LA DOLCE VITA
ALGUNOS APUNTES SOBRE FELLINI Y LA PELICULA
Existen directores que han conseguido que determinadas escenas de películas sean adjetivadas con un derivativo de su apellido. Es el caso, vg, de realizadores como Hitchcock, Hawks, Eric Rohmer, Godard y, por supuesto, Federico Fellini. Es que el director nacido en Rímini le ha dado una impronta personal a muchas escenas de sus films que las hacen inmediatamente reconocibles provocando se les aplique el adjetivo mencionado.
Hay desde ya en la obra de Fellini etapas, la primera más realista que va desde su debut en Luces de varieté hasta La dolce vita. A partir de Ocho y medio, el universo del director se hace mucho más onírico y barroco, con poderosos desbordes imaginativos. En aquella primera etapa hay títulos notables como Los inútiles. La Strada, Las noches de Cabiria y la excelente y no demasiado reconocida El cuentero. En esos films, Fellini traza un retrato preciso de la vida en provincias con algunos personajes marginales inolvidables y el descubrimiento de una actriz muy personal, Giuletta Massina, que se convertiría en su esposa hasta la muerte del director. La etapa que comienza con Ocho y medio, un film sorpresivamente cuestionado por algunos críticos y cinéfilos que personalmente me parece admirable, tiene un tono mucho más desparejo y junto a obras maestras como Amarcord, su título más cálido y emotivo, Toby Dammit, formidable episodio del tríptico Historias extraordinarias y la notable y no demasiado reconocida Casanova conviven films notoriamente fallidos como Giulietta de los espíritus, en el que la Massina abandona su personaje de tintes chaplinescos para intentar entrar en la piel de una burguesa conflictuada con resultados frustrantes, buenas películas como Y la nave va y Los payasos, con títulos narcisistas y autoindulgentes como La ciudad de las mujeres y Satyricón, films con momentos privilegiados como Entrevista y Roma, con alguno ideológicamente discutible, tal el caso de Ensayo de orquesta. De todos modos, en casi todas esas películas hay momentos de una desbordante imaginación visual, que son la marca registrada del director.
La Dolce Vita, Federico Fellini, Italia-Francia, 1960.
Dirigida por Federico Fellini. Escrita por F. Fellini, Ennio Flaiano y Tullio Pinelli.
La dolce vita (1960), provocó en el momento de su estreno bastante ruido por su descarnada mirada sobre comportamientos de la clase alta romana y hoy e reestrena en una excelente copia restaurada. Hacía mucho tiempo que no veía la película y tenía bastantes dudas acerca de que no se convirtiera en una pieza fechada y sin vigencia actual. Sin embargo, la película se ve hoy muy bien, sin dejar de lado algunos reparos.
El film está centrado en un playboy con veleidades de escritos que interpreta con su habitual solvencia Marcelo Mastroianni y su relación con diversas situaciones y personajes. Hay en el film tres largas secuencias notables, la que transcurre en una suerte de villa miseria romana en la que se ha producido un presunto milagro (unos niños han visto a la Virgen). Este segmento muestra la capacidad del director para manejar situaciones corales, con muchos personajes. Otro tramo notable es la reunión en la casa de un intelectual nihilista que decide llevar su ideología hasta las últimas consecuencias, provocando un rotundo viraje en la conducta del protagonista y otra gran secuencia es la del encuentro del MM con su padre (un notable Annibale Ninchi) a quien no ve desde hace mucho tiempo. La reunión pasa de la euforia en un bar y el encuentro con una bailarina a la escena en la casa de la muchacha, que comienza con la descompostura del progenitor y su posterior partida, probablemente definitiva a su pueblo de origen. Hay también otros buenos momentos, como el comienzo con el helicóptero que transporta un Cristo y que anticipa el inicio de Ocho y medio y las dos situaciones con Anouk Aimée, en particular la de su visita a la casa de una puta romana.
Menos logradas son todas las escenas del protagonista con su novia histérica y posesiva, la prolongada secuencia con Anita Ekberg, que culmina con el baño en la Fontana di Trevi, la fiesta final e los burgueses en el castillo, subrayando la decadencia de una clase y el final con la muchacha pura y angelical llamando al protagonista quien decide no escucharla e irse con aquellos. (A propósito de este final en la playa, recuerdo las “interpretaciones” que se hacían en su momento sobre el enorme crustáceo que aparecía y su ojo en primer plano). En síntesis, La dolce vita se sostiene hoy bastante bien y –de estrenarse ahora- estaría sin duda entre las mejores películas del año.
Jorge García / Copyleft 2019
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