EL 2017 EN PELÍCULAS: MÁS ALLÁ DE LOS RELATOS ESTÁ LA FICCIÓN
Mitología eficaz la del calendario. La medición del tiempo tiene como máximo respaldo la circularidad de las estaciones. El indesmentible hábito de la biosfera y sus rutinas lleva a pensar que todo empieza una vez más llegado un día específico. Las explicaciones de este mito tienen otros supuestos, y sé que habrá también argumentos geológicos y cósmicos para respaldar la esperanza que se cierne sobre un nuevo año.
El calendario trae aparejado una neurosis de cotejos. Debe haber sido la invención de la crónica diaria en periódicos y revistas lo que normalizó una conducta comparativa en la que se debe repasar todo un año para hallar los grandes momentos y todos los otros que parecen destinados a un olvido total o intermitente. La memoria es tan selectiva como traicionera. Están los recuerdos queridos, los insignificantes y también los reprimidos.
Para quienes vivimos alrededor del cine, es la época del balance. Detesto la palabra, que siempre me remite a los cálculos que realizan los contadores y a las indicaciones puritanas de los gurúes y los sacerdotes. Quisiera encontrar otra palabra, una menos saturada en su uso, pero no encuentro una mejor, al menos hoy, 31 de diciembre de 2017.
A pocas horas de que suenen explosiones de una forzada algarabía y una cantidad de desconocidos que creo conocer un poco me deseen éxitos en mis emprendimientos y felicidad para mi espíritu mientras alzamos nuestras copas y brindamos, intento discernir qué pasó este año que justifique detenerme y decir algo al respecto, un poco antes de ser arrastrado por la superstición de que empieza algo que será mejor que antes. Tomo entonces el camino más afable y me pregunto: ¿qué aprendí este año con y a través del cine?
Algunas consideraciones u obsesiones que persisten aún y que estuvieron conmigo en el 2017:
1
Me impresiona el indiscriminado uso de la noción de relato. Todo es relato, dicen, y la afirmación excede el campo de batalla simbólico (y a veces no tanto) que escribe el presente de Argentina. En Indonesia y en Brasil, en México y en Estados Unidos, los medios de comunicación y la réplica de los usuarios sostienen esta visión alocada. Todos están pergeñando una historia, todo se organiza en tres actos. Así es como desde la publicidad de un aerosol al informe de un presupuesto económico, el relato ya no es cuestión de literatura y cine, sino una práctica extendida a todos los niveles de existencia. Hay relato hasta en la visita del oftalmólogo, que necesita darle un suplemento narrativo a las nuevas técnicas con láser que pueden prevenir mis futuras cataratas.
Creo que he pensado en esto durante todo el año, y también he tratado de buscar una diferenciación entre este modo de organizar la realidad y el concepto de ficción (cinematográfica). En una disertación algo confusa que di en un evento en este mes de diciembre y en otra no tan confusa pero demasiado breve que tuvo lugar en septiembre, la primera en la ENERC y la última en el Aula Magna de la Universidad Nacional de Córdoba, intenté relacionar este imperativo simbólico de creer que todo es un relato con galimatías que van ganando terreno en la discusión pública hasta producir ese concepto mágico y poco epistemológico denominado “posverdad”.
Mi tesis es simple: creo que el cine, y en especial el de ficción, tiene hoy una responsabilidad frente a la verdad. Al decir esto soy consciente de que la ficción no trabaja con la verdad en sí. La ficción no pretende ser una reproducción y una transparencia de lo real, y menos aún una correspondencia representacional de esta. Creo que la ficción sí puede ser una extensión y exposición de los presupuestos de la verdad, o un juego deliberado e irrespetuoso de las reglas del entendimiento que puede cuestionar las capas de todos los relatos que tiñen lo real, eso que no necesariamente responde a los caprichos de todos nosotros. En este sentido, La telenovela errante, de Raúl Ruiz y Valeria Sarmiento, ha sido para mí la película más reveladora del año. Que Ruiz haya pensado en aquel entonces en el concepto de simulacro del señor Baudrillard indica una intuición magnífica del gran genio de Sudamérica. Ya entonces la televisión constituía una modulación de la percepción; después de 36 años, esa práctica regula absolutamente todo. La telenovela errante es un film que desfonda los presupuestos y las operaciones desde donde se erige la (pos)verdad y, al hacerlo, produce risa y alivio. En este film, como en tanto otros, el maestro chileno es nuestro Lewis Carroll: Ruiz y el mundo de las maravillas. Quisiera ver una versión de La telenovela errante más propia de este siglo, y no imagino quién podría filmar cosas así.
Me doy cuenta que es un tiempo propicio para la ciencia ficción. Cuando recientemente escuché a un heterodoxo filósofo asociar al presidente argentino con la figura de Batman, un superhéroe culposo de su aristocracia –no es el caso–, cuya mayor preocupación es la restauración del orden –sí es el caso–, entreví todo lo que se podría filmar si las condiciones de producción en el cine vernáculo fueran más favorables. La ciencia ficción es un género costoso. Tal vez.
2
Una de las grandes películas del año, un poco desestimada y recibida con cierta desazón, ha sido Era uma vez Brasíla. El cineasta más importante de su país en la actualidad, Adirley Queirós, concibió un film apocalíptico para inspeccionar el imaginario que constituye el presente brasileño. Queirós ya había intuido en su film anterior (Branco sai, preto fica) que solamente podía asir el tiempo presente de Brasil a través de un desborde lúdico por el cual toda una nación enfrentada podía ser representada con mayor justeza. En esa inadecuación de registros, Brasil se ve como es: un territorio distópico.
Esto me lleva a otra hipótesis que he tenido desde el inicio del año, y que me animé a formular sin mayores reparos en enero, en una conferencia muy escueta que pronuncié en la Mostra de Tiradentes: el cine brasileño contemporáneo está pasando por su mejor momento. La vitalidad e inventiva que se puede percibir en ese cine merece un estudio serio. Algo viene pasando en el cine de Brasil, algo que no sucedía hasta 2010. ¿Existe un Novo Cinema?
La consolidación de la Mostra de Tiradentes, el evento cinematográfico más radical y vital de todo el continente, ha sido fundamental en esta renovación del cine brasileño. Todos los años aparece un nuevo cineasta en ese festival. Todos los años en esta singularidad cinematográfica un puñado de películas que no se parece en nada al cine del continente se exhiben un día tras otro. Este año fue la de la debutante Juliana Antunes, la directora de Baronesa; algunos años atrás, Affonso Uchoa, que mucho antes de estrenar Arábia en Rotterdam había estrenado aquí A vizinhança do tigre, una película olímpicamente negada en todos los circuitos de festivales –ni siquiera en la región se estrenó–, con una honrosa excepción. Todos los films que he visto en los tres últimos años en ese festival tienen una rabia, una inventiva y un deseo de cambio que no están presentes en el cine argentino, como tampoco en el chileno, y menos aún en el mexicano o en el colombiano. No hay entre nosotros una película como Jovens infelizes ou Um homem que grita não é um urso que dança, de Thiago B. Mendoça, otra película sistemáticamente rechazada en todos los festivales de la región y del mundo, a excepción, una vez más, de algunos festivales pequeños, como el Festival de Cosquín (FICIC). Sin embargo, fue la ganadora de la Mostra de Tiradentes en el 2016.
La lista de las mejores 10 películas del año podría contar con al menos 5 títulos del país vecino, que es dirigido por un presidente ilegítimo que nadie quiere y ostenta un parlamento en el que una avanzada oscurantista va copando todas las bancas legislativas. Frente al delirio institucional de una nación, el cine de ese país confronta y conjura en sus propios términos el relato que orquesta una práctica social y económica. La ficción combate el relato; el cine brasileño, cierto cine de ese país, no dimite, contrarresta.
3
Sobre lo que voy a decir ahora he escrito y hablado una y otra vez: Zama ha sido la gran anomalía cinematográfica de este año que culmina. Esta apreciación del gran programador del Festival Internacional de Cine de Cartagena, Pedro Zuluaga, un comentario realizado en el marco de La Internacional Cinéfila, no puede ser más exacto. Dice: “Zama, de Lucrecia Martel, es la película más votada, sumadas las elecciones de todos los que participamos. ¿Qué conclusiones se pueden sacar de esto? Esta película, arrinconada por la mirada eurocentrista más conservadora, se volvió un terreno de disputa en el cual se jugaban cosas esenciales: ni más ni menos que la posibilidad de un cine que se pueda seguir moviendo hacia terrenos imprevistos, imaginando otra tradición. Un cine que es pensamiento, experiencia, emoción, deseo, confrontación, sin que los términos sean excluyentes entre sí”.
He escrito sobre el film de Martel desde diversas perspectivas. En un primer momento me concentré en la relación del film con la novela, luego analicé por todos los medios que pude la aseveración de Martel acerca de que su película tenía más que ver con la identidad que con la espera, aquel vocablo que definía la novela de Di Benedetto. Recientemente, en un artículo escrito para la revista española Caimán, cuadernos de cine, me referí a Zama a propósito del giro epocal que tomaron tanto Martel como Lisandro Alonso. He anunciado en este mismo espacio que pretendo escribir un libro sobre la película, y es probable que todas estas inquietudes e intereses que he expuesto vuelvan a estar presentes, aunque estimo que habrá otras líneas de lecturas que todavía no he explorado y que se relacionan bastante con lo que expresa más arriba Zuluaga.
Solamente quiero repetir lo siguiente: Zama es la película más insolente del año, la más libre y desquiciada, una singularidad de la que no se sabe bien qué pensar. Espero poder trabajar sobre este film y expresar las razones de mi admiración. Entonces responderé respetuosamente algunas injurias directas o indirectas hacia mi posición y me ocuparé de desmontar algunas objeciones que se le han hecho al film y desenmascarar presuntas ingeniosas invectivas que no han representado otra cosa que el exhibicionismo pueril de sus redactores. Esto es una promesa; espero poder cumplirla.
4
A lo largo del año he escrito bastante sobre ciertos hechos que me han preocupado y angustiado: lo que sucedió primero con el INCAA y la ENERC, lo que dejó como saldo la desafectación del presidente y el director de ambas instituciones hasta abril de 2017; luego, dediqué un artículo a analizar los cambios institucionales implementados en el Festival Internacional de Mar del Plata, decisiones que ya dejaron huella en la última edición y que se pueden profundizar en el 2018; finalmente, publiqué aquí un análisis sobre el despido de Fernando Martín Peña y su espacio Filmoteca en vivo de la ENERC, una injusta decisión institucional que me lleva a retomar, o al menos considerar, algunas declaraciones de un periodista televisivo que dio a entender que existía una lista de 135 películas sospechadas de propaganda. Quiero creer que no es así, pero la realidad se empeña en desmentir mi deseo.
Ha sido un año de grandes tensiones y disputas, y en los tres casos mencionados he detectado siempre el mismo problema o, en todo caso, un sustrato del que emanan los mismos problemas: una matriz de pensamiento ligada a la lógica de los negocios y a la cultura empresarial permea todas las prácticas vigentes. Ahí también leo yo, de forma menos vehemente, lo que Silvia Schwarzböck ha denominado “vida de derecha”. Esa matriz es la sustancia del discurso de la época, la sintaxis oficial y el ordenamiento simbólico que atraviesa todas las prácticas y que le imprime al cine un estilo, configura un espectador, trivializa la crítica y expulsa todo aquello que pueda hendir las mallas del poder.
5
10 (o 14) películas estrenadas comercialmente en el 2017 (en orden de prioridad)
1. Zama (Lucrecia Martel)
2. El otro lado de la esperanza (Aki Kaurismäki)
3. Una serena pasión (Terence Davies)
4. Elle: abuso y seducción (Paul Verhoeven) / Sin nada que perder (David Mackenzie)
5. El día después (Hong Sang-soo)
6. El planeta de los simios: la guerra (Matt Reeves)
7. Alanis (Anahí Berneri)
8. El otro hermano (Adrian Caetano) y Kékszakállú (Solnicki)
9. Invasión zombi (Sang-ho Yeon)
10. Good Time: Vivir al límite (Hermanos Safdie)
***
10 (o más) películas no estrenadas en el 2017 (en orden de prioridad)
1. Ex Libris – The New York Public Library (Wiseman)
2. La televisión errante (Ruiz-Sarmiento)
3. Das unmögliche Bild / The Impossible Picture (Sandra Wollner)
4. Western (Valeska Grisebach)
5. A Fábrica De Nada /The Nothing Factory (Pedro Pinho) / Arábia / Araby (Affonso Uchoa, João Dumans)
6. As boas maneiras / Good Manners (Marco Dutra y Juliana Rojas) / Era uma vez Brasíla (Adirley Queirós)
7. No Intenso Agora / In the Intense Now (João Moreira Salles) / Paris est une fète – Un film en 18 vagues (Sylvain George)
8. Milla (Valérie Massadian)
9. Ta peau si lisse / A Skin so Soft (Denis Côtè)
10. Jeannette, l’enfance de Jeanne d’Arc (Bruno Dumont)
***
10 primeras películas notables (sin orden de prioridad)
Tesnota / Closeness (Kantemir Balagov)
Farpões, baldios/Barbs, Wastelands (Marta Mateus).
Baronesa (Juliana Antunes)
Lucky (John Carroll Lynch)
Let the Summer Never Come Again (Alexandre Koberidze)
Drift (Helena Wittmann)
* (Johann Lurf)
Estiu 1993 /Summer 1993 (Carla Simon)
Los globos (Mariano González)
Taming The Horse (Tao Gu)
Fotogramas y fotos:
1) Era uma vez Brasíla (encabezado); 2) Zama proyectada en Festival de 3 Continents; 3) La telenovela errante; 4) Arábia; 5) Martel dirigiendo Zama; 6) El otro lado de la esperanza; 7) Ex Libris – The New York Public Librar; 8) Farpões, baldios.
Roger Koza / Copyleft 2017
A principio del año pasado habías escrito mucho y muy muy bien sobre la película de Moreira Salles. Me parece medio raro verla 7 en prioridad en una de las listas.
Hay algún motivo? Es por que no da cuenta de la situación actual de Brasil? Cambiaste un poco tu opinión?
Aclaro que no es una chicana. A mi me paso algo así. A medida que pensaba la película después de verla aparecía esa contradicción.
He pensado sobre el fuera de campo del presente en NIA y si se trataba de una omisión que debilitaba la propuesta general de JMS: en principio, creo que sí; por otro lado, las otras películas que vi en el año que ya pasó terminando siendo más importantes para mí. Saludos. R
Perdona: me gustaría mucho leer ese texto más largo que habrás escrito sobre la peli de Salles, pero no logro encontrarlo. Tendrías el enlace? Gracias.