MES FICUNAM 2014 (05): ALAIN GUIRAUDIE Y EL CINE DEL AFUERA

MES FICUNAM 2014 (05): ALAIN GUIRAUDIE Y EL CINE DEL AFUERA

por - Críticas, Ensayos, Festivales
11 Feb, 2014 10:00 | comentarios
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Du soleil pour les gueux / Sol para los pobres

Por Roger Koza

Alain Guiraudie es uno de los cineastas más libres del cine contemporáneo. En tiempos en los que se confunde la transgresión y la provocación con un ejercicio de libertad, Guiraudie, que puede filmar una felatio entre hombres o mostrar hombres masturbándose en los bosques, ha inventado un universo cinematográfico que desconoce el imperativo de la desobediencia procaz y escandalosa. Guiraudie está en las antípodas del placer por el alboroto a lo Lars von Trier o Gaspar Noé. ¿En qué reside entonces su ostensible rebeldía lúdica y amorosa? La obra de Guiraudie podría resumirse en una fórmula secreta: “La realidad parece cerrada e inamovible, pero en verdad es susceptible de reinventarse porque esencialmente está abierta”.

No es fácil filmar el viento. Científicamente, el viento es “la compensación de las diferencias de presión atmosférica entre dos puntos”. Cinematográficamente, el viento es el fenómeno que define metafóricamente la transacción entre la cámara y el mundo. Dice Bresson: “Traducir el viento invisible por el agua que esculpe a su paso”. Algunos cineastas se han aventurado a filmar el viento. No se trata de simularlo con un ventilador gigante. Filmar el viento es otra cosa, pues de inmediato el cineasta confronta con un avatar llamado azar. En Joris Ivens el viento es una fuerza natural que desconoce los límites impuestos por la civilización, un soplo cósmico que atraviesa la Tierra. Ivens esperó toda una vida para filmarlo, y lo hizo. Dice Guiraudie, en una entrevista reciente a propósito de El extraño del lago: “La otra cosa que es interesante en esa zona de la Provenza, además de que siempre está soleado, es que es la más ventosa. Me gusta contar con el viento como elemento. También contribuye a la sensualidad del film”.

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Le roi de l’evasion / El rey del escape

¿Qué significa que un fenómeno natural se transforme en un elemento de la puesta en escena? La clave de la respuesta está siempre a la vista. Tesis: hay una especie de contienda contra la claustrofobia en las películas de Guiraudie. Las escenas en lugares cerrados son escasas, como si el mobiliario obligara a toda criatura a refugiarse en un mundo preestablecido. Los impredecibles amantes de El rey del escape, mientras huyen, recorren los bosques y todo funcionará bien mientras estén en la intemperie; eventualmente dormirán en una cabaña deshabitada y justamente en ese momento el hechizo amoroso se termina. Fogo Lompla, el misterioso guerrero medieval de Llegó el momento, prefiere dormir en el bosque, sin la protección de un techo. La vida al aire libre es una modalidad de existencia. Solamente cedería para dormir con uno de sus dos amantes, con el que nunca ha podido tener sexo. Incluso en un film que transcurre en una fábrica, como es el caso de la magistral Ese sueño que se mueve, la fábrica a punto de cerrar parece formar parte del medio ambiente en el que está. Es un fábrica abierta y permeable, el exterior la invade, incluso sus operarios llegan a poner sombrillas para descansar al sol, como si se tratara de un balneario.

Dicho de otro modo: el viento es en Guiraudie la constatación física y poética de que lo abierto domina la escena. Lo abierto, como una dimensión de lo real, donde todo puede reinventarse: los géneros, la lengua, el deseo, el tiempo. En ese sentido, Sol para los pobres es una película paradigmática, como lo será después El desconocido del lago, su obra maestra: las dos películas existen en lo abierto. Lo abierto es la condición de posibilidad de los creadores. Es por eso que uno de los grandes placeres visuales del cine de Giraudie reside en sus panorámicas, a menudo plano predilecto para cerrar sus películas. Véase el cierre perfecto de Llegó el momento.

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Voici venu le temps / Llegó el momento

Desde ese punto de partida, todo resulta materia de invención. El policial en El extraño del lago y en No hay descanso para los valientes; el realismo social en Ese sueño que se mueve; el film de aventuras en El rey del escape y Llegó el momento. En este último film, como también en La fuerza de las cosas y en Sol para los hombres, Guiraudie yuxtapone dos épocas del mundo: lo medieval y lo moderno. Hay que rescatar a una doncella, pero también hay que organizar al campesinado para hacer una revolución. Por cierto, Guiraudie debe ser uno de los directores comunistas menos dogmáticos de la historia del cine.

Finalmente, el deseo y, como tal, el deseo sexual. Guiraudie conjura la codificación de la homosexualidad en una cuestión reivindicatoria de la identidad. Como la realidad, la identidad (y el lenguaje) y la sexualidad son formas plásticas y polimórficas: de allí la notable capacidad del director para filmar relaciones ocasionales en una playa nudista gay y proponer al mismo tiempo la amistad entre un heterosexual y un homosexual en El extraño del lago. No hay deontología que obligue al homoerotismo, o su reverso, la presunta sexualidad normativa heterosexual. La homosexualidad es aquí una vía legítima entre otras y es justamente ahí donde adquiere validez universal. Lo que importa es la libre experiencia del sexo, como se comprueba al final de El rey del escape.

La poética de Guiraudie libera al cine de las constricciones formales y narrativas que hacen que muchas películas sean parecidas. Sus películas son singularidades en un ecosistema visual y sonoro proclive a la homogeneidad. Este cineasta del sur de Francia, demasiado proletario para sus coetáneos, es uno de los últimos cineastas independientes.

Roger Koza / Copyleft 2014