THE SQUARE

THE SQUARE

por - Críticas
18 Nov, 2017 02:49 | comentarios
He aquí el paradigma del cine político de Europa. He aquí la máxima sofisticación expresiva e inventiva de los presuntos provocadores del viejo continente. Ríen, ríen y ríen en todas partes, con este film que dice qué debemos pensar sobre todo.

**** Obra maestra  ***Hay que verla  **Válida de ver  * Tiene un rasgo redimible ° Sin valor

UNA FERIA DE ATRACCIONES

The SquareSuecia-Dinamarca-Alemania-FranciA, 2017).

Escrita y dirigida por Ruben Östlund.

* Tiene un rasgo redimible

La ganadora de la Palma de Oro, o un compendio de todos los lugares comunes y conservadores de un cine hecho para que nada pueda pensarse. 

La tradición satírica corroe las certidumbres y revuelve las miserias de cualquier discurso autosuficiente y triunfante, a menudo de naturaleza tautológico. Entre las primeras escenas de The Square, el director de un museo de arte contemporáneo de Estocolmo es entrevistado por una periodista estadounidense. Al preguntar sobre viejas declaraciones del funcionario acerca del arte, la jeringonza resplandece en todo su esplendor. Embestir contra la institución del arte y los burgueses que lo consumen parece el objetivo del film. ¿Lo es?

La mínima línea narrativa del film de Ruben Östlund consiste en la preparación de una nueva muestra inspirada en la obra de una artista argentina, Lola Arias. El título de la muestra es el propio nombre del film. Un cuadrado vacío antecedido por un lema acerca de la confianza y el cuidado compartidos que conllevan derechos y obligaciones es el organizador simbólico de la exhibición (y de la película), en la que se pone en juego la viabilidad de una sociedad como tal, condición necesaria de convivencia que en el mundo contemporáneo parece estar en riesgo.

Más que escenas hilvanadas por una arquitectura narrativa que les confiera un orden, The Square acopia efectos escenificados para ilustrar su concepto axial. Situaciones diversas adheridas al evento artístico desfilan intentando desnudar las contradicciones filosóficas y políticas del mundo del arte. En efecto, The Square es puro copy-paste en el que se amalgaman pasajes que van desde un hombre gorila incomodando a unos ricos durante una cena institucional –donde lo más primitivo de los invitados surge en su peor expresión– hasta un niño inmigrante que pide obsesivamente a gritos la retractación del director del museo que lo ha humillado. Hay escenas con nerds, un chimpancé y varios inmigrantes; todo aquel que pueda representar un síntoma del malestar tiene un bolo. La pueril sociología del film no prescinde de significantes.

Los problemas de The Square son muchos. Su punto de vista altivo puede despertar la complicidad de la audiencia por un efecto de identificación con el protagonista, superioridad acaso matizada por un necesario sentimiento de culpa frente a los expulsados del mundo de los museos y las riquezas que resulta estéril como crítica política. El orden del mundo permanece invariable, basta solo con invocar la compasión.

La máxima exposición de la trivialidad del film de Östlund se deja ver cuando este presume suspicacia. El video promocional de la exhibición ideado por los dos creativos del museo en el que se observa a una niña caucásica entrando al cuadrado y explotando por el aire, una forma de provocación para atraer público, no es otra cosa que la degradación paródica del propio film, una pieza tenebrosa y divertida de provocación incapaz de incluirse en el dilema analizado, el lugar de las artes y aquí el cine, frente a las convenciones que regulan las inofensivas transgresiones para la perpetuación de un sistema de vida. Que el mejor plano del film sea uno de un shopping es otra marca indeleble del verdadero punto de vista de Östlund. Que el plano simbólicamente más recargado y ampuloso sitúe al héroe culposo del relato en un basural mientras llueve es asimismo la instancia más evidente de la relación que establece el film con la publicidad o el spot de campaña.

The Square es una de esas películas que saca chapa de importante y acumula premios que vindican su presunta lucidez satírica. Nada más efectivo que la comicidad para señalar las inconsistencias de las creencias comunes, pero el tierno nihilismo culposo del film solamente perpetúa la evidencia de un contrato social ruinoso enmendado imaginariamente por sofismas publicitarios que evocan eternos valores humanos para tranquilizar la conciencia del buen ciudadano.

Esta crítica fue publicada en otra versión por el diario La Voz del Interior en el mes de noviembre de 2017

Roger Koza / Copyleft 2017