JOJO RABBIT

JOJO RABBIT

por - Críticas
11 Ene, 2020 05:53 | comentarios
El nazismo explicado a los niños; he aquí una excelente introducción al fascismo como apoyo curricular para las asignaturas dedicadas a las crónicas del siglo XX.

Introducción al enemigo (in)visible

Entre 1935 y 1936, en las escuelas de Baviera, los niños leían y asimilaban afirmaciones como la siguientes: “Al Führer alemán los niños de Alemania lo aman; a Dios en el cielo, lo temen: al judío lo menosprecian”. También: “El alemán camina, el judío se arrastra”. La autora del libro se llamaba Elvira Bauer, y este compendio ilustrado llevaba por título “Trau keinem Fuchs auf grüner Heid und keinem Jud bei seinem Eid”. Borges lo denominó alguna vez como “un curso de ejercicios de odio”. A este sentimiento tan de moda entre nosotros, no se lo debe subestimar; un día, sin aviso, puede dominar las personalidades de sus practicantes.

En Jojo Rabbit, el niño protagonista cuyo amigo invisible no es otro que un caricaturesco Adolf Hitler (interpretado por el mismo director, Taika Waititi), escribe un libro ilustrado sobre los judíos, que tiene reminiscencias de aquella obra siniestra. El paradójico tono sarcástico e inocente, siempre ubicuo, nunca desmiente el trasfondo ominoso del nazismo, la expresión más acabada del fascismo de todos los tiempos. La inclusión inicial de materiales de archivo en los que los niños saludan y celebran a Hitler excede la invocación de un tiempo pasado. Es también una advertencia sobre los materiales en bruto con los que trabajará esta comedia.

Jojo RabbitEstados Unidos-Nueva Zelanda-República Checa, 2019.

Dirigida por Taika Waititi. Escrita por Waititi y Christine Leunens.

Lo misterioso de Jojo Rabbit es que el propio film –empleando la lógica de lo reverso, citada por este Hitler propenso a la idiotez– parece la inversión del propio libro de JoJo y también del de Bauer. ¿No es acaso Jojo Rabbit el film perfecto para advertir en los primeros años de aprendizaje acerca de los peligros de una vida bajo un orden fascista? Por cierto, es aquí donde radica la diferencia entre el filme de Waititi y La vida es bella. El primero no disimula la naturaleza infantil del relato; el segundo, como se ha dicho en varias ocasiones, trata a sus espectadores igual que al niño que lo protagoniza, sin ser una película para niños, sino una fábula seria. En ambos casos, sí, la bandera de los Estados Unidos glosa la llegada de la libertad, subrayados propios de una historiografía que tiene más de un epigrama concebido por un principiante que de otra cosa.

El film propone a un niño de 10 años obsesionado con los arios y su máximo representante en la Tierra. Este no sabe que su madre colabora con la resistencia y oculta a una niña un poco más grande que él en la casa. En este contexto familiar, en el que hay otros secretos y también pérdidas dolorosas, el final de la guerra se intuye, pero el fervor de los convencidos niega cualquier posibilidad de derrota. Así, la Juventud Hitleriana no se rinde, los niños se entrenan, los nazis aniquilan a los judíos y sospechosos y el advenimiento de una utopía fascista está en camino.

Waititi satiriza y se ríe de toda la simbología nazi y los actos concomitantes sin dispensarles un ápice de piedad. Merecen la deshonra y la burla. Pero la naturaleza previsible y didáctica del film retiene cualquier atisbo de lucidez propio de clásicos en la materia como Ser o no ser o El gran dictador, películas clave que eludieron la pedagogía y el reduccionismo. Esto no impide que el film tenga algunos gags divertidos y una escena muy eficaz circunscripta a la pesquisa de un inspector y su equipo en la casa del niño. El resto es conocido, incluso los matices sentimentales con los que se pretende apelar a la benevolencia del espíritu humano, y por más que se cite a Rilke cada tanto, la clarividencia del poeta jamás exime al film de sus propios límites y el deseo de transmitir el triunfo futuro de una vida luminosa.


*Esta crítica fue publicada en otra versión por el diario La Voz del Interior en el mes de enero 2020.

Roger Koza / Copyleft 2020