27 FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE DE MAR DEL PLATA (2012): TERCETO MARAVILLOSO
Por Marcela Gamberini
A veces pasa en los festivales, como en la vida misma que, en un día suceden muchas cosas y después acontece cierto vacío. El martes, pudimos ver, tres de las que creo, van a ser de los mejores exponentes de este vigésimo séptimo Festival de Cine de Mar del Plata.
Las tres: Student de Darezhan Omirbayev del remoto Kazajistán; Vous n´avez encore rien vu del legendario Alain Resnais y The land of hope del japonés Sono Sion son dispares, elípticas y magistrales, las tres exigen un trabajo atento del espectador tanto desde el intelecto, como desde el alma poniendo de manifiesto que el cine es una experiencia no sólo sensorial sino también un trabajo preciso donde la forma importa tanto o más que lo que se cuenta y ambos planos deben estar en perfecta sincronía.
Student es el polo opuesto de The land of hope. Todo lo que en la película de Omirbayev es ascetismo, rigidez, laconismo, contenida conciencia, pura ética puesta en juego en la de Sono Sion es desmesura, es juego con el melodrama más clásico que estalla en cada una de sus escenas. Sin embargo, ambas funcionan como un mapa de las sociedades actuales: la desvastación, los paisajes nevados, la frialdad, las ruinas que dejaron sobre las ciudades y sobre los cuerpos, años y años de economías y políticas que poco o nada tienen que ver con la moral, con la ética, con el afecto, con las relaciones humanas. Las dos películas, desde distintos lugares del planeta con las huellas de sus identidades a cuestas, logran ser ferozmente incisivas, contestatarias, inquietantes. La densa conciencia del bressoniano personaje de Student contrasta con su cuerpo flaco y anoréxico, su mirada vidriada, su castigo íntimo y profundo, que lo hace deambular por una ciudad en una secuencia memorable rellena de frío y de angustia. La familia Ono de la película japonesa es desmesurada, paranoica, exagerada. La locura íntima de cada integrante de esa familia acompaña al vaciamiento y a la ruina de esa ciudad destruida no solamente por el Tsunami.
En el medio entre Kazajistán y Japón, tenemos Francia. Y en esta ocasión, Resnais nos acerca la actualización del mito de Eurídice y Orfeo, que se encuentran en una noche eternamente hostil para ambos. La forma cinematográfica también es infinita, el mito cubierto por capas de representación que hacen que los actores de la película estén en el ensayo de una obra de teatro y a su vez todos ellos estén contenidos por el mágico encuadre de la pantalla. Película compleja en su autoconsciencia de ser artificio, de ser representación de una representación, como en un mágico jueguito de cajas chinas. El cine en todo su esplendor.
Las tres películas, cada una a su manera, nos imponen la conciencia de la representación y a la vez nos sugieren que no quedan mundos donde refugiarse, a excepción del cine, por supuesto.
Marcela Gamberini / Copyleft 2012
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