EL REENCUENTRO / LAST FLAG FLYING
**** Obra maestra ***Hay que verla **Válida de ver * Tiene un rasgo redimible ° Sin valor
EL MITO DEL HÉROE
El reencuentro / Last Flag Flying, EE.UU, 2017
Dirigida por Richard Linklater. Escrita por R. Linklater y Darryl Ponicsan.
** Válida de ver
El cineasta de su generación más afín a la contracultura ha hecho un film sobre héroes de guerra.
Al estudiar la cultura del siglo XX y XXI, los antropólogos del futuro encontrarán como una regularidad en las representaciones en el cine estadounidense, matriz cultural global del presente, una obsesión fija por la figura del héroe. Con variantes fantásticas y otras inspiradas en personas reales o personajes muy verosímiles, la narrativa cinematográfica ha forjado un sujeto imaginario que se encarna frente a situaciones extremas en un hombre o una mujer y condensa la virtud cívica que hace falta. El héroe entonces mantiene encendida la grandeza de la nación.
Esta cantinela nunca había tenido lugar en el cine de Richard Linklater, hasta El reencuentro, película heterodoxa en la obra del director, en la cual la temática del héroe tiene lugar debido a que el contexto remite al militarismo estadounidense. Aquí, tres viejos veteranos de guerra que lucharon en Vietnam, la guerra que signa una decadencia moral y cultural para los estadounidenses y el origen del movimiento contracultural, se reencuentran debido a que uno de estos tiene que enfrentar una desgracia: su hijo, que se alistó en la milicia, acaba de morir en Irak durante un enfrentamiento.
El tiempo histórico es el del derrocamiento de Saddam Hussein, segunda incursión al territorio por parte de las fuerzas militares estadounidenses en busca de letales armas jamás encontradas. Si el Macguffin de las armas de destrucción masiva sirvió a George Bush y sus aliados para invadir una zona estratégica, a Linklater esa operación espuria le es útil para desmontar el fraude del heroísmo castrense. Todo el dilema dramático de El reencuentro pasa por la sospecha de que la causa de la muerte del hijo de unos de los excombatientes fue en vano, lo que contradice la versión del ejército que reviste la desgracia otorgándole al caído un relato según el cual este, con su sacrificio, vivificó lo mejor que un buen soldado lleva en su interior. También hay una escena secundaria aunque fundamental en la que el mismo problema se aplica a la guerra de Vietnam.
Lo misterioso de El reencuentro es que siendo en su naturaleza un drama triste como pocos, la mayor parte del relato transmite un sentimiento contrario, porque Linklater prioriza el placer de la amistad y la eficacia afectiva de la conversación. Hay dos escenas que tienen lugar en un tren y en la calle en las que se bromea acerca del uso de celulares y evocan libertad y alegría. Los viejos soldados de antaño, ahora un médico, un ministro religioso y el dueño de un bar, disfrutan de volver a verse; esto mitiga el drama.
Pero los últimos minutos de El reencuentro quizás contradicen todo lo que sucede previamente. El ritual militar y una carta leída en el final pueden ser interpretados como una posición ideológica que legitima una lectura única. Habría que prestar entonces atención al tema musical que Linklater elige para acompañar una ceremonia pródiga en gestos solemnes y patrióticos. La canción de Dylan irrumpe respetuosamente (y extradiegéticamente) el evento, pero a su vez mantiene una distancia, acaso introduciendo una disidencia que poco tiene que ver con la genuflexión ante los símbolos patrios. Tímidamente, la ambigüedad persiste y el filme no se clausura en una interpretación unívoca, esa tendencia tan habitual en cineastas que profesan más fe en la nación que en el cine.
*Esta crítica fue publicada en el diario La voz del interior en el mes abril de 2018.
Roger Koza / Copyleft 2018
*Aquí escribí otra crítica y más extensa donde se puede entrever más fondo algunos argumentos expuestos aquí.
Roger querido:
No me cuento entre los admiradores de Linklater, su cine me resulta por lo general sobrecargado de una discursividad pesada que no toma cuerpo en el relato, como si sus ideas, que encuentro bastante más convencionales de lo que se suele advertir, fueran excusas para su cine y no materia de cine.
Pero más allá de mi perspectiva, en Boyhood había un segmento muy sospechoso dedicado a la celebración del uso de las armas como un rito familiar que podía comunicarse felizmente entre las generaciones. No vi todavía este film, pero entiendo que no sería enteramente una novedad esa secuencia del final que apuntás para escudriñar.