A veces nos golpea una infausta, inesperada  y sorpresiva noticia que nos mueve el piso. Si había alguien que trasmitía una imagen permanente de salud y vitalidad este era el crítico uruguayo Jorge Jellinek. Habíamos estado con él, como todos los años, en el último BAFICI y, también como siempre, le gastaba chanzas sobre su infaltable presencia en ese evento (y también en Mar del Plata). Sin llegar al grado de amistad y de compinches que he podido establecer con otros críticos latinoamericanos, siempre tuvimos una buena relación en la que también entraba el fútbol (Jorge era fanático de Peñarol).

Crítico sobre todo en diarios, programador de varios festivales en su país, como los de Piriápolis y Punta del Este, un buen día nos sorprendió a todos, apareciendo como protagonista casi excluyente de La vida útil, la notable película de su compatriota Federico Veiroj. Allí mostró inesperadas dotes histriónicas en un papel que parecía hecho a su medida. Tuvo también una participación secundaria en otro film ulterior pero en nuestras retinas quedará para siempre grabada la imagen del protagónico en La vida útil.

Bonachón, simpático, no coincidíamos mucho en nuestras miradas sobre el cine, pero siempre hubo entre los dos una relación afectuosa y de respeto mutuo. Hasta cualquier momento, Jorge, se extrañará mucho tu voluminosa figura en los próximos festivales de nuestro país.

Jorge García / Copyleft 2019