TODOS LOS CAMINOS CONDUCEN A ROMA
No iba a pasar por los cines y finalmente se exhibió en casi todas las salas del mundo. El festival de Cannes la tenía entre sus elegidas, pero la batalla librada desde 2017 con Netlfix la dejó afuera y así fue que Roma tuvo su estreno mundial en Venecia, donde se llevó el León de Oro, máximo premio de ese festival. Roma fue concebida para la victoria, y nada parece indicar que no acopie estatuillas doradas de todo tipo en la próxima ceremonia del Óscar. ¿Es tan buena? ¿Se trata de una maravilla del siglo XXI, a cuya evidencia estética le corresponde la tranquila certidumbre que prodiga una verdad matemática?
A esta altura, todos tienen una opinión, más o menos fundada, sobre el film de Cuarón. Críticos conservadores y progresistas, por igual, la han abrazado; el gran público, por su parte, llena las salas o la mira más de una vez en el living del hogar y luego se expresa en los comentarios de los diarios y en las redes sociales. Una mayoría variopinta se inclina favorablemente al film de Cuarón: es que la apelación universal de su trama despierta empatía y pertenencia. El humanismo hollywoodense tiene aquí su catequesis cinematográfica perfecta.
Películas como Danza con lobos y 12 años de esclavitud, por citar dos mediocres exponentes cinematográficos condecorados en Los Ángeles, glosaban esos valores sempiternos que Hollywood vindica antes de cualquier decoro estético. La ética (y la industria) siempre está por encima de cualquier conquista estética, pues de lo contrario, películas recientes, ni siquiera nominadas en el rubro principal, como Los ocho más odiados o La hora 25, deberían haberse coronado en sus respectivos momentos. En ese sentido, Roma es ideal: expresa una fantasía de reconciliación de clases y asimismo incorpora una suerte de sensibilidad femenina propia del espíritu de nuestro tiempo. No se pueden negar, además, las ambiciones formales de la película, el plus estético a su favor: la escena del incendio, la del cine y aquella en la que se divisa una improvisada milicia haciendo ejercicios a las órdenes de un gurú estrafalario buscan provocar admiración. Cuarón es un cineasta.
Sin embargo, Roma tiene fisuras visibles y otras menos expuestas. La coreografía semicircular empleada por Cuarón para recorrer los interiores de la casa ostenta un virtuosismo de principiante, un capricho de índole juvenil en consonancia con ese presunto “prodigioso” estilo de encuadre para registrar el paso de un avión a través de su reflejo diminuto sobre el agua vertida en el piso del patio de la casa donde vive y trabaja Cleo mientras esta limpia por la mañana. De todos modos, el tema más delicado radica en su seducción fotográfica. El consenso sobre la hermosura cromática de Roma distrae respecto a la imposición tecnológica de las cámaras de hoy, cuya alta definición suele anular, por la prepotencia del dispositivo, cualquier consideración estética sobre la textura de la imagen. Sobre el sonido en Roma se podrían sumar otras cuantas objeciones; los avances tecnológicos absuelven al cineasta de pensar acerca de sus materiales.
Es posible que Roma se lleve la mayoría de los premios destacados, del mismo modo que El infiltrado del KKKlan (BlacKkKlansman) será ignorado olímpicamente. Las comedias políticas no gozan del beneplácito de los votantes, y La favorita, el otro contrincante de peso, no es Shakespeare enamorado. Lo curioso es que, detrás de cámara, en ambas candidatas, hay un director extranjero, un mexicano y un griego. Es aquí donde Roma puede estar en inferioridad de condiciones: la cuota de producción estadounidense existe, pero el film en sí es tan poco estadounidense que puede inspirar suspicacias y dudas. El nacionalismo no es una variable desestimable, porque a diferencia de la cinefilia, que no es nunca patriota, Hollywood siempre lo ha sido. ¿Puede un film que transcurre principalmente en un barrio de México, en la década de 1970, hablado en español, llevarse todas las estatuillas? El multiculturalismo estadounidense estará a prueba el próximo domingo.
En la banal fiesta anual de los millonarios “sensibles”, una actriz indígena que ha interpretado a una sirvienta subirá en algún momento al escenario. La irrealidad de la ceremonia y la realidad que está más allá de ese mundo de indumentarias onerosas y joyas resplandecientes entrarán en colisión. Curiosamente, esa coincidencia de opuestos también tiene lugar en el interior de Roma: en cada plano del film se siente el dólar que lo sustenta, incluso cuando Cuarón incluye una larga escena festiva en la que entran en contraste la discreta alegría de los sirvientes y la algarabía de los pudientes.
*Este texto fue comisionado por el diario La voz del interior en el mes de febrero de 2019.
Roger Koza / Copyleft 2019
Mi problema con ROMA ya fue expuesto aquí https://letterboxd.com/moviegoergeek/film/roma-2018/ y se emparenta con lo que dice sobre «la prepotencia del dispositivo». Aquí lo denomino más coloquial: Cuarón pasa por encima a sus protagonistas. Esto no suscita una crítica estética, sino de simple puesta en escena. Es inobjetable, porque es así como está visualmente diseñada.
En cuanto a lo que dice de Hollywood, aquí dejo una lista de 5 películas (https://letterboxd.com/moviegoergeek/list/if-ive-had-an-oscar-ballot-2018/) que perfectamente podían haber abrazado pues son temáticas acordes a su «sensibildad culposa». Y, sin embargo, son rigurosas y amorosas miradas exentas de sentimentalismo barato y paternalismos de cualquier índole. Además de seguir de cerca a sus criaturas y no desde una distancia científica de laboratorio. Creo que esa necesidad de evitar el bochornoso abrazo de Sandra Bullock con su empleada en «Crash» (entre otras aberraciones de ese esperpento) es lo que decidió al mejicano a plantear este dispositivo. Pero se pasó al otro lado. Una cosa es no querer ser demagogo y otra muy distinta es poner el dispositivo por encima de los personajes. No hará demagogia con Cleo,pero sí con el cinéfilo. Todo lo que veo de ROMA es: «Mirá mamá lo que sou capaz de hacer». Dirigir, editar, escribir, iluminar, todo. Sólo le faltó hacer el papel del noruegio en primer plano, durante el incendio. Es como el interminable solo masturbatorio de guitarra en la canción de rock. La pregunta es si era necesario. Ya ni siquiera si es bueno o malo. Si no, ¿para qué? No es la filmación un hecho colectivo? Una suma de aportes?
Y, de todos modos, encuentro a la historia igual de clasista en dos escenas bien definidas: a Cleo se le niega el eros, pues Cuarón es muy pudoroso para mostrar como gozaría su nana durante un escena de sexo. Es entendible. Sin embargo, no tiene ningún pudor en mostrar una reanimación de un feto durante un largo plano secuencia (marca registrada). Triunfa tanatos, y por goleada.
Y es que parece su forma de pedir perdón por los servicios prestados a un ser sacrificado (y no lo suficientemente valorado, aparentemente). Tal es así que la sustituta de «su» madre es un personaje secundario.
Pero siempre desde el «dispositivo» primero. Se ha convertido en un tecnócrata alquien que veíamos como el más humanista de los tres mejicanos que trabajan dentro de la industria. Y el que más entendía el lenguaje del cine.
Ojalá vuelva a sus fuentes en serio. No es suficiente con volver a Méjico. Y deje su «ego» de cinesta a un lado.
Si necesita otro «Oscar» para eso, entonces habrá valido la pena.
Yo me quedo con el Cuarón
de «Gravedad».
Mexicano se escribe con x desde siempre ¿Cuál es el afán de ponerlo con J?
Tenés razón Georgina. Aporta muchísimo al debate.
A mí no me parece que Roma exprese ningún ideal de reconciliación de clases. Más bien al contrario, muestra que esa reconciliación es una fantasía, que por muy unidos que estén los personajes, por mucho que Cleo haya salvado a los hijos de la patrona, al final sigue siendo una sirvienta que va a hacer la colada a la azotea como otras miles de ellas. En vez de castigarnos con un dramón maniqueo sobre una persona maltratada en su trabajo, lo brillante de la película es que es capaz de sugerir la problemática de esa mezcla de relaciones personales y laborales, la diferencia insalvable que existe, con una historia que no hace de la opresión una grosera evidencia, sino al contrario.
Es un film, en mi opinión, que explora el lugar que ocupan los personajes en el mundo, en un mundo de diferencias de clase brutales, sobretodo Cleo, que por momentos puede participar de la fantasía de vivir como la clase alta. De ahí su puesta en escena tan geográfica, las panorámicas semicirculares en casa y el gran formato o los travellings laterales en el exterior, ese ansia por testimoniar el contexto social en el que viven. A mí nada de esto me parece gratuito ni caprichoso.
Estoy de acuerdo Genjuro. Nada es caprichoso. La reconcialición es una fantasía, correcto. Ese es el leit-motif de la película,entonces? Se trata SOLO de eso? Porque creí que era un «homenaje». Pues como tal me parece sesgado.
Ahora, si sólo se trataba de hacernos ver que las diferencias de clase existían y seguirán existiendo entre patrones-sirvientes, vaya iluminado que resultó Cuarón!! Aleluya!
Sin embargo, sin llegar a ser maniqueo podría haber sido más amoroso con el retrato igual,no? Está probado que el nacimiento, el sexo (enamoramiento, etc) y la muerte son transversales a las clases sociales. Son inherentes a cualquier ser humano. ¿Por qué no darle a Cleo un momento de «ser humano», entonces, con la representación del sexo? O evitar el plano del que hablé? O todo debía ser un golpe tras otro? ? Eso le hubiese quitado el título de sirvienta?
A veces, por honor a la VERDAD, se hecha en falta la honestidad.
No se, pensalo.
Hola gente
Tiendo a pensar como Fernando, con algunos matices.
Va mi aporte, escrito hace unos días después de ver el film en la tele…
Es difícil acercarse a este film atravesando las varias capas de significaciones que rodearon su presentación en Netflix y su favoritismo para los Oscar. Cuarón parece haber hecho por fin la película que reúne sus deseos de cieneasta, la forma artística correcta para convencer a la academia y una cierta intención de profundidad social que sensibiliza incluso a públicos más quisquillosos. Y lo hace por medio de un film que no se estrena en los cines, o al menos no directamente… Roma es una película aceptable, Cuarón vuelve a exhibir aquí el preciosismo visual característico de su obra e introduce un tema social que amplía los horizontes de su mirada. A su través, se pueden percibir trazos fundamentales de la experiencia de Cleo, una muchacha “cama adentro” en una casa de familia acomodada del D.F., y también ciertas zonas de la historia del país a principios de los setenta que el director se esmera ostensiblemnte por narrar de forma elíptica y sin grandes subrayados. Del mismo modo intencionadamente discreto y atenuado, se teje en el film una reflexión entre las experiencias de las mujeres de diferentes clases sociales, abandonadas violentamente por los hombres y obligadas a hacerse cargo de una familia que es, por extensión, el México todo. Esta reflexión no prescinde de la experiencia de la desigualdad y del registro de las múltiples diferencias de clase y no cae –casi- en la comunión sensiblera que anularía del todo el delgado filo político de la obra. Si uno revisa las dimensiones históricas, sociales y políticas de Roma no hay mayores cosas que objetar a la mirada del director y a lo que despliega en torno de Cleo y de la familia a la que sirve con devoción y cariño y que la trata a su vez con un afecto auténtico no exento de altanería. Los problemas del film hay que buscarlos en otra parte, más estructural y, acaso, más profundamente política: la estética que lo fuerza como relato y la singular administración del tiempo –de las secuencias y del conjunto- no provienen de la experiencia de la protagonista ni suponen una reflexión en torno de ella. La belleza del blanco y negro poco contrastado, el tratamiento de objeto de arte que organiza la obra, la parsimonia extenuante e impostada de la narración, la quietud por momentos muy forzada de la cámara, sus desplazamientos lentos en la composición de los planos –sobre todo en la la escena crucial en la playa- informan de una escisión entre la mirada del director y su asunto que se confirma en ciertas intrigas artificiosas e insustanciales para el relato. Roma resulta, en fin, un film deamisado “puesto” para la experiencia que elige narrar e incluso para las distancias con esa experiencia del otro que es otro de los posibles niveles de sentido del film. Esto repone la centralidad del guión en su ejecución y da cuenta de una estructura calculada milimétricamente que empuja a la obra a ciertos esquematismos previsibles que no comunican la sensibilidad de la protagonsita ni la del director y que parecen ajustarse más bien a los horizontes de reconocimiento que sus realizadores esperan para el film. Este híbrido mexicano para consumo masivo recuerda a otro director compatriota de Cuarón consagrado por la industria. Ciertamente, Cuarón es superior a Iñárritu, en destreza y en profundidad, pero sus intenciones se parecen mucho. No hay con todo, que ser excesivamente duros con el director ni con su película: que gane o no el Oscar no la hará mejor ni peor y, al cabo, el film es bastante más rico e intersante que casi todo lo que se puede ver hecho por la industria de Hollywood o por esta temible nueva aplanadora que pretende reemplazarla.
Saludos
Bueno Fernando, yo sí creo que hay homenaje, que se yuxtapone a lo que yo comento.
Luego, la escena del parto es lo que menos me gusta de la película con mucha diferencia, a pesar de que tenga la relativa delicadeza de dejar al bebé desenfocado (básicamente toda la película está enfocada con una gran profundidad de campo). Es el punto melodramático para contrastar con la escena de la playa, aunque insisto en que no me convence.
Y luego, que Cleo no muestre emociones tiene sentido, puesto que en su vida diaria ella no es miembro de esa familia, es una empleada sobre la cual pesa la autoridad del empleador y ello no le permite sentirse tranquila y relajada, ni siquiera fuera de esa casa. Sabe que si hace algo mal siempre corre el riesgo de ser despedida. De hecho luego sí que hay abrazo, y muy emocional, un clímax de felicidad y exaltación familiar (que en el fondo es engañoso). Después se la ve ya relajada y sonriente, aunque claro, insisto en que tiene que volver a la azotea a hacer la colada.
No creo que Cuarón necesite descubrir la pólvora para hacer una buena película. Puede ser una obviedad el tema de las diferencias de clase, pero no me parece nada obvio cómo está contado, y al texto de Roger Koza me remito.
He leído todos los comentarios y les agradezco a todos; por razones de tiempo y trabajo, no tengo el tiempo necesario para responder. Aclaro: no tengo nada en contra de Cuarón; como dice MS, de los tres mexicanos en Hollywood, es mi preferido. He escrito tres textos sobre este film y no tengo nada más para decir. Saludos a todos, y si encuentro tiempo, tal vez responda a algo puntual. R
Hola Roger, queria agradecerte por estos textos sobre Roma. Cuando la vi en el Festival de Mar del Plata sali del cine verdaderamente asombrado, estaba convencidisimo de que era una de las mejores peliculas del año y en mucho tiempo. Gracias a tus textos pude repensar la pelicula y reconsiderar su valor en esta etapa del cine tan artificial?. Hoy puedo decir que no la incluiria en lo que mas me gusto del año pasado, menos aun habiendo visto hace poco «La Flor» la cual merece un puesto alto entre lo mejor. Todavia tengo pendiente ver «An elephant sitting still» que vos mismo pusiste en tu lista, que creo debe ser excelente. Y me gustaria saber mejor en detalle que pensas de «La Favorita» la cual vi dos veces y no me termina de convencer. Gracias y segui escribiendo estos geniales ensayos que me enriquecen muchisimo en todo lo que me falta aprender sobre el cine.
Pd: tambien me gustaria saber si viste la pelicula «Long day journey into night» de Gi Ban.
Es algo muy bonito. El Oscar en alto en manos del inmigrante que ha sigo recibido y ha triunfado saltando el Muro de la mano de Hollywood. Una imagen potente para las lágrimas y políticamente correcta. Una imagen en blanco y negro que retransmitida por la ceremonia nos volverá cobijada en miles de brillos y colores.
Creo que «los ocho mas odiados» no le debe gustar ni a Tarantino. Pero en fin, a mi «Roma» me gustó; creo que es una buena pelicula. Sin embargo no puedo hacerme cargo de cuantos premios gane o no. Eso no va a cambiar lo que piense de la pelicula. En todo caso ese trabajo te corresponde a vos Roger y a todos los criticos que estudiaron cine y que dedican su vida a él. Nosotros, los cinefilos, estamos para aprender de ustedes y para forjar nuestro propio criterio.
Todo bien, pero: ¿qué tiene que ver la cinefilia con la actualidad hollywodense? Qué tal si radicalizamos nuestros juicios (y actitudes; en lo inmediato: en la propia fisicidad) soslayando la más mínima discusión acerca de Cuarón, de sus intenciones o de la industria que representa? Por lo demás, la corrección política a la que tanto el director- sempiterno marginado en su condición de foráneo mínimo, a la vez que incansable aspirante a «algo más..»-, como la industria aspiran -ésta, en su obstinada fantasía de una conciliación de clases fantasmagórica que soterra la ignominia propia que la sostiene-, resulta, como mínimo, curioso.
Me voy a ver comprar pan; luego a ver una de Fisher..!
Un abrazo, gran texto Roger, como siempre