262 PALABRAS SOBRE DOS MÁS DOS
Las suspicacias de la moral
Por Roger Koza
En cada comedia protagonizada por Adrián Suar somos testigos de su evolución como actor. Suar es hoy un buen comediante; no es Cary Grant, tampoco Woody Allen, pero el actor argentino nacido en Estados Unidos tiene oficio, entiende la dialéctica entre gesto y palabra y ha adquirido confianza en sus movimientos físicos en escena. Si se trata de pensar las debilidades de Dos más dos, la cuestión pasa por su guión castrador y una puesta en escena obediente. Los cuatros actores principales hacen un buen trabajo.
No hace falta dar muchas precisiones sobre el filme: lo ha visto casi todo el mundo. En principio, el tema no es menor: el deseo en el matrimonio, su ostensible agotamiento y un posible camino de renovación: devenir swingers.
Es curioso que en un filme que gira en torno al sexo prácticamente no se vea nada. La máxima exposición es un segundo de la cola de Suar. Suspicacia formal: en el primer intercambio de parejas, cuando la cosa se pone tensa y los personajes se calientan, la música que acompaña la escena sube su volumen. Es como un condón sonoro que protege al espectador, lo distrae, conjura su posible incomodidad.
Suspicacia narrativa: después de un poco de experimentación dionisíaca llegará el conflicto afectivo y la felicidad pasará por apostar a la familia. Una swinger convencida se convierte en madre.
Y está la famosa fiesta (de la suspicacia) donde los ricos que viven en el limbo se liberan. Es el inconsciente expuesto de una fantasía de clase. Ahí reside la obscenidad del filme, su punto de vista.
Este texto fue publicado por el diario La voz del interior durante el mes de agosto 2012 en la columna Miradas opuestas.
Roger Koza / Copyle 2012
Casi te diría, compañero Koza, totalmente de acuerdo. La idea de que el sexo -mejor, la lujuria- es un campo de trabajo de los «ricos» o «Muy Ricos» es una de las más retrógradas del film: aparentemente el sexo, que es el momento de máxima libertad y responsabilidad que puede vivirse con el cuerpo entero, es deporte o arte entre quienes pueden pagarse un champán y reflejo animal entre quienes no. Aunque acá solamente hay gente que se puede pagar el champán…o los juguetitos Fisher-Price.
Abrazo.
Así es Leo: la etapa champán del film y los espacios públicos filmados me resultaban una exposición de un modo de estar (y no) estar en el mundo. Es como si el film hubiera sido filmado en una Nueva York imaginaria sin manchas. En síntesis: una fantasía Fisher-Price. Abrazo.