28 FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE DE MAR DEL PLATA (23): FANTASMAS EN LA RUTA: CINE EN BRUTO (Y UNAS POCAS COSAS MÁS)

28 FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE DE MAR DEL PLATA (23): FANTASMAS EN LA RUTA: CINE EN BRUTO (Y UNAS POCAS COSAS MÁS)

por - Críticas, Festivales
28 Nov, 2013 04:36 | comentarios
review_Red-Psalm

Salmo rojo

Por  Jorge García

Estuve cuatro días en el festival de Mar del Plata, lapso en el que vi algunas películas (no demasiadas). Tuve la posibilidad de apreciar en 35 mm. cuatro obras de Miklós Jancsó (dos de ellas ya las había visto en ese formato), lo que me permitió ratificar que fue uno de los directores más importantes en los años 60 y 70. Su trabajo sobre el espacio, el montaje dentro del plano y el fuera de campo es absolutamente genial (en particular en Los desesperados y Los rojos y los blancos). Y con Salmo rojo y Electra más allá de algún exceso alegórico, inventa un subgénero: el musical político en el que también despliega sus personalísimos conceptos de la puesta en escena coral.

Se hablaba mucho del film español La herida que a mi decepcionó bastante. Este estudio de un caso de una muchacha deprimida “porque sí” (no hay un contexto, salvo la incomunicación con su madre, que justifique su conducta) es una obra al servicio de la interpretación de Marian Álvarez que, previsiblemente, ganó el mejor premio a la actuación femenina. Se han visto grandes personajes femeninos depresivos a lo largo de la historia del cine; la muchacha de La herida no estará entre ellos.

 He notado que el coreano Hong Sang-soo se ha convertido para varios colegas en una adicción incondicional pero ese no es mi caso. Sus primeras películas eran muy interesantes pero progresivamente su cine comenzó a ser repetitivo y sin matices (algunos podrían pensar lo mismo del de Eric Rohmer, pero el francés ofrece personajes mucho más ricos). Sus films son simpáticos, placenteros de ver pero dan la sensación de que siempre son más (o menos) de lo mismo y esto pasa con su último film, Our Sunhi. No es casual que su film anterior, Another Country, que escapaba a las variables habituales de su cine haya incomodado a sus adeptos.

 A Touch of Sin, significa un brusco cambio en la filmografía del chino Jia-Zhang-ke. El film consta de cuatro episodios de infrecuente violencia en la obra del realizador con una mirada muy crítica sobre diferentes aspectos de la vida cotidiana en su país. El problema es que el tono de la película es marcadamente “discepoliano” (“el mundo fue y será una porquería…”) y el registro en varios momentos carece de sutileza y es demasiado grueso y explícito. Como si Jia-Zhang-ke quisiera mostrar al mundo occidental que la vida en China es una verdadera mierda (algo que puede que sea así, el asunto es la forma en que se lo dice).

vlcsnap-2013-11-28-01h21m17s103

Fantasmas de la ruta

Pero la película que, junto a las de Jancsó, justificó mi presencia en Mar del Plata fue Fantasmas de la ruta, de José Celestino Campusano. Campusano es una rara avis dentro del cine argentino ya que escapa por completo a las líneas conceptuales generales del cine nacional en sus variables independientes, esto es: la denuncia explícita, el costumbrismo naturalista y el minimalismo al mango. El cine de JCC es visceral, intenso, desprolijo, pero por sus venas corre verdadera sangre. Para él es aplicable dentro del cine argentino el concepto que acuñara Peter Bogdanovich para otro director dentro del cine norteamericano: “Nadie, absolutamente nadie, filma como Samuel Fuller”. Los universos suburbanos de Campusano escapan por completo a las pautas habituales del buen gusto, sus personajes tienen sus propios códigos y, como en las mejores películas del cine clásico norteamericano, no se expresan a través de la psicología sino que lo hacen a través de sus acciones. Por otra parte sus lúmpenes (en las películas de Campusano a casi nadie se lo ve trabajar) nunca son idealizados y son capaces de llevar adelante los peores actos para lograr sus objetivos. Trabajando sobre conceptos genéricos (sus films abrevan, principalmente en el melodrama y el western), Campusano muestra un microcosmos en el que para muchos de sus personajes, el principal objetivo de su vida es la supervivencia a cualquier precio.

Fantasmas de la ruta está originalmente planteada como una serie televisiva de varios capítulos y cinco horas de duración que Campusano, para su versión fílmica, redujo a tres horas y media. Hay que apresurarse a decir que la obra en ningún momento parece televisiva (más allá que alguna secuencias se cierren con el clásico fundido en negro). Ambiciosa, tal vez excesiva por momentos, la película muestra las grandes virtudes del cine de Campusano y también –algo inevitable en un cine ontológicamente imperfecto como el suyo- algunos de sus defectos.

 Empecemos entonces con los reparos; la película, con su multitud de historias que se entrecruzan da la impresión que es una suerte de inflación de su universo (aquí aparece, vg, como elemento central, la trata de mujeres) pero sin que se proponga un auténtico crecimiento del mismo; es como si se expandiera hacia los costado (si se entiende lo que quiero decir). El cine de Campusano, a partir de estar interpretado por personajes que no son actores, muestra generalmente  disparidades en las interpretaciones, algo que aquí se hace en muchos pasajes muy notorio, como es el caso de Mauro, uno de los personajes principales, y la madre de la chica secuestrada. En mi opinión, es un error de guion la rápida desaparición de Sergio, un villano memorable en cada una de sus apariciones en la primera hora del film, ya que le quita a la película un personaje muy fuerte Y hay también, sobre todo en el tramo final del film, un tufillo moralizante de cuño religioso que de algún modo lastra las últimas escenas. A pesar de la sorpresa del director, creo que no es descabellado que la OCIC le haya entregado un premio a la película.

vlcsnap-2013-11-28-01h20m02s114

Beltrán en Fantasmas de la ruta

Pasemos ahora a los grandes méritos del film. Campusano ha crecido ostensiblemente como narrador, logra controlar con pulso firme las diferentes historias sin que pierdan coherencia (mérito aun mayor con la reducción del metraje para la versión fílmica) y también ha conseguido que las resoluciones visuales sean mayores que en sus trabajos anteriores. El director tiene como protagonista principal a El Vikingo, que ya participó en otras películas suyas y es uno de los grandes personajes de la historia del cine argentino (creo que no exagero). Especie de John Wayne o Randolph Scott del cono urbano, poseedor de una ética personal indoblegable y constante recitador de aforismos, aparece como una suerte de alter-ego del director (que como Hitchcock en sus películas, aquí se permite un cameo). El Vikingo es ya una figura memorable –la presencia cinematográfica de su protagonista, Rubén Beltrán, es formidable- con destino de convertirse en mítica dentro del cine argentino. Hay también en el film una interminable galería de secundarios memorables (vg, el Vampiro), como hacía mucho no se veía en el cine argentino. La muchacha secuestrada, con su doloroso calvario, es otro personaje muy bien delineado y su protagonista podría estar destinada a convertirse en una revelación femenina dentro del cine nacional. Y corresponde también señalar que Campusano maneja con gran precisión, sin caer en excesos sensacionalistas, momentos de una intensidad y crudeza inusitadas.

Constructor de un universo personal e intransferible (del que tal vez en algún momento tenga que salir), José Celestino Campusano es hoy uno de los realizadores fundamentales del cine argentino y latinoamericano.

Jorge García / Copyleft 2013