SEMANA DEL 25 al 31/08 EN CINECLUBES
LA CUMBRE: SALA LUIS BERTI, BELGRANO 470.
27 de agosto, a las 20.30hs: Haneke en foco:
71 fragmentos de una cronología del azar, de Michael Haneke, Austria, 1994
95 minutos / No recomendada para menores de 18 años
Antes de la película principal se proyectará el cortometraje Ambición, de Hal Hartley, EE.UU., 1991
«Mis películas intentan ser una declaración polémica contra el cine estadounidense y la concomitante pérdida de poder por parte del espectador. Son una apelación por un cine de cuestionamientos insistentes lejos de las respuestas falsas (porque son muy rápidas), a favor de una distancia clarificadora en vez de una cercanía abusiva, un cine a favor de la provocación y el diálogo lejos del consumo y el consenso». El final de la trilogía de la glaciación confirma, sin duda alguna, la sentencia de Haneke. La novedad consiste en que abandona (no completamente) el núcleo familiar como eje de análisis para focalizar su interés en el conjunto de la sociedad austríaca (y europea) y su funcionamiento mecánico y alienante, una perfección irrespirable que los planos detalle y algunos planos fijos y extensos, como uno magistral en el que se puede ver al protagonista practicando ping pong, dejan bien en claro. En esta película, inspirada como sus dos precedentes en un hecho real, un joven estudiante comete un crimen colectivo; el acto en cuestión es una excusa narrativa y un dilema sociológico que Haneke habrá de responder intentando ofrecer una radiografía de un clima social con sus prácticas cotidianas proclives a la repetición y al ritual doméstico. Así, un empleado de banco, un jubilado, un estudiante, un niño inmigrante ilegal proveniente de Rumania, una niña adoptada, un guardia son personajes conceptuales que develan un sistema socioeconómico que produce un tipo de subjetividad específica y a los que Haneke interroga con su cámara sin declamar. La película también puede ser vista como una advertencia sobre la relación acrítica y desvinculada que se tiene con las crónicas de los noticieros, cuyo sistema comunicacional banaliza los eventos cotidianos. (Roger Koza)
LA FALDA: RESTAURANTE UGOLINO, 9 DE JULIO 470
29 de agosto, a las 20.30hs:
Me voy a casa, de Manuel de Oliveira, Portugal, 2001
90 minutos / No recomendada para menores de 13 años
Antes de la película principal se proyectará el cortometraje Encuentro exclusivo, de Manuel de Oliveira, Portugal-Francia, 2007
Esta película del maestro portugués Manuel de Oliveira -la cuarta desde que cumplió 90 años- fue realizada en 2001 y está ambientada en París (que pocas veces hemos visto tan bella o ha sido evocada con tanto afecto). La trama se centra en un famoso actor francés de unos setenta años (Michel Piccoli en su mejor momento) que está aprendiendo a enfrentar la soledad luego de que un accidente automovilístico cobrara las vidas de su esposa, hija y yerno. La película muestra al protagonista trabajando junto a la coprotagonista, Catherine Deneuve, en la representación teatral de la obra de Ionesco El Rey se muere, luego en el papel de Próspero en una producción francesa de La tempestad y, más tarde, tratando de hablar en inglés en una adaptación del Ulises de James Joyce, dirigida por John Malkovich. Pero Oliveira es igualmente atento y respetuoso cuando su héroe disfruta de rituales cotidianos tales como jugar con su nieto o leer el diario con su café expreso. Por tratarse de un film sobre el dolor que supone la pérdida de un ser querido, es una película sorprendentemente liviana. Si bien esta simplicidad es engañosa, puede ser la obra más accesible de Oliveira que hayamos visto hasta la fecha, una obra maestra de uno de los mejores cineastas del mundo. (Jonathan Rosenbaum)
VILLA GIARDINO: SALA TEATRO-CINE ALEJANDRO GIARDINO
31 de agosto, a las 20.00hs: Tarkovski en foco:
El sacrificio, de Andrei Tarkovski, Rusia, 1986
144 minutos / No recomendada para menores de 13 años
Antes de la película principal se proyectará el cortometraje Tres minutos, de Theo Angelopoulos, Grecia, 2007
La última película de Tarkovski, que ya padecía de cáncer, es, entre muchas cosas, una elegía y una despedida perteneciente a un artista profundamente religioso y un maestro indiscutible del medio. El primer y el penúltimo plano, en donde se enuncia a través de una parábola una tesis respecto de la fe y el acto necesario por parte del creyente para cumplirla, son además tours de force: dos planos secuencia de 10 minutos, hasta ese entonces de los más extensos de la historia del cine, en donde Tarkovski enseña su concepción del espacio cinematográfico. Que el bergmaniano Erland Josephson interprete a Alexander, un académico retirado a punto de festejar su cumpleaños junto con algunos amigos en su casa de campo cuando una catástrofe atómica es anunciada por la televisión y altera el comportamiento de todos los personajes, no es sólo un reconocimiento de la admiración del ruso por Bergman, sino también una filiación estética (además de que la magistral fotografía pertenece a Sven Nykvist, otro miembro del staff del director de Persona). Atmosférica y onírica, El sacrificio es intempestiva por su religiosidad, sinceridad y abstracta metafísica; lamentablemente, ya casi no se hacen películas como ésta, aunque nombres como Bela Tarr y Sharunas Bartas puedan indicar que esta concepción del cine no ha muerto. Tarkovski ya no está, pero en sus películas prevalece una idea del cine digna de preservar. «Esculpir en el tiempo», extraña y precisa definición de cine, eso que hace Tarkovski en su sacrificio, en El sacrificio. (RK)
Tuve oportunidad de ver en estos días «Un día con Andrei Arsenevitch» (2000), de Chris Marker, un documental sobre la obra y los últimos días de Tarkovski, que me pareció maravilloso. Se los recomiendo a los buscadores de tesoros ignorados por distribuidores y editores de material en dvd.
Gracias Fer: efectivamente, el documental es una maravilla, una lección de critica cinematográfica. El film de Marker, lo pasé la semana pasada en V. Giardino, y es parte de la programación del cineclub de La Cumbre en el mes de septiembre y octubre. Y pienso, además, que cada vez menos gente le interesa ese tipo de películas. Nunca participé de la retórica de la muerte del cine, pero a veces la realidad me dice lo contrario. RK
Felicito al autor por la admiración que profesa a Tarkovski, pero lamento que ella se deba a cuestiones de forma y que ella caiga fuera del asunto real del filme. Yo quisiera saber por qué llama «elegía» a «El sacrificio» y en qué consistiría su «abstracta metafísica». ¿Tal vez en esa «catástrofe atómica», a la que el autor se refiere y que como moderna espada de Damocles sigue suspendida sobre nuestras cabezas, en pleno siglo XXI? Y ¿en qué consistiría el sacrificio del filme (porque no se refiere a él)? Porque el sacrificio como motivo empezó con «El violín y la aplanadora», y no falta en ninguno de sus filmes. En «El sacrificio» deja en claro que la violencia social que dinamiza a la civilización amenaza con destruirla en un holcausto atómico. Tarkovski piensa que la razón y el conocimiento han coadyuvado sólo al desarrollo material de la civilización, y en nada al de su espiritualidad;pero que nada podrán hacer por salvarla de su falta de ésta. Al revés, a mayor «progreso», menor avance ético y mayor peligro ante fuerzas incontroladas. Ese temor de Tarkovski ¿es metafísico? El cine de Tarkovski nos dice que en el alma humana residiría la fuerza espiritual necesaria para salvarnos de ese probable horrendo final de la civilización; y se pregunta ¿bastará con la fe? ¿o con esperar que el «eterno retorno» de que habla Nietzsche lo justifique todo? No. Él piensa que es preciso enmendar rumbo, empezando por derrotar al ego del ser humano. De ahí la necesidad del sacrificio; o sea, es el ego el que debe ser sacrificado. No se trata de sacrificar la vida como Cristo en el Gógota, sino sólo la fuerza del ego que en su materialismo sólo «engulle», como dice el cineasta; no sólo eso: el ego contribuye a separar; y compite, enemista y finlamente conduce a la violencia y la guerra. Ese «loco» de Alejandro quema su casa y todo lo que lo ataba al mundo material, como su personal contribución al cambio de rumbo. Es un sacrificio, claro, pero ¿será el que se necesita? Aquí puede comenzar nuestro diálogo con Tarkovski; pero él no era ni filósofo ni sociólogo, mucho menos, político: él fue un artista y su arte nos habla de humanismo, de amistad entre los seres humanos, de paz, de concordia y de valores espirituales, como el amor, ese sentimiento que une y «da follaje». ¿Es so metafísica («cubierta de amapolas»)? Ése sería un buen punto de partida para discutir el cine de Tarkovski.
Yo creo que como todo artista de verdad, él amaba a la humanidad. Quería una vida digna, respetable, plena y, en especial, bella para todos. Eso está en su cine. Criticaba a la civilización por su «progreso» material que rezumaría lógica somática para contento de la carne; con aspiraciones y fuertes deseos procedentes del ADN, pero no del espíritu. Lamentaba que la cultura del siglo XX siguiera también por ese camino, sin poner oído a los finos requerimientos de la psique humana y su sentido de lo bello y lo ético. No creo que en eso haya nada de «metafísico». Por supuesto que sus imágenes visuales están llenas de metafísica, de religión , de fe, de mitología, de superstición y de cuanto ha brotado de la naturaleza humana a través de su larga historia. Pero a eso yo lo llamo realismo, pues él no cayó en la idealización del ser humano, al que le reconoce su animalidad (un Alejandro cuyo miedo animal le hace caminar en cuatro patas) y su evolución psíquica hasta llegar a la inteligencia. La civilización hace la guerra; peor aún, hace armas, y el ego hace lo demás, como el Coriolano de Shakespeare. Así se marcha al abismo de las armas nucleares. No es el sacrifico de Cristo lo que hoy se necesita. Me atrevería a sugerir que el motivo del sacrificio es la viga maestra del cine tarkovskiano, pero para salvar a la humanidad, para llegar al desarme y evitar la guerra, para asegurar la paz; y finalmente, para ser capaz de amar al prójimo. No es todo lo que hay que decir sobre este filme; pero es lo principal.
Ricardo: gracias por escribir un comentario tan extenso y detallado. Elegía, utilice esa palabra, solamente porque es una despedida del cineasta del mundo, lo que implica una mirada sobre él. Abstracta metafísica: porque creo que los motivos metafísicos del film son abstractos, entiendo por ello un modo de materializar conceptos filosóficos y religiosos. Sin embargo, a pesar de su precisa descripción del séptimo film de T en cuanto a sus contenidos, insisto, por mi parte, de que es la forma la gran contribución de T, pues sin ella, sus contenidos, no serían lo mismo. En la forma, en ese producir tiempo sobre el tiempo, hay algo superior, tanto en materia cognitiva como espiritual, que va más allá de los tópicos aludidos en este film como en otros suyos. Gracias, nuevamente, por visitar este sitio. RK
Al fin reaccioaron… Y te firmo como vos… SS.
Sr.SS, o Topo: públicamente, le aviso que ya no subiré sus comments. Veo que recibió un mail y/o leyó el blog. Le cuento que hubo muchos mails. Pero no tiene importancia. Anteriormente, decidí publicar su comentario debido a que pensé que era importante por el clima social en el que se vivía. Pero me parece que lo suyo ya no tiene lugar en el blog. He intentado escribirle a su email, pero noto que es falso. Obviamente, usted prefiere ser un topo anónimo, pues cuesta sostener una ideología tan estrecha y reaccionaria con la cara al descubierto. Aquí termina la cuestión, y espero que no deje de venir al cine. Las películas ablandan el corazón y expanden nuestra mentalidad. Respetuosamente. RK.
Estimado Roger: Quiero agradecerte porque ayer, al ver «El Sacrificio», experimenté uno de los momentos más placenteros de mis 22 años de cinéfilo. El plano secuencia de la escena anteúltima fue el summum de una profundidad filosófica progresiva tan lograda que estoy seguro no olvidaré jamás. La película entera es algo supremo. Quizá te resulte risueño pero se me ocurre, así en caliente, que ese plano secuencia y la toma final de «The winter guest» de Alan Rickman serían los momentos cinematográficos que me llevaría a una isla desierta, y sería feliz.
La conexión que he experimentado, en el plano intelectual y sentimental con el filme de Tarkovsky es absolutamente meritoria de mi máxima gratitud.
Espero tener tiempo para escribir más extensamente sobre las cuestiones formales y conceptuales de la película, pero no lo quiero hacer ahora porque prefiero quedarme con el dejo de asombro y placer que siento en este momento y reflexionar más detalladamente con el correr de los días; incluso intentaré, si los tiempos de la facultad y el trabajo me permiten, volver a verla.
Voy, no regularmente, a tus cineclubes desde que tengo 15 años -y todavía no era terrorista- y, finalmente con lo que he experimentado este año en ellos y en El Ojo Soberano, puedo desterrar mis prejuicios acerca de que este tipo de cine funciona sólo para la crème snob de Punilla, y agradecer tu compromiso intelectual con la universidad del pueblo.
Si me permitís agradezco también a Betty Font, Laura Trenchi, Vivi y Claudia Brito por sus constantes invitaciones.
Nos vemos pronto.
Querido Marcos: debe ser el mejor comentario que recibí en toda mi vida de cineclubeísta. Por tu edad, por la claridad de lo que decís, por todo. Es increíble ver cómo el prejuicio que comentás castra a muchos y no vienen. Jamás he sido elitista, aunque entiendo muy bien que ciertas cosas que paso necesitan preparación. Pero jamás he hecho un cine para ricos, aunque todas las clases sociales están bienvenidas. Los prejuicios detienen el progreso colectivo. Tu comentario lo veo como eso: la destitución de un prejuicio, algo que Einstein decía era más difícil de desactivar que la bomba atómica. MUCHAS GRACIAS!!!