LAS SUBTITULADAS DEL ÓSCAR

LAS SUBTITULADAS DEL ÓSCAR

por - Ensayos
04 Mar, 2018 10:18 | comentarios
Algunas observaciones generales sobre las películas extranjeras nominadas para el Óscar

 

El imbatible etnocentrismo cultural estadounidense en materia cinematográfica resulta inaprensible para cualquier espectador argentino. El punto de vista de los hombres y las mujeres que asisten a los cines en el país del norte es esencialmente doméstico. Excepto por los excepcionales recintos que ofrecen las grandes ciudades en donde todo se puede ver, el espectador medio ve exclusivamente cine nacional (e industrial).

En esas coordenadas, las habituales películas extranjeras que llegan a la final para su potencial consagración pasan a formar parte de un misterioso elenco minoritario en una noche concentrada en el glamour y el poder celebratorio de una industria, todo matizado por algún comentario político y alguna que otra vindicación de alguna causa social. Si alguna de las elegidas en este rubro (secundario) tiene algo para sumar a las acostumbradas cuestiones extracinematográficas, acaso cuente con una mayor posibilidad de obtener la estatuilla. Lo biempensante, si no convoca a la discordia, gana por consenso.

En este sentido, las trivialidades humanistas de The Insult la convierten en la candidata en términos no cinematográficos. La extorsión ecuménica de su retórica binaria puede haberle impactado al electorado académico. Es que una con católicos, palestinos y musulmanes en el Líbano en torno a la (in)tolerancia es una elección perfecta. El resto carece de “mensaje” enérgico e inequívoco, aunque Loveless no les puede ser indiferente a los dueños de casa: el film pretende ser una alegoría de la decadencia moral de la actual madre Rusia, y por tanto una crítica elíptica al régimen cultural de Putin. Por su parte, The Square pretende ser una cruel parodia del universo solipsista y clasista del mundo del arte; no es un tema candente, pero sí espeja a todos los invitados a la fiesta y asimismo a los que deciden. La noble Una mujer fantástica puede ser leída como un heterodoxo film sobre violencia de género, una interpretación un poco mezquina para un film que reúne matices y observaciones menos esquemáticas.  En cuerpo y alma, en cambio, atañe a la esfera privada, a los sentimientos y a la vida onírica en clave metafísica. Si los votantes quieren eludir el imperativo ideológico, la película húngara es entonces una cómoda elección para desoír lo que corresponde.

Lo más revelador de las elegidas de este año reside en que todas juntas representan equitativamente el poder de los tres festivales internacionales de mayor peso y a su vez caracterizan perfectamente la política cinematográfica de estos.

The Square y Loveless arrancaron en Cannes; sus respectivos directores son autores con el sello de ese festival: ostentan una mirada pesimista del mundo y tal perspectiva se lubrica con cierta espectacularidad formalista. En cuerpo y alma y La mujer fantástica empezaron en Berlín y, como suele pasar en ese festival, la voluntad narrativa y un signo de candoroso humanismo resultan más determinantes que cualquier pirueta formalista. El festival de Venecia, que no está pasando por su mejor período, viene validando en su agenda un involuntario eclecticismo en el que tienen lugar películas televisivas pero con cierta relevancia política. The Insult cumple en todo su esplendor con esa caracterización; es un cuento universal sin riesgo formal alguno que reafirma todos los lugares comunes del malestar en Medio Oriente.

La cercanía entre los festivales y el Óscar les debería preocupar un poco a los responsables de los primeros. Es ya una evidencia empírica que las agendas de la industria estadounidense y las de los festivales, que supuestamente defienden un cine más libre y menos proclive a los dictámenes de la taquilla, tienden a converger. Esa sí que es una mala noticia en el contexto de la onerosa fiesta de los miembros de la Academia hollywoodense.

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Una mujer fantástica (Chile)

La mejor película de Sebastián Lelio, una vez más coescrita con su ya legendario guionista Gonzalo Maza, no es otra cosa que el retrato de un duelo. Una mujer joven pierde a su compañero, bastante mayor que ella, de un aneurisma. Encontrar el tono justo para filmar el lento ajuste que implica convivir de ahí en más con una ausencia no es fácil, pero a esa dificultad visceral Lelio le suma que la mujer en cuestión es una mujer trans. Lo que el filme revela con gran inteligencia es el desajuste entre las instituciones y la identidad sexual de la protagonista. Ni los familiares, ni los médicos, ni la policía, ni los religiosos saben cómo posicionarse frente a Marina, que además de ser una mujer hermosa alberga el deseo de convertirse en una cantante lírica. Más allá de la precisión narrativa del relato y la laboriosa composición de planos, Una mujer fantástica no tendría la pregnancia que prodiga si no fuera por Daniela Vega, cuya interpretación es prodigiosa y memorable.

Loveless (Rusia)

El presunto heredero de Tarkovski, sin duda, sabe filmar, y Loveless cuenta con varias secuencias que demuestran que Andrey Zvyagintsev puede impresionar; tan solo la compleja composición del plano inicial en el que el pequeño niño intuye que algo terrible ha sucedido al lado del río de su ciudad es una prueba irrefutable de su talento. Sin embargo, esta fría y desalmada alegoría sobre la decadencia espiritual de Rusia, centrada en la desaparición del niño protagónico y la respuesta moderada de sus padres en pleno divorcio, padece de una ampulosidad formal ubicua, a punto tal que hasta la nieve sobreactúa su hermosura. La crítica sociológica de Zvyagintsev es más metafísica que política, y dista de la sutileza formal de su escritura cinematográfica. En efecto, la falta de amor a la que se refiere el título poco tiene que ver con un sistema general que organiza la vida de los hombres sino más bien con un desperfecto en la propia naturaleza humana. Los lugares comunes abundan, pero no se notan demasiado porque están soterrados por planos secuencia vistosos y un paisaje blanquecino contundente.

The Square (Suecia)

Las peripecias institucionales y personales del director de un museo de arte contemporáneo de Estocolmo constituyen el motor narrativo de esta parodia de la institución del arte como tal y de sus administradores como consumidores, cuya pretensión filosófica consiste en meditar sarcásticamente sobre el debilitamiento del pacto social. Las falencias del filme de Ruben Östlund se ubican en el hilvanado de escenas, que tienen cierta lógica de sketch didáctico y también de semblante publicitario, y que si se siguen unas de otras es porque la continuidad es inevitable para que exista un relato. El propio filme se topa involuntariamente con su límite y propio inconsciente cuando en él dos creativos contratados del museo escenifican un video sensacionalista acerca del significado del “cuadrado” que remite a una instalación que el museo está por presentar. El sensacionalismo del filme en sí es un poco más sofisticado, pero no menos frívolo que lo que devela ese pasaje paródico.

De cuerpo y alma (Hungría)

El esperado regreso tras 18 años de ausencia de Ildikó Enyedi confirma el talento formalista de la directora y también el avance de una difusa cultura espiritual global. El relato se circunscribe al microcosmos de un frigorífico de Budapest y gira en torno a la inesperada relación amorosa que surge entre una joven inspectora y el gerente de ese matadero. La enajenación de ambos personajes principales es tan sorprendente como el motivo por el cual intentan superar la propensión al aislamiento y el confinamiento en la propia privacidad: todo empieza con el descubrimiento mutuo de que los dos sueñan literalmente lo mismo. Enyedi es sensible a los detalles imperceptibles de la cotidianidad y la puesta en escena se encarga de rescatarlos de la indiferencia característica de la conciencia ordinaria, pero a su vez les adjudica a todos los actos un excesivo sentido trascendental. El filme oscila entre parecerse a uno de Kaurismäki o a uno de Subiela, una tensión que no se resuelve nunca y que debilita en cierta medida el corazón de la película.

The Insult (Líbano)

A partir de un conjunto de insultos, de menor a mayor gravedad simbólica, entre un libanés cristiano y un refugiado palestino, Ziad Doueiri erige un drama jurídico, en el que la pelea entre sus dos protagonistas adquiere una resonancia histórica política. “Ojalá Ariel Sharon hubiera acabado con ustedes”, le dice Tony a Yasser, un agravio que remite a la masacre de palestinos ordenada por el primer ministro israelí en 1982. Ese es el contexto ideológico del filme, cuya trama avanza conforme al juicio, como también su voluntad didáctica, que se apoya en deliberados parlamentos explicativos y en varias situaciones argumentales que existen para afianzar un mensaje específico.

Este texto fue publicado por el diario La voz del interior en el mes de febrero de 2018