RICORDI?
El montaje cinematográfico abrió un magnífico espejo por el cual se pudo espiar el funcionamiento de la memoria; la asociación voluntaria, los meandros de la memoria afectiva o las azarosas secuencias con las que sin querer alguien recuerda un capítulo significante o insípido de su propia vida constituyen operaciones del espíritu que el cine puede emular y dar así a conocer. Lo sabían los soviéticos unos 100 años atrás, también los modernos cineastas franceses como Godard y Resnais, y no fueron los únicos. He aquí un joven director italiano que intenta explicitar ese vínculo entre montaje y memoria.
En efecto, todo el esfuerzo poético de Valerio Mieli radica en contar una historia de amor propia de nuestro tiempo siguiendo los mecanismos del recuerdo, y desde el primer momento, el incierto punto de vista elegido pone en consideración el recuerdo del hombre y la mujer que se enamoran, viven juntos, se separan y quizás se vuelvan a encntrar. Las marcas del tiempo histórico son endebles, la inteligibilidad del tiempo propio del relato, escurridiza: los dos jóvenes amantes son contemporáneos, viven de dar clases, no tienen penas económicas, aunque él sí conoció la aflicción psíquica, como revela algún fragmento de su historia. La relación con los padres y los amores precedentes de los enamorados también se va conociendo de a poco. La intuición es inobjetable: el yo es una memoria que se perpetúa, y en ese sentido el filme es tan convincente como una radiografía de tórax.
Ricordi?, Italia-Francia, 2018
Escrita y dirigida por Valerio Mieli
Es difícil retener características más precisas de los personajes y sus situaciones con mayor profundidad, porque Mieli prefiere insistir en las asociaciones entre tales sin detenerse en el recuerdo. Indicios sí, detalles no: esa es la lógica establecida desde el inicio. Es que en vez de permanecer en los recuerdos de mayor peso, esos y otros de menos importancia se sustituyen velozmente, como si el recuerdo se impusiera a cualquier acto de conciencia en tiempo presente y también al eventual repaso a fondo de una experiencia ya pasada. Ahí estriba el gran problema de Ricordi?: el vértigo neutraliza el análisis o cualquier ejercicio de clarividencia respecto de cómo el pasado es sustancia viva de todo presente por el que se transita, lo que no impide que el filme deje entrever instantes en los que pensamiento y recuerdo se materialicen en el plano, y no son justamente las secuencias en la que se subraya en demasía el mecanismo.
El modelo de montaje tiene un efecto evidente en el relato. Fácilmente, se puede asir cómo las experiencias amorosas y el amor filial condicionan la facultad afectiva; también la didáctica funciona bien cuando se insiste en que los espacios que se habitan resguardan la memoria personal y pueden, si se vuelve a estos, suscitar reflejos perdidos y sentimientos olvidados con el solo hecho de volver a focalizar la luz en una ventana o abrir una heladera. Pero el relato se resiente enteramente cuando se propone despertar empatía afectiva con las idas y vueltas de los personajes, lo que explica el uso extradiegético musical; esto puede denotar un muy buen gusto en la selección, aunque también un problema de resolución dramática de las escenas clave. La música, tal vez, sensibilice, pero es una expresión de impotencia estética.
Extraño objeto contemporáneo es Ricordi? El montaje que propone y su visión de la memoria en general tienen una conexión directa con el presente. La velocidad de conexión define todos nuestros sistemas de almacenamiento. Así concibe también el joven cineasta la memoria de sus personajes; el archivo íntimo se enciende a altas velocidades.
* Esta crítica fue publicada en otra versión por el diario La Voz del Interior en el mes de julio 2019.
Roger Koza / Copyleft 2019
Muy buen recorte. A mí sí me conmovió un aspecto que hace a la empatía con los personajes. Y donde me parece que, al menos ahí, no gana la vorágine del relato: las coordenadas de una elección amorosa a través del tiempo.
Es cierto; es un acierto.