FRANCOTIRADOR / AMERICAN SNIPER (02)

FRANCOTIRADOR / AMERICAN SNIPER (02)

por - Críticas
28 Ene, 2015 03:22 | comentarios

 EL ÚLTIMO “HÉROE” AMERICANO

AMERICAN SNIPER

Por Jorge García

Hasta su encuentro con el director italiano Sergio Leone, Clint Eastwood era un actor secundario irrelevante, pero la trilogía de spaghetti-westerns de Leone que interpretara lo lanzaron a un posiblemente impensado estrellato, que se consolidó pocos años después con el protagónico de Harry, el sucio, de Don Siegel, primero y mejor título de la saga de Harry Callaghan, el fascistoide policía que, con métodos violentos y nada ortodoxos se enfrentaba a sus generalmente más liberales superiores. En el mismo año de ese exitoso film, Eastwood se lanzó como director con una muy interesante ópera prima, Obsesión mortal, en la que no casualmente Siegel tenía un papel como actor (Siegel y Leone fueron –sobre todo en la primera época de su carrera como realizador- las principales influencias de Clint). Lo que seguramente casi nadie pensó es que esa carrera se iba a prolongar hasta nuestros días con más de una treintena de films, la mayoría de ellos muy valiosos, en los que aparece como el último (y tal vez único) exponente de la narrativa clásica dentro del cine norteamericano. Así, Clint Eastwood consiguió títulos destacados en el terreno del western, el policial, el melodrama romántico y el drama a secas, y también hay que decir que, sobre todo en su primera etapa, hay algunos films marcadamente reaccionarios (Firefox, El guerrero solitario, Impacto fulminante) en los que –más allá de sus declaraciones de que sus películas son “apolíticas”-, su vertiente más conservadora asoma sin pudores.

En el terreno bélico, Eastwood había realizado un muy interesante díptico en el que reflejaba algunos sucesos de la Segunda Guerra en un caso desde el punto de vista norteamericano (La conquista del honor) y en otro desde el japonés (Cartas desde Iwo-Jima). Con Francotirador, CE regresa al género tomando como punto de partida la autobiografía de Chris Kyle, el personaje del título, que cuenta con el poco recomendable récord de haber matado en la guerra de Irak a 160 personas (incluidas mujeres y niños), aunque él se jactaba de que eran muchos más. Eastwood en más de una ocasión declaró que estaba en contra de la mencionada contienda, sin embargo, al adoptar el punto de vista excluyente del protagonista sin que surja un cuestionamiento a su conducta y presentar a los iraquíes como un bloque uniforme en que hasta a los niños se los muestra portando granadas y son un enemigo a matar, no parecen avalar esa afirmación. Por supuesto que al republicano octogenario CE nadie le va a pedir a estas alturas que haga una película “progre” contra la intervención militar en Irak, pero hubiera sido bueno que mantuviera la saludable ambigüedad de los títulos antes mencionados.

Por otra parte, habiendo elegido la opción de punto de vista antes señalada, le cabía la posibilidad de, al menos, intentar profundizar en un personaje solitario, obsesivo y de rasgos marcadamente psicopatológicos, reivindicado como un héroe por sus compañeros de armas. Suena muy elemental su caracterización a partir de los discursos reaccionarios que recibía de su padre, un peligroso fanático religioso, o de que su conducta esté motivada por la visión en la televisión del atentado en las Torres Gemelas. Y tampoco ayudan la intercalación de las escenas familiares con su lloriqueante esposa, de la que no se logran entender las razones por las cuales sigue enamorada del protagonista. Por supuesto que el oficio narrativo del director aflora en varios momentos (hay una notable secuencia de un combate visto en medio de una tormenta de arena, en el que los contendientes aparecen como una suerte de fantasmas) o puede crear un clima inquietante, cuando, ya regresado de la guerra, Kyle sostiene una conversación con su esposa mientras juguetea con una pistola en sus manos. Hay en algún momento un tímido cuestionamiento a la presencia estadounidense en tierras extrañas en alguna frase soltada por el hermano del protagonista o un diálogo con un compañero que luego morirá en la contienda. Pero también Eastwood apela sin pudor al golpe bajo en la segunda situación en la que Kyle va a dispararle a un niño y se puede caracterizar como imperdonable el plano en que sigue la trayectoria de la bala que acabará con el francotirador iraquí. Recién en los últimos tramos de la película, con ya Kyle de regreso en su hogar, se atisba lo que pudo haber sido una mirada más atractiva sobre su conducta. Sin embargo, también en el final del film, luego de un seco y lacónico intertítulo con el que bien pudo haber acabado (permitiéndole, de paso, al espectador, algún tipo de reflexión), Eastwood opta por recurrir sobre los créditos finales a material de archivo destinado a glorificar a un asesino serial.

Jorge García / Copyleft 2014