MES FICUNAM 2013 (17): TIEMPO Y ESPACIO
Die Zeit, Vergeht Wie Ein Brüllender Löwe / El tiempo pasa como el rugido de un león, Alemania, 2013 (World Premiere)
Por Roger Koza
El ensayo filosófico en el cine suele presentar un desafío: ¿cómo filmar una idea? A menudo se confunde hablar sobre un concepto con materializarlo frente a una cámara. Es por eso que Philipp Hartman no convoca a estrellas del pensamiento para explicar la dimensión filosófica del tiempo sino que más bien intenta una especie de fenomenología del tiempo a través de su cámara y su propia experiencia inmediata. El método elegido: coleccionar diversos usos y experiencias sin olvidar que el cine mismo se define en cierta medida por la captura del tiempo, algo que a los 37 minutos se enunciará de un modo genial.
Es lógico que Hartmann, diagnosticado médicamente como un cronofóbico, esté preocupado por el paso del tiempo. Ya en un bellísimo plano de un film anterior suyo se podía leer en una locomotora abandonada: “Lo único que pasa aquí es tiempo”. De regreso a la misma locación, Hartmann descubre que la lluvia ha borrado la inscripción. En español, el término ‘tiempo’ también implica clima. Los casos elegidos son notables y reconocibles: la medición del tiempo físico en un instituto especializado que revela una falla de un segundo cada 18 meses vinculada a la rotación de la Tierra; un profesor de cine y su método para no filmar el “tiempo falso”; la relación del tiempo con la pedagogía universal; la confrontación del tiempo como medida del cumplimiento de los deseos, entre otros. Hartmann tampoco se priva de filmar un viaje en el tiempo, tan lúdico como humorístico, junto a un viejo profesor (no es extraño que el montaje de la secuencia esté acelerado). Y si se trata de pensar la relación del tiempo con el espacio las panorámicas de una salina en Bolivia son contundentes.
Hartmann se propone un film de 76 minutos en el que cada minuto cuenta por un año de su vida. Esta regla obsesiva se conjura en los últimos 4 “años” de su vida (y del film). Un viaje en cablecarril parece descifrar en su propia duración el secreto de la perdurabilidad de un plano. Emancipación poética de un joven cineasta: un plan de vida encuentra su plano justo.
Nao estamos sonhando / No estamos soñando, Luiz Pretti, Brasil, 2012
Luiz Pretti es uno de los cuatro directores de Estrada para Ithaca y Os monstros, dos películas clave del cine brasileño contemporáneo. En Nao estamos sonhando no abandona ni el espíritu experimental ni ciertas obsesiones ostensibles de esos films: el lugar y las funciones del sonido por un lado, y cierta relación con hombres y nombres seminales de la cultura moderna brasileña, en este caso el gran arquitecto Lucio Costa. La lectura de una entrevista de 1928 al responsable del Plan Piloto Brasilia antecede a la acción que se desarrollará en la película, pues antes “es necesaria una palabra” para comprender por qué “es necesaria una acción”.
De lo que se trata aquí es de inventar, en pocos minutos, una forma cinematográfica capaz de registrar un sueño de demolición y deconstrucción, una confrontación directa y lúdica con un malestar espiritual y político a propósito de una arquitectura homogénea y extendida sin aura, absolutamente pragmática, tal vez funcional para las necesidades de las poblaciones pero determinante de un modo de construir, habitar y pensar.
Pretti, atrás y adelante de cámara, imagina un ataque sonoro contra los edificios de su barrio, tras levantarse a la mañana e intuir que el problema arquitectónico no sólo es visual sino también sonoro. La película acabará con una afirmación que puede servir como un corolario del texto leído por Pretti en el que Costa advierte la paradoja entre el impulso pretérito de construir templos y catedrales y el perfeccionamiento tardío de la civilización, de lo que se infiere una sustitución del asombro y el terror frente al mundo por un dominio absoluto articulado en el culto a la riqueza y el poder.
El film no tiene más de 12 minutos y en esa escasa duración despliega varias ideas de puesta en escena (el ya aludido trabajo sonoro y un ingenioso método casero para visualizar un ataque y producir derrumbes), totalmente orgánicas con el desarrollo de su contundente relato, que puede ser minimalista por su duración pero que en espíritu es maximalista por la inquietud de su director.
12 minutos, algunas ideas y mucho cine.
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