El beneficio del hermeneuta

Quien deja su país y elige otro en el que no se hable su propio idioma pierde el amparo de la nacionalidad y asimismo las certezas inconscientes que garantiza hablar la lengua materna, esa experiencia básica compartida con los compatriotas. Ese tipo de forastero adopta dos patrias al mismo tiempo: tiene que adaptarse a un territorio, aprender nuevas costumbres y conocer lentamente otra Historia; también debe asumir ser quien es en otro idioma, o coexistir en dos lenguas al mismo tiempo.

El estadounidense Richard Shpuntoff llegó a la Argentina en el 2022, tras los efectos devastadores del emblemático 2001. Adoptó nuestro país para vivir, se estableció en Buenos Aires y cimentó su conocimiento del castellano. Después de un tiempo formó una familia y su destreza con el idioma lo convirtió en un confiable traductor. Todo lo que se olvida en un instante restituye un poco su historia personal y familiar, pero tal descripción, si bien no es incorrecta, resulta incompleta e incluso miope. Su película dista de ser un autorretrato narcisista y una terapia lingüística, más bien es un ensayo lúcido sobre la identidad, el territorio y la lengua, pletórico de hallazgos sobre lo que significa mirar un país desde una posición desplazada y recordar al mismo tiempo el propio origen que jamás se abandona pero que es una ausencia fáctica.

Que la película comience en silencio es un indicio de clarividencia. El extranjero mira, luego escucha, después asimila. El lugar elegido es la plaza Alfonsina Storni, situada al lado de la autopista hoy llamada 25 de Mayo, cuya genealogía se remonta al diseño urbano del intendente de facto Osvaldo Cacciatore, que el cineasta habrá de relacionar lúcidamente con el desempeño del urbanista Robert Moses, cuya influencia nefasta cambió desde la tercera década del siglo pasado la fisionomía de Nueva York. Ese inicio glosa la inteligencia de la película. El intérprete mira la ciudad de otro modo, también interpreta los signos en ella desde una posición inusual y es capaz de leer pasajes olvidados de la Historia. 

Lo notable de Todo lo que se olvida en un instante es que puede plasmar en la puesta en escena la experiencia de quien vive en dos lenguas y en el interior de su conciencia debe afrontar una realidad escindida. El traductor es quien trata de zanjar la distancia semántica y conjurar lo intraducible. En el interior de la película anidan los dos idiomas. A veces Shpuntoffhabla en español, en otras ocasiones en inglés. No siempre se traduce lo que se dice en cualquiera de los dos idiomas, o no coincide lo que se dice con lo que se lee. La experiencia es fascinante y a veces desconcertante, más todavía porque en muchos pasajes la prepotencia de los encuadres y la hermosura de los planos también reclaman una atención destacada debido a la elocuencia visual que gobierna la estética de la película. Shpuntoff descubre el misterio de la vida cotidiana, prestando atención al trabajo y al ocio, como también a la arquitectura y a las manifestaciones sociales en la calle.

Después de 71 minutos, el padre del cineasta y sus hijas son personajes queribles que se suman a una especulación general y original sobre la historia y la política desde un inconfesado cosmopolitismo a través del cual el cineasta se piensa a sí mismo, y al hacerlo todo el siglo XX repiquetea en su interior. El beneficio es compartido, porque se aprende, porque se resiste al olvido.

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Todo lo que se olvida en un instante, Argentina, 2021.

Escrita y dirigida por Richard Shpuntoff.

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*Publicada con otro título en La Voz del Interior durante el mes de agosto 2022.

Copyleft 2022 / Roger Koza

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