RESPUESTA A FERNANDO VAREA: ALGUNOS APUNTES SOBRE LA INVENCIÓN DE HUGO CABRET (Y MISIÓN IMPOSIBLE 4)
Querido Fernando:
Misión imposible 4, en principio, me gustó. Vi el film como si se tratara de un exponente paradigmático del cine contemporáneo: la excitación óptica alcanza su mayor exquisitez y refinamiento mientras el peso narrativo se elide a favor de una fluidez visual y sonora en donde el argumento es su forma y en donde el montaje es el sentido. Dicho de otro modo: se trata de un film energético y energizante, como si estuviéramos gentilmente obligados a tomar involuntariamente una dosis doble de Red Bull por los ojos y la realidad se acelerara en nuestras pupilas. Pero justamente allí está su virtud como su simpática liviandad e inevitable insignificancia. Después de un tiempo, sólo recuerdo el placer de ver a Cruise desafiando la gravedad y caminando por las ventanas vidriadas de una erección arquitectónica de alguna ciudad asiática convertida al capitalismo digital, aunque como dijo Oscar Cuervo en su crítica del film, y su un aporte es relevante, se trata de un film newtoniano, uno que pertenece a una física pretérita, previa a la física de partículas (un ejemplo pop, a mi criterio, de un film en otras coordenadas materiales es la última de Star Trek, la de JJ. Abrams)
Lo de Scorsese lo veo distinto. Es cierto que toma el imperativo del exceso, y también que hay un cierto tono de Spielberg en su último film. Esta declaración de Jim Hoberman, no obstante, me parece precisa y desde que la leí reestructuró mi relación con La invención de Hugo Cabret: “Después de décadas en el negocio del cine, Scorsese al fin hace una película para niños, y resulta ser la mejor película de Spielberg que Spielberg jamás filmó. La invención de Hugo Cabret se distingue, en primera medida, por el genuino uso dramático del 3D y, en segunda instancia, por una cinefilia que nada tiene que ver con creer en los finales felices de Hollywood”.
Subscribo palabra por la palabra a lo que dice Hoberman. Por un lado, entiendo lo de Spielberg sin Spielberg como una aproximación a la niñez que lleva a fondo un sentimiento borroso pero presente, al menos intuido (y luego confirmado en la adolescencia), en ese estadio de crecimiento tan esencial como difuso: el desamparo. La diferencia de abordaje es notable: ET no llega nunca, porque Mèliés no lo será, ni sustituirá ese lugar ausente. Por otro lado, el uso del 3D es absolutamente cinematográfico y dramático. En lo que escribí he intentado dar cuenta de ello. Excepto por Herzog (La cueva de los sueños olvidados), Selick (Coraline) y, más allá de su relato, y mal que me pese, Cameron (Avatar), el 3D funciona como una suerte de realismo anabólico cuyo valor dramático y cinematográfico es nulo; dotar de musculatura a una imagen es ontológica y estéticamente anodino, y publicitaria y comercialmente operativo. Pero lo que me interesó de La invención de Hugo Cabret pasa precisamente por su apropiación de ese pragmatismo de ejecutivos, obsesionados con el 3D como argumento y fin del cine, en pos de una agenda a contramano de esa ideología estética, si se le puede llamar así: el 3D, entonces, se desmarca de su presente absoluto y se ve obligado a dialogar con el pasado del cine, su historia; el cine tiene una genealogía, no es un presente continuo interrumpido por novedades técnicas. Es como si Scorsese estuviera diciendo: “ya existían los creadores, gente que inventaba formas y buscaba combinar entretenimiento y pensamiento, diversión y exploración. Si no se asume esa tradición, si se la desconoce, el devenir estereoscópico digital es estéril formal y conceptualmente”; eso significa la película para mí.
Mi impresión es que La invención de Hugo Cabret es un poco su Narciso negro, esa maravilla de Pressburger y Powell (pero también de Jack Cardiff, como lo sugería el propio Scorsese en la didáctica y maravillosa The Cameraman: The Life & Work of Jack Cardiff): los encuadres remiten a esa concepción del espacio, una búsqueda geométrica y cromática infatigable; y además, en ese juego formalista sin pausas Scorsese escribe una versión personal de la historia del cine, un poco Wikipedia si se quiere, pero una decisión lógica, pues su película supone un tipo de público quien desconoce a priori, entre otras cosas, que René Tabard, el nombre del historiador en el film es una alusión a Jean Vigo, su alter ego, el nombre de un personaje que lo representaba en su obra maestra de 1933, Cero en conducta, o algunos detalles que “traicionan” algunos datos históricos precisos (como el momento en el que Méliès ve el primer film de los Lumière).
En fin, podría seguir, pero creo que la extensión de la crítica y de este texto se debe a que el film permite pensar acerca de varias cuestiones que me parecen centrales. No sé cómo hubiera hecho para escribir con tanta extensión sobre Misión imposible 4, cuyas cuatro secuencias memorables alcanzan tal vez para unas 800 palabras, y para confirmar al mismo tiempo las proezas físicas de Tom Cruise, un actor versátil al que le tengo cariño. Y lo digo sin el menor indicio de ironía.
Un abrazo,
Roger Koza
PS: Fernando Varea es crítico de cine, ha publicado uno de los mejores libros sobre cine y dictadura (El cine durante la dictadura militar y es el editor de Espacio Cine.
Roger:
En principio, y aunque un poco impresionado al ver mi nombre en el título, te agradezco esta extraña mezcla de solicitada y carta personal, que, como todos tus textos, me sirve para pensar, aprender y ¿por qué no? discutir un poco (con vos siempre es un gusto).
– Tu opinión sobre MISIÓN IMPOSIBLE 4 es similar a la mía, y me gusta también la apreciación de O.Cuervo, que no había leído. Verla es lo mismo que subirse a un karting o a una montaña rusa: algo tan placentero como efímero.
– Respecto a Spielberg, no me parece que sea sinónimo de exceso sino de manipulación y de liviandad, lo cual no molesta, e incluso está muy bien, en la saga de INDIANA JONES o en DUEL, por ejemplo. No sé cuál es la idea de quienes dicen que HUGO tiene mucho de Spielberg: en mi caso, sólo la comparé con TINTÍN.
– No entendí lo que dice Hoberman sobre los finales felices de Hollywood (a mí una de las cosas que no me convencieron de HUGO es el final, no por feliz sino por trivial).
– Cruise no me parece un buen actor pero reconozco y aprecio el valor de la fotogenia y la simpatía en el cine.
– Y sobre las referencias en HUGO a Lumiére, Méliès, Vigo, etc. no me parece que constituyan en sí mismas un valor intrínseco de la película, salvo que se lo considere como un film didáctico-informativo. Lo expresé en mi blog: como homenaje, HUGO es brillante y esplendoroso, pero como relato me pareció pueril y previsible. La admiración por alguien debería reflejarse en la asimilación de sus enseñanzas, en tomar sus aportes como ejemplo, y no en levantar monumentos.
– Y respecto al 3D, creo que reúne una serie de características, tal vez contradictorias (la necesidad de hacer volver a la gente a las salas de cine, la apetencia comercial, la experimentación -a los ejemplos que nombrás yo agregaría PINA, que lograba hacer más tangibles y bellos cuerpos, movimientos y lugares-), pero lo veo también como un ingrediente más entre los que dan forma a esa especie de virus que está contaminando al cine actual: aniñamiento, aturdimiento, superficialidad, estética de parque de diversiones, el sobresalto como fin y no como medio.
Un abrazo!