LA DEUDA (02)
LA ZONA MUERTA
Pocas veces Gustavo Fontán había filmado una ciudad. La muy poco vista Donde cae el sol transcurría en Buenos Aires, y la Trilogía de la casa se desarrollaba en Banfield, pero esas películas (lo mismo pasaba con la Trilogía del lago helado) trabajaban microscópicamente sobre la intimidad en espacios domésticos. Los escenarios de Fontán han sido siempre los ríos y los bosques; solamente él pudo apropiarse de la prosa de Saer y la poesía de Juan L. Ortiz en planos cinematográficos y filmar entonces ecosistemas ligados al río con la exigencia estética requerida en cada caso. La orilla que se abisma y El limonero real son triunfos del cine como forma singular de expresión.
La gran novedad de La deuda es el registro de Buenos Aires como un paisaje inerte. El sol parece prácticamente desterrado, los árboles y las plantas también. La ciudad es aquí un espacio devastado en el que los hombres y las mujeres sobreviven. No se trata de un retrato realista, sino más bien de una lectura espiritual de la ciudad a partir de signos de lo real.
El estado de deuda permanente se plasma en los últimos minutos, instante en el que un viaje en tren se transforma en una cámara (sonora) de enajenación e infortunio. Lo que pasa con el sonido en ese segmento es extraordinario, acaso el contraplano íntimo del desprecio incesante por el espacio público sonoro, siempre viciado de temas musicales y programas de radio y televisión impuestos. Cuando todo ese segmento glorioso termina con la multitud dirigiéndose a la salida de la estación, tomada de espaldas, el mito de Sísifo resplandece sin anunciarse: los asalariados trabajan solamente para pagar sus deudas.
La deuda, Argentina-España, 2019
Dirigida por Gustavo Fontán. Escrita por Gloria Peirano y G. Fontán.
Hasta aquí, la atención está puesta en el film clandestino que habita y comanda el film oficial. Este último se organiza mediante un relato: una joven que trabaja en una oficina no depositó el dinero de un cliente. Su superior se entera y de ahí en más tiene menos de 20 horas para restituir 15000 pesos. La protagonista buscará primero la asistencia económica de su hermana, y habrá otros contribuyentes. De casa en casa, en la noche, la joven tratará de juntar la suma.
La intersección entre el retrato sensorial y la trama alcanza su mayor esplendor cuando Mónica visita un casino en plena noche. Ese espacio es visto como un hogar del desamparo capitalista, donde las máquinas y sus colores están más vivos que sus usuarios entregados mecánicamente al juego. Los movimientos de cámara y los encuadres enrarecidos, respecto de las figuras humanas, son magníficos. El remate es la aparición de un personaje interpretado por Leonor Manso. Allí se glosa la desesperación de los endeudados.
La deuda se estrena cuando en el país en el que sucede la película los gobernantes han vindicado perversamente un destino ineluctable signado por el endeudamiento. En el horizonte, la liquidación de la deuda luce como la promesa de una vida feliz en otros mundos, una utopía futurista inalcanzable. Es que el espíritu de nuestro tiempo anida en cada plano de La deuda. El desierto crece, dijo un filósofo para describir el nihilismo. He aquí una figura poética de un desierto llamado Argentina.
Roger Koza / Copyleft 2019
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