LA COLUMNA DE JORGE GARCÍA: 10 FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE MIGRANTE: DEFINITIVAMENTE CONSOLIDADO
Que un festival realizado prácticamente “a pulmón” logre transitar su décima edición es algo que roza el milagro. Sin embargo es lo que ocurre con este evento que transita su primera década, habiéndose consolidado como uno los eventos más importantes que se realizan en nuestra ciudad en ese terreno. Estructurado principalmente como una actividad marcadamente política, centra su programación en situaciones de conflicto de nuestra época, tal el caso de la problemática inmigrante, el rol actual de la mujer en la sociedad, el racismo, la discriminación y varios ítems más, como lo indica el nombre de sus diferentes secciones (que se podrán encontrar en la página web del festival). También este año hubo numerosos invitados que desarrollaron diversas actividades (charlas, videoinstalaciones, masterclass), todo ofrecido con entrada libre y gratuita. Y no quiero dejar de mencionar la importante retrospectiva dedicada a la realizadora libanesa Jocelyn Saab, fallecida hace pocos meses. Tal como me había ocurrido en el FIDBA con For Sama, no pude ver aquí una película que trataba sobre la guerra en Siria, Still Recording, ya que la misma no se proyectó el día que estaba anunciada. Lamentablemente el cine documental sigue contando con una respuesta limitada por parte del público y si bien hubo algunas funciones relativamente pobladas, otras contaron con una presencia de público significativamente escasa. Pasemos entonces a reseñar brevemente algunas de las películas vistas en el festival.
Susana de Sousa Dias es una realizadora portuguesa, autora de algunos notables documentales sobre su país. En el mediometraje Fordlandia malaise (2019) aborda el utópico proyecto del multimillonario Henry Ford de crear una ciudad futurista en medio del Amazonas y su fracaso en poco tiempo que la convirtió en un auténtico pueblo fantasma. Sousa Dias, utilizando material de archivo, drones y entrevistas a pobladores de la zona que cuestiona la intención de apropiarse de sus tierras y tradiciones, describe con minuciosidad ese ambicioso proyecto fracasado.
A Moon for My Father (2018), de la realizadora iraní radicada en Londres Mania Akbari y su pareja, el escultor británico Douglas White, comienza como un relato epistolar entre los dos en el que se incluyen recuerdos familiares, fotos y referencias a la censura a los artistas en Irán pero va derivando en un relato personal, acerca de la lucha de la directora contra el cáncer que la aquejaba, y su posterior embarazo y nacimiento de un hijo. El film tiene pasajes atractivos pero adolece de cierta dispersión narrativa que por momentos provoca quecueste encontrar los ejes del relato.
Azougue Nazaré (2018), del brasileño Tiago Melo, está ambientada en un pueblito de Recife, cercano a Pernambuco en el que los pobladores rinden homenaje al maracatú, un espectáculo de raíces afrobrasileñas, inspirado en el carnaval, la danza y la música y con ecos en las tradiciones esclavistas. Ello provoca el enfrentamiento con el pastor del lugar, quien considera esos hechos inspirados por el demonio. Interesante film sobre el enfrentamiento de elementos culturales mitológicos y populares con la tradición eclesiástica. El final del film es una fiesta a todo ritmo musical y color.
Hungría, luego de la caída del régimen socialista, terminó siendo gobernada por el ultraderechista Viktor Orban, quien centra su prédica política en un acérrimo nacionalismo y el rechazo a los inmigrantes. En Hungary 2018- Behind the Scenes of Democracy, la realizadora Eszter Hajdu describe la campaña electoral realizada ese año, principalmente siguiendo al político social-demócrata opositor de Orban, que busca desplazarlo del poder. Es notoria en los actos de campaña la ausencia de sectores jóvenes y también el tono paternalista con que el candidato despliega su campaña, con los previsibles resultados que Orban continúa en el poder obteniendo una amplia victoria en las urnas.
La violencia desatada en México por los carteles del narcotráfico se ha cobrado innumerables víctimas. Soles negros, crudo y valiente documental de Julien Elie es un potente testimonio sobre esos hechos. Entrevistando a periodistas, investigadores, sacerdotes y familiares de las víctimas, la película ofrece un sombrío cuadro de la violencia en el país azteca, la complicidad de los carteles narcos con la policía y la responsabilidad del estado en el ocultamiento de los hechos. Lejos de ser un film de “cabezas parlantes”, rodado en un sobrio black & white y dividido en capítulos, el film de Elie, sin desconocer los hechos de violencia en las grandes ciudades, se interna en el México rural y profundo, mostrando con lucidez el contexto físico y socio-político en el que desarrollan los múltiples asesinatos y desapariciones de personas.
Pero el evento más importante del festival en mi opinión, fue la retrospectiva dedicada a la realizadora libanesa Jocelyn Saab. Nacida en 1948 en el seno de una acaudalada familia cristiana (su padre era banquero), estudió ciencias económicas en la Universidad de Beirut, en ese ámbito cultivó diversas amistades, la mayoría influida por el mayo francés de 1968 y las ideas de izquierda. Su ideología y su compromiso militante con la causa palestina provocaron que sufriera en su país – a pesar de sus orígenes familiares- la hostilidad de la derecha cristiana. Trabajó en radio y como periodista antes de debutar en el cine como realizadora a mediados de los años 70.
Jocelyn Saab no solo es una figura fundamental dentro del cine árabe sino que es, además un ejemplo de realizadora comprometida con las problemáticas políticas, sociales y culturales de su época. Reportera de guerra, su espíritu aventurero la llevó a dividir su vida entre su ciudad natal, Egipto y París y también a investigar diversos hechos políticos producidos en Irán, Libia y Africa del Norte y a relacionarse con figuras fundamentales de la zona como Yasser Arafat. Sus películas, intensas y viscerales, mostraron la cara oculta de diversos conflictos, algo que le provocó diversos problemas con la censura en diferentes países. En sus últimos años su obra fue menos prolífica dedicándose a la fotografía y las videoinstalaciones aunque sin abandonar el cine, ya que tenía varios proyectos pendientes al momento de su muerte en Paris, a comienzos de este año. La retrospectiva presentada fue curada por la programadora e investigadora Mathilde Rouxel y estuvo integrada por cortos, medios y largometrajes, y si bien los films exhibidos fueron rodados hace décadas son un importante testimonio sobre diversos conflictos bélicos y sus derivaciones producidos en Medio Oriente, Asia y Africa.
Ya en los cortometrajes de Jocelyn Saab se pueden apreciar sus inquietudes y en ellos la realizadora puede tanto ofrecer un retrato de un mercenario francés, enfocarse en niños huérfanos (sus padres murieron en la guerra) , cuyos únicos juegos tienen que ver con situaciones bélicas, centrarse en un comando suicida o referirse a los coptos (egipcios que profesan la religión cristiana. Pero son sus medio metrajes y largos los que permiten el acercamiento más profundo a diversos conflictos.
El Líbano en la tormenta (1975) parte del asesinato de civiles palestinos por parte de milicias falangistas, integrada por miembros de la derecha cristiana. El film entrevista a dirigentes de las distintas facciones, con una mirada objetiva pero en la que siempre está clara la posición política de la directora frente a los hechos. Así se cuestiona la invasión israelí, la traición de las tropas sirias y la desprotección constante que sufre la población civil. Un documental único y estremecedor sobre los orígenes de la guerra en el Líbano.
La trilogía sobre Beirut, integrada por tres mediometrajes es otro poderoso testimonio sobre la guerra y sus consecuencias en el país. En Beirut, nunca más (1976), la directora transita entre las ruinas que van dejando los combates entre las distintas facciones, dándose tiempo para entrevistar a integrantes de las mismas. Utilizando una cámara tan fluida como urgente, Saab va dando cuenta de los comienzos del calvario de la ciudad. En 1978, la directora vuelve a la ciudad en Carta sobre Beirut y transita por calles devastadas, mientras a través de la voz en off va narrando sus sensaciones y la manera en que los hechos relatados repercuten en su persona. En 1982, un ataque del ejército israelí provoca el incendio y la destrucción de la casa de la directora. A partir de ese hecho, en Beirut, mi ciudad (1986), la realizadora, mientras recorre las ruinas de su hogar y del resto de la ciudad reflexiona sobre las causas que motivaron ese desastre. Treinta y tres años después de realizada esta última película, el Líbano continúa siendo una zona de conflictos irresueltos.
Pero no solo el Líbano es motivo de interés para Jocelyn Saab y así, en Irán, la utopía en marcha (1980), un film parcialmente reconstruido, la directora relata la caída del Sha y la revolución islámica que se produce en ese país y las esperanzas que suscita la presidencia de Bani Sadr, aunque ya se vislumbra que la figura principal de ese movimiento es el ayatollah Khomeini, quien meses después provocará la renuncia de Sadr. El film contrapone las esperanzas señaladas de buena parte de la población con aspectos reaccionarios del régimen que ya provocan, críticas, sobre todo en sectores de la juventud, una situación que se ha agudizado con el paso del tiempo.
El Sahara occidental, una ex colonia española es un país que desde hace muchos años está sometido a diversas invasiones y tensiones. En El Sahara no está en venta (1975), la directora describe la lucha del Frente Polisario por la independencia de ese país, para lo que cuenta con la ayuda de Argelia, enfrentándose a la invasión de Marruecos y Mauritania que se disputan el territorio. Una vez más la realizadora entrevista a representantes de los diferentes sectores en pugna, aunque siempre dejando clara de que lado están sus simpatías. Es de señalar que cuarenta y cinco años después de realizado el film, el Sahara Occidental continua dividido en un sector ocupado por Marruecos, otro por Mauritania y una parte liberada por el Frente Polisario y declarada república independiente.
Pero también Jocelyn Saab realizó algunas (pocas) obras de ficción. Una de ellas es Dunia (2005) exhibida en el festival y que está centrada en una muchacha egipcia que quiere ser bailarina profesional y se relaciona con un maestro de la filosofía sufí, siendo a la vez pretendida por otro muchacho. El film está estructurado como un melodrama (el maestro queda ciego) en el que abundan los bailes y canciones y en el que las referencias a la ablación sufrida por la protagonista provocó problemas con la censura en Egipto. El film aparece como un intento de realizara una película popular que, más allá de su prestigio, tiene menos interés que los documentales de la realizadora.
Foto y fotogramas: 1) Saab (encabezado); 2) Fordlandia malaise; 3) Soles negros; 4) Beirut, mi ciudad.
Jorge García / Copyleft 2019
Muy bueno el analisis del festival. Comparto criterios de los films que aprecie. Gracias.