CUESTIONES PROVISORIAS: SUEÑOS, CONJETURAS Y ASOCIACIONES (04): BICHOS
Siempre sueño con un documental en el que se intenten seguir las peripecias de los insectos, los pájaros y los cuadrúpedos de la ciudad. En una sección magnífica de La ciudad oculta, de Víctor Moreno, algo de eso se puede apreciar. Moreno se concentra en el gran fuera de campo de Madrid, es decir, en las profundidades subterráneas de esa ciudad que visito frecuentemente pero en la que jamás me siento a gusto. En eso que nunca se observa de las metrópolis en las que se circula, en el reverso o aun interior, Moreno descubre una fauna heteróclita en el corazón del cemento. Es lo que más me gustó de su película, aunque el final es también sorprendente: la aparición de vida en el excremento colectivo de toda la ciudad, los kilos de mierda y pis que se eyectan a otro mundo imaginario que empieza en el inodoro, devienen en una especie de magma de podredumbre que viaja por los caños interminables de la ciudad hasta depositarse en un artificial lago subterráneo. Pero en ese epílogo casi escatológico hay un toque darwinista del mejor, que linda con el otro sentido del término escatológico. Del tuétano de la putrefacción nace vida unicelular. La materia da con su propia salvación.
La cucaracha, bicho tan horrible como fascinante; no logro siquiera comprender su comportamiento frente a mi presencia. ¿Me huelen? ¿Escuchan? La anatomía de los blatodeos, si se supera el asco aprendido y todas las asociaciones destinadas al animal, es cautivante. Las antenas, las patas aplanadas y espinosas, los minúsculos ojos, el obsceno color que reviste a la totalidad del cuerpo merecen una mínima contemplación antes de pasar a las zapatillas que las harán añicos.
Ya van cinco que reviento sin sentir placer alguno. ¿Lástima? Tampoco. Si pudiera hablarles, y si ellas pudieran comprenderme, sin exterminarlas, las invitaría a acampar en otras direcciones. Pero no nos entendemos, aunque en el instante previo a hacerlas papillas hay unos pocos segundos en los que la conexión es absoluta. Ese microsegundo en el que mi mano con la chancleta se dirige hacia ella es el preciso momento en el que huyen. Jamás emplean una huida siguiendo una línea recta. El zigzagueo es la estrategia del insecto, un aprendizaje vetusto e ideal para evitar el fin de su existencia.
Las cucarachas me envían a Cheech & Chong’s Next Movie. El inicio era descomunal. Chong busca un poco de porro para fumar y se da cuenta de que no le queda nada. Entre las sobras de todo lo que se ha fumado, descubre al insecto en cuestión, lo mira con cierta curiosidad y estudia los movimientos. Así, atrapa a la cucaracha y la suelta, un par de veces, hasta que le da un golpe de puño cerrado. Muerta, se la fuma y, aparentemente, el insecto pega muy bien.
No lo he decidido aún. Si doy con otra entidad de antenas extensas, bañada en el resplandeciente marrón que las caracteriza, quizás juego un poco con la criatura y después me la fumo. O mejor no, porque recuerdo que en la notable The Hole, del gran Tsai Ming-liang, las cucarachas son los principales vehículos de los virus. ¡Qué episodio evolutivo el nuestro! Una microscópica e inútil entidad viviente, casi una aberración de la evolución, nadería ontológica por antonomasia y vergüenza ante la aparición de la vida inteligente, es capaz de aniquilar a todos los miembros de nuestra especie. Esto me recuerda al increíble libro de James Lovelock que leí en China, cuando terminaba el año: Novacene: The Coming Age of Hyperintelligence. ¿Habrá dicho algo de todo esto?
*Fotograma: Cheech & Chong’s Next Movie.
Roger Koza / Copyleft 2020
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