JERSEY BOYS: PERSIGUIENDO LA MÚSICA / JERSEY BOYS
**** Obra maestra ***Hay que verla **Válida de ver * Tiene un rasgo redimible ° Sin valor
Por Roger Koza
JINETES DEL SONIDO
Jersey Boys: Persiguiendo la música / Jersey Boys, Estados Unidos, 2014
Dirigida por Clint Eastwood. Escrita por Marshall Brickman y Rick Elice
*** Hay que verla
Una película singular y feliz, excepción en una cartelera abastecida por una única fábrica de sueños que lanza películas desangeladas como jeans en serie.
No sería desacertado pensar en un brindis a la salida de las proyecciones de Jersey Boys: Persiguiendo a la música, el último film del octogenario aunque juvenil Clint Eastwood. Los espectadores se mirarían a la cara, compartirían su felicidad y repasarían los buenos momentos vividos en la sala. Dado que vivimos en una época en la que la sordidez, la tragedia, la perversión y la imbecilidad de los superhéroes y vampiros pasan por cine arte y cine de espectáculo, ver un film que afirme legítimamente la vida es una auténtica rareza. ¿Hace cuánto tiempo no se veía un pasaje tan feliz como el de los créditos finales de este film esplendoroso? Supongo que desde Zatoichi, de Takeshi Kitano.
Jersey Boys dista de ser perfecta, aunque la elegancia es constante y el crescendo emocional se sostiene hasta los créditos finales. Se dirá que es tan sólo un film sobre Frankie Valli y el grupo Four Seasons, y por tanto un film menor de Eastwood. A veces, las grandes películas son las que renuncian a serlo. Esto no es Río místico, por suerte.
Estos músicos pueden resultar desconocidos, pero sus hits seguramente forman parte de nuestra memoria musical (dos compases de “Can’t Take your Eyes From You” o de “Sherry” serían suficientes para demostrarlo). De todos modos, si bien es un film sobre el nacimiento de un género musical, el tema central pasa por el espíritu de camaradería y el ejercicio de una ética de la lealtad.
Nueva Jersey es una especie de periferia simbólica. De ahí vienen Frankie, Tommy DeVito y la mayoría de los miembros de la banda, que cada tanto mirarán a cámara y anticiparán los eventos por venir, un procedimiento que, a pesar de las asociaciones que han citado mis colegas, habría que remitirse al teatro de Shakespeare. La historia arranca a principios de la década de 1950; Eastwood, con pocos recursos, se las ingeniará para que todo luzca tan real como inconmensurable para nuestra mirada incrédula. A la distancia, los comienzos de la industria del espectáculo y los orígenes de la televisión resultan de una candidez inimaginable. Después de un par de asaltos fallidos y alguna estadía breve en la cárcel, los muchachos de Jersey formarán la histórica banda. Frankie llevará el falsete a una dimensión hiperbólica y la tardía incorporación del compositor Bob Gaudio sabrá embellecer esa particular técnica vocal. (Una de las grandes escenas del film reside en este encuentro. Un instante cuidado por Eastwood, incluso musicalmente: los músicos se suman de a poco y armonizan con las notas que Gaudio toca en el piano. Los dedos del bajista coinciden con las notas que toca)
Lo que sigue de ahí en adelante es conocido: la lenta construcción del éxito, la incompatibilidad de la vida familiar con la carrera profesional, los conflictos de poder en una banda y, en este caso, una peculiar relación con la mafia. Todas las apariciones de Christopher Walken como Gyp, un mafioso distinguido y culto, son sublimes. De 1950 a 1990, pasará de todo.
Si bien Eastwood acelera el relato en el último cuarto de película y los acontecimientos quedan desbalanceados, todo fluye como en los viejos tiempos del cine clásico. Algunas escenas son estupendas, como la secuencia en la que se sugiere la genealogía de “My Eyes Adored You”, que explica cómo Frankie intentaba conjurar su ausencia frente a su hija Francine, o el extraordinario momento en el que Gyp, la banda y otro mafioso encuentran la forma de pagar las deudas que Tommy tomó en nombre de todos. Timing, precisión dramática, diálogos precisos, sentido del espacio. Si bien el clasicismo es la regla, Eastwood se permite algunos movimientos de cámara notables, como por ejemplo en ese plano grúa que empieza en la calle y alcanza hasta el cuarto o quinto piso del edificio de una discográfica.
El punto débil de Jersey Boys pasa por dejar la Historia estadounidense en un total fuera de campo, lo que resiente el relato porque destituye un poco su verosimilitud, como si se tratara de un cuento de hadas para varoncitos. Pero las virtudes del film de Eastwood son tantas que este ostensible desacierto se compensa por el democrático amor a sus personajes, el creciente volumen existencial del relato, los modos de filmar la experiencia musical como un trabajo colectivo y una finísima clarividencia para (de)mostrar que la felicidad es tan sólo una nota ocasional que se repite cada tanto en la medida en que haya ensayo y compromiso.
Esta crítica fue publicada en otra versión en el diario La voz del interior durante el mes de junio 2014
Roger Koza / Copyleft 2014
«A veces, las grandes películas son las que renuncian a serlo», te pasaste, hermoso 🙂 Y la última frase también, hermoso texto, saludos.
Muchas gracias. RK
Muchas de las películas menores de C.E. son grandes películas. Poder absoluto por ejemplo.
Sí, esa buena.
Roger: ¡excelente crítica para una película que -para mí- es sublime! Conicido con la relevancia que tiene en el film todo lo que has subrayado. Respecto a las grandes escenas, a mí me conmocionó de manera particular el reencuentro de Tommy y Frankie al final, el cuidado sobre lo que expresan en sus gestualidades tmbn me pareció un buen guiño. El final de tu crítica (de)muestra la precisión de tu ojo crítico. Gracias!
Estimada Sol: muchas gracias por tus palabras. Sí, ese momento es hermoso también. Hay varios momentos similares. Saludos cordiales. RK
Coincido Roger, dudo que pase algo más feliz por la cartelera a lo largo de este año. El film es sorprendente y demuestra que el viejo Eastwood sigue siendo un zorro difícil de atrapar, siempre aparece por dónde menos se lo espera. No voy a redundar en los momentos de la obra que señalás en tu nota -mi favorito es el encuentro de los cuatro: uno sabe y ve lo que hace el director, pero esa conciencia no le resta un ápice de sensibilidad y de alegría contagiosa a la escena: ¡Notable!- quería referirme a lo que marcás como falta: la ausencia de contexto histórico político: honestamente, no me parece que el film lo reclame, me parece que se mueve muy bien en su propio universo y que se puede leer la historia en las estéticas que se van sucediendo y en el salto del final a los noventa. Me parece que ese fuera de campo queda librado a las propias imágenes y memorias de los espectadores. Por otra parte, no me imagino cómo se podría haber introducido la política en un film como este.
La película dialoga con tradiciones, género y filmes puntuales, pero es completamente propia, en la medida en que no queda atrapada en la intención de «reconstruir una época» ni en la de prolongar un género determinado. Creo que si por algo se puede considerar a Eastwood el último clásico es porque en sus filmes lo más importante es narrar una historia con los elementos más simples y nítidos que se tienen a mano sin perder de vista que el mundo se mueve en el territorio cinematpgráfico que se construye entre los personajes y sus circunstancias. Jersey boys es un film extraordinario en el sentido cabal de la palabra y, para mi, -tengo que pensar y escribir esto con más tiempo- el gran oponente exacto -por sus sentidos, modestia y nobleza- de El lobo de Wall street.
Estimado Scotti:
1. La escena del reencuentro es hermosa. Hay varias. Para mí, una de las escenas notables del film es la que Frankie y su hija ya adolescente se encuentran en el bar. El timing, las tenues cuerdas musicales que acompañan, los gestos, el padre preguntándole qué va a tomar. Pero son muchas las escenas para recordar. Muchas.
2. Lo del contexto histórico y político: no tengo idea cómo se debe incluir, o insinuar. El fuera de campo es aquí una debilidad. Estoy convencido de que sí tiene un efecto en el film y es el que señalé en mi crítica. Terence Davies, por ejemplo, podría haber hecho este film. Si lo hubiera hecho él, estoy seguro que algo hubiera puesto para señalar el correlato de la vida interior de sus personajes con el paso lento pero influyente de la Historia. Un detalle, tan sólo un detalle, como Davies lo hace en La casa de la felicidad. Por otro lado, los 40 años que abarca el film son fundamentales en la historia de EE.UU. La Guerra de Vietnam, por ejemplo, y no es solamente eso. Yo no le reclamo nada, simplemente observo que esa ausencia tiene un efecto en la verosimilitud del relato, más allá de su funcionamiento narrativo y emotivo. Después de todo, es también un biopic.
3. Pensé exactamente lo mismo que vos respecto de la relación de este film con El lobo de Wall Street. Yo prefiero la de Eastwood, y Nebraska, otra película que yo relaciono con la de Scorsese. Lo que está en juego, secretamente, es el final del clasicismo en el presente y la contundencia de una forma de relato nacida en los ’70 y atravesada luego en los ’90 por una nueva generación que se impone como lingua franca. Las referencias y las herencias son aquí cifras: Scorsese puede hacer una película parecida a una de Tarantino; Eastwood jamás podría hacerla. Esa es la diferencia esencial entre las dos películas, su inconmensurabilidad estética, más allá del cariño y respecto que podamos tener por el director de Kundun, como es mi caso.
Saludos.
RK
Además, está claro que para Eastwood el éxito no es lo mismo que para Scorsese y no me parece que esto tenga únicamente que ver con que narran dos épocas y dos actividades distintas, tiene que ver con convicciones estéticas diferentes: comparemos dos escenas / situaciones de ambos filmes: Eastwood filma con delicadeza, emoción y sensibilidad la unión de cuatro pibes de New Jersey que un poco el azar y un poco la época han puesto juntos a hacer música y a construir una comunión que el film transmite de forma nítida y potente. Hay allí una alegría auténtica y contagiosa que subtiende el conjunto de la historia y que conduce al gesto de lealtad y solidaridad que está en la base y en el horizonte del film. En El lobo… Scorsese se regodea jugando al desenfreno mostrando a cuatro pobres tipos venidos a más que se divierten lanzando enanos en su oficina. Insisto, no es el tema el problema, la música siempre será más noble que el dinero -aunque la elección de qué contar no es un asunto menor- sino los sentidos de las búsquedas estéticas de ambos: donde uno se atreve a ir contra el cinsimo canchero y autocomplaciente que parece ser el signo más aclamado de la cultura de nuestro tiempo, el otro lo reproduce con solvencia y con destreza como si su film no formara parte de la miseria que expone.
Está, claro, también el tema de cómo juegan en ambos filmes la lealtad y la traición como espejos, no como meras acciones de los personajes, sino como ejes organizadores de los filmes y como claves de una forma de ver el mundo y de narrarlo.
Saludos
Scotti: nada tengo que decir sobre lo que decís porque así lo diría. Saludos. RK
Es vintage? Viniendo de Eastwood no debería, pero…
No, no lo es, pero
El fracaso comercial de Jersey boys debería hacernos pensar en el papel de los medios y de los críticos en este contexto de pauperización de la cartelera -que no es necesariamente correlativo del cine de hoy-. No se muy bien cómo perfilarlo, pero me parece que a los que nos interesa el cine que se sale de los estándares más complacientes vemos que está pasando a toda velocidad una época y que los espacios desde donde resistir se reducen rápidamente. Veo que ciertos diarios desdoblan críticos y favorecen estrenos que no necesitan publicidad. Se está reformulando el negocio -o ya se reformuló- y cada vez hay menos posibilidades de ver películas interesantes en los cines.