LA RESISTENCIA HEDONISTA

LA RESISTENCIA HEDONISTA

por - Entrevistas
14 Oct, 2020 11:59 | Sin comentarios
Una de las películas más libres y rabiosas del cine independiente brasileño. Una conversación con Tavinho Teixeira.

Sol Alegría empieza con una escena portuaria y nocturna que evoca una tradición contestataria y paródica de la década de 1970. Parece un film de Fassbinder, en el que coexiste lo vital y lo decadente, y el personaje principal, interpretado por el propio director, Tavinho Teixeira, está allí como el conductor de un relato que desde el inicio evidencia una política general: desafiar la hipocresía, identificar un peligro social y proponer un plan de resistencia. El tono es circense y el realismo social característico del cine latinoamericano brilla por su ausencia; esto es otra cosa: ¿qué es, entonces?

En principio, una familia burguesa va escapando de los distintos controles policiales y militares desperdigados por el país. Se dirigen a una comunidad llamada “Sol Alegría”, ubicada en un paraje natural paradisíaco y bastante alejado de todo. En esta sociedad secreta viven monjas (algunas son hombres que visten como tales) que parecen haber desechado el espíritu ascético y haber adoptado un hedonismo lúdico. Las religiosas cultivan cannabis para subsistir y el sexo, además, dista de ser una interdicción. Tanto la familia como los miembros de la comunidad han tomado distancia del régimen filocastrense y teológico que domina el país; viven acaso una vida clandestina y eligen celebrar la existencia intensificando los placeres sensuales.

Sol Alegría es un auténtico desafío, porque su provocación consiste en cuestionar y desordenar. La caótica jovialidad que escenifica es inocultable, como también la intuición inversa acerca de una situación intolerable que acecha al país vecino. Las escenas se acopian, pero todo se encamina a la extraordinaria escena circense que tiene lugar en un bosque. En el momento en que Ney Matogrosso empieza a cantar y luego, cuando el propio Teixeira arranca con un monólogo, se desnudan los privilegios de clase y se enuncia una crítica visceral al orden vigente. Son diez minutos de un lirismo existencial y una clarividencia política que glosan toda una época y sus límites. Y son conmovedores.

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Roger Koza: ¿Cómo llegó a concebir Sol Alegría, una película bastante impredecible? 

Tavinho Teixeira: En el inicio de 2014, cuando empecé a escribir el guion, me di cuenta de que, como hombre gay y blanco, nacido en el seno de una élite sin mucha educación, militarizada, cristiana, conservadora y también hedonista (sí, las dos cosas a la vez), en el noreste atlántico de Sudamérica, necesitaba hablar de la hipocresía como una práctica propia de una estructura dogmática, social y política. Fue así como concebí a esta familia ajena de toda moralidad, en la que a medida que avanzara el relato y llegado este al desenlace el padre tuviera que explicitar los pequeños e interminables dramas que aquejan a él y toda su familia en un espectáculo patético en medio de un bosque vivo.

RK: La película tiene casi un carácter profético sobre lo que sucedió en Brasil; el film parecía predecir la llegada de Bolsonaro al poder. ¿Qué había imaginado entonces?

TT: Cuando empezamos con la película Dilma Rousseff aún estaba en la presidencia. En 2017, formamos un equipo de trabajo en el estado de Paraíba, de donde soy oriundo. Toda la gente que reuní estaba en sintonía con el cuerpo y el pensamiento estético-satírico-político. Estábamos listos para cualquier batalla. Pero fuimos muy ingenuos al no darnos cuenta de que el golpe que habíamos sufrido en 2016 venía acompañado de otro golpe y de una dimensión aún más oscura: en las elecciones de 2018, el candidato de extrema derecha (a quien considerábamos objeto de risa y desprecio y nos causaba horror) asaltó la presidencia del país en el contexto de unas elecciones manipuladas por nuestro poder judicial y por la siniestra y fenomenal fuerza de las noticias falsas.

RK: ¿Por qué imaginó una comunidad llamada Sol Alegría que funcionaba como un refugio para todos aquellos que se sintieran libres? 

TT: Creo que la libertad sólo existe dentro de nuestras cabezas. Solamente el pensamiento y el conocimiento pueden liberarnos de la autodestrucción. Amo la vida, y al afirmarlo, siento una gran pena y llevo sobre mis hombros nuestro tiempo llamado Antropoceno. Muchos artistas y pensadores pueden perforar las burbujas civilizatorias y sus malditos dogmas y, de ese modo, no pocas veces, perforar el hueco del Sistema. El cine, por reunir todas (o casi todas) las artes, es un hermoso pincel para crear nuevas formas de vivir y jugar por un rato a ser libres.

RK: ¿Por qué motivo el sexo es decisivo en el film y qué lo llevó a sumar varias escenas de contenido erótico? 

TT: No hay revolución sin impulso sexual; el sexo está en todo lo que vive. La vida es un organismo, una música, un cuerpo, un cuerpo que ve simplemente viviendo. Puedo arriesgarme a decir frente a lo que no sé y lo que soy al mismo tiempo que la Tierra tiene vicios y que eso es lo que nos alimenta y también nos devora y por lo tanto no se tiene que rechazar nada; en última instancia, el pensamiento nos libera y el conocimiento nos lleva a lugares que no se deben negociar. No es agradable vivir sabiendo esto, porque la vida puede convertirse en una trampa cuando no se vive lo que se desea.

RK: En su película el discurso teológico es ubicuo. Se lo asocia a la institución militar, pero también a la comunidad libertaria en la que residen monjas que se dedican al cultivo de cannabis. ¿A qué se debe todo eso? 

TT: Es ideal para producir barbarie lejos de sus patios. Somos un modelo latinoamericano llamado «tercer mundo», capaz de romper periódicamente el pacto democrático de nuestra Constitución. La élite latinoamericana lava las letrinas de la élite norteamericana y europea sin lavarse las manos. El 95% de la clase media de todo el mundo quiere ser élite, como si no importara el mañana. En 1964, muchos religiosos entraron en combate armado en el Amazonas durante el golpe de ese año. En 1970, en el Amazonas, misioneros y monjas fueron asesinados por grileiros con el apoyo de los militares. En la última década, en California, las monjas han estado probando el efecto liberador de la marihuana, sembrándola a gran escala, difundiendo sus beneficios y diciendo: “¡La vida es lo más barato!”. En Brasil, las tribus indígenas están siendo diezmadas. En el Amazonas, la quema de bosques da paso a los bueyes. Las variaciones climáticas alcanzan niveles insoportables. Los pastores evangélicos matan a los niños en sus alcobas. Todo parece repetirse en un mismo relato que durará por toda la eternidad. El capitalismo se ha establecido como el más salvaje y acelerado proceso de autodestrucción jamás visto en la historia del reino animal. Cada vez que comenzamos a organizarnos como una democracia, los miserables EE. UU., aliados con la burguesía de América Central y del Sur, fomentan los golpes y el autoritarismo frota sus botas en nuestras lenguas, se baja los pantalones y defeca en nuestras cabezas. Mientras tanto los templos cristianos dicen amén, las familias repiten esa palabra, la muerte persiste y jamás dejamos de ser la escoria del universo.

RK: Hay un momento crucial en el relato, donde parece haber de su parte un sentido autoconsciente de su lugar como artista en el orden social y político al que pertenece. ¿Por qué eligió una situación circense para exponerse?

TT: No es ninguna coincidencia que ese pasaje de la película sea el momento más burlesco de todos. El circo está armado y sólo resta anunciar la caída de la familia y el modelo al que pertenece, llamémosle el patriarcado, el cual se intenta preservar. Creo que el circo es el lugar más adecuado para arrojar luz sobre la hipocresía, un espejo incómodo. 

RK: Su película parece inscribirse en una tradición muy singular del cine brasileño: la pornochanchada. En la época en la que se instituyo el género, la situación política y social eran muy significativas. ¿Ve usted alguna similitud con aquel contexto?

TT: La pornochanchada fue una combinación de erotismo y cine popular, uno de los principales géneros del cine brasileño en los años 70. Se trataba de películas de bajo costo que ostentaban una alta rentabilidad porque atraían a un gran público a los cines nacionales. El género fue objeto de críticas tanto por parte de la izquierda, que lo consideraba un producto de alienación, como también por la derecha, que bajo un sesgo moralizador denunciaba las escenas eróticas. Diría que Sol Alegría, como tantas películas con escenas de alto contenido erótico, están siendo nuevamente censuradas en Brasil: la opresión de los gobiernos extremistas se repite. Y no tengo duda alguna: si tuviera que nombrar un género que identifique qué es Sol Alegría, pues la pornochanchada es el que corresponde emplear. 

RK: ¿Cómo ve usted su película en el contexto del nuevo cine independiente de su país?

TT: Sol Alegría tuvo una gran trayectoria en los festivales brasileños, así como a nivel internacional; pasó por Rotterdam, Viena y Hamburgo. La película dialoga con muchas otras películas de mi país, como las de Adirley Queirós, y está en tensión con la siniestra década en la que vivimos. El hecho es que en Brasil aún no ha sido estrenada comercialmente. El gobierno federal, a través de Ancine (la agencia nacional de regulación de películas), en una acción arbitraria e incendiaria, ha censurado la película, acusándola de pornográfica. Por lo tanto, no obtuvimos aún el certificado para poder exhibirla en los cines. He reunido el apoyo de colegas y otros amigos de luchas diversas; ellos me han contactado con un equipo de abogados de renombre que trabajan a voluntad para defendernos y así detener la obstrucción jurídica y moral que mantiene a la película fuera de las salas de cine.

*Esta entrevista fue publicada en otra versión por Revista Ñ en el mes de octubre 2020

Roger Koza / Copyleft 2020