y solitaria profesora y un joven ha quien ha conocido fortuitamente con un tono frío y distanciado. No está para mí entre los mejores trabajos del director. Algo parecido ocurre con Les salauds, de Claire Denis, una realizadora que transita un universo marcadamente personal y que aquí desarrolla un thriller atípico cuyas mejores bazas son las presencias de Vincent Lindon y Chiara Mastroianni en el reparto. El catalán Albert Serra había aparecido en sus dos trabajos anteriores como uno de los directores jóvenes más audaces y originales del cine actual. En Historia de la meva mort, abandona la frescura e inventiva de sus obras previas para desarrollar un relato de tono solemne y pretencioso que narra un insólito encuentro entre Casanova y Drácula. Es posible que sea un film para ver en un contexto diferente al de un festival, pero sus dos horas y media se me hicieron tediosas e interminables. Bruno Dumont, posiblemente en alguna medida debido a su personalidad soberbia y antipática, despierta no pocas controversias entre críticos y cinéfilos. Casi todas sus películas me gustan mucho y Camille Claudel 1915 no fue la excepción. Con su habitual tono austero y contenido narra momentos de la vida cotidiana de la desdichada escultora en el manicomio en el que la había confinado su insoportable hermano Paul. El film cuenta con una gloriosa interpretación de Juliette Binoche y solo en él por momentos me chirria la caracterización de todos los demás internados como auténticos freakies.
En cuanto a la competencia oficial, de la que vi todos los films, sobresalió en ella, ganando merecidamente el premio del Jurado y el de la crítica, E agora?-Lembra me, del portugués Joaquim Pinto. Diario íntimo y personal sobre las últimas décadas de su vida, en las que ha convivido con los virus del VIH y VHC, elude cualquier atisbo de narcisismo y/o exhibicionismo para transformarse en una exaltación de la vida “a pesar de”, que excede ampliamente sus presupuestos iniciales, intercalando lúcidas reflexiones sobre el amor entre hombres, el desarrollo del cine, la crisis europea, la pérdida de los amigos y varios ítems más. Una obra maestra que requiere muchas visiones y un análisis extenso y exhaustivo imposible de desarrollar en estas breves líneas. La revisión de Fango, de José Celestino Campusano, permitió corroborar que se trata de uno de los directores más personales del cine argentino actual, con enorme capacidad para describir –utilizando elementos genéricos del melodrama y el western- universos muy poco transitados por el cine nacional. Me había gustado mucho cuando la había visto en el Bafici, Lukas the Strange, del filipino John Torres. Es posible que las muy malas condiciones de proyección del film hayan incidido para que mi interés en el film se diluyera bastante. El cine español presentó dos obras de jóvenes realizadores; del gallego Lois Patiño, con cortos previos muy apreciados, se pudo ver el documental Costa da Morte, con una elaboración visual muy refinada en sus opulentos planos generales que enfrentan al hombre con el paisaje y una discutible utilización del sonido. De Luis López Carrasco, integrante del grupo Los hijos, cuyos trabajos me parecen artificiosos y superficiales, se vio El futuro, que describe una reunión de jóvenes a fines de los años 80 con el trasfondo de canciones pop de la época. La intención de presentar esto como un anticipo de los tiempos actuales entiendo que no se concreta, aunque es posible que para un español haya en el film elementos inabordables para los nacidos en otro país. Soldate Jeanette, del austríaco Daniel Hoesl, narra el cambio de vida que se produce en una mujer de clase alta cuando se encuentra con la mujer de un granjero. En la línea un tanto “brocha gorda” de las películas de su compatriota Ulrich Seidl. Hubo tres discretas películas con adolescentes como protagonistas, la americana I Felt Like Love, con quinceañera reprimida, la canadiense The Dirties, en la que se detectan ecos de Guy Van Sant y la tailandesa, Mary Is Happy, Mary Is Happy, la más interesante de las tres, a pesar del brusco cambo de tono que se produce en la segunda parte del film. Se vieron también dos film chilenos muy exitosos entre el público, Naomi Campbell, centrado en una transexual de mediana edad y Valentín Cortao que narra la relación entre una joven trabajadora social y un adolescente con antecedentes delictivos. Sobre el restante film de la competencia, la producción australiano-camboyana Ruin, es preferible guardar un piadoso silencio.
Que un festival de cine se mantenga de manera ininterrumpida a lo largo de dos décadas con notable éxito de público y crítica no es un dato desdeñable. El de Valdivia puede jactarse ampliamente de cumplir con esos requisitos.
Jorge García / Copyleft 2013
Saludos Jorge, comparto varias de las apreciaciones!
Gracias, Iván. Se me pasó mencionar como una de las joyas vistas en Valdivia, Redemption, el corto de Miguel Gomes. Obra maestra absoluta.
No hay duda: es una maravilla, una de las grandes películas del año. Le cuento que su artículo se está discutiendo en España en este mismo momento.