El chacal de Nahueltoro, Miguel Littín, Chile, 1969

Hubo un tiempo en que se hablaba del “sistema”, un modelo por el que se organizaba todo lo que se refiere a una sociedad. Aquel término, hoy oxidado, presuponía otro sistema o al menos la sospecha de su funcionamiento. El insuperable debut de Littín puede versar sobre un caso real que conmocionó al pueblo chileno, pero el asesinato de una mujer y sus cinco hijos muy pobres en manos de Jorge del Carmen Valenzuela Torres es puesto en una perspectiva en la que los actos de este campesino analfabeto son una expresión lógica de un sistema que embrutece a los desposeídos y cuya respuesta punitiva es correlativa a la inclemencia de quitarle la vida a un ser humano. La reconstrucción de la infancia y la juventud, el caso en sí y la ejecución del chacal están enhebradas narrativamente con elipsis precisas y detalles insustituibles. En ciertas secuencias clave, Littín toma decisiones de puesta en escena notables: la escena del crimen múltiple y el cumplimiento ulterior de la pena de muerte son pasajes en los que la dialéctica entre lo que se muestra, el modo en que se muestra y lo que permanece en fuera de campo denota una conciencia cabal de las implicancias estéticas, éticas y políticas que exige el material. La minuciosa atención puesta en los rituales obsesivos en torno a la ejecución de la pena capital, tanto en el registro con planos detalles, generales, en picado y travellings como en el montaje dirigido a enfatizar contrastes, glosa una estética al servicio de una clarividencia política por la cual todo un sistema luce desnudo en su funcionamiento. El trabajo de Nelson Villagra es antológico; su dicción y postura corporal son las de un enajenado, un hombre al que la palabra y el cuidado le llegaron demasiado tarde y en cuyo cuerpo se cifran los efectos perniciosos de un sistema.

Roger Koza / Copyleft 2020