LAS PELÍCULAS DEL BAFICI 2019 (06): THE UNICORN
The Unicorn, Isabelle Dupuis y Tim Geraghty, EE.UU., 2018.
En un torrente de cientos de películas, es casi inevitable que se filtren algunas que son incurablemente académicas. Películas donde las formas de filmar las emociones están codificadas, se ilustran, con mayor o menor complejidad, discursos hechos de manera escolar; y se compone algo nuevo simplemente reacomodando elementos ya imaginados de antemano. Algo así como remakes de films nunca realizados, pero ya vistos miles de veces. No hay una fórmula para hacer una buena película, ni hay una única manera de hacer una no académica, pero, viendo el panorama entiendo que una vía es la de plasmar un genuino interés por alguna zona particular de un espectro enorme que llamaré la realidad. Un buen ejemplo es The Unicorn (Isabelle Dupuis, Tim Geraghty), documental dedicado a Peter Grudzien, músico estadounidense, que en 1974 hace el disco que le da nombre a la película, el trabajo de un artista gay que se apropia del género musical del macho estadounidense por excelencia, con una colección de canciones country con ecos fantasmales y letras ligeramente surrealistas pero también autobiográficas. La película rompe con el modelo expositivo donde se intercalan imágenes de archivo con entrevistas a figuras autorizadas que afirman y confirman que el objeto del documental es genial. The Unicorn es el registro que hace la pareja de cineastas -en video digital de baja calidad- de la vida cotidiana de Grudzien, que vive muy modestamente en la misma casa que su hermana esquizofrénica y el padre, que es un poco el enemigo íntimo de sus hijos. Si bien el relato se va a remontar al pasado con el recuento que hace el músico de su biografía, hay un énfasis sobre lo que sucede frente a cámara en tiempo presente y sobre las interacciones entre cineastas y familia. En el período de dos años de filmaciones, casi todo transcurre en esa casa venida a menos y pasa de todo: muere la hermana, muere el padre, hay intentos de desalojo y unos primos maniobran para quedarse con la casa del músico. Entre las penas del pasado (Grudzien es sobreviviente de la brutal terapia de electroshock para “tratar” su orientación sexual) y las nuevas, las irrupciones de las viejas canciones van cobrando una fuerza impresionante, como si retroactivamente fueran sumando capas emocionales que hacen que la música sea cada vez más conmovedora. Lo último que veremos en la película son registros que hace el propio Grudzien poco tiempo antes de morir, donde lo vemos sufriendo el acoso de su familia sus vecinos y hasta de la policía; y buscando refugio en películas antiguas, discos de pasta y algunos recuerdos no tan tristes. A fin de cuentas, la película es una serie de filmaciones rústicas, pero que vibran con la intensidad de un protagonista singular y que se mueven gracias a la curiosidad de dos personas que se meten, respetuosamente pero con tenacidad, en un mundo privado fascinante. La vía que encuentran Dupuis y Geraghty para evitar el academicismo es contar una historia que merece ser contada, que no es sólo la que inspiró la película, sino también la que sucede durante su filmación.
Santiago González Cragnolino / Copyleft 2019
BAFICI 2019:
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