LEJOS DE ELLA / SHAN HE GU REN
**** Obra maestra ***Hay que verla **Válida de ver * Tiene un rasgo redimible ° Sin valor
Por Roger Koza
TRES TIEMPOS
Lejos de ella /Shan he gu ren, China-Francia-Japón, 2015
Escrita y dirigida por Jia Zhang-ke
*** Hay que verla
La nueva película del director más importante de la Sexta Generación es un nuevo capítulo en su obra destinada a registrar (y ahora imaginar) la gran Historia de China
Vuelve el sismógrafo Jia Zhang-ke, regresa con otra película-documento en la que prosigue sus retratos de una nación convulsionada. China es políticamente un oxímoron: su capitalismo de estado o comunismo de mercado, entelequia que si fuera un ser vivo pertenecería al campo de estudio de la teratología, constituye una cruza dialéctica que ni siquiera Karl Marx alcanzó a entrever en sus noches menos dogmáticas. El capitalismo con valores asiáticos en el siglo XXI era inimaginable. Pero he aquí que desde su magistral ópera prima, Xiao Wu (1997), también conocida como Pickpocket, Jia no ha hecho otra cosa que capturar ese devenir capitalista de la nación de Confucio. El espíritu contemporáneo es el tema de su cine, lo que en su poética se denomina dangxiaxing.
En Lejos de ella, Jia divide su relato en tres tiempos: 1999, 2014 y 2025, capítulos que a su vez concuerdan con tres formatos distintos de extensión. La expansión de la imagen es proporcional a la expansión de una economía que hasta el 2010, y por tres décadas consecutivas, había crecido a una tasa media del 10% anual. Al maestro chino siempre le ha interesado situarse en la intersección entre la historia concreta de sus personajes, a menudo oriundos de provincias lejanas del cosmopolitismo propio de las ciudades chinas más populosas, y las peripecias que van sigilosa pero ininterrumpidamente cambiando el sistema total de un país. Esto suele ser imperceptible; discernir el progreso del tiempo y el paso de una forma de vida a otra parece resultar visceralmente imposible. La experiencia se concentra en demasía en el presente; la atención sobre el devenir es incongruente con el funcionamiento cotidiano que fija la percepción en lo necesario y lo inmediato. Pero el cine sí puede, y esa es la especialidad de este cineasta. He aquí la explicación de dos escenas intempestivas que se ven en Lejos de ella, irrupciones misteriosas que provocan perplejidad: en la primera, una avioneta se estrella mientras uno de los personajes viene caminando por una ruta alejada; en la segunda, a otro personaje lo despabila un helicóptero que parece surgir de otro mundo. Son objetos del tiempo y el progreso que chocan con la sensibilidad de las criaturas.
La historia de Lejos de ella arranca como un melodrama y culmina como un drama filial. La evolución narrativa es lineal; ningún meandro, ninguna yuxtaposición de períodos, más bien la imposición de una sucesión inexpugnable que no es otra cosa que la suma indetenible de instantes que conforman la Historia. El inicio es formidable, y reverberará literalmente en el final del film. El tema musical que se escucha al principio alcanzará en el final un sentido perfectamente distinto. Sucede que Shen Tao ya no será la misma y el privilegio que nos concede Jia es entender perfectamente cómo la joven que bailaba en el momento que cambiaba el milenio, al compás de Go West de Pet Shop Boys, fue moldeada pacientemente por la Historia. El título de la canción es toda una indicación y un destino. Que la tercera parte del relato transcurra en Australia y que los personajes siendo chinos se comuniquen en inglés es el cumplimiento de una lógica socioeconómica que conlleva adoptar alegremente un paradigma y una lengua. El profeta Jia espía un poco el futuro y su hallazgo inmediato es representarlo como si se tratara de una desgracia no exenta de parodia: en ese futuro no muy lejano, una estampida de compatriotas eligen olvidar su lengua materna, abandonan su propia tierra y se establecen en países “vacíos” de Occidente.
El melodrama se circunscribe principalmente al período que tiene lugar en las postrimerías de 1999, en Fenyang, en la provincia de Shanxi. Tao, una profesora de danza y también vendedora de una tienda de electrodomésticos, suele pasar su tiempo libre con dos amigos y candidatos. El primero es Zhang, un joven empresario que tiene estaciones de servicio y que también es el máximo responsable de una mina de carbón; el segundo es Liangzi, un simple operario de esa mina de carbón. A veces pasean juntos en el nuevo auto alemán del jefe, en otras ocasiones van a bailar. En algún momento, los vínculos entrarán en tensión y como es de suponerse, tarde o temprano, Tao deberá elegir entre uno u otro. Lógicamente, habrá un elegido, y con él, además, tendrá un hijo.
Es bastante fácil asumir que en ese nudo dramático se cifra el corazón del film, más todavía cuando el hijo será más tarde un tema de disputa y Tao tendrá que acostumbrarse a ver a su querido Dollar solo en sus tiempos libres durante su infancia y, ya en su juventud, añorarlo sabiendo que está haciendo su vida en Australia. El amor materno permanece, y Jia se las ingenia muy bien para mostrar la pregnancia omnipresente de esa ausencia. Tao tiene por compañía afectiva a su perro, al que también se lo ve crecer. La presencia de la mascota marca tiempos y eventos. No menos elegante es la forma con la que el director concibe sugerir el sentido de falta en su hijo, quien niega sistemática y conscientemente a su madre, pero que desea inconscientemente reencontrarla. Hay una escena edípica que tiene lugar en un automóvil en Australia, en el que Dollar y su amante (que podría ser su madre) conmemora a su madre (sin saberlo del todo) aludiendo a la reencarnación. Es un pasaje menor, ocasional, pero de gran precisión psicológica.
Sin embargo, el visible y aprehensible relato dramático trabaja en paralelo y está determinado por los eventos socioeconómicos que van moldeando la mentalidad, los espacios y las formas de habitar el tiempo. El fino balance entre melodrama e Historia puede pasar desapercibido, pero el nexo entre la gramática del corazón y la reorganización de la vida material es el tema indirecto de la película. La Historia no es un fondo, es más bien una fuerza dispersa que empuja a los hombres, los escribe y los piensa. Es por eso que una vez resuelto el triángulo amoroso, Jia no olvidará en absoluto lo que sucederá con Liangzi; narrativamente, importa tanto su designio sentimental y personal como su porvenir laboral, el cual dice algo más. La historicidad de la película es contundente.
En el capítulo introductorio del libro titulado The Urban Generation, su editor Zhang Zhen intenta delimitar una de las características de la poética de la Sexta Generación del cine chino, a la que pertenece Jia y a la que denomina la “generación urbana”. Uno de los términos que define –según el autor– la aproximación a lo real por parte de estos cineastas se expresa en el concepto del xianchang, lo que significa “sobre la escena”. El autor dice que “esta generación es decididamente una generación anfibia, mitad video, mitad cinematográfica. Así, muchas películas incorporan deliberadamente material de archivo registrado con cámara de video (entrevistas, escenas callejeras, etc.), que les otorga a la superficie de los films una huella documental, la cual denota sinceridad y vivacidad. En este sentido tangible de estar “sobre la escena”, el cineasta y el espectador ven el film como si se tratara de un material en crudo, una historia del presente”.
Si bien en Touch of Sin (2013) Jia se había alejado completamente del xianchang, asumiendo los riesgos de trabajar en un film de género, aquí, incluso respetando los resortes dramáticos de otro género como es el melodrama, el director introduce algunos pasajes en los que la textura del registro cambia de índole, en especial cuando las escenas suceden en las calles. El cambio de naturaleza es notorio: son breves fragmentos documentales en los que el pueblo chino copa la superficie del plano. La mayoría de esos rostros anónimos pertenecen a una generación ligada a la agricultura; son los sobrevivientes de una cultura rural superada. En cierta medida, el film los convoca y los despide en su inicio registrando el semblante de toda una generación que vivió en un orden social inconmensurable con el que lo sustituyó. La generación urbana, sin duda, fue el colectivo al que Jia le dedicó la mayor parte de sus películas. Pero en esta ocasión se trataba de ir un paso adelante e imaginar la generación global. Sus posibles miembros dejarán probablemente el continente y olvidarán el mandarín y el cantonés. La identificación con los objetos de consumo y el placer tecnológico será prácticamente todo, una extensión de su Yo. De ser así, en el cine de Jia Zhang-ke, tanto ellos como nosotros podremos todavía volver a ver de qué se trataba haber nacido en un país milenario en el que se erigieron sistemas simbólicos tan remotos como el confucionismo y el taoísmo, y tan inconmensurables, y más cercanos, como el maoísmo. Las películas de Jia Zhang-ke, hoy, ya son mausoleos de una experiencia colectiva acontecida.
* Esta crítica fue publicada por la revista Ñ en el mes de marzo 2016
* Aquí se puede leer otra crítica que publiqué en el estreno mundial del film en mayo de 2015
Roger Koza / Copyleft 2016
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