28 FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE DE MAR DEL PLATA (13): EL NUEVO JIA
Por Roger Koza
(Esto escribí en Cannes 2013 cuando vi el nuevo film de Jia Zhang-ke. Hoy se verá en MDP)
Fue curioso: mientras veía A Touch of Sin, título que remite a A Touch of Zen, de King Hu, en dos oportunidades recordé un film que sintetiza todo lo que no quiero defender del cine contemporáneo: Babel. Mi amigo portugués, admirador de Jia, dice en un momento: “voy a expresar una blasfemia: por momentos pensé en Babel”. “Somos dos”, le dije.
El inicio poco tiene que ver con el laureado film de Iñárritu, pero el film sí viene a decir algo sobre China. No es sentencioso, ni mucho menos religioso. Larga como si fuera un film de Kitano de la década del ’90: un primer plano sobre un tomate en el suelo, un hombre juega con él, y luego un plano general sobre un camión de tomates que se ha desbarrancado. Unos kilómetros más atrás, en la misma ruta de montaña al norte de China, más precisamente en Shanxi, un motociclista se cruza con tres jóvenes. Los pendejos llevan unos martillos y le exigen dinero. La respuesta es inmediata: dos tiros rápidos, dos muertes instantáneas. El tercero correrá un poco, pero el motociclista será implacable: el tercer balazo llega por la nuca. En el camino, un poco más adelante, se cruzan el motociclista y aquel hombre que jugaba con el tomate. Habrá otros cruces similares pero sin subrayados pomposos. Y sin aviso se escucha una explosión. Fundido en negro, y allí comienza la película dividida en cuatro historias. En el cine de Jia no había asesinatos directos, tampoco tiros; sí existía un asesino difuso llamado estado. He aquí una novedad de este Jia 2013: la violencia explícita se incorpora al cine del maestro de la Sexta Generación, y su exposición y tratamiento conjura cualquier búsqueda realista en su representación.
Las cuatros historias mencionadas finalizan con algún pico de violencia extrema: todas tienen a un solo protagonista y el lugar elegido para cada una de ellas es diferente, y ninguno de los espacios elegidos corresponde a las grandes capitales chinas. Hay también una preocupación lingüística (por dar cuenta que en ese inmenso territorio absolutamente entregado a una extraño experimento socioeconómico de características colosales, que bien podría denominarse comunismo liberal, un oxímoron inevitable e impuesto por la práctica) se habla de muchos modos. La comunión del pueblo ya no pasa por la gloria del estado. La vieja subjetividad dispersa en el cuerpo del estado ha sido reemplaza por un nuevo hombre: el individuo, el consumidor, el animal que acumula. Sí, aquí el dinero es el dios viviente por antonomasia, y en ese nuevo modelo inaudito y del orden de lo impensable, hasta los extranjeros vienen a trabajar a la tierra de Confucio, Mao y Lao Tze. Esto último se dice y se ve.
Como en todas las películas de Jia ese orden tiene una expresión geológica. China es una nación en construcción, un país work in progress. Los planos generales sobre las transformaciones edilicias, la dialéctica infinita que va de la demolición y a la reconstrucción permanente se evidencian cada tanto. La arquitectura es la escritura bruta de la historia y su expresión política directa. A casi dos décadas, se podría hacer un ensayo fílmico sobre la historia en los films de Jia.
Se ha dicho que la novedad estriba aquí por la violencia, pero menos perceptible se divisa otra novedad: la concepción del tiempo de las escenas y la duración de los planos han variado. Los pretéritos tiempos muertos de Platform y Placeres desconocidos ya no están. De lo que se predica, acaso, una nueva poética. La concepción documental que articulaba los relatos de las películas precedentes, la apropiación del registro del espacio viviente, ahora se yuxtapone a un principio motor consustanciado con el cine de género. Es decir, a la famosa poética del xianchang, una modalidad de apropiación del tiempo presente de la Historia que está sucediendo y deviene en ficción (el magistral plano final de la extraordinaria Pickpocketes la más acabada expresión del procedimiento formal aquí aludido) al que se denomina “estar en la escena” se subsume a ciertos elementos del wuxia pian. Dice Jia: “Pienso que A Touch of Sin como film perteneciente al género de artes marciales acerca de la contemporaneidad China”. Precisamente es aquí en donde la irrupción de la violencia queda afuera del alcance de su representación documental. Los disparos, los golpes, la penetración de un cuchillo en la carne humana, incluso un suicidio filmado en un solo plano transgrede las expectativas de una organización naturalista de la escena. De allí la ausencia de tiempos muertos, y una nueva dinámica en el relato.
Tal vez es tiempo de decir algo de las cuatro historias: en la primera un viejo trabajador de una mina constata el empobrecimiento de sus compañeros y el enriquecimiento de sus jefes. Su malestar alcanzará un límite y a partir de ese momento empezará a disparar a todos aquellos que representan esa injusticia distributiva. La segunda historia, tal vez la más extraña al relato y al universo del director, pasa por un robo y un par de tiros a pleno día. Es el segmento más débil porque justamente es el que menos se acopla a un imperativo de género. El tercer relato lo protagoniza la gran Zhao Tao, un semblante poderoso en todo el cine de Jia. Aquí, al bellísima actriz interpreta a una recepcionista de un sauna; no es ella quien suministra placeres a sus clientes, masajes más efectivos y sublimes que una relajación ortodoxa. En cierto momento, la mujer de su amante y su hermano le darán una paliza, y un poco después se llevará puesto a un par de clientes que insisten en que sea ella la responsable de sus servicios. La historia que cierra el film tiene en el centro de su historia a un joven proletario. Es la encarnación del desamparo. Su gradual desesperanza, un desencanto amoroso y su constante cambios de trabajos lo llevarán a tomar una decisión capital.
Los animales tiene aquí una presencia estelar. En algún pasaje se escucha un informe televisivo en el que se que pondera la potestad de los hombres para decidir sobre sus vidas. A diferencia de los animales, los hombres sí pueden suicidarse. Frente a la asfixia, ni el estado, ni la empresa puede detener el impulso de salta por una ventana. La figura de un tigre, la presencia de un caballo, las gallinas y las serpientes son algunos de los animales que aparecen repentinamente en el relato. Esta profusión de especies funcionan como una cifra de un estado de naturaleza. Se supone que los hombres pueden ir más allá de ese estado dado. El animal del habla, el bípedo implume, no obstante, es proclive a la obediencia. Y en este universo político y económico la desobediencia sólo parece expresarse por su vía más visceral e instintiva: la descarga iracunda ante el otro, o su inversión fatal de querer capitular la obligación por estar vivos. Frente a un orden que subyuga y obliga, la violencia es la expresión de la ira sin discurso. Y aún así, Jia viene a reafirmar la dignidad de esos mismos hombres capaces de asesinar y matarse. Un travelling sobre el rostros de los trabajadores en una lancha y el contracampo magnífico de todo un pueblo reunido en una plaza viendo una ópera contrastan con la desesperanza de los cuatro personajes de la película. Ese plano final es único y constituye el centro de gravedad filosófico del film. Es el rostro del pueblo, esos hombres y mujeres aún resisten y sobreviven. Película notable, desafiante para quienes desean que los grandes cineastas se copien a si mismos hasta el infinito y no prueben cosas nuevas.
Roger Koza / Copyleft 2013
¿Qué pasó con Jia en esta película? ¿Es una ruptura con sus puntos de vista y estilos narrativos que venía cultivando hasta aquí? ¿Son esos cambios, para bien del cine, o al menos de su cine? Tengo mis serias dudas de que esta película sea algo positivo en su carrera.
Coincido, en parte, con otras críticas, respecto que hay una cierta continuidad temática. Esto es verdad en tres de las cuatro historias en los que está dividido el filme. En esas tres secciones que yo identifiqué más abajo como Personaje Nº 2, Nº 3 y Nº 4, sigue siendo central la preocupación y el desconcierto por las formas que adoptan las dolorosas transformaciones sociales y económicas en China. Pero en este filme hay un cambio radical en la forma de mirar y de abordar el tema.
En realidad se trata de cuatro historias independientes, que solo tienen en común el momento histórico y el lugar geográfico, en sentido amplio. Todas transcurren en el presente, y su espacio vital es China. Aquí está claro que Jia está indignado. Ha abandonado cierta calma contemplativa y desata una furia que se expresa a través de personajes y situaciones hiper violentos.
El pasado, que aparecía evocado en “24 City” a través de los protagonistas de mayor edad, aquí está ausente. La geografía, urbana o rural que se transformaba, donde la mano del hombre iba destruyendo las viejas construcciones para levantar tristes y anónimos edificios modernos, tampoco aparecen en “Touch of Sin”. Estamos ya en una China ciento por ciento dominada por las reglas crueles de la economía de mercado. El desconcierto de sus filmes anteriores, muta ahora en un pesimismo oscuro.
Por lo demás, las historias y los personajes pueden analizarse por separado. Iremos realizando esta exploración, partiendo de la peor de todas, hasta llegar a la que considero la más rescatable, para que al menos al final de este análisis, no nos quede un sabor tan amargo.
Personaje Nº 1: El motoquero “chorro” y psicópata
Si hay un relato que no tiene nada que ver con lo que vimos de Jia hasta aquí, ese es el del psicópata motoquero. Se trata del único personaje que resulta fácilmente aborrecible, ya que no solo roba por dinero, sino que mata por placer. Es un demente con todas las letras. Como le dice a su esposa: disparar el arma es divertido, solo que le faltó aclarar que para que la adrenalina llegue al máximo, los disparos no deben ser al aire (como en los festejos del año nuevo) sino linchando gente. La matanza de los tres rateros al comienzo del filme, aunque ya muestra todo el sadismo de que es capaz el personaje, puede ser creíble (aunque no justificable), pero el asalto a la salida del Banco hacia el final, me parece un regodeo innecesario de Jia con la bestialidad. Es también una falta de respeto hacia el espectador, como si Jia nos dijera: ¿No entendieron todo lo malo que resulta ser este tipo? ¡Ahora van a ver algo mucho peor!
Pero lo más criticable de todo, es que el retrato de este personaje con sus actos de violencia insoportables, no aporta nada de nada a la mirada de la sociedad que pretende retratar.
Personaje Nº 2: El justiciero solitario
Me preocupa que Jia esté coqueteando con posiciones directamente reaccionarias. Digo esto pensando en el personaje de Dahai, que es demasiado parecido al yanqui encolerizado que interpretaba Michael Douglas en el indignante filme “Un día de furia” (1993). ¿Se ha dado cuenta Jia de lo que está planteando a través de Dahai? ¿O su enojo como director, transferido al personaje, lo ha obnubilado hasta considerar que el fin justifica los medios? Porque es cierto que los espectadores no podemos dejar de sentir empatía con la indignación de Dahai, ante el robo descarado y la corrupción que imperan en la empresa donde trabaja y en el pueblo donde vive. Pero de ahí a que encuentre como única salida la justicia por mano propia y la brutal matanza de los opositores, hay una distancia enorme que incluso Jia deja peligrosamente en estado de ambigüedad moral, al no darle un cierre al episodio.
Hay un hecho que me llamó poderosamente la atención en este capitulo de la película y que se relaciona con algunos datos que se mencionan en pasajes del Personaje Nº 4: Los ricos carecen de cualquier tipo de identidad nacional, aún en una sociedad que como la China, permaneció hasta hace pocos años muy cerrada al resto del planeta. Consumen los mismos bienes en cualquier lugar del mundo donde sea que gasten sus fortunas. Su canasta es siempre similar a la que muestra Jia: sean autos Audi o carteras Louis Vutton, la identidad de clase es mucho más importante que su identidad nacional. Compran lo mismo en Europa, EEUU o en China. Y generan, con esta ostentación, el mismo odio entre los desposeídos de sus respectivos países.
Personaje Nº 3: La dama solitaria
Esta historia es la más simple de todas, al menos para comentarla. Una bella y solitaria empleada administrativa de un sauna, que mantiene una historia de amor clandestino, termina matando en busca de preservar su dignidad y no ser sometida a algún tipo de abuso sexual. Y todo lo que ocurre después, es una huída de la escena del crimen en un estado de tensión emocional que la aproxima a un zombie. Finalmente, en un cierre que no dice ni sugiere nada sobre lo que siente o piensa el personaje, aparece buscando trabajo en una ciudad alejada del lugar del crimen. ¿Una denuncia sobre el maltrato y la cosificación de la mujer? ¿Un repudio a la servidumbre que impera en los prostíbulos? ¿Una reivindicación, otra vez, de la justicia por mano propia?
Personaje Nº 4: El adolescente desorientado y explotado
Si el director chino hubiera hecho de este capítulo toda su película, quizás hubiéramos podido decir que estábamos frente a una obra maestra. Salvo por el final.
Este es sin duda, el episodio más rescatable y con más puntos de contacto con la anterior filmografía de Jia. Por la centralidad que el trabajo representa en la vida de su personaje y por las estremecedoras consecuencias de la brutal explotación, en un país que parece evolucionar rápidamente hacia alguna variante del infierno. Ese vínculo que se expresa con la pasada producción de Jia, también está presente en una suerte de violencia simbólica más que física. Un adolescente profundamente insatisfecho con sus condiciones de vida y trabajo, va rotando de un empleo a otro hasta que recala en un bar lujoso que ofrece servicios de prostitución para ricos. Ese lugar, será también el inicio de un breve idilio amoroso.
Aquí Jia, con un poco más de sutileza, crea varias escenas dignas de elogio. Destaquemos un par. Las chicas que se ofrecen como prostitutas, son disfrazadas de militares y llevan un birrete con la estrella roja de cinco puntas, símbolo, entre otros, de la revolución comunista. Este uso frívolo de la iconografía socialista, es un fenómeno que no solo aqueja a China, sino a todos los ex países socialistas, y que luego se expandió por el mundo. En lugar de criticar o dejar en un piadoso olvido el pasado comunista reciente, rescatan sus símbolos más sagrados para denigrarlos o banalizarlos. Así aparecen bares o jeans marca “Soviet”, camisetas con la figura del Che, y como ocurre en este filme, prostitutas portando como si nada importara, la estrella roja. La otra escena que quiero rescatar, se juega en la charla íntima y distendida de los jóvenes que empiezan a flirtear. Están con sus celulares, y ella toma la iniciativa de navegar por la Web, por un sitio de noticias que deja abierta la posibilidad para que el visitante escriba comentarios. La chica lee en voz alta con desgano, malas noticias de su país, que van desde actos de corrupción hasta accidentes. Cada vez que ella lee una crónica y le pregunta a su amigo qué comentario poner, el chico como suprema reflexión siempre aconseja lo mismo: “¡Al diablo con eso!”. Es una escena en apariencia intrascendente pero pone en evidencia, la incapacidad de los personajes para relacionar el presente individual que sufren, con el contexto político de China, que se va desgranando con la lectura de las noticias. Su alienación de clase, les impide un mínimo esbozo de análisis.
El final de esta historia, sin embargo, es muy flojo. He leído muchas veces que cuando un director no tiene idea de cómo terminar un filme, hace que el personaje principal muera. Aquí Jia, en un supremo acto de pereza intelectual, recurre al mismo mecanismo. Ya vimos en las tres historias anteriores que a Jia le cuesta cerrar una historia. Con esto no quiero decir que no pueda haber un final abierto. Pero Jia, simplemente abandona a sus personajes con modos totalmente arbitrarios, o los hace morir, como en esta historia, sin que tampoco logre ningún impacto estético, ni moral ni emocional sobre el espectador.
Conclusión
Es cierto que Jia en sus películas anteriores tampoco planteaba ni esbozaba posibles salidas a las problemáticas que retrataba. Quizás, no sea tarea del artista encarar estas faenas. Mucho más importante es estimular la formulación de preguntas en el espectador. Pero al radicalizar su mirada, volviéndola más oscura y pesimista, Jia no deja resquicio alguno para la lucha, el amor o alguna mínima manifestación de fraternidad, ni para ninguna forma de resistencia, sea de índole individual o colectiva.
Con este filme Jia es un director que demuestra que ha perdido el rumbo. Ya no parece encontrar formas nuevas y dignas que le permitan volver sobre sus viejas obsesiones, ni ha encontrado otras nuevas en su reemplazo.
Siempre me ha interesado ver como tratan los distintos directores en un filme el diálogo entre personajes. Sabemos que el modo canónico impuesto por Hollywood consiste en filmar un diálogo con el sistema del plano y contraplano. Muchos directores han tratado de desmarcarse de esta forma tan estereotipada de filmar la comunicación verbal entre dos seres humanos, aunque otros cineastas que no acuerdan con la concepción del cine de los grandes estudios, no han tenido problema en seguir usándola, poniendo su atención y creatividad en otras secuencias de sus obras.
Todo esto viene a cuento, porque en la película de Jia, en el diálogo entre los dos jóvenes que mencioné antes, se captura la escena de un modo muy original. Con los dos personajes visibles al mismo tiempo, el muchacho un poco más cerca de la cámara y la chica sentada a su lado, un poco más atrás. Ambos son captados de perfil. El muchacho tiene la mirada perdida en algún punto del espacio que está fuera de campo y la chica está mirando su celular. Hablan en estas condiciones, casi sin mirarse. Tampoco se tocan. En el diálogo se transmiten información trivial y para nada romántica. El espacio alrededor de los dos personajes está en penumbras. Todos estos elementos que se ponen en juego en esta escena, creo que generan una intensa sensación de incomunicación afectiva y muestran que Jia, es un director que cuando se lo propone, posee un gran dominio del lenguaje cinematográfico. Jia logra en esta escena, que la magia del cine vuelva a aparecer y así las imágenes “hablan” mucho más que las palabras.
Me parece que como el hilo conductor de la película es el estallido de violencia ante una situación de opresión, los relatos se abren y se cierran en función de eso y tal vez por ello a Jia no le interese tanto definir completamente a sus protagonistas.
El otro denominador común es el «exceso» en la respuesta agresiva, que daña bastante más que el perjuicio recibido(o por lo menos bajo cierto punto de vista). Para mí, la cosa iría más o menos así:
1.El motoquero “chorro” y psicópata. Sufre de opresión e injusticia hogareña- cuando vuelve a su pueblo, sus hermanos que organizaron una fiesta de cumpleaños para la madre a la que asistieron muchos vecinos del pueblo e hicieron regalos de dinero en efectivo (sobres rojos- hong bao) le retacean la parte de las «ganancias» obtenidas de la fiesta, parece que esta falta de fraternidad y de cuentas claras que se manifiestan en su casa le vinieron a desequilibrar los valores al muchacho y entonces se le dispara la crueldad y le nace eso del «primero matar para robar». (coincido con que este es el segmento más flojo)
2.El justiciero solitario. Ante la corrupción, autoritarismo (-obligaban a toda la comunidad a recibir a un «exitoso» del dinero malhabido con todos los honores y respetos-) y descaro (los «jefes» de la zona se sabían fuera de la ejecución justa y correcta de la normativa pero muy grandes para caer por aquellas transgresiones ,que son las que les llenan los bolsillos a los animales políticos inescrupulosos – los responsables de la administración corrompida del municipio cínicamente animan a Dahai a que siga intentando su denuncia por corrupción contra ellos, nunca están indignados de que se los tache de corruptos!-) al tipo no se le ocurre mejor justicia que a los balazos de rifle . Evidentemente es una reacción excesiva y ante los asesinatos consumados no creo haberle visto una expresión satisfecha al justiciero, más bien de desolación…
3.La dama solitaria. Aca ante acoso o tentativa de abuso sexual por parte de clientes de un prostíbulo, la recepcionista a quien quieren convencer -ostentando violentamente un fajo de billetes mediante- de que puede ser una buena prostituta «amateur» no tiene mejor idea que repartir tajazos con una navaja que lleva por ahí, con la simple finalidad de rechazar la oferta con mucha bronca…
4.El adolescente desorientado y explotado – coincido en que es el mejor relato- pero me parece que su suicidio es el único cierre posible para una película desesperanzadora, que no es al azar. Con la precariedad de su mundo laboral, el desamparo, las faltas por todos lados; todo eso encima, el muchacho no tiene más opciones que ejercer la violencia contra sí mismo al no poder descargarla en otros como sí hicieron los personajes anteriores. Es más, lo que parece desencadenar su suicidio es un acto de compasión; lo buscaban para pegarle por un ajuste de cuentas pero al final es perdonado, pero entonces el posible brote violento contra otros se le escapa…