255 PALABRAS SOBRE EL DICTADOR
Un traíler de 83 minutos
Por Roger Koza
El comediante inglés Sacha Baron Cohen es brillante. Su humor consiste en una combinación veloz del conjunto de prejuicios inconfesables que cualquier orden simbólico intenta conjurar y desterrar vía una buena pedagogía. La blasfemia, la animosidad del fanático, el horror puritano frente a los dictados del instinto constituyen su evidente incorrección política. A veces funciona perfectamente, como en Borat, a veces no tanto, como en El dictador.
En El gran dictador, el barbero judío de Chaplin era confundido con Hynkel (Hitler) y lo sustituía para defender la democracia; aquí el tirano Aladeen, en su periplo a la tierra de la (semi)democracia, por un complot familiar será reemplazado por un doble. Si bien el filme está dedicado a la memoria de Kim Jong-Il y los fantasmas de Gadafi y Sadam Hussein merodean, como también la tragedia del 11/9, la comicidad se asienta en terreno seguro. Chaplin no sólo disputaba con Hitler los derechos de autor del famoso bigote; en aquel contexto, su humor político era heroicamente transgresor.
Aquí SBC se enfrenta con dos problemas, uno cultural y otro cinematográfico: la trasgresión es hoy un imperativo social y su comicidad, por ende, inquieta poco, de allí que más que ser un heredero lógico de Lenny Bruce parece serlo de Mel Brooks; y al abandonar el falso documental (Borat, Bruno), su nueva película no sólo resulta demasiado convencional sino que por momentos parece más una suma de gags elegidos para un tráiler o, peor aún, de esos sketches humorísticos breves que suelen proyectarse durante los vuelos de cabotaje.
Este texto fue publicado por el diario La voz del interior durante el mes de agosto 2012 en la columna Miradas opuestas.
Roger Koza / Copyle 2012
Sin ser un gran defensor de SBC, creo que de las tres películas ésta es, por el contrario, la que es menos una acumulación de gags o chistes sino, realmente, una película. Lo más interesante, creo, es que (aunque por momentos muy fallida) es precisamente una interesante relectura de El gran dictador, no solo con la cuestión del doble y la confusión de identidades y roles, sino en relación con el discurso final. Sin estar del todo lograda es una atendible torsión paródica de una película que siempre me pareció fallida (creo que es más interesante la lectura de Bazin que mencionás -lo del bigote- que el film en sí).
Un saludo,
Larsen
Larsen: lo del discurso final es como vos decís y el tema del doble, que estaba expresado en mi texto, pero sigo pensando que SBC pisa aquí un suelo seguro y la transgresión, por otro lado, ha sido asimilada como regla. Está claro que aquí se trata de una ficción y en ese sentido es todo más convencional. La puesta en escena del film me resulta -como he intentado expresar aquí- un trailer. un abrazo. RK
Fascinating comments Roger…I have seen THE DICTATOR only as a giant publicity set on the Croisette, and not as a movie, so I’ll be interested to draw the linkages to Chaplin and Bruce when I do see it.
Que la película esté dedicada a Kim Jong-Il se debe, también, me parece, a que Kim era un cinéfilo (si no me equivoco es el que secuestró a un director, o algo así).
Dear Bob: my comments are not exactly positive, although it’s not at all (and only) a negative perspective on the film; this text was commissioned by my editor for a column in which a film is seen through opposite views. Therefore, I was obliged to write against it and I did, although I would have written a mixed review if I had been asked for.
It’s a surprise to read you here; soon, I hope next spring (or fall in your hemisphere) I will start publishing some of my reviews or some small essays in english. I will let you know.
By the way: I love Leviathan and Arraianos; the second one will be in Hamburg; and I hope to have both in Mexico.
Big hug my friend.
RK
Larsen: desconozco que así sea; yo lo leí como un primer chiste políticamente incorrecto.