VIAJE AL PARAÍSO / TICKET TO PARADISE
POSTALES DE LO IRREAL
Durante veinticinco años los personajes que interpretan la adorable Julia Roberts y el simpático George Clooney han cuidado a su hija. Durante cinco años lo hicieron viviendo juntos, las otras dos décadas discutiendo, enfrentados, y sin verse, hasta ahora: se encontrarán para la colación de Lily. En el momento de la graduación como abogada, tras cuatro años exigentes, la joven se toma un descanso junto a una querida amiga en Bali. El plan es relajarse, leer un poco algunos expedientes, porque al regresar comienza su carrera jurídica. Pero en la isla se enamora y unas semanas más tarde decide contraer matrimonio. De estas coordenadas es sencillo predecir la trama: ¿se quedará en la isla? Los padres de Lily están decididos a torcer ese destino feliz. Si tienen que aguantarse mutuamente, la causa lo amerita.
La comedia de enredos matrimoniales es un género en el que suelen indagarse los intrincados circuitos del deseo y la opacidad inadvertida que siempre revisten los sentimientos. Justamente la comicidad es un espacio fértil para entrever los razonamientos engañosos con los que se pueden examinar los sentimientos, en ocasiones contradiciendo lo que se siente. La inadecuación puede propiciar escenas ingeniosas, como tantas que prodigó la comedia clásica en esta materia. Basta recordar La pícara puritana y tantos otros títulos gloriosos para evocar la aludida tradición.
En algún que otro momento, Viaje al paraíso sintoniza con esa tradición pródiga de clarividencia, en especial cuando el centro narrativo se desplaza hacia la relación entre Roberts y Clooney, y se deja de lado un poco su misión para interceder en la boda de su hija. Hay una escena muy al paso en la que Clooney no puede dormir, se levanta y va al bar del hotel. En esa secuencia mantiene una conversación con la amiga de su hija. Es una escena de otra índole, como alguna que otra más, en un relato cuya irrealidad es tan apabullante como las bondades del ecosistema australiano travestido como la famosa isla de Indonesia. Al fraude del territorio, al que se le dedican elogios reiterados, se suma una antología de rituales y costumbres cuyo rigor antropológico es similar al que puede intuirse en una guía turística cuando adjunta a las recomendaciones jamás desprovistas de exotismo un presunto conocimiento cultural.
La irrealidad de toda la propuesta, los chistes mecánicos o copiados, la obscenidad materialista que asoma de tanto en tanto constituye una amalgama de insensateces que tiene a menudo la traducción estética apropiada. Un buen travelling durante una fiesta que termina con el primer beso de la pareja de jóvenes es una fugaz evidencia de cine. El resto de las secuencias tienden a la publicidad costosa sin matices cromáticos. Y, sin embargo, de vez en cuando, algún que otro primer plano sobre el rostro de Julia Roberts, y algún intercambio de miradas y palabras con Clooney, transmiten la paradójica verdad del tiempo. El color de la piel, las arrugas en el cuello o alrededor de los ojos y el cuerpo más desgastado de ambos imponen algo de respeto. En ese sentido, la pareja de ficción se beneficia del tiempo de los intérpretes y predispone a la indulgencia. Eso se revela completamente cuando la trama anodina finaliza y en los créditos se pueden apreciar varias escenas descartadas. Las grandes estrellas nunca dejan de brillar, incluso si han estado apresadas por más de una hora y media en una película insignificante.
*Publicado en el diario La Voz del Interior en septiembre 2022.
Roger Koza / Copyleft 2022
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