HABEMUS PAPAM / EL PSICOANALISTA DEL PAPA
**** Obra maestra ***Hay que verla **Válida de ver * Tiene un rasgo redimible ° Sin valor
Habemus Papam: El psicoanalista del Papa/ Habemus Papam, Italia, 2011
Escrita y dirigida por Nanni Moretti
***Hay que verla
Moretti, el otro iconoclasta del cine italiano junto a Bellocchio, regresa con un film cómico y secretamente incómodo.
No hay duda de que Habemus Papam está entre lo mejor de la obra de Nanni Moretti, después de su única y verdadera gran película: Querido diario (1993). Como se sabe, causó un poco de escándalo en el momento de su estreno en Italia y posteriormente en su paso por el festival de Cannes: el tema es la decepción paulatina de los fieles respecto del Papa elegido. Extraña parodia democrática la elección de un Papa: el voto individual de los prelados, en esencia, más que representar una convicción, es la canalización directa de una voluntad de otro orden que dicta y confirma a su representante en la tierra.
Moretti no es un gran organizador del espacio cinematográfico. Filma como puede y a veces acierta en sus elecciones formales. El plano generalísimo parece su favorito. El registro de los fieles y el Vaticano es notable.
Sin duda, el film se beneficia de su Papa. Michel Piccoli ofrece un trabajo extraordinario como un Papa que una vez elegido sufre un ataque de pánico que luego será esclarecido a través de un acto de desobediencia institucional y de obediencia personal. Cuando desde el Vaticano llamen al psicoanalista interpretado por Moretti, éste pregunta sobre qué puede y no puede preguntar y llega a pronunciar el obstáculo fundamental, el centro de todo conflicto: todo religioso, tarde o temprano, habrá de resolver su relación con su propio deseo. Y aquí, el deseo del Papa elegido consiste en retomar una vieja y postergada pasión por el teatro. No lo expresa de ese modo, pero terminará viendo una obra en un teatro y representando luego un papel al que su deseo le impone una lógica fuera de la obra en la que ha sido elegido como estrella canónica y única.
Hay en Habemus Papam una operación sagaz que hace añicos el núcleo de la creencia religiosa. Moretti destituye sigilosa y piadosamente el concepto de mediación. Que el Papa votado y elegido finalmente renuncie a su puesto y se resista a su predestinación es un acto que en otro tiempo histórico hubiera encendido los fuegos de la hoguera. Quizás por esto el retrato de los feligreses y de los religiosos es demasiado respetuoso, casi al borde de la sospecha. ¿Puede ser que entre todos los candidatos a convertirse en Papa no escuchemos miserias ni ambiciones inconfesables? Los cardenales son amorosos; los fieles en la plaza del Vaticano rebosan de simpatía. Moretti, a diferencia de Bellocchio, otro director italiano y ateo, que va de frente e impugna el accionar de la feligresía, apuesta a un retrato piadoso y acrítico de la institución mientras impone una agenda secreta que hiere el fundamento de la fe.
La excesiva presencia de Moretti, por ejemplo en el campeonato de vóley en el Vaticano entre curas latinos, europeos y africanos, pertenece a otra película, como también el pasaje, forzado y ligeramente demagógico, en el que se escucha un tema de Mercedes Sosa. Pero el cierre del film, con la sugerente Miserere de Arvo Pärt, es una de las secuencias más extraordinarias de la carrera de Moretti. La explosión ante nuestros ojos de la orfandad teológica de una muchedumbre desconsolada resignifica la totalidad de la película. El misterioso adagio cristiano, “Padre, ¿por qué me has abandonado?”, regresa como un relámpago destinado a iluminar la vulnerabilidad de los hombres.
Esta crítica fue publicada por la revista Good News en el mes de septiembre 2011.
Roger Koza / Copyleft 2011
Donde dice «una operación sagaz que hace añicos el núcleo de la creencia religiosa» yo preferiría decir «una operación sagaz que hace añicos el núcleo del catolicismo». Dado que hay experiencia religiosa por fuera de la obediencia institucional. Los momentos más liberadores de la experiencia religiosa provienen desde la desobediencia institucional, empezando por la propia vida de Jesús.
jaja mejor explicado imposible
El misterioso adagio cristiano, “Padre, ¿por qué me has abandonado?”, regresa como un relámpago destinado a iluminar la vulnerabilidad de los hombres….
Eso sí que es una experiencia religiosa.
Ambos comentarios, los intuyo, provienen de un lector atento y lúcido de Kierkegaard (y que ha escrito una breve pero justa introducción a su discurso filosófico). Es verdad lo que decís del Cristianismo, y también concuerdo con la desobediencia como motor de una experiencia religiosa. Del cristianismo siempre me ha gustado su proliferación de sectas, sus herejes, las ascesis delirantes de sus santos, las pruebas de fe. Abrazo. RK
Claro, Kierkegaard. Ayuda a desmalezar el terreno, a distinguir institución eclesiástica de experiencia religiosa. Y en un sentido totalmente diverso el propio Foucault, quien tiende a pensar el cristianismo en términos de «pastoral cristiana»,es decir: de obediencia institucional. Pero él mismo reconoce «contra-conductas» actos de resistencia en el seno de la historia de la iglesia.
Por otro lado, todos los santos han estado al borde de la herejía, la línea de separación es extremadamente delgada.
Y por último, los cristianos muy a su pesar: Pasolini, en primer lugar, el más religioso de los marxistas o el más materialista de los cristianos…
Es extraño (es interesante, en realidad) que hablen de K. en términos de comprender la experiencia religiosa y hablen al mismo tiempo de la experiencia religiosa, como si un «otro» pudiera iluminar de algún modo un suceso que, ustedes saben, es por antonomasia personal y subjetivo. El desacato a la ideología eclesiástica es una desobediencia menor. La auténtica rebelión es respecto de otra institución, mucho más poderosa, arraigada e inasible. En verdad, invisible para la mente. Esto, este mix, esta mente que piensa lo religioso y cree «comprender» lo religioso, puede observarse como variante de la confortable superstición de la que me hablabas días atrás. En este caso un conflictivo nivel 2, no dado ya por las tímidas «creencias» sino por la autosuficiencia de un intelecto que piensa que todo es menos que el mismo, que todo gira en derredor y que no existe verdad en tanto no pueda ser pensada-simbolizada. Religión es misterio. No es codificable. Y es un hecho.
Abrazo. Edgar.
Oscar Cuervo: me sentí representado en sus palabras!, (…si, parece que sus palabras, hicieron que sintiera que algo mio se presentara.)
Lo saludo.
«El retrato de los feligreses y de los religiosos es demasiado respetuoso, casi al borde de la sospecha». Pregunto ¿sospecha de qué? ¿por qué una película que respeta a la Iglesia Católica es «sospechosa», o por qué no puede ser considerada una buena película?
Estimado Juan: ninguna película es sospechosa por retratar amablemente a una comunidad religiosa, sea la que fuere y elija el director en cuestión.
Aquí lo sospechoso pasa por el punto de vista de Moretti, el que no subscribe a la fe católica, y en cómo elige construir al creyente. Tanto los devotos como los prelados son todos demasiados buenos, sonrientes y simpáticos. Un ejemplo preciso son los soliloquios de los candidatos antes de ser elegidos. No hay ninguna meditación vinculada al poder. Me parece que Moretti trabaja bajo un sistema de compensaciones que oscila entre la representación general del feligrés y la crítica precisa sobre la mediación, para mí tema central del film y un verdadero golpe al fundamento de la fe.
Fíjese mi crítica sobre Dioses y hombres en el mismo blog, y verá usted que mi posición, a pesar de ser ateo, no me impide considerar un film religioso como uno de los mejores del año.
Tampoco creo que el film de Moretti no sea bueno. Si lee usted lo que escribí nada de lo que digo y señalo cuestiona los aciertos del film.
Finalmente, mi cineasta preferido fue católico y ostensiblemente religioso: Robert Bresson. Saludos. RK
No se, Roger, la verdad, no me parece. Esos cardenales tan amigables, ese papa tan improbable, admiten quizás otra hipótesis, que descartaría la sospecha de demagogia: quizás se inscriban en el terreno de la total fantasía. Si ese es el caso, no hay “demasiada” bondad, sino que, antes bien, se los dota de esa humanidad para subrayar la ausencia de verismo, de realidad en ese plano (de hecho, el partido de volley, cumpliría la misma función ¿no?, una ficción absoluta, que cualquiera reconoce como tal). Y eso no hace la impugnación más débil, sino más potente: el problema no es que el papa y sus cardenales sean malos tipos (puesto que, al fin y al cabo, todos sabemos que lo son), sino que el drama es una fe, una institución, que obliga a las personas a ser lo que no desean ser. Ese poder deshumanizante no encuentra su raíz en una persona malévola (aunque lo natural es que, precisamente, lo ejerzan personas malévolas) sino en la relación de las personas con sus propias creencias, y con los demás. Una función parecida cumplía el comisario de “Policía, Adjetivo” (otra película sobre un tipo obligado a ser lo que no desea ser): no existen en ningún lado policías tan piolas, que debatan la moralidad de sus actos con sus agentes, y eso, la ausencia de un personaje siniestro, ponía más y mejor de resalto que lo siniestro es el poder así ejercido, y no un tipo cualquiera al que – supuestamente – se lo desplaza y cambia en un segundo. Abrazo.