CINE CAPITAL: CÓMO LAS IMÁGENES DEVIENEN REVOLUCIONARIAS
Por Roger Koza
Cine-capital. Cómo las imágenes devienen revolucionarias, el primer libro traducido al español de Jun Fujita Hirose, es una legítima rareza en el pequeño pero intenso mercado de libros sobre cine que vive un gran momento en Argentina. No es frecuente que se publique un título de un crítico de cine oriundo de Tokio cuyo ímpetu teórico y propensión a la abstracción no dan tregua desde el primer párrafo hasta la última página de las 94 que componen el libro, dividido en 3 capítulos.
Su título es inequívoco en materia conceptual, pero ¿Cine-capital es solamente un libro de cine? No del todo. ¿Una crítica marxista del cine? Tampoco, a pesar de que la tradición marxista juega un papel preponderante en el análisis general. Sin duda alguna, se trata de una apropiación de un conjunto de conceptos del filósofo Gilles Deleuze con el fin de expandir las tesis centrales de los dos libros que Deleuze dedicó al cine: La imagen-movimiento y La imagen-tiempo (aunque todas las obras que vinieron después de La lógica del sentido, incluida ésta, también son clave en la propuesta general de Jun).
Cine-capital empieza con una afirmación que constituye la clave conceptual del libro: “El cine acumula imágenes ordinarias para producir singularidades. Es una máquina que extrae lo singular de lo ordinario”. El ejemplo cinematográfico elegido por Jun para aclarar ese concepto es Los pájaros, de Alfred Hitchcock, película que atraviesa estructuralmente todo el libro. Los famosos pájaros que atacan un pueblito perdido de California en esta obra maestra no son justamente aves rapaces, sino gorriones, cuervos y gaviotas. ¿Por qué lo hacen? ¿A quién obedecen? Jun propone que estos pájaros en principio inocuos experimentan un extraño devenir revolucionario, gracias a lo que Jun llamará principio de individuación colectiva. Por separado, un gorrión es tan inofensivo como una gaviota. Distinta resulta la suma total de esos pájaros asociados en un ataque, que además no están bajo las órdenes de un pájaro líder. De esta lectura Jun sacará algunas conclusiones metafóricas: “lo extraordinario se produce como plusvalía del trabajo colectivo de las imágenes ordinarias”. Una imagen aislada es siempre ordinaria, pero la conjugación de muchas imágenes en un conjunto da como resultado algo de otro orden.
Para quien nunca ha leído a Deleuze, la lectura de Cine-capital no será fácil. Jun asume un lector con ciertos conocimientos adquiridos, pues algunos términos poco transparentes apenas se explican: “imagen cristal”, “líneas de fuga”, “corte libidinal” irrumpen en la argumentación sin aviso. Eso no impide instantes de clarividencia para todos: “El espectador de un filme hollywoodense paga su entrada con el fin de tener como contrapartida el derecho a vivir una epojé de una hora y media, durante la cual puede olvidar la existencia misma del dinero y creer que es posible realizar sueños sin pagar un solo centavo”.
Como suele suceder con los “discípulos” de Deleuze, la distancia respecto de su estilo es casi inexistente; siendo este autor japonés, esto es algo que acaso podría haberse evitado. Además, a excepción de un comentario menor sobre Ozu y uno un poco más extenso sobre Masahiro Makino, las referencias de Jun son siempre occidentales: en lo filosófico, Althusser, Simondon, Virno, Hobbes, Rousseau; en lo cinematográfico, Rohmer, Godard, los Straub. En este sentido, las referencias exclusivamente occidentales de Jun constituyen un obstáculo para lograr una obra conceptualmente revolucionaria, lo que no significa que el libro carezca de lucidez y elegancia.
Finalmente habrá una extraña invocación a una figura conceptual denominada gorrión-Guevara colectivo, que desata una lucha con el propio yo e instiga a creer en el mundo. Más que luchar por una revolución definitiva, se trata más bien de alcanzar una clarividencia que permita ver una posibilidad inédita en el mundo no inscripta en el orden simbólico existente. A veces las imágenes, simplemente las imágenes, pueden empujarnos al cambio, a la transformación. Por qué no, a una fuga del Capital.
CINE-CAPITAL. CÓMO LAS IMÁGENES DEVIENEN REVOLUCIONARIAS, JUN FUJITA HIROSE. ROBERT BRESSON. EDITORIAL TINTA LIMÓN, COLECCIÓN NOCIONES COMUNES, BUENOS AIRES. 94 PÁGINAS
Este texto fue publicado en otra versión por la revista Ciudad X en el mes de agosto 2014
Roger Koza / Copyleft 2014
Leí el librito recientemente. Debo decir que mi primera impresión con la lectura de las primeras páginas y hasta promediar el segundo capítulo, fue de crispación y enojo. Creo absolutamente injustificado teóricamente el concepto propuesto de «Cine-capital», y que el intento que subtiende el texto de trasponer conceptos de la economía política de raigambre marxista para pensar la lógica del denominado cine «clásico» es poco feliz e inespecífico. A lo sumo, no pasa de ser una metáfora sugestiva. La extracción de plusvalía no tiene nada que ver con un procedimiento de montaje de imágenes. Las imágenes no reciben salario. En lugar de pensar las condiciones económicas de hechura de una película en términos políticos, identifica mecánicamente cine-capital=cine orgánico=cine clásico, sin tomar siquiera un mínimo de distancia de los dos tomos de cine de su maestro (que por cierto, no los cuento entre lo mejor de su valiosísima producción filosófica). El último capítulo captó mucho más mi interés, pero creo que se debió a las sobradas muestras de destreza con que abordaba problemas filosóficos netamente deleuzeanos (relación entre lo visible y lo decible, lo virtual y lo actual, el acontecimiento, etc.), más que por su valor intrínsecamente cinematográfico. Prefiero sin dudas la capacidad de interrogación crítica acerca de las relaciones entre imágenes y procesos económicos del recientemente ido Farocki. Se va a extrañar su fuerza pensante.
Estimado Migo: me alegra mucho recibir un comentario de este post. Entiendo muy bien lo que dice usted respecto de la injustificación teórica. No lo vi así, pero sí lo vi forzado, y no solamente en ese caso.
Me pareció pertinente la lectura de Los pájaros, no así la que realiza con otros filmes. Y lo que me parece increíble es que no existan prácticamente referencias al cine japonés o filósofos de ese país. Igual es un libro intenso y lúcido.
Coincido con usted: A Farocki, tan amable como lúcido, se lo va a extrañar. RK
Cómo no estar de acuerdo con el amigo, migo!, incluso con su coda.
A veces, a los poetas no se los recuerda por sus mejores versos: ¿Por qué demonios se recuerda, y se usa hasta el hartazgo (en la crítica y teoría del cine, y en las ciencias sociales hoy día!), al peor Deleuze y no al mejor?
Sus tomotes de cine son lo más olvidabe (son libros sobre, o a partir de, Bergson principalmente) de un tipo que escribió nada más ni nada menos que Diferencia y repetición, y Lógica del Sentido.
Ok, escribir un libro que es apenas una nota al pie de otro (que encima también es un comentario de Otro) parece un despropósito, aunque en un campo como la filosofía (donde es practicamente imposible salir del mainstream) sobran ejemplos. Pero tampoco es cuestión de desmerecer los «tomotes» que Deleuze le dedicó al cine, que no dejan de etenr su curioso encanto. Digo: lo que más recuerdo de mi lectura noventista fue la sopresa de una sistematicidad poco posestructuralista. El ejercicio «totalizador» de meter toda la historia del cine (encima para ilustrar una teoría preexistente) era a la vez desconcertante y entrañable. Atravesando un texto arduo que incluía muchas películas que no habíamos visto (y que nos hacía preguntar, en la era preinternet, como o cuando las había visto Deleuze, y lamentar que lo más cercano a la Cinemateca Francesa fuera la sala Lugones) descubrimos la cara más luminosa de la cinefilia, aquella que la une a otras filias y filos para sacarla de ese espacio cerrado en que suele reffugiarse. Más que querer leer a Bergson, esos libros nos hicieron querer ver sas películas desconocidas, y ante todo ver que podíamos pensarlas bajo distintas luces, incluso sin renunciar a una mirada omnicomprensiva. Sus hipótesis 8a veces traídas de los pelos) eran lo de menos. Lástima que sus malos imitadores no lo entendieron así.
Por mi parte, no me atrevería a afirmar que hay que descartar en bloque esos dos «tomotes», no dudo que contienen varias líneas fecundas de pensamiento destinadas al cine, pero sí creo que a la vez tienen un montón de puntos cuestionables (los comentarios críticos que al respecto formuló Rancière en uno de los capítulos de La fabula cinematográfica me parecen en este sentido muy precisos), y que no son el punto más alto de la producción filosófica deleuzeana (comparto la admiración por las obras traídas a colación por Hernán).
Yo los leí apenas uno o dos años atrás, y sin ir muy lejos, cuando vi Tierra de los padres no pude sacarme de la cabeza algunas ideas sobre el cine político «moderno» que Deleuze mencionaba: la ausencia de pueblo, el sujeto político no como algo dado sino como algo que tiene que ser inventado, la obra de arte como un llamado a devenir pueblo, como fabulación de un pueblo por venir, que el cine revolucionario no tiene por qué poner en escena una revolución sino trabajar con la forma, etc. Digo, el último plano de tu peli, NP, es como una flecha lanzada desde la memoria hacia el futuro, una incitación a inventarse como pueblo… ¿Discurso libre indirecto?
Por otra parte, y como dato colorido, hace un tiempito me enteré de una posible razón para la exclusión de Raúl Ruiz del compendio de cineastas analizados en aquellos dos «tomotes». Fue leyendo unos textos de Rosenbaum en los que mencionaba que Ruiz le había contado que una vez se habían ido a las manos con Deleuze por desavenencias teóricas. La anécdota me parece impagable.
Solamente quiero decir que los dos tomos de cine de Deleuze son extraordinarios. Concuerdo que Diferencia y repetición y Lógica de sentido son libros que están en una especie de perfección insólita. Pero los libros de cine de GD son llaves de lectura. A propósito: mi lectura nunca fue de él en función de sus tesis madres. Lo que me interesa en particular son las observaciones precisas en las películas. El empirismo utilizado como prueba de un concepto es lo que me parece singularmente genial. Y algo más: Conversaciones es mi pequeña biblia. También Perseverancia (de Daney, libro que hace contrapunto con Conversaciones, en ciertos pasajes). Y por último, el libro que más disfruto de GD es Empirismo y subjetividad, escrito a sus 23 años, un ultimatum para todos los viejos como yo. RK
Le agradezo la explicitación de la relación, Migo. Creo que es el primero que la hace… Y si, esa referencia estaba (está) en mi cabeza todo el tiempo. De hecho de algún modo vertebra de algún modo mi libro sobre cine argentino, próximo a aparecer. Saludos.