FICCIONES PELIGROSAS
El título iba a ser “Ficciones de derecha(s)”, pero a último momento percibí que el adjetivo ‘peligrosas’ conjura el error de suponer que ciertas formas discursivas sobre lo político son patrimonio exclusivo de una posición política específica. El peligro es ubicuo, no importa el espectro ideológico. Espero que nuestro pastor de la lengua, que en este caso es el principal interlocutor pero no el único, pueda pasar por alto esta omisión inicial, aunque seguramente buscará otro pasaje para darse el gusto de menospreciar algún que otro momento castizo de mi léxico. El menoscabo es su ejercicio favorito y un rasgo recurrente en su profusa producción literaria.
El domingo 27 de junio Quintín publicó en la revista Seúl un artículo en el que sostiene que el editorial del 6 de junio del programa radial que conduzco no es otra cosa que un acto de delación. Afirma que la indignación no era solamente suya sino de los otros nombrados, todos críticos de cine, y sugiere que el episodio es la versión microscópica de una práctica común del progresismo vernáculo. Días después de mi programa no le costó confirmar su clarividencia cuando se dio a conocer en una página web el informe “La reacción conservadora”. No lo leí, sí los diferentes repudios que recibió. Diré solamente que si se trata de una publicación abierta no puede ser interpretada como una lista negra (en sentido estricto, las listas negras presuponen un acceso restringido: la vigilancia, el disciplinamiento y la exclusión son prácticas secretas). Si es verdad, como se afirmó en algunos diarios, que se daban las direcciones particulares de algunas personas, repudiamos ese hecho, como repudiamos la reacción violenta de un sector de la sociedad contra los autores del informe. En “Dar nombres”, solo por el editorial y por el informe, Quintín concluye que estamos frente a una caza de brujas.
El silogismo que antecede a la conclusión de esta supuesta cacería ideológica en ciernes en la que soy un eslabón solitario nada tiene de preciso, porque las premisas se basan en meras semejanzas. Las dos situaciones involucran a personas e instituciones que no tienen ninguna relación entre sí. La razón paranoica es pródiga en constelaciones conceptuales insospechadas (como el colorido “complot iraní-cubano-venezolano-mapuche”). Acopiar semejanzas no es razonar causas reales de los acontecimientos.
Quintín tiene talento con la palabra y su elocuencia se ha confundido muchas veces con lucidez. Y es bastante ocurrente: anudó retóricamente estos dos casos y concluyó sin demasiado esfuerzo que se trataba de una demostración empírica de persecución (con una argumentación doblemente falaz: asocia dos fenómenos desligados y me atribuye intenciones imaginadas por él). Si hubiera tenido el deseo honesto de discutir conmigo sobre lo que mi editorial proponía indagar, hubiera sido suficiente intentar dilucidar qué significa ser de derecha(s) o izquierda(s), cómo se relaciona una posición política con la crítica de cine argentina y si existe o no algún vínculo pertinente entre una visión del cine y las posiciones asumidas por algunos miembros centrales de El Amante Cine. Ésa era la discusión. La argumentación paranoica puede servir para la literatura y el cine, no para el debate político y tampoco para el estético.
A principios de junio, Diego Papic, uno de los editores, se comunicó conmigo cuando anuncié por Twitter el tema del editorial. Expresó interés por lo que podía decir, como si hubiera alguna voluntad de dialogar desde posiciones en tensión. Después de la emisión en vivo me pidió el enlace. Cuando la nota ya estaba publicada y ya había sido festejada por los acólitos, Papic se sumó a la algarabía con el término ‘buchón’. No faltaron otras expresiones de adhesión. El profeta había sacado su megáfono y había proclamado la verdad de los perseguidos.
No creo mucho en las discusiones en Twitter, por muchas razones. El TL tiene algo de palimpsesto y las preguntas y respuestas se pierden en el famoso hilo. Reconstruir un contexto de discusión requiere paciencia y tiempo. Alguna vez discutí con Quintín en esa red sobre los despidos en la conducción de la ENERC en el gobierno de Macri. Por algunas cosas que decía, le recordé que no mucho tiempo atrás había insultado a uno de los despedidos. Quintín decía que no había sido así y me dio diez años para que se lo demostrara. Le pregunté si hacía falta, insistió que sí y en menos de dos minutos tuvo que aceptar la prueba irrefutable. Como eso pasó antes de que Twitter le cerrara por incitación a la violencia la primera cuenta que tenía a su nombre, no sé si estos intercambios poco felices persisten en la web. Y no me importa. Pero sí me parece pertinente decir algo de las publicaciones de Quintín en ese medio. El tiempo que le dedica a Twitter es ostensible y es sistemático el vituperio de los usuarios que expresan posiciones políticas distintas a las suyas. En un imaginario índice onomástico y conceptual del TL de “El fantasma de Quintín” figurarían, entre otros, los términos “estalinista”, “castrista” y “comunista”, junto con las descalificaciones diarias del gobierno nacional y bonaerense y de todo aquel que dé a conocer su simpatía por estos gobiernos. Decirle ‘enano’ al gobernador de Buenos Aires es una de sus preferidas. Yo solamente dije que él era un hombre de derecha, y lo dije con respeto, porque en principio es lo que siento por cualquier persona que cree en algo, siempre y cuando la creencia no considere válido el exterminio simbólico o real de los otros. El deseo de señalar, humillar y descalificar es distintivo de su participación en la red. Es su goce privado exhibido en público. El goce obsceno del desprecio constituye toda una estética de la discusión pública. En esta línea y en este contexto, Quintín no está muy lejos de Javier Milei: un espíritu enardecido que no reconoce inhibiciones, que jamás contempla los efectos de sus palabras y que bajo la égida de la libertad de expresión no asume la responsabilidad de sus dichos.
Leí “Dar nombres” en mi teléfono, a la mañana. A la tarde publiqué un solo tuit sobre la nota, después contesté algunas objeciones, en especial las de una persona a la que le tengo cariño y que parecía tan ofendida por una palabra de mi publicación como los aludidos en el editorial. El núcleo del tuit, que es también la tesis de este texto, es este: decir las cosas por su nombre no es dar nombres.
Cuando empecé el editorial, antes de nombrar a Quintín, Javier Porta Fouz, Leonardo D’Espósito y Gustavo Noriega, que fueron el núcleo duro de El Amante Cine, aludí a una idea del filósofo pragmatista Richard Rorty sobre lo que implica el acto de describir a alguien. Para Rorty, cualquier descripción es potencialmente una forma de crueldad. En otro pasaje de Contingencia, ironía y solidaridad, en consonancia con esta observación precautoria, cita a Judith Shklar: “los liberales son personas que piensan que los actos de crueldad son lo peor que se puede hacer”. La afirmación me parece muy atendible, y más todavía en una época como la nuestra en la que se incita a la depreciación impiadosa, se ha destituido la noción de adversario y se ha naturalizado la de enemigo, que tiene que ser vencido, humillado, eliminado. Las desatadas pasiones ligadas al resentimiento y la venganza constituyen el sentimiento fundante del discurso público en casi todos sus dominios de expresión.
En el editorial afirmé que el corazón de la revista que había sido, para bien y para mal, decisiva en la crítica de cine argentina (e incluso en todo el mundo de habla hispana) de los años 90 y la primera década de este siglo estaba identificado hoy con políticas de derecha. Dije que en aquel tiempo no se podía percibir bien del todo, pero que era probable que esa visión del mundo ya estuviera implícita en algunas firmas y textos. Nada tiene que ver con esto la defensa de Clint Eastwood, de ayer y hoy, de los miembros de la revista. Que haya apoyado irrestrictamente durante toda su vida al partido republicano no implica que exista una prolongación directa y mimética de esa visión política en sus películas. Eastwood, como Alexander Sokurov, John Ford y Éric Rohmer, es un artista mucho más complejo que eso. Ni siquiera se trata de validar su presunto clasicismo, el lugar común con el que se lo suele elogiar. Lo más interesante de Eastwood es que pueda haber filmado el adulterio, la eutanasia, la vida en el más allá y el amor de un asesino por un niño con la libertad con la que lo ha hecho, en un registro de suspensión moral que el votante ideal de su partido desaprueba instintivamente. Entre los planos más hermosos de su cine está aquel en el que Tommy Lee Jones yace sin vida y completamente solo en la luna mientras suena Fly Me to the Moon de Sinatra. Ese pasaje es toda una vindicación de la inmanencia, de una vida que empieza y termina en la materia. Y es bastante fácil encontrar contraejemplos para problematizar lo dicho hasta acá, como Francotirador.
La referencia a Eastwood es necesaria porque la defensa de Quintín de la posición política de la revista lo invoca y porque responde directamente a un comentario de Diego Lerer en Twitter: “Una generación de colegas críticos me hizo creer que les gustaba Clint Eastwood por su talento como narrador clásico y no tanto por algunas de sus más discutibles ideas políticas. Pero al final parece que no era tan así…”. La ofensa que causó esa lacónica ironía fue desmedida, y sostenida hasta hoy. Los ofendidos no olvidan. Esta afirmación fue el punto de partida de mi editorial.
Lo que me interesó de esa reacción era volver sobre otra similar de la que fui testigo directo hace unos años. Raúl Camargo había tuiteado algo sobre la crítica de cine argentina y la derecha y recibió de inmediato varias respuestas poco amables reclamándole con una elocuente indignación que aclarara sus dichos. En mi editorial intenté conjeturar la sobreactuación de esta molestia. Pocos son los intelectuales que no tienen prurito en reconocer que sus ideas del mundo tienden hacia la derecha. En nuestra tradición intelectual, la mayoría se ha inclinado hacia una perspectiva de izquierda, a veces bastante imaginaria. En nuestro país, la derecha lleva la marca del terrorismo de estado y la fuerza semántica de la palabra ‘derecha’ activa memorias ominosas de las que ninguna persona decente quiere ser parte.
Lo que me interesaba señalar aquel domingo era el llamativo fenómeno cultural y político del que son partícipes algunos miembros de la revista: el desplazamiento discursivo, las contradicciones en el tiempo y en algunos casos el devenir en apologetas de la coalición que lo tiene como líder al expresidente Macri). Mi interés no es distinto al que me despierta el momento maoísta-leninista de los Cahiers du Cinéma de fines de los 60 y la superación veloz de ese breve período en el que se discutía casi nada sobre las películas y mucho sobre política y la relación de sujeción del cine a las transformaciones urgentes que exigía la agenda revolucionaria. Pero acá la discusión persiste y nunca llega a darse en serio porque se imponen la inquina, la desconfianza y las veleidades que emanan de una ideología no muy asumida, aunque sí ejercida discursivamente. Hace tiempo que pienso en un debate a fondo sobre el tema, signado por una tregua mutua en la que estemos todos dispuestos a pensar la relación entre cine e ideología, un foro creativo en el que se pueda discutir qué significa ser de derecha o izquierda hoy y explorar en qué determina la historia del cine y su presente y la relación entre el cine y el mundo. Pienso que es indispensable, pero casi imposible. Si fuera posible, aquí percibo un método, un camino:
El ponerse de acuerdo en una conversación implica que los interlocutores están dispuestos a ello y que van a intentar hacer valer en sí mismos lo extraño y lo adverso. Cuando esto ocurre recíprocamente y cada interlocutor sopesa los contrargumentos al mismo tiempo que mantiene sus propias razones puede llegarse poco a poco a una transferencia recíproca, imperceptible y no arbitraria, de los puntos de vista (lo que llamamos intercambios de pareceres) hacia una lengua en común y una sentencia compartida.
Con este pasaje de Verdad y método de Gadamer no pretendo ni invalidar los enfrentamientos acalorados ni desconocer ciertas zonas innegociables de las disputas intelectuales y políticas. Lo que sí creo más que ninguna otra cosa es que no se puede renunciar a la verdad en la discusión pública. No se trata de tener razón, se trata de razonar junto a otros que razonan de formas distintas y hasta opuestas.
Pienso que para un encuentro semejante es mejor ir con la cara al descubierto. Hay que pensar la genealogía de nuestras posiciones. La ideología no es justamente una elección o la adopción de una doctrina. En el editorial hablé sobre cómo la ideología ordena una forma de estar en el mundo. Dije que se trataba del fuera de campo del yo, algo así como una fuerza ajena a la visión consciente que determina esa visión y los alcances de una perspectiva (no) elegida. Es por eso que el concepto de autopercepción me parece muy limitado, porque la toma de conciencia de sí no es una tarea voluntaria ni transparente. Hay que pensar contra nuestras certezas. La condición de posibilidad de pensar a fondo reside en tratar de pensar junto a los que no piensan igual.
Roger Koza / Copyleft 2021
Roger: no conocía todos los detalles de esta historia, pero ninguno me resulta sorpresivo. Considero que este es un texto necesario y en cierta forma fundacional en el campo de la crítica cinematográfica argentina. Abre nuevas posibilidades, no para los que tienen posiciones cerradas. Como vos decís, hay posiciones no predispuestas al debate. Pero las preguntas que planteás interpelan también a quienes no suelen participar de estas disputas. En estos años hubo mucho cotilleo en twitter que funciona con una lógica de medias palabras, sin argumentos y con muchos recursos para el agravio directo e indirecto, o para las evasivas y distracciones. Hay una proposición que es el núcleo del texto, más allá de las trayectorias personales: «Lo que sí creo más que ninguna otra cosa es que no se puede renunciar a la verdad en la discusión pública». Es algo que en esta época se echa de menos.
Estimado Oscar: La verdad es lo que se echa de menos. Ojalá este texto y otros sumen en esa búsqueda abandonada hace mucho tiempo. R
Poco que agregar, Roger, a tu respuesta. Quizá solo una o dos cosas.
Primero, algo que tal vez esté sugerido, pero que me parece que necesita más explicitud. Lo que diferencia a tu editorial de la delación (a tu editorial, pero también al informe “La reacción conservadora”, nos caiga más o menos simpático) es el contexto. Si todo esto hubiera ocurrido bajo un régimen totalitario (permítaseme la palabrita) que acosara, obligara a exilio, encarcelara, torturara y asesinara opositores, y si supiéramos que ese régimen persigue -digamos- a personas y grupos que se reputen de derecha, y si La oreja de Bresson fuera un órgano de la comunicación oficial de ese régimen (la única posible, en esas condiciones, a excepción de una clandestina) y allí, fuera ese el corazón o un margen de todo ese aparato, apareciera un editorial que, aun con todo el respeto del mundo, señalara a un grupo de personas como de derecha, entonces, ese sí sería un acto de delación.
Pero nuestro contexto ni remotamente se parece al descripto ahí arriba. Y esta observación no es de detalle porque lo que Q quiere es que creamos, o que alguien, al menos, llegue a creer, que vivimos en una dictadura salvaje que controla los medios de comunicación, que vigila cada palabra, en cada rincón, y que castiga en consecuencia. El objetivo de Q no sos vos Roger: es cualquier intento de construir un acuerdo nacional más justo, más democrático y del que, por lo tanto, el peronismo, y el peronismo en su expresión kirchnerista específicamente, no solo no puede estar excluido, sino que debe ocupar un lugar de relevancia. Y vio en tu editorial una oportunidad de reforzar su causa.
Con esto, no quiero, desde ya, provocarte una herida narcisista -sé que eso no es siquiera posible-, pero tampoco -y que quede claro- minimizar la violencia de Q específicamente dirigida hacia vos, de un modo ruin e injustificable. Solamente, ponerla en contexto.
Por otro lado, naturalmente, a qué llamamos “derecha” y a qué “izquierda”, cómo las definimos, en torno a qué valores y a qué prácticas, es objeto de discusión. Desde un punto de vista más práctico, además, esas atribuciones varían no solo a lo largo de la historia, sino también, sincrónicamente, entre sociedades: a cualquier argentino medio, probablemente, le resultara curioso lo que un estadounidense medio entiende como “izquierda”. No es aquí el lugar para abundar acerca de esta discusión, pero diría que es muy de derecha considerar los fenómenos de modo aislado, atribuirles un valor absoluto, cuyo signo no se decide en un campo de fuerzas y de relaciones, sino que les ha sido otorgado previamente a partir de especulaciones abstractas. Seguramente, un hábito intelectual conectado al individualismo fundante de su pensamiento que, precisamente, define a las derechas de todo el mundo. Justo, lo que hace Q en su lamentable artículo.
Querida Carla: leo lo que decís y me permite comprender mejor algunas cosas que no llegué a desarrollar pero sí consideré en mis pocos momentos libres en los que podía dedicar tiempo a responder la nota de Seúl. Pronto viene otra de Nicolás Prividera, hoy o mañana, que el autor redactó el domingo pasado tal cual será publicada. En ese texto NP trabaja a fondo sobre el tema de contexto. Yo sentí que debía contestar primero, y no por cuestiones narcisistas, sino por el inesperado protagonismo que me atribuyó el guionista. No pude publicar mi respuesta en los primeros días porque tenía mucho trabajo que resolver y llegué recién el viernes con la respuesta. Entre la de NP y la mía, me parece, abarcamos bastante de lo que se puede decir ante un texto como el publicado por el crítico de cine de Seúl. Muchas gracias por haber dejado de este comentario. R
Roger, quiero insistir, enfáticamente, en que mi esbozo del contexto no debería leerse como una banalización de la agresión y de la infamia dirigidas de modo específico y canallesco contra vos. Solo me pareció necesario inscribirlas en ese cuadro.
Por lo demás, tu artículo se interna en cantidad de cuestiones clave que, en mucho, exceden la mera respuesta a Q; que a nadie se le podría ocurrir calificar de narcisistas -lo mío era medio un chiste por correrte de esa centralidad que, en efecto, Q te dio-; y que son, también, las que de verdad hay que discutir.
Abrazo.
Compañeros lectores, estábamos hablando con Carla sobre la discusión en el post de Nicolás y nos pareció que quizás me equivoqué al dejarlo allí en vez de acá. Lo copio aquí también puesto que retoma algunas de las cuestiones planteadas por Roger en este hermoso texto. Abrazo
«Buenas:
Me parece que lo más importante de la discusión original radica en cómo nuestro arte se ha desarrollado en relación a los «proyectos de humanidad», si se quiere, del siglo pasado. Efectivamente hay una relación problemática ahí que debe ser tratada con más rigurosidad que la defensa a ultranza de una supuesta independencia del cine frente a «factores externos» (Estado, Mercado) y también de ciertos automatismos a la hora de denunciar un ocultamiento u ofuscación posmoderna de antagonismos, etc. A mí me resulta extraño pensar en una obra, la propia por caso, como algo desligado a ideas sobre qué es la humanidad, su rol en el cosmos, etc. Esto no quiere decir que todas las películas tengan todas las respuestas para todo, o que haya que hacer extrapolaciones automáticas y perezosas como se podría hacer con el cine de Eastwood y tantos otros. La pobreza de una película como Yo, Daniel Blake, por seguir el ejemplo que pone Roger en la editorial, emana precisamente de sus concepciones políticas sobre qué es la ficción, qué es un espectador, etc. Lo mismo, por ejemplo, cuando Zuckerfeld afirma en la muy discutida presentación conjunta de LVU y RC, que los productores de ahora «te dicen mm ponele esto, sacale esto acá» justamente está describiendo una concepción político-didáctica del productor, la cual ha emanado, entre otras cosas, de las aplicaciones del big data en el marketing research, lo cual se deriva de transformaciones muy profundas en las lógicas de acumulación y reproducción del Capital, etc. Hace poco leía en X-Risk de Moynihan sobre la erupción del volcán Tambora en Indonesia y cómo ese evento afectó de formas muy dispares las obras de Turner (los atardeceres en el hemisferio norte cambiaron radicalmente de color durante un período de tiempo), Lord Byron, Shelley, etc. Es un ejemplo interesante porque el volcán es algo que uno no percibe inmediatamente y que sin embargo afecta de manera radical la composición geológica del planeta, sus condiciones ambientales, etc. Es decir afecta de manera directa las condiciones materiales de nuestra vida, de la misma manera que la política lo hace con la vida de un crítico, un cineasta y los espectadores. Uno se puede hacer el boludo, pero el volcán está allí. Mi idea es que, siempre, en todos lados, hay un volcán Tambora en ebullición y que es cosa digna y valorable el intentar encontrarlo, comprenderlo y, si es posible, dirigirlo, y que, en nuestro caso, esa es una tarea que se realiza a través de imágenes y sonidos. No que éstas son vehículos para realizar una empresa ajena a ellas sino más bien que la empresa y el vehículo son la misma cosa, puesto que, cuando hablamos de buen cine, éste no puede hacer otra cosa más que expandir y revolucionar nuestros sentidos y pensamientos, aun en contra de nuestra voluntad. Es por esto que creo que aquellos que buscan defender a ultranza la “autonomía” del cine son justamente aquellos que menos creen en él, en sus posibilidades, en su futuro, que están abogando no en una liberación del cine frente a las obligaciones del «sentido» sino más bien en una liberación de las consecuencias que el cine podría tener para uno, en la propia vida. En definitiva, que son ellos quienes lo domestican. Por lo tanto, sí, lo que quería decir es que sí, el arte es proyecto (uno agujereado, enquilombado, contradictorio y, sobre todo, abierto), porque la humanidad misma lo es, porque en el vértigo de nuestras vidas estamos obligados a proyectar, aunque no queramos, nuestro futuro y el futuro de nuestros pares. Esa es para mí la discusión más importante y en líneas generales esa es mi opinión.»
Pablo: He leído todo lo que has escrito; no te he podido responder(te) porque llevo días de trabajo en trabajo y ya no cuento con la fuerza necesaria para decirme «hoy no duermo y respondo todo». La enfermedad de moda que pasó dos veces por mí me ha sacado fuerza. Tengo voluntad, no siempre energía. Agradezco tus palabras, y siempre me gusta leer tus ideas.
En mi modesta opinión, si no lo único al menos lo primero que corresponde venir a hacer acá es dejar claro como el agua que el artículo de Q es una canallada y que no es posible decir de modo mínimamente razonable e intelectualmente honesto que el editorial de Roger constituya una delación. Todo lo demás, si falta eso, está un poco fuera de lugar. Naturalmente, cualquiera tiene toda la libertad de poner lo que se le ocurra; y no porque se la garantice la Constitución Nacional y los Derechos del Hombre, sino porque se la garantiza el dueño de este blog que, de antemano, no tiene ninguna obligación de publicar nada: qué sale y qué no sale acá es su legítima atribución decidirlo. Así que si alguien publica en este blog es porque él lo permite y él -Roger, claro- permite todo. Permite y hasta alienta que vengamos a decir cosas incluso en contra de sus opiniones. Y, en el extremo, contra él mismo.
Por eso, quizá no tan curiosamente, no solo casi nadie vino a decir que el artículo de Q es una canallada, que denunciar a Roger por delator es de una infamia ridícula (si esas dos cosas pueden ir juntas), sino que además una de las pocas voces que se pronunció sobre la cuestión específica lo hizo para decir -¡en el blog del agredido!- que el agresor tenía razón. Claro, en la revista del agresor no podía hacerlo porque esa revista no permite comentarios, seamos comprensivos.
Como sea, creo que me perturba más el silencio de varias otras plumas, tantas veces tan presurosas cuando se trata de promoverse a sí mismas. Incluso, en este blog. Pero no se alarmen nadie será enviado al gulag por su silencio.
[Pablo, perdón, vine por lo tuyo y me fui -aunque solo parcialmente- por las ramas. Era necesario].
Toda la razón Carla, no lo mencioné, asumí que mi posición estaba implícita en lo que escribí. Lo que escribió Quintín es una de las cosas más bajas y tristes que yo haya visto. Ese era el punto de partida de mi texto. Que quede claro. Un abrazo amiga.
Pablo, como decís, yo misma te alenté a poner tu comentario acá y estaría muy mal que ahora te lo reprochara. Cuando escribí, no pensé en eso. Vine para releerte con detenimiento, y en el trancurso lo otro empezó a ocupar más lugar en mi cabeza, lo escribí y lo mandé. No eras vos, tampoco ninguna otra sola persona en particular, mi destinatario. Si hubiera sido así, o si me hubiera dado cuenta, te lo habría dicho antes a vos, por otro medio. Repasando todo, veo que, sin embargo, puede leerse de ese modo. Y, bueno, si sirvió para que por fin se dijera acá con todas las letras que el artículo de Q es una bajeza, no me arrepiento para nada, a pesar del malentendido parcial.
Está muy bien decir que es una bajeza, pero hace falta algo más que un desagravio… No veo mucha voluntad de hacer una lectura crítica, no de la nota en si sino de lo que implica. En relación al campo cultural en general y el del cine en particular.
* una de las pocas voces que se pronunciARON. 😱
Por pudor, solamente por pudor, querida Carla, solamente te diré gracias, muchas gracias. R
Más allá del curioso hecho de que cada uno pone lo que se le canta aunque no venga a cuento en relación a la nota, pelo es venir a tirar un comentario y salir corriendo… Igual al lado de los que hacen silencio hasta eso parece mejor que nada.
*Peor
No te entiendo, Nicolás. Yo estoy acá, pero muy probablemente no hayas dicho esto por mí.
De ningún modo lo dijo por vos. r
Obvio.
Quizá en la estructura subjetiva predominante en la crítica cinematográfica actual el asunto de la operación Quintín/Seúl no se considera algo relacionado con la crítica cinematográfica: es decir, parece suponerse que la crítica cinematográfica sólo consiste en hablar de películas y la crítica misma no es objeto de reflexión. Es un problema que parece enredado, pero una de las cuestiones más interesantes que un crítico tiene para pensar es sobre qué fundamentos se basa su juicio estético. Se me ocurre que, si uno solo habla de películas, tiene su objeto mucho más acotado y no corre peligro de que se infiltre el mundo. Cuanto más cercano es el plano, más mundo deja fuera de campo. Pero sucede que la operación realizada por Seúl/Quintín es un objeto a ser tratado por la crítica cinematográfica, porque hace al vínculo del cine con el mundo.
Lo que impera, en cambio, es una especie de «pacto de caballeros» (muy careta: «querido Tal, estimado cual») según el cual es mejor no meterse en problemas y reducir la escritura sobre el cine a escribir sobre películas. Pero si la producción cinematográfica no es autónoma, ya que no habría películas sin dispositivos de producción, distribución y exhibición, tampoco habría crítica de cine sin un dispositivo que la sustente. Ese dispositivo es por un lado la tradición crítica en la que un crítico se inscribe, pero también el proyecto político (entendido en un sentido amplio, no de filiación partidaria) desde el cual se escribe,. Cuando un crítico habla sobre las películas lo hace desde el mundo y lo hace con otros, para otros, contra otros (aunque parezca obvio recordarlo, pero en los textos se encuentran las huellas del esfuerzo por desalojar el mundo de los textos). Un recurso muy de moda es hablar de las sensaciones que el espectador tiene al ver una película (lo que no es irrelevante, claro, pero tampoco sale de la nada, también se funda en una posición).
La clave creo que se encuentra acá: el crítico de cine mira y escribe desde una POSICIÓN. Y en el hilo de comentarios del post de NP relacionado con este, se ve que justamente pensar las posiciones es algo que resulta muy molesto y hay una tendencia fuerte a eliminar todo pensamiento acerca de las posiciones. Entonces se recurre a metáforas espectrales en la que parecería imposible detectar la posición del que escribe, que se escurre por todas partes porque quiere borrar las huellas de su posición.
Aún así, esto no es posible: el que se vuelve un espectro cuando escribe sobre cine está llevando a cabo un acto muy concreto de irrealización de sí mismo, lo cual no deja de ser una posición política alienada.
Por eso twitter es mejor para irrealizarse, porque con el sistema de retuits y «me gusta» uno tira la piedra y esconde la mano.
Por cuestiones de tiempo, principalmente, yo no respondo a fondo los comentarios que escriben en esta nota y otras. Pero por respeto y agradecimiento siento que debo decir algo.
Posición: en el texto inicial yo intenté abordar las condiciones de posibilidad de saberse en una posición y por lo tanto asumirla. Eso significa dos cosas: una experiencia de teoría en la que se vuelva cuantas veces se necesite al punto de partida y fundante de la posición asumida; una praxis (en la escritura y más allá de).
Espero escribir más adelante sobre esto en relación con la crítica. Siempre que doy mis clases en el taller de crítica de Otros Cines (y en otros espacios también) leo fragmentos de un capítulo inicial de Crítica y ficción de Piglia. Es muy esclarecedor.
Muchas gracias por tomarse el tiempo de escribir y pensar sobre todo esto.
R
Nicolás pide una lectura crítica de lo que implica la nota de Q; no voy a hacerla porque me parece que basta, al menos por ahora, con lo que ya dije sobre ella. No hay ahí tanta más tela para cortar, creo -quizá me equivoque-. Pero no solo no hubo lecturas críticas de la nota de Q, tampoco hubo manifestaciones sobre la cuestión, o las cuestiones, de fondo que plantea Roger, ni sobre el amplio debate que propone.
Hice una larga reconstrucción de sus exposiciones en la radio y acá, pero creo que no es necesario publicarla y que incluso sería fatigosa. Todo está ya disponible. Anoto, nada más, dos posibles corolarios de esas exposiciones, que incluso podrían -solo digo que podrían– excluirse mutuamente. Si lo hago mal, por favor, corríjanme.
Por un lado, se sugiere que, ante la orfandad de modelos, la derecha cinéfila local -que tiene un pasado común en la redacción del la revista El Amante- ve en Eastwood uno quizá muy conveniente, porque compagina (no diría que compatibiliza) posiciones bastante extremas en la política estadounidense (que alguien podría emparentar con las suyas propias acá -digo yo-) con un cine complejo y casi siempre sensible, muy lejano de cualquier fanatismo, ingenuidad, o forzamiento.
Otro corolario, o hipótesis, podría ser (tengo muchas dudas) que existe una continuidad entre el tipo de acercamiento al cine de ciertas figuras de El Amante, ya en tiempos de la revista -incluida la fascinación por Eastwood- y el derrotero político posterior de esas mismas figuras, que devendrían cinefilia de derecha. De modo que una compulsa más atenta de los textos de El Amante, aun si la revista albergó redactores de inclinaciones políticas muy diversas, quizá nos sorprendería por la familiaridad de algunos motivos y argumentos de entonces con los que suenan hoy en las plumas de esa crítica de derecha. No sé si con esto no estaré forzando demasiado.
En cualquier caso, hay una conexión entre estética y política que es lo que tenemos que pensar. Y quizá develar, descubrir. Este es el debate que propone Roger: una gran conversación en la que pensemos juntos los supuestos, lo implicado, lo menos consciente (“fuera de campo” -dice él-) del conjunto de los enunciados de la crítica, durante por lo menos los últimos treinta años. El editorial de Roger casi no presenta conclusiones, apenas preguntas, a partir de algunas constataciones bastante evidentes.
No sé si esa discusión tal como ha sido propuesta sea posible. Y tampoco sé si es deseable. Entiendo por qué Roger piensa que sí, pero de todos modos tengo dudas. Sin embargo, creo -y lo dije en varias conversaciones más acotadas- que nada nos impide, sea cual sea la amplitud del arco que esté representado en ese debate, llamar a un encuentro de la crítica (y quizá no solo de la crítica) para debatir su estado a treinta años de la aparición de EA, por ejemplo.
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Ahora, ¿no hay también un fuera de campo en el editorial de la radio y en la exposición de Roger en este post? Me parece que sí y que ese fuera de campo es justamente la política pura y dura. Uso acá “fuera de campo”, que siempre connota algo que, de algún modo, se deja sentir, porque está claro que la política (incluso la pura y dura) no está lisa y llanamente negada, es solo que no tiene el lugar que merece en las explicaciones, o intuiciones, sugeridas o esbozadas.
Y esta no es una petición de principio. No digo, por ejemplo, “la política siempre explica todo, por lo tanto, para entender qué pasa con la crítica en Argentina, tenemos que ver qué pasa con la política”. Aunque este no sea el lugar para exponerla, hay una argumentación que sostiene que el orden de la política general, en Argentina, es decisivo en los clivajes específicos del campo de la cultura (y, aunque no se expongan acá sus razones, es una conclusión que seguramente a nadie que conozca de qué se trata le sonará muy descabellada).
Es cierto, hay que pensar las conexiones de la estética con la política, pero sugiero que si entendemos esto puramente como la elucidación de lo que haya de político en la forma, para el caso, no nos va a alcanzar. Otra cosa es, por ejemplo, lo que propone Silvia Schwarzböck en Los espantos, mencionado también por Roger. Lo que hay ahí es una redefinición del objeto histórico (aun si contemporáneo), la postdictadura, como objeto estético, y la exigencia consecuente de una entrada por la Estética. Creo, sin embargo, que el que se trata acá es un asunto más simple, al menos, más simple de enunciar: no vamos a entender el “giro brutal” -como lo llama Nicolás- de Q, si no vamos a ver el replanteo radical del campo -y de cualquier campo que definamos- al que obligó la irrupción del kirchnerismo y la potencia, sin solución de continuidad, de esa irrupción, hasta el día de hoy (y tal vez no sea alocado decir que para siempre) en la política argentina. Lo mismo puede decirse del peronismo clásico. Y muchos de los posicionamientos desde 2003 hasta ahora, venían ya marcados por aquella experiencia. O por los relatos que de ella se hicieron. (Y no es que vuelvo a esto porque -¡ay!- soy peronista; más bien, si alguna vez, hace mucho, me hice peronista fue, entre otras cosas, porque me di cuenta de esto).
Dice Roger, y es cierto, que las preferencias cinematográficas no se deducen automáticamente de los posicionamientos políticos. Es cierto, pero el ejemplo del gusto de la derecha argentina por Nanni Moretti quizá no sea el más adecuado para ilustrar la idea -también eso se entiende mejor teniendo en cuenta al peronismo-. Y creo que no lo es por algunas cosas que decía acá Juan Zino, en 2017, en un texto mucho más importante que el que podía esperarse de la crónica de una jornada de festival, y que hay que volver leer cada tanto. Que hay que recordar, porque el peligro no son los gulags y dictadores imaginarios, sino la risa cínica de la derecha realmente existente con la que no queremos que nuestras risas se confundan.
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Y después de todo esto, me sigue quedando pendiente la respuesta que le prometí a Pablo cuando puso su texto acá. Un texto que también quiere abordar, y aborda, la discusión de fondo (quizá por eso nos precipitamos a querer que apareciera, sin notar que le faltaba algo importante) y que también merece ser leído discutido, sin recelos.
Carla:
creo que dijiste la palabrita que faltaba, cuya falta se hacía atronadora: peronismo, el hecho maldito de la crítica cinematográfica, porque si circunscribir el peronismo en términos políticos es un verdadero tumulto, tratar de pensarlo en términos del cine ni te digo. Hasta ahora el debate era una vuelta en calesita alrededor de la derecha y la izquierda, pero esos son conceptos que en Argentina se usan a la bartola, lo que le permite decir a Llinás que es de izquierda porque escribe en la revista «Estabilidad». Es obvio que en Argentina Noriega puede decir que es de izquierda, juntarse con Pepín y apoyar el golpe en Bolivia y no encuentra ningún conflicto en eso. Pero cuando decís «peronismo» la cosa se pone más peleaguda, sobre todo porque en los períodos en los que el peronismo estuvo en el gobierno no se dedicó a fomentar un cine «peronista», a pesar del mito que quiere instalar Llinás en sus notas en la revista de izquierda «Estabilidad». Eso de que el peronismo en el gobierno no tiene ninguna línea cinematográfica reconocible lo dice Prividera y tiene razón. Película de «izquierda» puede pretender ser cualquiera, desde El estudiante hasta La patota, qué sé yo. El peronismo en el cine lo filma desde el peronismo Favio y en una época Solanas, Cine liberación y algunos que me olvido y pará de contar. Una crítica cinematográfica que piense desde una posición peronista creo que no existe, aunque sí tenemos a izquierdistas como Llinás.
Una vez más traigo a colación a Weber: las referencias al peronismo en sus dos únicas películas son interesantísimas y cordobesísimas: el Navarrazo, un episodio que no sé si alguien más alguna vez alguien refirió en una película. Es notable que él lo haga en la misma película en la que muestra los sistemas de vigilancia policial del cordobesismo. Y en Homenaje… hay una breve referencia a los archivos de la época de Onganían como preludio al capítulo del Estado Islámico. Al final el espectro que recorría este debate era Perón.
(Quizás el libro sobre peronismo y cine ya se hizo y yo soy un burro, no sé…).
Está el libro de Clara Kryger, «Peronismo y cine», pero no sé si es el libro que conduciría a una lectura del presente sobre el peronismo como significante maldito en esta discusión. Este es el tema, pero no dejaría el otro abordaje inicial: es decir, pensar el peronismo es inevitable y necesario, y con este volvería sobre las categorías de izquierda y derecha, historizándolas y viendo la pertinencia de estas en la discusión del presente. Me voy a dormir. Adiós. R
No, ese libro se ocupa del primer peronismo. Si título convoca más bien lo que falta: que hizo el cine con el peronismo, más que el peronismo con el cine. Ese ensayo es uno de los tantos que aún nadie ha escrito. Igual no dejaría de lado las variables derecha e izquierda, porque también definen al peronismo, que quiere abarcarlo todo pero no es eterno, salvo para el antiperonismo.
El peronismo es ese objeto poroso y no idéntico a sí mismo como el antiperonismo querría que fuera. «No dencansa en sí» lo que es un problema que da una medida de su precariedad, a la vez que una virtud que lo hace mutar con los distintos contextos mundiales. Si no tuviera una reserva de resistencia en su historia, no habría sobrevivido a la licuación menemista de los 90. Obviamente hay mucho menemismo todavía residual y más de un dirigente esperaría, desde el propio peronismo y desde el antiperonismo, que prevalezca la cepa menemista. El cordobesismo es una de las cepas más letales, como vemos (perdón por las analogías naturalistas). Los problemas son recíprocos: ni el peronismo sabe qué hacer con el cine ni el cine sabe qué hacer con el peronismo. Pero una cosa que se fue aclarando en este debate es que eje izquierda/derecha no contiene todas las posiciones políticas locales, porque el eje peronismo/antiperonismo tiene una fuerza sorprendente. Y además habla de una tradición política ante la cual el reduccionismo derecha izquierda se estrella continuamente. Lo que creo ver es que la crítica cinematográfica argentina no conquistó nunca la interrogación de este problema. Es decir: hasta es posible que a regañadientes la crítica asuma una oposición derecha/izquierda, lo cual en nuestra tradición le demanda a la crítica una cierta tranquilidad: todos se consideran progresistas. No existe lo que en la literatura pensaron autores como Viñas, Piglia y Horacio González, eso de moverse en la dificultad de pensar la cultura argentina desde una historia no reduccionista.
De todos modos, si el libro citado solo se remite al primer peronismo el problema es que el peronismo siguió mutando durante medio siglo. Y en todo caso es notable que el cine argentino parezca no haberse dejado afectar por el peronismo más que en contadas excepciones, mientras que en la literatura como el la política dura no deja de ser el problema principal.
Querida Carla: Acabo de borrar sin querer una extensa respuesta a tu texto; no lo puedo creer, porque ya no puedo volver del mismo modo sobre la misma.
Sintetizaré:
1. Lo que decís en esta última intervención resulta casi la verificación de un fenómeno del que siempre sospeché, pero que descubro posible: la lectura de la mente, Lo que decís es literalmente lo que pensé.
2. El otro fuera de campo lo fue enteramente en el texto, no del todo en el programa, pues este se hizo sentir tenuemente cuando yo nombré «Los espantos». Eso lo llevó a Quintín a emplear el término «nauseabundo». Con esa mención comenzaba a nombrarse la «política dura». Es que «la vida de derecha» como único y último horizonte de todo encuentra en el PRO su cara parlamentaria y asimismo una cultura que la sustenta. Mal que le pese, él es un redactor cotidiano de esa cultura, un devoto, un intelectual orgánico.
Todo el cariño para vos. R
Hay que escribir en Word no directamente aquí. De paso para convertir esos comentarios en textos autónomos, como evidentemente está deriva pide.
Me sacaste las palabras de la boca.
Gracias, Roger!
¿Vos decís que te estuve leyendo la mente? ¡Pero qué phenomena!
Con “fuera de campo”, no quise que se entendiera, y por eso lo aclaré especialmente, que la política pura y dura estaba negada u omitida en tus intervenciones -escuché muy detenidamente el editorial, además de leer tu post, y lo sé-. Solo, decir que un programa puramente estético-político (tal como lo entendemos, si no hacemos más precisiones) no basta para dar cuenta ni de los posicionamientos, ni de lo no dicho en el campo de la crítica de cine (y en el campo cultural argentino en general).
Y, por favor, vos y todos, ¡escriban sus intervenciones en archivos de texto aparte! No puedo creer que siga pasando esto a esta altura de la soirée.
Abrazo!
Puso esta respuesta que iba en el comentario de Roger, acá. Y tampoco me está dejando responder otras cosas. En fin… Y ¡usen Word (o similares)!
Así entendí lo que escribiste, pero lo que hacemos acá es compartir con otros lo que estamos pensando y las aclaraciones cuentan por eso.
PS: ¡Qué suerte para la desgracia! ¡Aguante Biondi!
Oscar, pego acá mi respuesta a la tuya anterior, a la primera, porque no me deja seguir en ese hilo.
Gracias, Oscar.
Sí, en efecto, es imposible esta discusión sin salir del esquema izquierda – derecha que siempre se puede usar, y se usa, de cualquier modo. Una vez más, las categorías precisan no solo ser definidas, sino ser definidas al interior de un campo de fuerzas. Pero, como decís acá (y como viene diciendo Peña), cualquiera puede decir cualquier cosa, que total no pasa nada. Si hablé directamente del peronismo y eludí traer la cuestión de la derecha y la izquierda (que sí mencioné a la pasada en mi primera intervención) fue para tratar de evitar las confusiones acerca de lo que dice Nicolás más abajo: no se trata simplemente de desechar “las variables derecha e izquierda, porque también definen al peronismo”. Cierto, pero mucho menos podemos hablar de derecha e izquierda en Argentina, sin ir a ver cómo el peronismo reconfiguró el campo -no de una vez y para siempre, sino en un proceso que sigue bien vivo-. Aunque esto lo sabemos, y forma parte de otra discusión -tampoco porque sí fue que puse en itálicas que me hice peronista-.
Menos conocido es -descubrí hace no tanto para mi sorpresa- que la izquierda clásica argentina siempre se haya reconocido en la tradición liberal y unitaria (ignorancia que dio lugar a no pocos equívocos durante la discusión de Concierto para la batalla de El Tala). Una coincidencia, después de todo no tan sorprendente -algo de esto estaba en mi intervención anterior, y lo quité al publicar-. Lo que quizá sí debería sorprender más -creería- es que entre los sentimientos que liberales de izquierda y de derecha más comparten (por lo menos, o más consistentemente, desde la aparición misma del partido federal, si me permiten decirlo medio así, a lo bestia) está el desprecio profundo y arraigado por el pueblo. Por todo lo que sea popular y plebeyo -es decir, para ellos, ajeno, inconmensurable y, por lo tanto, amenazante-.
Bueno, me perdí un poco. Lean la nota de Juan Zino que dejé en una intervención anterior.
La recepción del liberalismo político en Argentina es otro tema a profundizar. Mi plan de trabajo imaginario sería leer lo que me falta (y es muchísimo) de la obra de Tulio Halperín Donghi y al mismo tiempo estudiar a John William Cooke. Desde ahí proyectaría estas líneas del pensamiento en el presente y trataría entonces de analizar el campo del cine del 90 hasta nuestro tiempo. Quisiera, además, tener 4 vidas al mismo tiempo: ver cine, leer, escribir y otras cosas que la dejaré en fuera de campo. Sinceramente, me desespera la conciencia del tiempo finito y los impedimentos materiales concretos que amenazan siempre mi cotidianidad. Dicho esto: leí lo de Zino y es otro episodio y precedente de esta discusión. Es una pena que no aparezcan otros interlocutores: los jóvenes de la crítica, por un lado, y también algunos de nuestra generación que estén pensando en otra dirección a la nuestra. Tal vez para contradecirnos, polemizar y también para ver si después de la fricción se puede llegar a ver algo más que nadie puede ver por sí mismo.
Un seminario propedéutico de historia intelectual y de las ideas argentina. Yo me ocupo, vos fumá y dedicate un poco al fuera de campo(?).
De acuerdo Carla. Creo que además de derecha izquierda y peronismo antiperonismo, en la página Ojos abiertos hay que revisar el clivaje abajo/arriba, porque nunca sabemos a quién le estamos contestando!
¡Qué lío es esto! Cuando los comentarios lleguen a su fin tal vez los ordene en un post completo. Ya veré. R
No me parece taaanto lío. Aunque puede ser que sí sea porque preguntaron por privada si estos comentarios los administran desde Seul.
Por privado también preguntaron si se administra desde Pionyang. ¡Cosa de locos!
Estimados: la historia intelectual o de las ideas en Argentina ya tiene una tradición, cuyos últimos exponentes fueron, entre otros y por nombrar dos opuestos, Terán y González. No sé si estamos acá para reponer toda esa estela (harían fallta varios seminarios), yo me conformaria con señalar que falta algo así en el cine argentino, y no solo en relación a la crítica. Pero en Puán no parecen muy interesados en esto…
Ni ahí estamos para eso acá. Ni Roger ni yo hablábamos de acá -creo-. Pero estar, yo estoy, ¿cómo no?
Consulté las bases de datos de proyectos de investigación de Puan: no hay nada ni parecido, por lo menos no con beca ni subsidio. Vos sabrás decirme mejor qué pasa en la UNA y en Sociales al respecto.
Acá, estamos para un «¡Dale, campeón, dale campeón…!», eso sí. [Pour épater le bourgeois] 😱
No creo que encuentres nada parecido en ningún lado. Hay que preguntase por qué… O responderse. Y hacerlo. Pero no puede ser que siempre seamos los mismos. Como en esta discusión.
Buen día. En algunos comentarios del texto escrito por Prividera, se hace alusión a la gravedad de algunos silencios: «Efectivamente, es relevante explicitar desde dónde se habla, es relevante marcar cuando el otro no lo hace aunque llore 1984 y, tal y como demuestran algunos silencios estruendosos en esta discusión, no hay nada peor que hacerse el boludo, cuidarse el culo y quedarse callado cuando te conviene», escribe Pablo Martín Weber. Como en paralelo el mismo comentarista escribió por privado a Ramiro Sonzini cuestionando la falta de posicionamiento de la revista “La vida útil”, decidimos responder a su pedido ya que nuestro silencio nada tiene que ver con “hacerse el boludo, cuidarse el culo y quedarse callado cuando conviene”. Quizá demasiado ingenuamente pensamos que nuestra posición caía de maduro y/o poco podía importarle a alguien.
Plantear que Roger Koza es un delator es una calumnia repudiable en todos los sentidos. Además de la importancia que tiene como divulgador de películas y cineastas no canónicos en nuestro país y el extranjero, su mayor virtud es el ejemplo de ética profesional y calidad humana que ha sostenido a lo largo de tantos años de trabajo. Roger es una persona generosa como pocas, que carece de cinismo y cree y valora el respeto por el otro como principio humano.
Ejemplo de ese respeto es el texto con el que Roger responde a Quintín y en el que, además, propone una posible manera de salir del ahogo discursivo que produce la descalificación y los agravios personales como praxis política (costumbre que no es patrimonio exclusivo de la derecha):
“Hace tiempo que pienso en un debate a fondo sobre el tema, signado por una tregua mutua en la que estemos todos dispuestos a pensar la relación entre cine e ideología, un foro creativo en el que se pueda discutir qué significa ser de derecha o izquierda hoy y explorar en qué determina la historia del cine y su presente y la relación entre el cine y el mundo. (…) Pienso que para un encuentro semejante es mejor ir con la cara al descubierto. Hay que pensar la genealogía de nuestras posiciones. La ideología no es justamente una elección o la adopción de una doctrina. En el editorial hablé sobre cómo la ideología ordena una forma de estar en el mundo. Dije que se trataba del fuera de campo del yo, algo así como una fuerza ajena a la visión consciente que determina esa visión y los alcances de una perspectiva (no) elegida. Es por eso que el concepto de autopercepción me parece muy limitado, porque la toma de conciencia de sí no es una tarea voluntaria ni transparente. Hay que pensar contra nuestras certezas. La condición de posibilidad de pensar a fondo reside en tratar de pensar junto a los que no piensan igual”.
Como Roger, creemos fundamental dar ese debate, reconocer y discutir con el otro para entender qué es lo que nos define, y la manera de lograr esa discusión es esquivando la descalificación ad hominem y la violencia. Muchas veces nos preguntamos cómo participar en la serie de debates que se dan en estos espacios, cuyas intervenciones son en su mayoría reiterativamente violentas, y violentamente reiterativas. Nos preguntamos qué pensarán las otras revistas argentinas o con patas en Argentina que tampoco suelen participar, como Taipei, La Rabia, Calanda, entre otras, en estas discusiones de un horizontalismo falso. En nuestro caso, nos interesa una discusión sobre la derecha y la izquierda en Argentina, y el trazado de genealogías que describan la historia de la crítica de cine en argentina, genealogías que deberían ayudarnos a pensar en otras perspectivas, particularmente de género y clase. Creemos que debemos pensar en qué lugar ocupamos en la sociedad, no sólo en función de lo que pensamos de nosotros (y de los otros), sino en lo que hacemos, y en cómo esos actos construyen un presente y un futuro. La vida útil es una revista en papel, una elección que tiene que ver sobre todo con una relación entre el tiempo y los acontecimientos, esto es, el tiempo para observarlos, para comentarlos. Esa es nuestra postura y nuestra herramienta, la que nos hace intentar vivir en comunidad ejerciendo nuestra libertad con la conciencia de que a lado otro desea y piensa de manera distinta y con igual derecho.
Lucía Salas / Lucas Granero / Lautaro García Candela / Ramiro Sonzini
Editorxs de La vida Util:
Las posiciones se caen de maduro, pero hay que asumirlas. En ese sentido, no se trata (solo) de expresar, tardíamente, que lo que dijo el innombrado Quintín es una calumnia repudiable.
Como ustedes mismos señalan, después de una larga cita de Roger que ocupa la mitad de su comentario (iba a escribir “intervención”, pero lo sería si respondiera a Weber en la otra nota, o –mejor aun- si hubieran publicado algo en vuestra propia página), es “fundamental dar un debate”. Supongo entonces que dicho comentario es solo un aviso, porque deja más preguntas que otra cosa. A saber:
-¿Cuáles son “la serie de debates que se dan en estos espacios, cuyas intervenciones son en su mayoría reiterativamente violentas, y violentamente reiterativas”?
-¿Cuál es el “horizontalismo falso” de estas discusiones?
-¿Cuáles serían por otra parte “la descalificación y los agravios personales como praxis política (costumbre que no es patrimonio exclusivo de la derecha)”?
-¿Cuáles serían, siguiendo con sus palabras, “la descalificación ad hominem y la violencia” sino la señalada?
Todos “nos preguntamos qué pensarán las otras revistas argentinas, como Taipei, La Rabia, Calanda”, del mismo modo en que nos preguntábamos que opinarían ustedes… Hay que empezar a responder.
Si les “interesa una discusión sobre la derecha y la izquierda en Argentina, y el trazado de genealogías que describan la historia de la crítica de cine en argentina”, esperemos verlas en la revista. Pero no solo en el papel: decir que esa elección “tiene que ver sobre todo con una relación entre el tiempo y los acontecimientos, esto es, el tiempo para observarlos, para comentarlos”, es una vez más correrse. Todas las revistas tienen sitios virtuales donde pueden responder, no solo semestralmente…
Si de algo da cuenta este “comunicado” es la incomodidad que provoca tener que intervenir. Pero hay momentos en que no se puede escapar. Porque todos intentamos la generalidad de “vivir en comunidad ejerciendo nuestra libertad con la conciencia de que a lado otro desea y piensa de manera distinta y con igual derecho”. Pero el habermasianismo tiene un límite. O, como decía mi abuela, no se puede estar bien con dios y con el diablo.
“Los espantos, en cambio, trata de pensar cómo la vida de derecha puede llegar a santificarse a partir de 1984, cuando la sociedad argentina se buenifica a sí misma y convierte en Mal Absoluto, exclusivamente, a la dictadura. Piensa esa santificación como una operación estético-política muy compleja (que demanda toda una serie de ismos, los ismos de la postdictadura …), porque necesita convertir a toda clase de violencia en violencia simbólica: la lucha a muerte, en democracia, debería ser, siempre, sin excepción, lucha a muerte dentro del discurso. Y, materialmente, no lo es”.
“Hay que pensar a la extrema derecha (y a toda derecha), prioritariamente, desde la perspectiva de la no verdad. […] parecería que el rechazo absoluto a la extrema derecha viene acompañado, sin más, de la imposibilidad de pensarla. Si pensás la extrema derecha –parecería ser–, te convertís, al instante, en piedra, como la Medusa”.
“Los dispositivos del macrismo, especialmente construidos para “el momento no político de la política: el voto”, tienen por receptor a un sujeto que sabe operar, a nivel privado, para la construcción de su yo, con esos mismos dispositivos. Este receptor, epocalmente narcisista, que le hace a otros, en las redes, lo mismo que otros le hacen a él (ofrecérseles para gustarles, decirles lo que quieren escuchar, mostrarles lo que quieren ver), no se piensa a sí mismo, a la hora de votar, como un sujeto manipulado. Ni politizado”.
– …vos trabajás sobre una suerte de “contra canon”: Fogwill, Benesdra, Rubio, Gambarotta, Cortiñas. Uriarte. ¿Por qué trabajar con estos autores?
Porque se han atrevido, a través de la escritura, a pensar de una manera políticamente descentrada. Pueden pensar lo que ellos no piensan, lo que ellos no son materialmente, lo que no comprenden o, incluso, lo que odian. Se salen de su centro. No se repiten a sí mismos en la escritura. Piensan, en términos literarios, lo otro de sí mismos. Se toman un riesgo enorme y no tienen miedo de que lo que piensan se los lleve, para siempre, de su centro, que no puedan volver al punto de partida, al lugar tranquilo del que se alejaron. Eso significa, para mí, pensar.
Silvia Schwarzböck, en “Estética de los espantos argentinos”
Entrevista: Diego Sánchezy Federico Scigliano
Hola Nico, ¿Cómo va? Acá Ramiro y Lautaro esta vez, tomamos la posta de responderte porque no creo que tengamos tiempo de poner en común una respuesta entre todos, una de las cuestiones que implica trabajar colectivamente es que lleva como mínimo el doble de tiempo que hacerlo solos. “La serie de debates que se dan en estos espacios, cuyas intervenciones son en su mayoría reiterativamente violentas, y violentamente reiterativas” son los que se dan mayormente en este sitio y te tienen a vos como pivote/alentador/mediador. Son falsamente horizontales porque siempre son los mismos quienes plantean no sólo los temas de las discusiones sino los términos en que se discute, e incluso a veces responden por los demás. En definitiva, los debates no producen preguntas genuinas para los interlocutores sino increpaciones y acusaciones que muchas veces no dan en el clavo y mucho menos invitan al “otro” a participar. La descalificación y los agravios son moneda corriente en los intercambios virtuales; además del de Quintín hacia Roger, podemos mencionar los que a menudo practicas vos y Cuervo como recurso retórico en los debates. Como por ejemplo cuando hablas (innecesariamente) de revistas «inútiles» y «aristócratas del papel», refiriéndote a Revista de Cine y a nosotros (revistas que tienen grandes diferencias pero que insistís en juntarlas). Si efectivamente hay un interés en saber la opinión de las otras revistas quizá la mejor manera de abrir el debate es produciendo una forma más empática, menos abrumadora y avasallante (como la que practica normalmente y en este mismo sitio Roger). Hay veces que la mejor manera de producir un diálogo es escuchando y no hablando primero y más fuerte. La elección del formato es una forma de correrse, de correrse de un modo, una velocidad, una inmediatez, una forma de choque directo con la cual nos sentimos incapaces de pensar y aportar. En la revista circulan discusiones (hacia adentro y hacia afuera) que tienen como centro la política -incluso en su acepción partidaria. La revista hace eco de ellas sin cerrar fronteras e invitando voces de otros lugares. Efectivamente intervenir nos produce incomodidad, es un aprendizaje que tendremos que ir haciendo. Y no intentamos quedar bien con dios y el diablo, más bien ser coherentes con la forma que creemos más adecuada para relacionarnos con el prójimo. Abrazo.
Ramiro y Lautaro.
Entiendo muy bien las dificultades de las decisiones colectivas, pero a veces no hace falta colectivizar todo, porque el resultado puede ser un comunicado tan aséptico como el anterior. Acá al menos hacen afirmaciones menos vaporosas, aunque (o por tanto) discutibles. Vayamos por partes:
1) Aclaran ahora que “la serie de debates que se dan en estos espacios, cuyas intervenciones son en su mayoría reiterativamente violentas, y violentamente reiterativas” son los que se dan “mayormente en este sitio” y me tienen a mi tienen “como pivote/alentador/mediador”. Como saben, la aclaración solo corrobora la sospecha de que detrás de esa generalidad había una acusación. Habría que preguntarse entonces porque los debates se dan “mayormente” en este sitio y no en otros (aunque el comunicado anterior de ustedes también lo deja claro entre líneas, o explícitamente al responder la acusación de Weber). En cuanto a las calificaciones hacia mi persona, al menos implican que esos debates me preexisten y no son creaciones mías o de este sitio. Por lo que vuelvo al punto anterior: el problema es por qué no se alientan en otros (y la respuesta acaso sea la misma).
2) Aducen ahora que esos debates “son falsamente horizontales porque siempre son los mismos quienes plantean no sólo los temas de las discusiones sino los términos en que se discute, e incluso a veces responden por los demás”, lo que no deja de ser otra generalidad a la que también le cabe la consideración anterior: habría que preguntarse porque son siempre los mismos quienes los plantean, etc. Pero los términos no existen: cada uno expone sus argumentos, y como se vió en estas notas muchas veces estos no tiene n relación directa con el tema en cuestión.
3) Arguyen que “los debates no producen preguntas genuinas para los interlocutores sino increpaciones y acusaciones que muchas veces no dan en el clavo y mucho menos invitan al ‘otro’ a participar”: si las preguntas no son genuinas sería algo a debatir, pero no se cursan invitaciones en las polémicas. Se mete el que quiere, aunque lo mejor sería que tenga algo para argumentar, claro. Si no puede caer en “increpaciones o acusaciones”… Un poco como estas que están ahora haciendo.
4) Si, “la descalificación y los agravios son moneda corriente en los intercambios virtuales”, pero mis intervenciones no tienen nada que ver con las de Cuervo (cuando pierde el eje y apela a las hipérboles quintinistas, porque si no fuera por eso le sobra capacidad argumentativa). Ciertamente uno puede deslizar alguna chicana como “recurso retórico”, pero aun así estarioamos lejos de los dardos envenenados que se tiraban sarmiento y Alberdi… Digo: lo de revistas «inútiles» y «aristócratas del papel» fue un latiguillo en medio de otra discusión, aunque iba en el mismo sentido que esta: su no participación en ningún debate actual. Porque no se trata de expresar el “interés en saber la opinión de las otras revistas” (algo tan obvio como decir que lo de Quintín es una canallada), sino –una vez más– de preguntarse porque nunca expresan su opinión.
5) Sugieren que “quizá la mejor manera de abrir el debate es produciendo una forma más empática, menos abrumadora y avasallante (como la que practica normalmente y en este mismo sitio Roger)”: una vez más, la pregunta es por qué entonces no lo hacen en otros sitios. Y la respuesta es que si consideran esto “abrumador y avasallante” es natural que no se animen a hacerlo. Todos tenemos (colegas, maestros, realidades,etc) abrumadores y avasallantes, pero la cuestión es cómo nos paramos ante eso. El único modo es estar a la altura, e incluso ganarles de mano. Pero si uno llega tarde a los debates y con un comunicado… ¿qué no sería avasallante?
6) Nos educan diciendo que “hay veces que la mejor manera de producir un diálogo es escuchando y no hablando primero y más fuerte”. Pero no se trata de “hablar primero” sino de hablar, la “escucha” en algún momento debe convertirse en intervención, y lo “fuerte” estará en los argumentos.
7) En ese sentido, insistir con que “la elección del formato es una forma de correrse, de correrse de un modo, una velocidad, una inmediatez, una forma de choque directo con la cual nos sentimos incapaces de pensar y aportar” no hace sino reforzar el sentido de esa palabra: correrse solo es un modo de evitar el “choque directo”. Y lamentablemente la realidad nos avasalla a todos. Si no se puede “pensar” en medio del torbellino, mejor dedicarse a la Historia del cine, no a la crítica.
8) Asumen que “en la revista circulan discusiones (hacia adentro y hacia afuera) que tienen como centro la política -incluso en su acepción partidaria. La revista hace eco de ellas sin cerrar fronteras e invitando voces de otros lugares”, pero eso no ser ve más que, sin ir más lejos, este afuera que critican. Weber tuvo que venir a decir estas cosas aquí, aunque ustedes tienen un sitio de internet.
9) “Efectivamente intervenir nos produce incomodidad”, concluyen, y prometen “un aprendizaje que tendremos que ir haciendo”. La pregunta consiguiente no es cuánto tiempo se supone que lleva ese aprendizaje (visto que hablamos de gente que ronda o pasa ya los 30), sino cómo puede darse ese aprendizaje sino participando o (mejor) directamente dando, como ustedes mismos dicen, esos debates. Esa es la única manera de “ser coherentes”.
Saludos
Ah, se me pasó lo de las «intervenciones en su mayoría reiterativamente violentas, y violentamente reiterativas»:
La palabra «violencia», traida aquí tan vistosamente,me hace recomendarles la lectura de Los espantos, citado por Carla. No se trata solo de lo absurdo de leer «violencia» en estas (y solo estas…) intervenciones, sino en el modo en que la violencia aparece desplazada hasta del discurso, donde sin embargo se la usa como metáfora para referirse a las «reiteraciones». No somos originales, no. Sin volver a la otra cita de Carla, que nos trae los vientos del siglo XIX, solo cabe recordar que la historia se repite, aunque sea como farsa. La cuestión es, reiterando también otra palabra que se discutió por aquí, en qué posición nos encuentra.
Gente: en primer lugar pido disculpas porque me salió más violento de lo que quería. En general todo ese comentario está escrito en un tono coloquial que entiendo suena agresivo así que pido disculpas por eso. Además, y como me señaló Prividera en la otra tira de comentarios, está mal lo de tirar así la sospecha al aire sin mencionar nombres ni dejar las cosas claras. No aporta nada y va en contradicción incluso con lo que estaba intentando defender. Perdón. En general, estoy de acuerdo con lo que dicen sobre la importancia de dar el debate y demás: el problema es que acá no estamos en ese terreno, acá se hizo un ataque, dirigido por una persona y una revista que están en el centro de la discusión Argentina, financiada por vaya uno a saber quién pero que podemos inferir que no son ningunos locos aislados ni gente totalmente desacreditada sino más bien personas que habitan en el corazón del poder en la Argentina. Al mismo tiempo, ese ataque fue replicado, aplaudido y celebrado por Javier Porta Fouz, quien es director artístico del BAFICI. En este contexto a mí me parece de verdad extraño que se sientan sorprendidos porque alguien que escribe regularmente en el espacio pregunte por qué la revista no tomó pública posición, como si el tema nada tuviera que ver con ustedes, cuando Roger apoyó el proyecto incluso poniendo el cuerpo y la cara en sus presentaciones, etc. Celebro que rechacen el ataque miserable de Quintín. En fin, esperemos que el tan esperado debate se dé en algún momento, ahí estaremos (espero con una mejor performance de mi parte). Saludos.
«Hay una hermenéutica extendida en el cine argentino, con centro en los textos de Nicolás Prividera, que organiza la actualidad y la historia del cine argentino como una gran novela familiar. Las implicancias de la analogía nos hacen recordar subtextos psicoanalíticos, trágicos y también, hay que decirlo, un poco aristocráticos. No solo hay padres e hijos, también hay tíos, abuelos… »
http://lavidautil.net/2019/04/17/la-vida-util-no1-12-anos-de-cine-argentino/
…al parecer las estocadas nobiliarias son justamente «nobles» cuando vienen del otro lado…
Esa tontera ya fue respondida en su momento, como se ve en esa misma entrada:
http://lavidautil.net/2019/09/03/la-vida-util-n2-la-vida-util-de-la-critica-docil/
Tampoco se entiende a qué viene aquí y ahora, pero gracias por traerlo como antecedente. Esperemos que las preguntas previas tengan respuesta.
Nico, ya respondimos en un poco más arriba… me parece que el algoritmo del sitio se volvió loco y está haciendo un cadáver exquisito con los comentarios.
Ah, recién lo veo. Ciertamente a veces es difícil seguir la ristra, pero no deja de ser mejor que tuiter… Y siempre se puede contestar en el propio sitio, no tiene porqué morir todo acá.
Sarmiento:
[…]
Con ello me ha puesto usted en la necesidad de escribir pues si yo callase, mi silencio sería tomado, por usted al menos, como señal de asentimiento. Y como lejos de hallar en su “Campaña” la justicia de su resistencia al nuevo orden de cosas, descubro el origen personal y apasionado de ella, tengo necesidad de protestar contra la obra que usted me ha dedicado, con el derecho que me confiere el honor de su dedicatoria; contra la dirección que en ella pretende usted dar a la prensa argentina de la época que ha sucedido a Rosas, y contra ese silencio hostil, que ha dado usted en llamar “abstención” y que no es más que la sedición pasiva y desarmada.
La prensa de combate y el silencio de guerra, son armas que el partido liberal argentino usó en 1827; y su resultado fue la elevación de Rosas y su despotismo de veinte años. Usted y sus amigos, volviendo a la exaltación bisoña de aquel tiempo, no hacen más que repetir los desaciertos del antiguo partido unitario, que usted mismo condenó en “Facundo” en días más serenos, y que hoy, después de veinte años de lecciones sangrientas, pretenden repetir sin tener la excusa de sus modelos.
La guerra militar de exterminio contra el modo de ser de nuestras poblaciones pastoras y sus representantes naturales, tuvo su fórmula y su código en el “Pampero” y en el “Granizo”, imitaciones periodísticas de la prensa francesa del tiempo de Marat y Danton…
Juan Bautista Alberdi
Justamente estaba citando esta polémica en mi respuesta a LVU. Elegiste uno de los fragmentos sin agravios, je, aunque igualmente avasallante… Pero sé menos críptica, Carla: digamos tambièn por su nombre a qué vienen estas citas que vas tirando.
Sí, lo vi! Increíble la sincro! XD
Hay algún agravio por ahí, y bastante fuerte, me parece; solo que encubierto por la elegancia y el tiempo.
Me parece que los textos que cité hablan muy claro por sí mismos. Si alguien necesita aclaraciones, que las pida. No creo que seas vos, precisamente.
Por otra parte, sabés bien, y está a la vista, que no le saco el cuerpo a ninguna conversación. Pero no puedo obligar a los que no quieren conversar conmigo a que lo hagan. Quizá, sí quieran enterarse de algunas cosas por otros, por Alberdi, por ejemplo.
Pensaba seguir poniendo citas electrizantes, pero ahora me decís que son crípticas y se me van las ganas. Ufa.
A esta altura no creo quer queden muchas ganas de leer citas. Y para electrizantes están las intervenciones de, no sé, Fernando Iglesias… He ahí algo agresivo y poco avasallante, combinación que es el verdadero problema de nuestra época. Extrañamos hasta el arte de injuriar de Sarmiento (que en eso le ganaba a Alberdi…)
No se trata de obligar a nadie a nada… Pero estas instancias no dan para las indirectas (como ya sabían Alberdi y sarmiento). Y los textos son claros por sí mismo para quienes los han leido, supongo. Si se trata de debatir algo hay que empezar por decir las cosas por su nombre, como decía Roger al inicio.
Mirá, la verdad es que reencontré la entrevista de la que salen los fragmentos de Schwarzböck porque alguien, fuera de este debate, se acordó de que yo, hace tiempo, la había posteado y me pidió que se la pasara. La busqué -no recordaba muy bien cuál era-, y cuando volví a leerla me pareció que esos fragmentos podían hacer un buen contrapunto, o comentario, a varias de las cosas que se habían dicho acá (o en los comentarios a tu post, ya no sé). Me da un poco de pudor explicarlos porque me parece que es tomar a la gente por boluda. Pero bueno -viste cómo es-, no puedo negarte nada. Por ejemplo, la cuestión de la buenificación de la sociedad me pareció que podía ser de interés en relación con el buenismo que parece defender el parte oficial de LVU. El olvido, en el seno de la lucha discursiva (forzada a ser solo discursiva), de que la lucha siempre es a muerte, también. La imposibilidad de pensar a la derecha viene un poco a todo. Y así…
Los fragmentos de Alberdi a Sarmiento sí fui a buscarlos más programáticamente, aunque la casualidad también intervino un poco porque un amigo había mencionado la polémica en un mensaje de wa. Más claros no pueden ser. No creo que a nadie se le haya escapado, pero, ya que lo pedís, resalto que uno de los antiguos periódicos del liberalismo unitario a los que Alberdi acusa de haber dado “su fórmula y su código a la guerra militar de exterminio contra el modo de ser de nuestras poblaciones pastoras y sus representantes naturales” llevaba por nombre “El Pampero” (1822 y 1829). Sin duda, pura coincidencia en un criollo espíritu de homenaje al viento surero (coincidencia, por otra parte, compartida con otro periódico que apareció entre 1939 y 1944, del que mejor no quieran saber).
Bueno Carla, creo que eso abre otros debates… En realidad en estos tiempos termina siendo siempre el mismo, inevitablemente, aunque por diversos flancos. Pero por eso mismo reclama otros textos. Y sobre todo otras voces y otros ámbitos. Si se animan, en vez de venir a señalarnos con el dedito porque no lo hacemos del modo en que según ellos debe ser hecho (aunque nunca lo hagan…).
Nos hemos sentido aludidas en esa discusión, y por ende, decidimos responder. No creemos que haga falta sentar algún tipo de posición ideológica de nuestra parte, nuestros incipientes dossier y apuntes lo aclaran mejor que lo que podemos hacerlo por este medio, (dejemos, por un momento de lado, cuestiones político-partidarias argentinas, no porque las consideremos poco pertinentes, sino porque realmente exceden a La Rabia y su heterogeneidad geográfica). En consonancia con nuestras palabras publicadas, desde ya no solo repudiamos las acusaciones realizadas en la nota “Dar Nombres”, sino que nos parece una aberración muy típica de un crítico como Quintín. como bien describe Roger Koza en su texto: El deseo de señalar, humillar y descalificar es distintivo de su participación en la red,. Hemos sido, algunas de nosotras, blanco de descalificaciones y humillaciones de parte del otrora crítico de El Amante Cine. Afortunadamente solo quedan reverberancias de su fantasma, que esperemos que ya en el ocaso de su andar a pocos represente, sobre todo a nuestrxs congéneres. Por suerte, o desgracia, nosotras no tenemos “padres de la crítica” con quienes referenciarnos. Somos huérfanas o parricidas natas, aún no lo sabemos. De todas maneras, no abogamos por una cancelación de su labor como crítico ni su trayectoria, pero no dejamos de pensarlo en perspectiva y desde nuestra propia posición.
Lo que sí nos interesa es todo lo que surgió a colación de su nota. Creemos que, a esta altura del partido, no poder dar cuenta de que todo hecho estético se encuentra en un entramado socio-cultural específico, es un poco necio. No caemos en el análisis simplista y vetusto de que la expresión artística es un espejo de la sociedad, pero no podemos dejar de dar cuenta de las imbricaciones estructura/superestructura que se producen en cualquier discursividad estética mediada por un dispositivo (sea la escritura, sea una cámara, sea un pincel). El campo artístico, sea cual fuere su accionar específico, está atravesado por Instituciones (crítica de cine, por ejemplo) medios de distribución, espacios de publicación, que, por más autonomía del arte (o del cine) que se pregone, nunca quedan por fuera. Y, de la escuela de Frankfurt para acá, sabemos que hasta una producción audiovisual pretendidamente apolítica, no destila más que ideología por sus poros. Todxs lxs que aquí han comentado no quedan por fuera de esas cuestiones. Y, por ende, eso, insoslayablemente, también marca una posición. Cuestiones que también atravesaron a El Amante en su momento.
La razón por las cuales no hemos insistido en comentarios o debates que aquí se dan, y eso que a veces seguimos de cerca las acaloradas discusiones de este espacio, es algo que lxs chicxs que LVU mencionan, y es justamente por lo que nos hemos sentido convocadas a, finalmente, ser parte. Nosotras también nos preguntamos cómo participar en esta serie de cuestionamientos que, mayormente, terminan en enconos violentos, destilando una superioridad intelectual, típica de una crítica agónica que despunta mediciones de miembros viriles en sus palabras. A excepción de Carla —y nuestras disculpas si alguna colega se nos escapa— son, mayormente, hombres discutiendo con hombres. Algo que la crítica de cine vernácula ya nos tiene por demás de acostrumbradxs. Pensamos cómo insertarnos en esas discusiones sin caer en las lógicas que rigen estos espacios, porque defendemos la idea de una crítica al margen, donde podamos repensar la ya existente sin legitimar la hegemonía. Cómo dar nuestros debates también por estos lares. Pero nos gana, valga la redundancia, el desgano. Por eso, volvemos a señalar algo de valioso en todo esto. Nosotras también creemos que hay que repensar y volver a debatir, empaparnos en el tema estética y política —¿podríamos, como espacio, enunciarnos desde otro lado?— y si bien, y aquí coincidimos con RK, parece casi imposible, es un debate muy necesario. No solo para realizar genealogías de las relaciones izq/derecha -¿y peronistas?- de la crítica de cine en Argentina (aunque podríamos extrapolarlo a otros países de fuerte tradición cinéfila en América Latina) sino también poder abordarlas desde una perspectiva de clase, y, claro, de género. Creemos que no sería este el lugar para darlo, y, sobre todo, nos encantaría escuchar nuevas voces, nuevas palabras, nuevas perspectivas, nuevas miradas. No es casual que justamente nos nombren —de una manera creemos genuinamente curiosa y respetuosa— criticxs con quienes compartimos rango etario —a quienes valoramos por su labor— y con quienes tenemos, por lo visto, debates en común. Esperamos podamos encontrar alguna forma de seguir ahondando en estos debates.
La Rabia.
Agradezco a todas las colegas de La Rabia por estas palabras. RK
Estimadas:
Se podría decir que estamos de acuerdo, si se pasan por alto algunas generalizaciones o afirmaciones infundadas que no puedo dejar de señalar:
En principio habría que ver por qué, repitiendo las palabras de La vida útil, se insiste con señalar que estos debates terminan “mayormente en enconos violentos”, a lo que añaden que se dan “destilando una superioridad intelectual, típica de una crítica agónica que despunta mediciones de miembros viriles en sus palabras”. Como ya se dijo “reiteradamente”, en una nota que defiende la necesidad de decir las cosas por su nombre, si esas generalidades no se ejemplifican quedan como acusaciones dañinas y vaporosas: ¿Dónde está aquí la violencia, la superioridad intelectual de una crítica agónica, etc, etc.? Si no se hace esa aclaración pareciera que finalmente no estuviéramos tan lejos del repudiado Quintín.
Por lo demás, efectivamente, en estos comentarios son mayormente hombres discutiendo con hombres. Pero eso no es buscado y mucho menos ignorado… Cuando mencioné la necesidad de otras voces y otros ámbitos hablaba también de esto. Y lo hice en diálogo con Carla, que es una activa participante de estos debates y no parece haberse sentido nunca en medio de una lucha de egos masculinos o algo así (de hecho intervino para impugnar cierto uso demasiado generalizado de la palabra “violencia”).
Entonces, y como se dijo también antes, está muy bien lo de pensar “cómo insertarnos en estas discusiones”, pero hay que darlas de una vez.
Porque “crítica al margen” finalmente hacemos todos, con mayor o menor suerte. ¿Qué hegemonía estaríamos legitimando aquí? No todos los espacios tienen la misma lógica, y ciertamente este es uno en el que la discusión (también interna) es constante y abierta.
Lo que este espacio intenta es precisamente no dejarse ganar por el desgano, para usar una palabra que trajeron al ruedo y parece ser un mal de época. Pero no podemos ni queremos ni sabemos hacerlo todo. Así que ojalá vengan otras exploraciones sobre el estado del cine y la crítica, también en otros países de América Latina. Desde una perspectiva de clase, género, o cualquier otra que rompa miradas cristalizadas.
Saludos
Hola Nico,
Arrancamos cuatro, seguimos dos, ahora vengo de a uno, siguiendo tu consejo. La próxima (porque es obvio que vas a responder destruyendo cada una de mis entradas) no sé si quedara alguien en pie. Voy por puntos.
1) Está perfecto que en este sitio existan los debates que existen, lo que me parece discutible es esa idea tuya de que “SOLO existen en este sitio”. En todo caso los debates que vos reconocés como válidos están acá, pero hay otros, que se dan de distinta manera, en todos los otros sitios y revistas, porque los debates no son solamente salir a increpar a una persona por tal o cual cosa, hacer un dossier sobre un cineasta, entrevistar a alguien, también es una forma de proponer una conversación. Un dato que no es menor y que deberíamos traer a colación es que el sitio de Roger es por afano el lugar más visitado de crítica en la Argentina (y probablemente de Latinoamérica) y esa visibilidad afecta el feedback que puede tener o no un debate. Es decir, vos sos una persona infinitamente más leída que cualquier redactor de LVU, o Revista de Cine o Pulsión, o La Rabia, y eso necesariamente aumenta las probabilidades de que un debate florezca.
2 y 3) La sensación que yo tengo como lector asiduo de estas discusiones es que el reiteradamente mentado “silencio de los otros” no es la expresión de un genuino interés sino una especie de regodeo de tener la exclusividad del lugar correcto. Si realmente te interesara saber que piensan los que nunca abren la boca, y también saber por qué no abren nunca la boca, podrías probar una manera distinta de preguntarlo, sin acusarlos previamente de que no hablan porque no les interesa hacerlo. Yo creo sinceramente que hay otras formas de debatir, por fuera de la agresividad de la polémica, que son más fructíferas, por lo menos en una instancia primaria, en donde los interlocutores no tenemos la confianza suficiente como para chicanear nos sabiendo que en el fondo es una chicana amorosa (de hecho, en esta discusión en particular, hubo algo más de amabilidad en los intercambios entre Weber, vos, Carla, y hasta Cuervo estuvo amable y generoso).
4) Lo de traer a colación a Sarmiento y Alberdi es una hipérbole ridícula, casi tanto como el twit de Cuervo juntando el comentario que hicimos con el apoyo al golpe de Bolivia, no es todo lo mismo, no son dimensiones ni siquiera equivalentes.
Está todo bien con los recursos retóricos, las chicanas y aplicar algo de humor e ironía al debate, siempre y cuando sea un código común. Pero si el otro te dice “che, no me digas eso porque me ofende” y vos respondes “yo no estoy siendo ofensivo”, lo que haces es descalificarlo como interlocutor, lo pones en el lugar de quien no merece la pena ser escuchado, y como consecuencia el otro no va a tener ganas de hablar con alguien que le da a entender que no le importa lo que dice.
Otra vez lo mismo, los “otros” sí expresan su opinión. Lo hacen de distintas maneras, por ejemplo, escribiendo en sus revistas; lo que no hacen, en todo caso, es venir a tu mesa y expresarse cuando vos llamas y a la velocidad que vos impones (que, por otra parte, es imposible de seguir, sos el Mbappe de los comentaristas). Y no me parece mal que te preguntes por qué no vienen otros, de hecho, creo que sería genial que vengan más personas con visiones distintas a enriquecer el diálogo. Tal vez, la razón por la cual eso ocurre es que tu forma de descalificar la opinión de tus interlocutores los cansó. Si vos, que sos el que SIEMPRE le responde a todos, SIEMPRE decís que TODO lo que los otros dicen está mal (y por lo tanto, TODO lo que vos decís está bien) … y bueno, quizá la falta de interlocutores pueda tener algo que ver con esto.
5) Todos tenemos un colega/maestro abrumador y avasallante y se llama Nicolás Prividera. Está bien que vos nos pidas que estemos a la altura y te ganemos de mano, pero también puede estar bien que vos pruebes con ser un poco menos abrumador. Quizá nos podamos encontrar en un punto medio.
6) Efectivamente esto es un intento de “educarte”, no muy distinto a gran parte de tus intervenciones en el mundo de la crítica, y esto no lo digo como un reproche, me parece válido, valioso y hasta necesario. Es fundamental que tengamos privideras, lo que en todo caso podríamos discutir es cuantos (chiste). Vuelvo al punto medio, quizá nosotros tengamos que hablar un poco más y vos un poco menos.
7) ¿Y no te parece que si te dedicas full time a chocar te perdés la oportunidad de pensar, de cambiar de opinión? Yo la sensación que tengo cuando te leo (y te leo desde que soy muy muy joven) es que no te has movido un centímetro y eso me parece un problema. Quizá si trataras de chocar menos y pensar un poco más, tus ideas se enriquecerían y sería una ganancia para todos (porque los que te leemos te leemos, en principio, para aprender, no para desmentirte). Correrse no es necesariamente evitar el choque directo, también puede ser una forma de ver las cosas desde otro enfoque, no pegarles de frente sino de costado. Esto que decís, básicamente, es una impugnación de la totalidad de nuestra tarea, y de paso, la afirmación de una única manera de ejercer la crítica. Es casi lo mismo que decir “si no se puede responder en tiempo y en forma a los recursos de Prividera, mejor dedicarse a la Historia”.
8) Este punto directamente no lo entendí, perdón.
9) Completamente de acuerdo.
Saludos
Ramiro:
No se trata de ser the last man standing. De hecho creo que esto se ha extendido demasiado, en principio temporalmente, porque estas notas comentan otra que salió hace dos semanas… Si estoy a medianoche escribiendo esto es porque ustedes han decidido meterse recién ahora, tras la exhortación de Weber. Pero creo que la cuestión merece otros posteos, y no necesariamente en este sitio (para que no haya más rabia solo aquí y se exprese también en otros espacios). Pero te contesto:
1) Yo no reconozco solo cómo validos los debates que se dan acá, son ustedes los que dijeron que son “violentos” y por eso se abstienen. Como si solo consistieran en “salir a increpar a una persona por tal o cual cosa”, como si estuviéramos en tuiter. Por otra parte, “hacer un dossier sobre un cineasta, entrevistar a alguien” no es “también es una forma de proponer una conversación” sino hacer un dossier o una entrevista, o incluso una conversación. No un debate. No se puede debatir con un macartista, para volver al motivo de estas notas.
1 bis) Si el sitio de Roger es “el más visitado de crítica en la Argentina (y probablemente de Latinoamérica)”, cosa que igual habría que comprobar, deberían celebrar “esa visibilidad” en vez de decir que “afecta el feedback”. ¡Estamos precisamente en ese feedback! Porque acá no se trata cual sea el sitio más leído: se trata de dar o no un debate. Que no se reduce al feedback en los comentarios: de hecho estas notas contestan una de Quintín en Seul. Así son las polémicas. La diferencia es que Quintín no leerá ni contestará, pero en cambio acá me ves, contestando siempre a todo(s).
2 y 3) No me puedo hacer cargo entonces del “silencio de los otros” (o del género de los comentaristas). Y menos todavía de propiciar ninguna “exclusividad del lugar correcto”. Los que quieran decir algo pueden decirlo: acá o en sus propios sitios. Pero no se trata de que alguien vaya a “preguntarles”: por suerte somos todos grandes y podemos hablar sin que se nos de la palabra. Seguramente haya “otras formas de debatir, por fuera de la agresividad de la polémica”, pero si son tan fructíferas deberían florecer por todos lados. Y la verdad es que ni polémicas hay. La nota de Quintín es una requisitoria infame escrita para los propios, no una polémica. No tiene un solo argumento que se sostenga, y por eso no puede responder, aun si quisiera. Digo: no importa acá si hay chicanas ni si son “amorosas”. Lo que aprecio de Weber o de Cuervo son sus argumentos, a menudo deslucidos en la chicana (y podrán decir lo mismo de los míos). En cambio la nota que respondimos si es violenta en serio, por cómo está escrita y desde donde está escrita.
4) Lo de traer a colación a Sarmiento y Alberdi es una hipérbole ridícula si se alude al “exterminio”, pero no a la tradición polémica. Otra que chicanas amorosas: se tiraban con todo. Y aun así sigue siendo uno de los momentos más extraordinarios de toda la historia de los debates argentinos. La discusión puede caer en la ofensa, pero no se puede responder como ofendido. “Eso es una digresión, espero su argumento”, cuenta Borges (en El arte de injuriar) sobre un tipo al que el otro le descargó un vaso en la cara.
4 bis) Yo no llamo a nadie. Sin ir más lejos, acá fueron Weber y Carla los que convocaron los “silencios”. Lo que llama es la realidad. Quintín escribe eso y hay que contestar. Es lo que hice. Los “otros” sabrán lo que hacen, pero por favor no usen como excusa el papel o sus tiempos. Porque no se trata de la carrera entre Mbappe y la tortuga: se trata de dar el paso. Basta de excusas: decir que “la razón por la cual eso ocurre es que tu forma de descalificar la opinión de tus interlocutores los cansó” es, francamente, una falacia, por no decir algo “ofensivo”. Yo no descalifico a nadie, justamente porque como vos agregas al toque “SIEMPRE” le respondo a todos… Pero no usó mayúsculas para decir “que TODO lo que los otros dicen está mal (y por lo tanto, TODO lo que yo digo está bien”: de hecho ese tipo de generalizaciones son lo que estoy criticando, y pidiendo que den ejemplos concretos.
5) “Todos tenemos un colega/maestro abrumador y avasallante” y cada uno le podrá el nombre que quiera. Pero yo no soy abrumador y avasallante y mucho menos un maestro (salvo en cuanto a ser docente). Soy un “colega”, en todo caso, pero desde ya sin la connotación mafiosa con que se lo suele usar cuando se pide, precisamente, no criticarnos entre nos. Así que no le pediría a nadie que esté a mi altura porque sería pedir poco. Pero no se trata de “ganar de mano” y ni siquiera de ganar. Se trata de dar las discusiones que hay que dar. Y ahí lamentablemente no hay punto medio: se dan o no se dan.
6) Tampoco pretendo “educar” a nadie, al menos no en el sentido en que se suele usar en este contexto esa palabra. Mis intervenciones nunca pasan por ahí: me faltaría información y formación. Lo único que intento es dar esas discusiones que son necesarias. Pero lo fundamental no es tener “privideras”, sino que discutan todos los que deben hacerlo. Y eso no se logra nunca con que alguien hable “un poco menos”. Cuanto(s) más hable(n) mejor.
7) Decir que me dedico “full time a chocar” es seguir con esos falsos roles familiares. Cada uno sabrá qué hace. Yo pienso y cambio de opinión, aunque por supuesto no tanto como Quintín… Las ideas se enriquecen ampliando las fuentes y las discusiones: o sea, discutiendo con más gente. Aprender es ser continuamente refutado (mirá que abierto y popperiano que soy, je). Así que bienvenidas las desmentidas. Si solo leyéramos para aprender nadie sabría nada (ni el autor de ese texto infalible digno de dios).
7 bis) No sé qué quiere decir esa metáfora de “correrse no es necesariamente evitar el choque directo, también puede ser una forma de ver las cosas desde otro enfoque, no pegarles de frente sino de costado”, pero parece bastante a esa “impugnación de la totalidad de nuestra tarea” que me achacás. No hay “una única manera de ejercer la crítica”, pero no todo puede tener ese venerable nombre, que por definición implica ir de frente.
8) Era sencillo este punto: decían ustedes que “en la revista circulan discusiones (hacia adentro y hacia afuera) que tienen como centro la política”, pero mucho no se ven. De hecho Weber tuvo que venir a decir(les) esas cosas aquí. De frente. No sé por qué están discutiendo conmigo: espero lo hagan con él. Y en la revista (y no solo en el papel).
9) Avanti.
Gracias Nico por tomarte el tiempo de responder, me parece bien si dejamos esta «sub discusión» acá. Y en todo caso que las ideas maduren y produzcan otros textos en otros espacios que seguramente leerás y destruirás para que sigamos pensando. Abrazo
Dado que fui yo la que dijo, o al menos creo que la primera que dijo, que estaba fuera de lugar venir a postear acá sobre cualquier cosa, sin pronunciarse antes sobre la agresión a Roger, voy a encargarme de aclarar yo misma algo que no debería requerir aclaración, y que si la requiere es porque mi manifestación de asombro ante ciertos silencios terminó manipulada para, justamente, torcer, una vez más, el debate que proponían los autores de los textos.
Lo primero que hay que decir es que ni yo, ni nadie -creo- hizo acá una demanda urbi et orbi de pronunciamiento. Esa intervención mía, como ya dije, estaba destinada a poner coto o, mejor, a hacer notar, la proliferación, cada vez más alejada de toda pertinencia, de comentarios que, curiosamente, nada decían, en el blog de alguien que había sido acusado de delator por una de las voces más agresivas y extremas de la derecha local, de esa acusación. Mi asombro se extendía desde ahí al hecho de que incluso uno de los pocos que se habían ocupado de la cuestión lo había hecho para defender al acusador. Y a continuación mencioné que más aun, quizá, me perturbaban algunas ausencias.
Naturalmente, no hablaba, y nadie habló, de todas las ausencias del planeta, sino solo de las de quienes son usuarios asiduos del blog, o de quienes publican acá, o a quienes este espacio les ha dado, o sigue dando, la oportunidad de que sus textos, aparecidos acá o en otros lados, sean leídos y discutidos por audiencias mucho más vastas que las que alcanzarían de otro modo (para no hablar de cómo este blog y otras instancias abiertas por Roger han funcionado como legitimadores en el campo de la crítica no solo local, sino también internacional). Entre esos, y de modo muy destacado, están parte de (o quizá todos) los editores de LVU y algunos de sus redactores, o colaboradores, cuyo proyecto -en palabras de Pablo Weber-, “Roger apoyó incluso poniendo el cuerpo y la cara en sus presentaciones”. También me llamó la atención el silencio, acá, de los responsables de Las Veredas. La verdad, no sé a qué pueda deberse. Aun, cuando LV no tiene la conexión casi “orgánica”, digamos, que sí tiene LVU con este espacio, como señalaba Weber. Y no sé si hay algún silencio más entre las personas que participan asiduamente de los debates en el blog. Naturalmente, también, todos estos silencios pueden obedecer a muy distintas causas en cada caso y no se trata de emitir juicios, ni condenas. Es solo que, en conjunto, era un silencio demasiado estruendoso, como creo que se dijo, y me pareció necesario mencionarlo.
No me llama la atención, y creo que a nadie, que los que no participan nunca, ni tienen lazos muy estrechos con este blog, tampoco hablen ahora. Es lo más normal del mundo. Por otra parte, como ya se dijo también, no solo se puede hablar, no hablar, o hablar de cualquier cosa, incluso aquí mismo, que no va a pasar nada -hasta es increíble estar diciendo que no va a pasar nada, hasta quizá ni corresponda decirlo-, sino que, además de que nadie les demanda nada, nadie tampoco se sorprendería si, en lugar de venir a hablar acá, hablaran en sus propios espacios. Sobre todo, cuando este les resulta tan hostil (acerca de lo que no diré nada ahora, mi propia presencia acá es ya una declaración). Es más que comprensible que no vengan acá a decir nada.
De modo que la elusión de la propia responsabilidad que hacen los editores de LVU, por la vía de la ampliación del espectro de los que no se pronunciaron -un recurso de historia muy lamentable-, es bastante penosa y, al menos, trataré de evitar que sea a expensas de una intervención mía. Son muy jóvenes, inexpertos y la polémica los abruma, pero para correr el arco, o forzar el cambio de cancha, parecen el Coti Nosiglia.
Estimadxs,
Por problemas personales, falta de tiempo, trabajo y otras cuestiones que no vienen al caso, no estuve siguiendo los hilos de comentarios que se desprendieron de los textos de Roger y Nicolás. Ayer una colega me avisó que habían mencionado a La rabia y a otras revistas, por lo que logré hacerme un hueco para sentarme a leer los vaivenes que la discusión fue tomando en estos apartados —una tarea que significa bastante más dificultad que la que supone Carla más arriba—.
Además de encontrarme con numerosas ideas más que atendibles —pienso principalmente en lo que se comienza a esbozar aquí a partir de que se menciona al peronismo—, las cuales, desgraciadamente, parecen condenadas a morir en este terreno en forma de comentarios a las notas de RK y NP en lugar de convertirse en textos autónomos —algo que con muy buen tino marcan Carla y NP más arriba—, me encontré con una idea repetida: el silencio de los de afuera.
Esta mañana vuelvo a entrar y me encuentro con el comentario de Carla, quien con mucha razón marca “la proliferación, cada vez más alejada de toda pertinencia, de comentarios que, curiosamente, nada decían” a lo largo del hilo, algo de lo que puedo dar fe después de leer todo de un tirón. Puede ser que nadie haya hecho una “demanda urbi et orbi de pronunciamiento”, pero hablar de los de afuera como plumas presurosas ausentes, lectores que se hacen los boludos y otras tonterías, no ayuda. Igualmente, como bien dice Carla “todos estos silencios pueden obedecer a muy distintas causas en cada caso”, y una de esas causas puede ser la más simple: no haber leído la sección de comentarios de las notas. Porque.. ¿Es imprescindible la participación aquí? ¿Es este el verdadero campo de la discusión? Hasta donde yo sabía eran los textos los núcleos del debate y los comentarios una sección accesoria, justamente “comentarios”, pero puedo estar equivocado, parece que soy parte de una crítica a la que la polémica los abruma. Si hay algo que me perturba no son las razones ocultas por las que no han comentado aquí Taipei u otros críticos de LVU con los que Roger también ha sido extremadamente generoso, sino el único silencio que debería importar en este debate, el de Q y sus aplaudidores.
El texto de Roger llama a buscar nuevas formas de diálogo y problematización. Pero leyendo toda esta laberíntica sección de comentarios me encuentro con un puñado de jugadores del mismo equipo que, a pesar de que el contrario no los presiona, no salen de al lado del banderín del corner. Mientras tanto la cinefilia y la crítica de derecha se rasca los huevos en San Clemente. La vida de derecha gana por goleada y no es noticia. No nos comamos la cola (y me permito el plural), el enemigo está en otro lado y todos lo sabemos. Con sospechar de los de afuera (suponiendo, con una pizca de ombliguismo, que estos tienen los ojos posados en estos pagos) no logramos nada, como tampoco se logra nada repitiendo que hay que dar los debates sin luego escribir de verdad, fuera del barro de una sección de comentarios e intentando generar nuevas polémicas (y, claro, me incluyo a mí mismo en esto último).
Ojalá que algunas de las ideas que anduvieron circulando por acá se desarrollen en textos independientes y la cosa pueda seguir marchando. Si algunx de lxs comentaristas necesita un espacio LV les abres las puertas. Yo por lo pronto no ando con energías ni tiempo para escribir, algo que lamento.
Lxs mando un cariñoso abrazo.
Tomás, no creo que Carla ni nadie haya expresado que es imprescindible escribir aquí (ni en estos comentarios ni en este sitio). Lo que si es imprescindible, como también vos reiteras, es que los que se han sentido interpelados (al parecer más por esos comentarios que por las notas, incluida la de Quintín) salgan a la cancha en sus propios espacios.
Nicolás, tengo la absoluta certeza de que Tomás y también Pedro no necesitan aclaraciones porque saben leer perfectamente, y no menos confianza en ellos y en que comprenden bien por qué mencioné ahora a LV.
Entonces, si la revista efectivamente repudia la calumnia de Quintín, y por ende el aplauso cómplice de Porta Fouz (entre otros). A mi entender la cuestión de fondo es: ¿cuál es, entonces, el significado de la nota? y ¿cómo se relaciona con el resto de su producción escrita (la de Quintin)? ¿cuáles son los presupuestos políticos que llevan a alguien a convertirse en un calumniador de derecha y qué efectos tienen en su «método crítico»? Etc. Es lo que intentaron hacer las dos notas originales de Roger y Nicolás. Afortunadamente estas preguntas no podrán ser respondidas con el latiguillo de «separar la obra del autor», puesto que acá nadie está hablando del sujeto en cuestión, ni de su cuenta de Twitter, sino más bien en modalidades de su escritura. Me pasa algo similar a la hora de leer textos “serios” de Atilio Borón. Es difícil leerlo sin tener en cuenta las cosas demenciales que ha escrito en sus intervenciones periodísticas sobre el proceso chavista, particularmente desde 2017 a esta parte. Me parece que se trata de pensar cómo los límites de un pensamiento delimitan y estructuran el recorrido de una escritura determinada y cómo eso afecta el campo en el cual esta emerge y disputa sentidos. Acá no se trata de perseguir a nadie ni de acusar a nadie de nada, ni de ponerse a buscar los gérmenes de su derechismo en alguna frase al pasar en el número 6 de El Amante. Estamos hablando de disputas conceptuales a la hora de pensar el cine argentino, la crítica y el futuro de ambos. Disputas que nos van a servir a todos para orientar lo que querramos hacer y/o escribir. Que la revista intente responder seriamente a esta cuestión me parece un buen primer paso para salir de este loop. Abrazo.
la revista = lvu
Adhiero a lo que dice Tomás. Y en el espíritu de la discusión voy a extrapolar una idea. Sin ironía, en este momento, aunque más no sea, es con todos. Abrazo
En esta breve conferencia, Horacio González, a partir de una lectura de Arturo Jauretche, retoma la tradición del duelo en las discusiones políticas. Tengo la impresión de que su conferencia glosa algo que se quiso decir muchas veces y no siempre se pudo con tanta claridad y rigor.
https://www.youtube.com/watch?v=Napqk3TNC2Y
PS: Fue Nicolás el que me pasó el video.
He ahí un maestro.