SIMULACRO
Es fácil afirmar y demostrar que el cine es —funciona—, como un espejo de los “cuerpos” que somos o quisiéramos ser. Y es un hecho que la pandemia y la condición de aislamiento a la que nos sometió, replicó esa circunstancia en el ámbito doméstico: inadvertidamente, la soledad y el aislamiento (full time), nos pusieron de frente, de cara o de culo, con nosotros mismos.
Con esas dos secuencias, la vida (real) y su representación (imaginaria), se completa la materia del cine. No importa según qué matriz de género las películas aborden la cuestión. El western, la ciencia ficción, la comedia romántica o el ensayo poético apenas le ponen o le quitan color, balas, tetas turgentes, efectos visuales o parlamentos indelebles a la obsesión de mostrar, sublimar o evadir lo real.
En el cine como en la vida, “lo real”, es la muerte. Y la muerte fue ese real-real que instaló la pandemia en nuestros hogares y cuerpos. ¿El círculo se cierra aquí? No.
O sí. Depende. La religión, el republicanismo y algunas psicopatías, también en 2020, resultaron un antídoto para la negación, el cinismo o la inconciencia. (¡Vamos! Que no es tan sencillo voltear las estructuras culturales, clasistas, de género y hasta anímicas que sostienen a la civilización occidental desde la modernidad hasta acá).
¿Y el arte y la filosofía y las ciencias sociales? ¿Qué formas de la política adoptaron las obras (si las hubo) y los discursos (que sobraron) en relación a la matriz capitalista de otredad que el coronavirus hizo trizas, les guste o no constatarlo?
De una manera fascinante (y elijo esa palabra porque antes de ser el adjetivo que mejor describe la película de Gustavo Postiglione, fue el estado que me produjo su visualización) Simulacro (2021) despliega y afronta estos asuntos. Y muchos otros que, también, la pandemia y la condición de encierro pusieron en el estado contable existencial de cada une de nosotres. Los vínculos de amor, el cuidado del otre, las tensiones de género, las rutinas que nos sostienen, las que nos aniquilan, la distribución del trabajo, les hijes, el salario y la remuneración, el paso del tiempo, la representación y sus modos, los cuerpos sexuados, los cuerpos asexuados, el poder, la desesperación, el olvido…
La lista de asuntos y méritos de Simulacro —como cualquier lista— es fruto de mi interpretación y mi capricho. Resultan de la algarabía que me produjo contemplar la reflexión sensible, respetuosa, lúcida, por momentos brillante, sobre la experiencia del encierro y lo que disparó en tres subjetividades atravesadas por la historia de sus cuerpos, sus trabajos, sus maneras singulares de transcurrir.
El esfuerzo titánico de que el rodaje y la película “terminada” coincidieran en el tiempo, es otro tópico para agregar a la lista de temas que propone Simulacro, en tanto espectáculo industrial, en tanto artefacto cinematográfico específicamente.
¿Qué miramos cuando miramos una película? ¿Hay una ética del espectadxr? ¿Para qué sirve el cine? ¿Cuál es la relación de la imagen con lo real? Son preguntas que escupen las películas de Gustavo Postiglione porque Postiglione mira el cine desde cada una de ellas, como lo hacen Tarantino o los Cohen. Hombres de su época al fin, dirá la historia, la diferencia entre los extranjeros y el rosarino es que en el rosarino no hay nostalgia sino desafío por venir. No hay cita sino revelación. No hay espectáculo sino política. Esto también está en Simulacro, convertido en argumento y belleza.
¿Debería mencionar el compromiso corporal y gestual de Lara Todeschini, Claudia Schujman y Gustavo Guirado? ¿Sus interpretaciones delicadas y precisas? Tal vez. En cualquier caso, prefiero subrayar la sutileza quirúrgica de los parlamentos, la puesta de cámara (vidrios y espejos), el diseño de iluminación, la perfecta coreografía lograda.
¿Debería ponderar cómo o cuánto se destaca GP en la exploración y el ensayo generalizados (y, por lo común, fallidos) de formatos audiovisuales en todo el planeta? No sería justa con esta nueva obra de Gustavo. Porque Simulacro parece el corolario (la síntesis) de una sistemática, honesta y reflexiva búsqueda de imágenes y modos de expresarlas. Sin renunciar a la historia. Sin renunciar a la discusión con las tradiciones. Sin renunciar a molestar a la crítica cómoda (acomodada, acomodaticia).
Al cabo, Simulacro nos devuelve la pregunta perentoria que la pandemia nos impuso: ¿dónde empieza, dónde termina, cuándo sucederá, lo real?
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Simulacro, Argentina, 2021.
Escrita y dirigida por Gustavo Postiglione.
María Iribarren / Copyleft 2022
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